#4: Es Seúl
JUNGKOOK'S POV:
Me lancé a la cama abrazando furioso mi almohada y ahogué un grito de rabia. La presencia de mi madre no tardó en llegar a mi habitación a preguntarme qué me pasaba ahora.
¿Qué me pasaba? Se suponía que debía ser obvio. No sé, empezando por el hecho de que el novio de mi madre tenía mayor control sobre mí que yo mismo, o quizás que la relación con mi novio era más falsa que el trasero de Nicky Minaj, o tal vez simplemente estaba molesto porque ir a Seúl me estaba costando más que coger dos pasajes de avión hasta allá.
¿Por cuáles de las tantas razones estaría molesto?, pensé irónico. Mi madre veía cómo vivía mi vida, pero al parecer no le interesaba o se creía una simple espectadora, porque no hacía nada nada al respecto.
En otras palabras, mi vida era una mierda, una fea y triste mierda.
—No quiero tener novio— me quejé recordando la presencia de mi madre, la cual todavía esperaba una respuesta.
—Pero cariño— suspira ella—, sin novio no hay fama y no podrás ir a desfilar a Seúl...
"Lo sabemos, pero nos importa una mierda. Preferimos prostituirnos en una esquina barata para conseguir dinero y poder viajar a Seúl, en lugar de mentirle a medio mundo para ir tan lejos a hacer algo que no queremos".
Vaya, por primera vez siento que tengo una consciencia útil.
"Gracias, hago lo que puedo"
—Lo sé— respondí tragándome lo que yo y mi conciencia queríamos realmente decir.
No iba a decir eso, menos a mi madre. No tenía tiempo para sus castigos, sus palabras de regaño o uno de sus tantos discursos que tenía guardados últimamente bajo la manga.
Ella sonrió de lado, con un aire melancólico y se fue de mi habitación, con la cabeza gacha. Cuando desapareció totalmente de mi alrededor dejé salir un suspiro.
A veces olvidaba lo frágil que solía ser mi madre. Esa mujer era tan sentimental algunas veces que me daba miedo.
Me levanté de mi cama contra mi propia voluntad y decidí ir a hablar con ella antes de que me aplicara la ley del hielo sin siquiera darse cuenta. Me dirigí a la puerta de mi habitación y cuando estuve a segundos de salir, Mino apareció por ella sorprendiéndome.
—Hola, Jungkook— me sonrió falsamente.
"Hola rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho. ¿Cómo estás? ¿Te diviertes al arruinar mi vida lentamente? Mira, no es por desearte el mal, pero ojalá tu oreo te salga sin cremita, pises un lego descalzo y te arrolle un camión de basura cuando salgas de aquí para así no te cases con mi madre y nos ahorremos el sufrimiento y el dinero de una boda que terminará en un pronto divorcio"
—Hola, Mino— respondí sonriendo igualmente.
Ya iban dos veces que me tragaba mis palabras, a la tercera iba a colapsar o algo por el estilo, no duraría tanto sin decir lo que pensaba.
—¿Me acompañas a mi oficina?— preguntó haciéndose a un lado para que saliera de mi cuarto.
Oh, ¿no lo había mencionado? Ahora el tipo este tenía una oficina en nuestra casa. Era una relación extraña la que teníamos mi madre, Mino y yo. Él a veces se quedaba en casa... A veces nosotros nos quedábamos en su casa... Era algo como mi manager, pero a la vez mi padrastro...
Algo extraño, enredado, y al final de cuentas, algo para nada deseado por mi parte si es que no lo habían notado.
—Claro— contesté saliendo de la habitación y dirigiéndome a la oficina de Mino.
A él yo lo odiaba. Pero no quitaba el hecho de que con mi madre seguía siendo un cielo, un amor de persona (no sabía por cuánto tiempo duraría, pero hasta ese entonces lo era). Por lo que, en pocas palabras, lo odiaba pero me agradaba.
Agh, mi vida es tan confusa, que estrés.
Entré en la oficina del muy odiado hombre que había a mi lado y me senté en uno de los pequeños sillones. Sólo quería que el muy desgraciado hablara de una vez por todas, detestaba estar en su oficina.
Sí, últimamente odiaba todo.
Mino se sentó tras su escritorio y me miró pensativo, provocando mis ganas de golpearlo hasta que hablara de una vez por todas. Odiaba ser tan agresivo, pero no podía evitarlo.
—Muy bien, Jungkook, te explicaré qué pasa— dijo al fin, gracias a Yisus hyung—. Jackson y tú tuvieron una entrevista hoy y fue... una buena entrevista. Sin embargo, Jungkook... no gustó.
Lo miré desconcertado. ¿La entrevista no gustó?
—Creen que son muy superficiales— explicó—. Además de que te has ganado poco a poco la fama de "perra" por andar saliendo con un actor y ayer en la entrevista tu fama empeoró y... nadie quiere eso.
—¿Qué intentas decirme?— le pregunté sin querer más rodeos y molesto por el hecho de que alguien me había llamado "perra".
Él suspiró.
—Van a terminar— dijo cortante—. Wang y tú deben acabar con la relación hasta más tardar mañana, de una u otra forma.
—¡¿Qué?!— exclamé enfadado levantándome del sillón.
—Lo que oíste— dijo él sin inmutarme.
—¡¿Me estás diciendo que todo el tema de tener novio para ser famoso no valió nada?!— chillé molesto apoyándome en su escritorio, él no dijo absolutamente nada—. ¡¿Que todo fue en vano?! ¡Fingí tener una puta relación con ese jodido actor de mierda para ser famoso y me estás diciendo que termine con él mañana para tener más fama! ¡Joder, Mino! ¡¿Quién mierda entiende?! ¡Yo no quería tener una maldita relación, no quería un maldito novio...! ¡Pero acepté! ¡Y luego me dices que todo fue para nada! ¡Para nada, maldita sea!
Me desquité de tal manera gritando cosas al azar que sentía que mi garganta empezaba a arder. Pero... ¡pero no me importaba! Lo único que me interesaba en ese momento es desquitarme con ese hombre que me había hecho tener novio sólo para tener menos fama de la que había conseguido.
¿Cómo joder Mino no entendía todo lo que odiaba a todo esto? Detestaba tener que mentir solo por fama y más aún que él fuera quien me manejaba. Era como un títere y él mi estúpido titiritero.
No era capaz de si quiera manejar mi vida por mí mismo.
—Tranquilo, Jungkook, no debes preocuparte por nada— dijo él cuando ya estaba más calmado—. Tú y Jackson ya no son novios, hablaré con su manager y se aclarará todo. Por otra parte, mañana partirás a Seúl— sonrió—. Ve el lado positivo. Tener novio ayudó en algo, podrás ir a desfilar a Seúl, algo grande para tu carrera.
Un silencio se formó en la sala. Yo no era capaz de hablar, no podía, simplemente ya no podía. Me había desquitado, le había gritado y ahora sólo quería irme a encerrar a mi cuarto.
—Mañana, a Seúl. Espero que estés listo para entonces. Un placer hablar contigo, Jeon— concluyó y esa fue mi señal para saber que podía irme.
Salí de su oficina hecho una mierda y me dirigí a mi cuarto. Me lancé a mi cama y dejé que un suspiro de frustración saliera de mis labios.
Ya no podía más con todo esto, no podía, necesitaba relajarme, necesitaba desconectarme. Y la única manera de hacerlo era Seúl. Allá estaba mi vida, en Nueva York sólo había presión, trabajo, negocios y mentiras.
Quería irme a Seúl. Pronto, tan pronto como pudiera, quería estar allá siempre, ya no soportaba Nueva York. Me daba igual que estuviera Jimin, no me haría daño, él ya era mi pasado. Me daba igual que estaba viera Taehyung, ahora yo era fuerte, no sufriría de nuevo por una estupidez cómo fue lo "nuestro".
Sólo quería regresar a donde pertenecía.
Me tomé una pastilla para dormir y me vestí con mi pijama, para después acurrucarme entre mis cobijas.
Necesitaba dormir, necesitaba calmarme, dejar de pensar tanto por un rato.
Al día siguiente sería un nuevo día. Ya no tendría novio, me iría a Seúl, podría relajarme en el viaje.
Sonreí y me quedé dormido. Había sido un largo día, al menos para mí.
<...>
¡Y hola, Seúl!
De acuerdo, seguía en el aeropuerto, pero estaba emocionado por saber que al fin había llegado a Seúl. ¿Viaje rápido? Pues la verdad no, para nada.
Para empezar me había despertado a las seis de la mañana. Arreglar maletas no había sido un trabajo fácil después de todo, pero se hizo lo que se pudo. Luego una limosina llegó a la puerta de nuestra casa para llevarnos (sí, como si fuera lo más normal del mundo), llegamos al aeropuerto mi madre, Mino, m manager (Quién por cierto últimamente quedaba en segundo plano de su trabajo gracias a la insistencia de tener el poder de Mino), y por último y obviamente yo. Un avión privado y luego de unas mil horas de viaje sobre el cielo, las cuales yo me pasé leyendo o durmiendo (gracias a la última tengo tortícolis, dato innecesario pero doloroso como la mierda), llegamos a Seúl.
¡Seúl! ¡Cuánto había extrañado aquel lugar! Era tan extraño volver, pero a la vez tan increíble. Sentía cómo la sonrisa en mi rostro cada vez se hacía más grande.
Estar ahí era algo, sinceramente, inesperado para mí. Creía que al llegar a Nueva York por primera vez, me quedaría allí toda mi vida, no me esperaba ser modelo y regresar a Seúl para un desfile de modas. Parecía tan irreal.
Pero debía ser el destino, ¿verdad?
—El taxi nos espera— dijo Mino cortando la llamada que tuvo con el taxista que nos vendría a buscar.
Sonreí, emocionado. No podía evitarlo, estar en Seúl me hacía sacar mi lado bueno, era como si mi negatividad hubiera quedado estancada en mi habitación de Nueva York o algo por el estilo.
Esto era demasiado increíble, irreal, asombroso para ser mi realidad. Pero lo era. ¡Había vuelto a Seúl!
Salimos del aeropuerto y subimos al taxi, yo en uno de los asientos de atrás que quedaba con vista a la ventana. El motor del taxi arrancó y nos dirigimos al hotel donde nos hospedaríamos.
Estaba tan emocionado que podía en cualquier momento saltar por la ventana e irme brincando como un niño pequeño al que le habían regalado un dulce infinito hasta el hotel. Mi energía y emoción era tanta que era capaz de hacerlo, enserio, con tortícolis y todo.
Mientras yo iba admirando el paisaje que no veía desde hacía un par de años, el interior del taxi parecía una cabina telefónica o algo por el estilo. Con mi madre charlando con una amiga por celular, Mino seguramente hablando de negocios, y mi manager coordinando todo lo del desfile de modas que se aproximaba.
Todos con los oídos pegados al celular. Poco más y el taxista me pedía que condujera yo para que él pudiera comunicarse con el móvil también.
La verdad, si eso sucedía, estaba tan feliz que no tendría problema en aceptar, sólo que no podía asegurar que llegáramos al destino con vida o con todas las partes del cuerpo donde deberían.
Pero bueno, al fin y al cabo decidí no prestar atención a todas las llamadas que ocurrían en el mismo taxi y al mismo tiempo, y le presté toda mi atención al paisaje que se veía por la ventana.
De repente, en un momento del viaje, hubo un mini segundo en el cual me empecé a dar cuenta de que nuestro alrededor se me hacía familiar, muy familiar sinceramente.
Aquella calle, aquel parque, aquella pizzería, aquel centro de videojuego... aquella casa.
El taxi se detuvo frente a una casa y mi madre volteó a verme de inmediato.
—Haremos una parada aquí antes de ir al hotel. Espero que no te moleste— dijo con una sonrisa torcida, para después bajarse del taxi y caminar hasta la puerta principal de la casa.
Aturdido por lo que me estaba pasando, me bajé del taxi también, boquiabierto por la sorpresa.
¿Cuando...? ¿Pero cómo...?
Tomé una bocanada de aire y me planté al lado de mi madre a esperar que abrieran la puerta. Cuando ésta se abrió una mujer, una mujer que me sonrió de tal manera que recordé todo totalmente, desde el principio hasta el final.
Era la casa Kim. Era la señora Suni.
Un maullido proveniente de la casa me hizo suspirar inconscientemente.
Era Garfield.
—¡Amiga!— chilló la señora Suni lanzándose literalmente sobre mi madre. Segundos después el señor Kim estaba a nuestro lado.
—Es bueno verlos— se limitó a decir, para luego darnos un beso en la mejilla a mí y a mi madre.
—¡Por Dios!— chilló mi madre viendo a Suni—. ¡Estás espectacular!
—¡Tú igual! Estás más delgada he de admitir— rió ella, abrazando nuevamente a mi madre.
¿Dónde encajaba yo aquí? Oh claro, en ninguna parte, era como un mal chiste. Sin embargo... la alegría de estar en Seúl le ganaba a todo.
¡Por Yisus hyung, estaba en Seúl! ¡Denme una S, denme una E, denme una U, denme una L!, ¡¿qué dice?!
Ella no te ama.
Digo, Seúl.
—Taehyung salió— dijo la señora Suni mirándome, como si estuviera dándome un sencillo dato, algo no muy importante.
Pero... pero yo sentí cómo mi corazón se detenía por medio segundo y mi mundo daba vueltas incontrolables.
Oír su nombre de otros labios, era tan... increíble. No sabía cómo describirlo, pero me hacía sentir perdido, emocionado, feliz, alterado. Sin darme cuenta mi pulso se empezó a acelerar y sentía como mis mejillas ardían.
De acuerdo, no esperaba que aquella fuera mi reacción al escuchar su nombre, no quería imaginar cómo sería verlo.
Cómo sería verlo... tan sólo pensar en esa pequeña frase hacía mis piernas flaquear.
Oh Yisus hyung, me empezaba a faltar el aire. ¿Era yo o hacía calor allí?
—Necesito caminar— fue lo único que dije, para después dejar a mi madre charlando a gusto con sus amigos Kim y yo irme en dirección a la pizzería en la que conocí a Namjoon.
Quizás él no estaría allí, quizás mi psicólogo personal estaba en otra parte más importante, pero... pero cuánto me hacía falta ver todos aquellos lugares familiares en los que había estado antes de irme a Nueva York.
Prácticamente llegué corriendo y me sorprendió ver que estaba cerrada. ¿Cerrada?, pensé. No podía ser verdad, definitivamente estaba perdido, sentía que en cualquier momento iría a colapsar y caería de rodillas al suelo.
Últimamente estoy como muy bipolar.
Derrotado por el hecho de que la pizzería estuviera cerrada (algo dentro de mí me decía que había sido clausurada por el higiene de mierda o por la mesera con indicios asesinos), me dirigí al parque en el cual había ocurrido ese suceso de perder a Garfield, la lluvia y... Taehyung.
Oh no, el calor de nuevo, me daría fiebre si seguía recordándolo a él. A sus ojos. A su hermosa y cuadrada sonrisa. A su tacto delicado y...
Joder, estaba a punto de desmayarme y de que mi rostro explotara de tan rojo que estaba.
Me saqué a... "ese" de la cabeza por un segundo y me decidí por caminar en el parque sin que me diera fiebre, sin desmayarme o sin tener un infarto dado por la falta de oxígeno. Mejor dicho, sin morir en el intento.
Y mientras caminaba lo ví.
A él.
No, no a "ese", no el innombrable.
Se la creyeron we.
Sino... a mi psicólogo personal. A mí consejero. A mí presidente. Al chico que había tomado el puesto de mejor amigo y conciencia en un solo día.
A él.
—¡NAMJOON!— chillé emocionado y sonriente.
El chico alzó la mirada de inmediato y la plantó sobre mí, que estaba a unos metros lejos de él. Su mirada presentó confusión.
—¿Jungkook?— cuestionó desconcertado.
Asentí ligeramente mientras caminaba en su dirección, para después empezar a correr y finalmente acabar en un abrazo del cual no me quería separar.
—Te extrañé tanto— admití sin dejar de abrazarlo.
—Yo igual— dijo él estrechándome entre sus brazos—. Estás muy cambiado.
Reí sin soltarlo ni por un mini segundo. Esto parecía un sueño, no podía creerme aún que estaba con él, en Seúl, abrazando mi mejor amigo.
Bendito sea el destino.
—Mira quién habla. ¿Y tus gafas, cuatro ojos?— bromeé hundiendo mi rostro cada vez más profundo en su cuello.
—Lo mismo digo, eh— rió él, haciéndome sonreír contra su piel.
—Te he necesitado tanto, Namjoon— murmuré—. No tienes idea de cuánto me hacías falta.
—Lo sé, lo sé, no puedes vivir sin mí— dijo él divertido, provocando una risita de mi parte.
—Exacto— respondí—. Sin tus consejos no soy nada, me he convertido en alguien que no quiero ser— admití avergonzado.
Sentí como él sonrió, con aquella sonrisa contagiosa que tanto lo caracterizaba, con esos hoyuelos perfectos adornándola. Se alejó lentamente de mí y me miró a los ojos. Joder, cuánto había extrañado esos ojos que me hacían sentir tranquilo, en casa.
—Hablaremos de eso luego— dijo él, yo asentí sin decir palabra—. Primero que nada, quiero saber algo.
Arqueé una ceja, extrañado.
—¿Qué?— pregunté.
—¿Desde cuando modelas en traje de baño?— preguntó él divertido, sacando su celular y mostrándome una foto mía en pasarela de traje baño.
Me sonrojé completamente, sintiendo cómo mis mejillas ardían de la vergüenza.
—Y yo que confiaba en ti como presidente.
—Pues definitivamente serás el escudo nacional— respondió él soltando una sonora carcajada.
—Estúpido— dije riendo un poco, sintiéndome feliz al sentir que las cosas volvían a ser un poco como antes.
Seúl. Namjoon. Mi antigua vida.
¿Para qué me había ido para empezar, si todo lo que siempre quise estuvo ahí?
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