#13: "Está lloviendo"

—¡Quédate quieto pequeño engendro del demonio!— exclamé fuertemente mientras sostenía a Garfield en mis manos. Es increíble lo rápido que mi relación con Garfield pasó de ser mi amor platónico gatuno a querer darle un sartenazo para ver si se le daba la gana de quedarse quieto. Ya entiendo porque la gente se divorcia.

En fin, dejando de lado mi triste situación amorosa en la que ni un gato me quiere, el muy maldito de Tae, a quien odiaba cada vez más, finalmente logró convencerme de llevarme a Garfield a dar una vuelta mientras él hablaba con Hoseok y le explicaba, según lo que él me dijo, sobre que no tendría ninguna visita de alguna chica en casa porque él canceló por querer pasar tiempo con su mejor amigo, porque "amigos antes que tetas". Mentiras y más mentiras, en realidad este chico parecía tener control sobre mí, me sentía con un maldito sirviente algunas veces.

Bueno, la mayoría del tiempo.

Y él era como el jefe tirano, quien se escondía detrás de su silla con rueditas y cuando volteaba se hallaba acariciando al gato ninja.

Sí, ya saben la razón por la que Tae tenía a Garfield, y sí, mi vida era una película mafiosa.

—¡Garfield!— chillé cuando el gato se escapó de mis brazos.

Sobre qué era el gato más tierno, no mentía, pero debía sumarle el hecho de que era el más inquieto y también que tenía unas uñas asesinas, joder, ¿qué Tae no sabía qué hay que cortarle las uñas al gato?

Volví a tomar a Garfield entre mis brazos y seguí caminando. Hablando sinceramente, estaba aburrido. Caminar y caminar sin saber si quiera a donde iba me hacía volverme loco. ¡No podía caminar por toda la vida!

A media cuadra, noté que había una plaza al otro lado de la calle. Habían niños corriendo, señoras dándole de comer a las palomas... suspiré. Sí, la película americana exacta.

Me encogí de hombros mentalmente y crucé la calle con Garfield en brazos. Cuando ya estaba al otro extremo de la calle, me adentré a la plaza. En realidad era un lugar muy bonito, aunque en lo único que me centré fue en encontrar una banca para descansar mis cansadas piernas que habían caminado casi un millón de kilómetros.

Pero no. Las muy viejas señoras que habían por ahí ocupaban todos los bancos de la plaza, usándolos como bancos para dar de comer a las palomas. Al parecer las palomas eran más importantes que un padre joven que lleva a su ñiño en brazos y solo quería descansar después de caminar miles de kilómetros, o bueno un chico con un gato con sobrepeso en brazos que necesitaba una silla para descansar después de caminar unas cuadras, como quieran decirlo, al fin y al cabo la misma cosa. Viva la igualdad.

Finalmente, con un dolor de muerte en mis pobres piernas, me fui a sentar debajo de un árbol, el cual estaba aislado y llegaba bastante sombra, es que ey, soy tan blanquito que seguro me quedo al sol y me chamusco... tengo piel sensible ¿ok?

Me senté bajo las ramas del árbol y, en menos de cinco segundos, Garfield ya se había zafado de mis brazos para ir a jugar encaramándose en el árbol.

Lo sabía; era un gato ninja.

Recosté mi espalda contra el tronco del árbol y respiré profundamente.

Estaba aburrido.

<...>

—¡Eh! ¡Niño!— exclamó una voz cerca de mí.

¿Mamá? ¿Eres tú?

—¿Estás bien?— me preguntó una dulce vocecita y abrí los ojos, para ver más claramente quien me hablaba.

¡Pero qué ternura! Era un chico rubio, de pequeña estatura, debía tener unos seis años con suerte, y tenía la carita más angelical del universo. ¡Dios, lo quería adoptar! O raptármelo, cualquiera de las dos opciones era viable.

—Gracias por despertarme, cielo ¿sabes qué hora es?— cuestioné incorporándome.

—Diez de la noche. Bueno, nos vemos— y dicho esto de su parte, salió corriendo fuera de la plaza mientras se despedía moviendo su mano de un lado a otro.

Qué adorable niño, ¡incluso me dió la hora! Ah, todo un amor...

... procesando...

¿¡Diez de la noche!? ¿Cuánto tiempo había dormido? ¿Unas cinco horas? ¿¡O más!? No si, el bello durmiente me decían. ¡Tenía que regresar pronto!

Y en ese momento fue cuando el maravilloso recuerdo de que no sabía como rayos regresar volvió a mi cabeza. ¡No me sabía el camino de regreso! Y por eso niños es que no deben caminar sin tenER NI UNA MÍNIMA IDEA HACIA DONDE VAN, Yisus hyung ¿que está pasando conmigo?

Miré a mi alrededor. No había nadie. ¡Y tampoco estaba Garfield!

En resumen, estaba solo en una plaza, de noche, con Garfield perdido, y con mi tic nervioso resplandeciendo por su aparición esta noche. Linda vida la que tengo yo. Nótese el sarcasmo y las ganas de que alguien me mate.

Y el clima, respondiendo a mis plegarias irónicas, provocó un diluvio de un segundo a otro, haciendo que todo mi atuendo, cabello y zapatos quedarán empapados por las gotas de agua.

Vaya suertudo que era yo.

Y así pasé un largo tiempo, temblando por el frío de la noche y rogando por el simple hecho de que Garfield apareciera pronto. Con Garfield en mis brazos podría irme a refugiar, pero sin él, como estaba en ese momento, no podía irme así y abandonarlo. Jamás. Yo no era capaz de dejar a un gato bajo las gotas de agua.

Menos al tierno gato ninja que había robado mi corazón.

Luego de unos minutos, me decidí por hacer algo útil. Salí de debajo de las ramas del árbol, y caminé por todo la plaza en busca de Garfield. Tal vez se había refugiado en un árbol más seguro de la lluvia, o tal vez estaba por ahí escondido entre los juegos de platico donde jugaban los niños pequeños.

Pero lamentablemente, no lo encontré en ninguna parte. De seguro ese gato además de ninja era brujo y se desapareció, la verdad considerando lo extraña que es mi vida, no me sorprendería.

Iba regresando yo a mi pequeño e inútil refugio, que consistía en esconderme debajo de las ramas de un árbol, cuando a mitad de camino pillé un reloj de pared que daba la hora.

Las diez y cuarenta de la noche.

Llegaba tarde a casa, muy tarde. ¡Oh, joder, y al día siguiente tenía prueba!

Y yo que creía que mi vida no se podía arruinar más. Iluso.

Resignado a que nunca encontraría al gato ninja, me decidí por sentarme bajo las ramas de un árbol, el cual estaba frente al gran reloj de la plaza, y quedarme allí hasta que la lluvia parara. A pesar de presentir que la precipitación continuaría hasta la próxima semana.

Escondí mi cabeza entre mis rodillas y suspiré. ¿¡Por qué tenía que tener tan mala suerte!? Primero me echaron de la casa (y hablo en plural porque en parte también había sido culpa de Hoseok), luego ningún asiento de la plaza estaba desocupado por culpa de las viejas que alimentaban a las palomas ¿¡mucho les costaba darles de comer de pie!?, tercero perdía a Garfield por haberme quedado dormido, y en cuarto lugar estaba el hecho de que no sabía como rayos regresar a la casa Kim, y quinto, el factor más obvio: ¡estaba lloviendo!

¿Acaso era el karma por tratar mal al estúpido de Tae? Porque si hubiera sido el karma el que dominaba el mundo, podía asegurar que Tae ya estaría metros bajo tierra, convertido en los pobres restos de un muy asqueroso esqueleto, luego investigadores encontrarían esos restos en un futuro y los pondrían en un museo como "Esqueleto del simio cerebro de maní, extinto hace muchos años como consecuencia de su retraso e idiotez", sí, definitivamente eso pasaría y sería una experiencia muy educativa.

Ví la hora de nuevo. ¡Eran las once de la noche! Maldije en voz baja y reprimí mis ganas de matar al reloj, ya que... pues... ya saben... los relojes... no están vivos y... matarlos sería idiota porque... pues... no están precisamente... vivos... es decir, puedo ser tonto pero no estúpido...

Fin de la estúpida conclusión de Jeon Jungkook.

En eso, los pasos de alguien llamaron mi atención.

Quiero agregar, amablemente, que yo no era precisamente el chico más paranoico del mundo, pero con toda la mala suerte que me estaba llegando poco a poco, no pude evitar pensar que se trataba de un violador con SIDA que quería aprovecharse de mí para luego matarme lentamente con una cuchilla filosa. Créanme ya aprendí a no subestimar a mi suerte, que sobraba decir que era ASQUEROSAMENTE INMUNDA.

Mediante los pasos se iban acercando más y más, más pensamientos se acumulaban en mi cerebro.

¡Un asesino en serie! ¡Un vándalo! ¡Un viejo verde y cochino! ¡Un borracho! ¡Un rapero que no se bañaba! ¡Un señor con bigote que se había emborrachado y ni sabía a donde ir! ¡Un universitario gordo con un cuchillo en mano! ¡Mi profesor de biología que venía a preguntarme si había estudiado para la prueba que había al día siguiente! ¡Un ladrón! Aunque bueno, supongo que la última opción era la que menos me afectaría, después de todo de seguro tenía más cosas robables él que yo y le terminaría robando yo, eso sería bastante interesante.

Y todas mis suposiciones se fueron directamente al inodoro al ver frente a mí al chico de ojos color caca. Llevaba un paraguas y me veía fijamente, no decía palabra, y cuando logró articular alguna, fue simplemente para decir la frase más estúpidamente y menos esperada de parte de un ser humano, pero bastante esperada de un simio con retraso:

—Está lloviendo.

¡No me digas! ¡No me había dado cuenta a pesar de quE ESTOY COMPLETAMENTE MOJADO Y A PUNTO DE MORIRME DE HIPOTERMIA! De verdad no saben cuánto esfuerzo era necesario para retenerme de lanzarme encima suyo, quitarle el paraguas y darle unos buenos paraguasos a ver si le movía en el maní que tenía por cerebro.

—Lo sé, Tae— respondí yo mirándolo seriamente a los ojos. Si las miradas mataran, ufff que Tae ya hubiera muerto más veces de las posibles.

De verdad no estaba de ánimos para ir a a responderle: ¡Oh, tienes razón, y gracias por venir, Tae! No, simplemente ni me daban ganas de decirlo. Menos con la mala suerte que había tenido hasta ahora, y con el muy estúpido comentario de nuestro simio aquí presente.

Desvié la mirada molesto. No podía evitarlo, si tan solo Tae no me hubiera echado de la casa, nada de esto hubiera ocurrido. Habría estado sin empaparme por la lluvia, no habría perdido a Garfield, y, por último pero no menos importante, ¡habría estudiado para mí prueba! Me seguía atormentando la idea de que el profesor de biología descubriera que ni había estudiado. Yisus hyung, me sentía mal alumno, me sentía como un mísero fracasado... con los bóxers mojados.... maldita lluvia.

De repente, no sentí más lluvia caer sobre mi cabeza y mis hombros. Alcé la mirada extrañado y desconcertado, y noté que Tae estaba sujetando el paraguas sobre mí para que no me mojara más de lo que estaba. Sonreí interiormente. Este chico a pesar de ser un simio la mayoría de las veces, debía admitir que podía ser un encanto de persona.

¿Pero qué cosas decía? Ah, el frío me esta empezando a congelar el cerebro. Cinco minutos después y apostaba a que se volvía nuevamente el simio de siempre. Claro que sí, eso ya tenía más sentido que el simple hecho de que fuera un amor de persona.

Porque él no lo era.

Él era un simio idiota.

Muy, muy, muy idiota.

Me levanté del suelo, sujeté el paraguas, y lo hice quedar entre nosotros dos para que ninguno se empapara por culpa de la lluvia.

Caminamos en silencio hasta salir de la plaza, ya fuera de ahí, me di cuenta de un pequeño detalle al voltear a ver a Tae. Estaba rojito rojito, así como un tomate.

—¿Estás bien?— cuestioné arqueando la ceja al ver que caminaba cabizbajo y con las mejillas más rojas que las de mi prima Josefa.

Y es que tenían que ver a mi prima para comprender. ¡Tenía las mejillas de color carmín la mayoría del tiempo! Y siempre me la pasaba creyendo que tenía fiebre.

—¿Por qué lo dices?— preguntó él desviando la mirada de la mía.

Me detuve en seco, provocando que él se detuviera también, mirándome desconcertado y sin comprender por qué mi repentino paro. Me acerqué un poco más hacia él, notando que sus mejillas se hacían más rojas que antes, y le pregunté seriamente pensativo, arrugando el ceño como yo lo hacía la mayoría del tiempo:

—¿No tendrás fiebre?— uno nunca sabe, mínimo y ya le había dado la peste. Además, hombre precavido vale por dos básicas.

Y luego de eso, él negó con la cabeza nerviosamente.

—Mm... no sé Tae, estás muy rojito, tal vez te resfriaste por la lluvia— comenté sencillamente y volvimos a retomar el camino a casa.

—Tal vez...— murmuró él y yo le miré de reojo arqueando una ceja—. Hay que doblar aquí— dijo él señalando la próxima calle y yo asentí. Todo por llegar a casa y cambiarme los bóxers. ¿Qué? Era incómodo tenerlos mojados.

Íbamos llegando a la casa Kim cuando me acuerdo del pequeño gato ninja con sobrepeso.

—¿Y Garfield?— cuestioné con un tono de preocupación en mi voz.

—Regresó a casa a la hora de la cena. Ese gato es capaz de todo cuando tiene hambre— dijo él y ambos soltamos una risa entretenida.

Llegamos a la casa, entramos, y Tae dejó el paraguas en el perchero de la entrada.

—¿Quieres ver una película?— preguntó mirándome curiosamente.

Intenté no soltar un muy obvio "¿Qué?". Es decir, Kim Taehyung era mi enemigo, creía haberlo dejado en claro la vez que él decidió ser mi rival, cuando discutíamos a horas de la madrugada en la cocina. Pero él estaba ahí, parado enfrente de mí, con su pelo mojado cayendo desordenadamente por su frente.

Y me encogí de hombros mentalmente. No me haría daño ver una película con el simio.

—Claro— respondí y él esbozó una pequeña sonrisa—. Déjame me doy una ducha y bajo. Estoy hecho un desastre por culpa de la lluvia.

Él soltó una leve carcajada.

—No te preocupes, está bien. Mientras tanto haré unas palomitas— dijo él y se dirigió a la cocina antes de regalarme una hermosa sonrisa rectangular.

Y ni entendía muy bien por qué, pero parecía que ésta vez no estaba siendo simpático precisamente por mi ropa o mi aspecto, como lo había sido antes, porque claramente estaba hecho un desastre, uno muy, muy grande y mojado.

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