14. EL SECRETO REVELADO
Al otro día y menos mal que era sábado, madre Georgia estaba despierta desde muy temprano. Mientras yo estaba durmiendo, entró a mi cuarto sigilosamente con algo entre sus manos. Intentó despertarme pero estaba profunda, así que decidió guardar lo que tenía escondido, entre las hojas de mi libro.
—Así que las tiene colgadas aquí en la habitación—dijo mientras observaba mucho de mis pantis. La verdad me daba vergüenza que ella los lavara o que Sebastian los pudiera ver, así que yo misma los lavaba y los colgaba en mi cuarto—Oh, están todas secas... ¡son fresas! ¡Qué tiernas! —ya ven el por qué no quería que nadie las viera, eran pantis de niña pequeña.
Me dolía demasiado la cabeza, ni me acordaba como había llegado hasta mi cama...
—¿Estás despierta? Levántate—me preguntó al empezar a quejarme del dolor de cabeza que tenía—Puedes volver a dormir cuando hayas terminado de comer.
No quería levantarme, pero cuando reaccioné, que era mamá la que me estaba levantando, me paré rápidamente de la cama.
—No quería despertarte—me dijo, aún sosteniendo mis pantis—Ya que estás despierta ve a comer y vuelve a dormir. Hice sopa.
—Bueno, muchas gracias.
Quería seguir durmiendo, pero al ver la hora y lo tarde que era, me dio mucha vergüenza. Sebastian pensaría que era una perezosa dormilona, aunque de pronto me comprendería por lo sucedido la anterior noche, solo esperaba no haber dicho nada ridículo. Me senté frente al espejo para arreglarme un poco... no pude dejar de observar mi pecho... ahora que recuerdo... ¿Sebastian se había burlado de lo plana que era? Ya entendía la vez que me preguntó que si era una chica, ¿Se había fijado en eso desde hace rato? ¡Idiota ese, era un pervertido!
En una novela, vi como una chica había dejado de ser tan plana con tan solo dos calcetines enrollados... ¡Y listo! Ya estaba lista para bajar a desayunar y dejar con la boca abierta a Sebastian. Sujeté mi cabello en una cola de lado, me puse unos pantalones largos y salí de mi habitación; justo cuando me disponía a bajar las escaleras, salió Sebastian de su habitación, estaba bien peinado, me acuerdo que llevaba un buzo blanco y una sudadera larga.
—Sobre lo de ayer—intenté decir, en el segundo que paró a verme con mala cara, sin embargo siguió su camino, aunque volvió a voltear hacia mí, me observó detenidamente... ¿A mis pechos? ¿Lo había notado? ¿Ya estaba funcionando? Pero no me dijo absolutamente nada, estaba muy molesto.
El desayuno de aquel día fue en el jardín...
—Hola Erika, como el clima de hoy está bien, comeremos afuera—dijo mamá muy contenta como siempre.
Sebastian ya estaba sentado y David estaba practicando saltar la cuerda.
—Tonta borracha—David paró su entrenamiento simplemente para molestarme.
—Esta sopa es refrescante, la hice especialmente para ti—Con la que más vergüenza me daba era con mamá, verme en aquel estado, ¿Pensaría que una mujer decente no haría esa clase de espectáculos?
—Muchas gracias. Fui irrespetuosa ayer—pude decir de lo poco que me acordaba.
—¿Cómo puede llamársele a eso ser irrespetuosa? Como eras tú, no sabes lo divertido que fue.
—David, sujeta bien la cuerda—Sebastian le estaba enseñando a David a saltar la cuerda—Salta más alto, usa tu muñeca y lleva el ritmo, uno dos, unos dos, ¿Entendiste?
—¡Está deliciosa! —le dije a mamá.
—¿En serio? Entonces come más.
—No muevas los brazos completos, sólo tus muñecas—le dije a David, tenía que intervenir porque lo estaba haciendo mal.
—Suficiente, concéntrate en tú comida—me dijo a forma de regañadienta. El tenía la mala costumbre de regañar a sus mayores, por lo que seguí bebiendo sopa.
—¡Ah! Ya no quiero saltar más—David estaba muy irritado con eso.
—David, mantén los brazos pegados al cuerpo—no podía dejar que se rindiera tan fácil.
—¡Si eres tan buena, demuéstramelo! —dijo al tirarme bruscamente la cuerda.
Al instante Sebastian se sentó al lado de Mamá, ¿Para tener una mejor vista? y David se sentó dónde estaba sentado Sebastian. Los tres estaban observándome mientras saltaba la cuerda.
—¡Lo haces genial! —dijo mamá, por supuesto.
Podía saltar de diferentes maneras, cruzado, con un solo pie...
—Cómo yo, mantén los brazos pegados al cuerpo, y también usa las puntas de los pies para saltar, estás usando todo el pie, por eso es que se te hace difícil. Toma, inténtalo—dije antes de indicarle como debía de hacerlo.
Por fin lo había logrado y gracias a mí.
—Oh cierto, ¿No dijiste que tendrías un examen de música pronto? ¿Ya escogiste la pieza? —le pregunté, mientras saltaba a la perfección.
—Planeo cantar "Cielo rojo"
—¿Cielo rojo? Nunca la había escuchado... en lugar de eso deberías cantar salta, salta, salta. Así puedes practicar dos cosas al mismo tiempo, y el uno te servirá con el otro.
—¡Oh! ¡Deberías hacerle caso, David! —dijo mamá—Sebastian, ¿Erika no es brillante? —preguntó mientras él leía el periódico.
—¿Qué es eso? —dijo Sebastian después de girar la página del periódico y ver hacia el suelo.
Voltee después de que mamá volteó hacia donde estaba observando Sebastian... ¡OH DIOS MIO! Era uno de mis calcetines... ¿En el suelo?
—Parece un calcetín—continuó diciendo Sebastian. Al instante me toqué los pechos con los brazos para disimular. Sí, ya no llevaba el calcetín izquierdo...
—¡¡NO!! —antes de que él lo levantara, me tiré a recogerlo.
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Llegó el lunes, en el salón de clases Layla me estaba arreglando el cabello.
—¿En serio? ¿También tiene aire acondicionado? —Layla y Sophia me preguntaban siempre por la casa en que me estaba quedando, lástima que no les podía contar, porque en verdad lo disfrutarían, nos meteríamos a la piscina, veríamos películas, tomaríamos el té en el jardín, le ayudaríamos a mamá a plantar flores...
—Sí, es muy frío. Tengo que usar mangas largas.
—Escuché que cada uno tiene una computadora—continuó Sophia muy curiosa.
—Sí, y la velocidad de internet es especialmente rápida. Si lo usaras para jugar sería divertido—a Sophia le encantaban los video juegos, otra razón por la que lamentaba el no poder contarles el secreto.
—Erika, Erika, Erika—Llegó Mathew, muy alegre como siempre—¿Te estás arreglando el cabello?
—Sí.
—¿Ya comiste? Hoy hay lo que te gusta comer.
—Sí, ya comí... Mathew, ¿Puedes pasarme ese libro? —le pedí el favor, ya que quería revisar que todas las tareas estuviesen hechas.
—Claro, claro. Todo para mi hermosa princesa.
Pasé hoja por hoja rápidamente, pero sin darme cuenta algo cayó de entre ellas.
—Parece que se cayó algo—Mathew se agachó para recogerlo, al observar lo que era, se quedó petrificado, como si hubiese visto un espanto. Los chicos de atrás se reunieron a ver lo que Mathew tenía en sus manos.
—¿Qué es eso? —dijo Layla mientras se acercaba a Mathew, fue seguida por Sophia.
Las dos quedaron igual que Mathew, pero con la boca abierta, ninguno de los tres parpadearon, ni se movieron y ni hablaron, se quedaron simplemente observando lo que se había caído de mi libro. Yo seguía leyendo el libro, me faltaba terminar un ejercicio, por lo que no me había dado cuenta de que todos comenzaron a verme.
—¿Qué? ¿Qué es eso? —pregunté, mientras tenía un mal presentimiento.
Le quité el papel que tenía Mathew, este ni se movió, simplemente quedó como una piedra. Cuando le di un vistazo, yo también me llevé una gran sorpresa...
. . .
¡No era un simple papel! ¡Era una fotografía! ¡Y no cualquier fotografía... en ella estábamos yo y Sebastian dormidos juntos sobre la mesa!... ¡¡Era una fotografía de la noche que nos quedamos dormidos sobre la mesa mientras estudiábamos hasta tarde!! ¡¡OH POR DIOS!! ¿Pero quién la había tomado?... Mamá Georgia.
—Erika White, ¿Qué es esto? —me preguntó Layla impidiendo que guardara la foto—¿Por qué dormiste con Sebastian Cooper? —esto hizo que más personas se amontonaran a nuestro alrededor.
—No... esto... no dormimos juntos—Para mí pesar... No tenía ni la menor idea de qué decirles. Para empeorar las cosas, Mathew comenzó a llorar teatralmente.
La noticia voló como el viento, en diez minutos casi todos los de la escuela habían escuchado que Sebastian y yo estábamos durmiendo en la misma habitación. Para el colmo de mis males, algunas personas conocían el blog de mamá y ahí se encontraba con una mejor calidad, aquella imagen que acabó con nuestro secreto.
—¿Qué? ¿Están viviendo juntos?
—¿Con Sebastian Cooper?
—¿Qué está pasando? Es un montaje, ¿cierto?
—Imposible, está en la página de la madre de Sebastian, no puede ser un montaje.
Todos comenzaron a hacerme preguntas incomodas, quería desaparecer de ese lugar. Mis amigas me ayudaron a salir del salón. Unas chicas estaban muy curiosas, otras estaban muy molestas conmigo, y entre esas estaba Ashley, esa chica quería arrancarme la cabeza y meterla al inodoro.
—¿Erika y Mathew no estaban juntos?
—Ella lo engañó.
—¿O No me digas que fue Sebastian quien se la arrebató? Él es más lindo, en su posición por supuesto que hubiese escogido a Sebastian sin pensarlo.
Pero el más herido en todo eso fue Mathew, y no por su orgullo, sino porque en verdad me amaba.
. . .
—¡¡¿CASA?!! ¡¿Estás viviendo en la misma casa que Sebastian Cooper?! —Layla y Sophia gritaron en coro. Al final les tuve que revelar el pequeño secreto.
—¿Cómo es la casa de Sebastian Cooper? —me preguntó Layla muy animada—¿Es grande? ¿Muy grande? ¿Hermosa? ¿Y tú habitación? ¿Cómo es tu habitación? —no dejaba de preguntar y yo aún tenía los tubos en el cabello.
—Me gusta—fue lo único que les dije.
—Tengo mucha curiosidad.
—Muchisima—la siguió Sophia. Sabía que querían decirme algo...
—¡Ya! ¡¿Piensan venir a la casa?! ¡No, definitivamente no! —Sebastian me iba a matar, estaba muy segura de eso.
Mientras mis amigas seguían insistiéndome, la noticia llegó al salón de Sebastian, todos ya sabían menos él. Cuando entró al salón, todos pararon de ver la foto y se sentaron callados, disimulando que estaban estudiando. Sebastian no era tonto, desde que entró sabía que algo ocurría y sus sospechas terminaron cuando observó a la chica de su lado, esa que siempre le estaba ofreciendo bebidas, quien justo en ese momento tenía una cara muy triste.
Cuando prendió su computador se llevó una gran sorpresa, revisó el computador de la chica de al lado y ella también estaba viendo aquella foto reveladora.
—Erika...
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