#15: Quiere volverme loco
—No lo haré— me negué nuevamente, mirándolo a los ojos.
No podía creerme que el simio de Taehyung, luego de haber sido un encanto la noche anterior, a la mañana siguiente despertara siendo el mismo imbécil con graves problemas mentales de siempre. ¡Simplemente su nivel de bipolaridad me sorprendía cada vez más!
¿Acaso tenía un horario que determinaba cuando era el típico príncipe azul y cuando era un dolor en el culo andante? ¿Acaso todas las noches se caía de la cama y el golpe lo hacía volver a su estado de retraso usual? ¿O acaso es que, este chico quería volverme loco?
—Tienes que hacerlo. No permitiré que te vistas de esa manera. ¿Quieres irte en auto? Bueno, ya sabes el precio— dijo él encogiéndose de hombros, diciendo "mi auto, mis reglas".
Mi iiti mis riglis. Agh, de verdad cuando desearía tener dinero para un auto, una bicicleta, un triciclo, cualquier cosa con ruedas, pero lastimosamente mi situación económica actual de "no tengo ni para una menta" no me lo permitía. Con permiso que me voy a suicidar.
Suspiré dejando mis pensamientos de lado y volví a hablar.
—¿Tanto te importa tu preciada popularidad?— pregunté furioso.
—Sí— dijo egocéntrico.
Definitivamente él era el rey de la vanidad y el Dios del egoísmo, comprobado científicamente por mí.
Iba a duras penas un día y ya no podía soportar vivir a solas con ese chico de ojos color caca.
Enserio que esa ventana abierta que se encontraba a unos metros me estaba tentado, me estaba tentando feo.
Dejaría una nota culpando a él simio de Taehyung.
Saltaría de la ventana.
Fin de mis problemas.
Sí, era una muy buena idea.
—Jungkook, sólo combina ropa como lo hiciste ayer y listo— dijo él haciéndolo ver como si fuera la cosa más sencilla del mundo.
Pero no lo era. Yo era el nerd, el chico invisible aunque criticado, el chico desapercibido pero al cual todos molestaban. Y el día anterior, cuando me había vestido de aquella manera, mi día no había sido como los otros: y eso no me agradaba nada. Me había acostumbrado a las burlas y zancadillas... ¿Y ahora me tenía que acostumbrar a diferentes comportamientos? Am, no gracias, paso. Ser invisible tiene sus ventajas, ¿qué no han leído el libro?
—No se me da la gana— dije cruzándome de brazos. Como que de repente me gusta la adrenalina.
Tae se me acercó, lo suficiente para sentir su nariz rozando la mía, como muchas veces lo había hecho antes, pero con la única y extraña diferencia, de que ésta vez, él al verme a los ojos, me hizo sentir nervioso.
¿Pero qué rayos me estaba pasando?
De seguro me había resfriado y eso afectaba mi cerebro.
Y a los latidos de mi corazón, sí, seguramente.
"Mal, Jungkook, mal, me esperaba más de ti" dijo mi subconsciente. O sea, lo dejo volver después de que me abandonó la noche anterior ¿y así me paga? Eso me pasa por andar de buena persona.
—Te pondrás otra ropa que no sea holgada: sí o sí— dijo él fríamente y se alejó de mí, yéndose por la puerta y dejándome la ropa mala combinada que él había escogido.
Tomé una bocanada de aire para luego dejarla ir al momento en el que tuve que cambiar mi preciada ropa holgada y cómoda por una ropa que me incomodaba pero que según Tae era mejor que ir vestido como un vagabundo. Tuve que usar toda mi paciencia para no ir a matarlo.
Aunque ahora que lo pensaba era mejor idea tirarlo a él por la ventana que tirarme yo.
Definitivamente consideraría esa opción.
Luego de haberme puesto una ropa que, finalmente, yo había terminado por escoger, tomé mi mochila, salí de mi habitación y me dirigí a las escaleras, para después bajarlas escalón por escalón dando brincos pequeños.
Casi me voy de cara, pero no me arrepiento de nada estúpidos.
Llegué a la sala de estar, dejé mi mochila en el sillón y entré a la cocina en busca de mi desayuno. ¿Y qué es lo que me encontré allí?
¡Así es, damas y caballeros, a un simio con retraso mental intentado abrir una lata con una cuchara! ¡Esa era la demostración de inteligencia máxima!
Volqué los ojos al ver que Tae no se rendía de abrir una lata con una cuchara. No sé si eso era gracioso o triste.
Me dirigí al refrigerador, en busca de mi desayuno, el cual pensé que consistiría en leche y un pan, terminó consistiendo en leche y galletas.
¡Sí! ¡Galletas! ¡Me muero y revivo para comerlas! ¿Saben cuánta fue la emoción al tomar la leche entre mis manos, voltear, y ver que habían galletas con chispas de chocolate en el mesón?
El. Mejor. Puto. Día. De. Mi. Vida.
Mientras comía Galletas felizmente, veía a Tae intentando abrir la lata con la cuchara. Reprimí una risa y observé el reloj que colgaba de la pared. Siete en punto de la mañana. Apostaba que en los próximos quince minutos lo único que saldría de esa situación serían cinco cucharas dobladas, un simio sin dignidad y ninguna lata abierta. Lo apostaba...
<...>
Y así fue pasando el tiempo. Ya iban cinco minutos, dos paquetes de Galletas comidos, dos cucharas dobladas y ninguna lata abierta. Lo más gracioso de todo, era que ahí estaba Tae, todavía intentando abrir la lata.
El que persevera alcanza, decía mi abuelita.
Definitivamente mi abuela no conocía a Tae.
Ese chico era bastante terco en cuanto a algunas cosas, excepto en los estudios, por lo que reflejaban sus notas del semestre. Él era la prueba viviente de que los milagros existían, porque que él pasara el curso era definitivamente obra de alguna fuerza divina.
Seguí comiendo mis hermosas y preciadas galletas, cuando escuché el ruido molesto del teléfono de la casa. Ví a Tae, esperando a que reaccionara y fuera a contestar, pero el seguía totalmente metido en su mundo en el que las latas se abrían con cucharas. Suspiré y terminé contestando yo.
—¿Hola?— respondí el teléfono de la cocina, mirando de reojo a Tae, alias "señor abro latas con cucharas".
—Hola. ¿Se encuentra Taehyung?— preguntó una voz masculina que se me hacía familiar.
—Lo siento, está ocupado intentando abrir una lata con una cuchara— ¿qué? Las cosas como son—. ¿Quién lo busca?— dije yo sintiéndome un tanto estúpido por escucharme como un secretario.
—Hoseok— respondió él y sentí como mi corazón se detenía por un largo segundo. ¡Santa virgen, que era el sol de Hoseok! ¡Auxilio, me desmayo!
—¿Y tú quién eres? Tu voz me suena— habló de nuevo el chico al otro lado de la línea.
—¿Qué? ¿Yo? No, no, no sé quién eres, adiós— dije nerviosamente y colgué la llamada.
No podía permitir que Hoseok se enterara que vivía con Tae.
Prefería tener algo con que chantajear al simio.
—¿Quién era?— preguntó Tae sacándome de mis pensamientos maliciosos.
—¿Te importa? Aún hay muchas latas cerradas que esperan a que las abras con un cuchara— dije yo en tono burlón.
Él suspiró y botó la cuchara, para luego apoyar ambas manos en el mesón y ver la lata con un signo de pregunta reflejado en la cara.
—No tengo idea de por qué la maldita lata no se abre.
Golpeé mi frente con la palma de mi mano. La sabiduría es poder amigos, y la de ese chico era demasiada para este mundo.
Nótese el sarcasmo.
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