5. Seguridad y autoestima
La casa se había vuelto un ruidoso escenario para aquellos últimos días de la semana. Jungkook debería de haberse acostumbrado, pero seguía asombrándole. Sentía como si fuese parte de esas familias numerosas, formada por muchos tíos y primos que llenaban las cenas de días especiales como navidad o año nuevo. Y él en todo eso era el niño pequeño que ayudaba a los más grandes con todo lo que podía, pero sin participar mucho.
Allí no rodaban sus reglas, sino las de Alpha chi lambda, donde todo parecía ir a un ritmo más rápido de lo que él podía asimilar. Pero lo intentaba.
Los chicos que habían llegado eran Baekhyun, Key y Onew, pero además habían traído consigo a unos antiguos amigos que ya eran graduados y se dedicaban a trabajar de lo suyo en distintas ciudades. Éstos eran Daesung, Seungri, Jihyon y Jihyun, miembros de la familia también.
Jungkook no había podido dejar de mirar a Jihyun en todo el rato, observando sus gestos y actitud.
El chico se robaba la atención de todos, parecía que su visita había sido de lo más esperada y bien recibida. Y pese a eso, el muchacho no tenía aires de grandeza, pero tenía ese tinte de sarcasmo e ironía en sus chistes que denotaba la gran confianza que tenía con el resto, porque sabía que tenía la atención de todos. No era extraño siendo que era de los miembros mayores y además también líder.
Sin embargo, para Jungkook el chico no significaba nada si se comparaba con el resto, porque ni si quiera le conocía, no sabía sobre sus pasos en Alpha chi lambda, de sus logros o importancia en el grupo.
A él le había llamado la atención porque era nada más y nada menos que el hermano de Jimin. Su hermano de sangre.
Por esa razón, el chico emanaba la misma aura llamativa que su hermano menor. La única diferencia era que Jimin siempre parecía estar más allá de todo, tomaba el liderazgo únicamente cuando Jackson no estaba alrededor o cuando la situación lo ameritaba.
Park Jihyun había llegado liderando al resto, haciendo ruido, aplaudiendo y provocando que todos les dieran la bienvenida con canturreos de aliento fraternales como si fuese una fiesta de apertura de un partido de fútbol.
Había traído ese caos que a Jungkook le había dejado anonadado y en cierta manera admirándole. Al igual que la primera vez que vio a Jackson dar su discurso, se preguntaba: ¿Cómo era posible que un simple chico tuviera tanto poder? La energía que desparramaban era increíble y podía comprender por qué todos le escuchaban y miraban con ojos maravillados, porque incluso una chispa de vivacidad destellaba en Jungkook como si realmente quisiera ser capaz de unirse a esa vibración que parecía tan necesaria para todos.
Al llegar, el chico lo primero que hizo fue buscar con la mirada al pelinaranja y cuando le encontró le abrazó con mucha fuerza, evidenciando el gran lazo de ambos. Vio a Jimin recibiéndole y riéndose por lo cariñoso de su hermano mayor, quien le besaba la mejilla y le despeinaba el cabello a más no poder.
Jihyun era como la versión más adulta de Jimin. Sólo un poco más alto, vestido algo más como un universitario a punto de graduarse –aunque ya lo hubiese hecho- y con una voz a penas más grave. También era un poco más excéntrico y eufórico; Jimin era un poco más tranquilo.
No obstante, el muchacho se veía como todo un intelectual cuando hablaba. El vocabulario que utilizaba era tan preciso y pulcro que era hasta placentero para el cerebro. Pero, por otro lado, también era muy divertido y extrovertido.
Hablaban de anécdotas viejas de campamentos anteriores, de cosas graciosas que les habían sucedido a lo largo de su camino como Alphas. Jihyun había sido líder de su generación y lo seguía siendo. Cuando él se graduó y dejó la casa, Jackson se convirtió en el nuevo líder de la generación que aún quedaba.
Park Jihyun y Park Jimin venían de una de las dos familias que había fundado Alpha chi lambda. Era por ello que el hermano mayor tenía tanta influencia sobre el resto y Jimin también. La otra familia eran los Wang, la familia de Jackson.
El pelinaranja se paraba al lado de su hermano y éste le mantenía cerca con un brazo rodeándole el cuello y siempre con esa mirada llena de orgullo y complicidad. Jimin le torcía los ojos a veces o le alejaba como un gato arisco, pero Jungkook podía notar lo tanto que se querían.
Cada semana que pasaba, y cada cosa que Jungkook veía, de una forma u otra comprendía aún mejor de lo que trataba una fraternidad. Historias compartidas, experiencias tanto buenas como desafiantes que sólo habían podido superar gracias a que estaban juntos.
Las historias de los campamentos contadas alrededor de la luz del fuego en la parrilla de una fresca noche de verano, hacían del momento algo más íntimo.
- Y entonces estos dos aparecieron de la nada – Daesung señaló a Jihyun y Seungri. Éstos rieron por el recuerdo – Me obligaron a seguir hasta la cima de la montaña y me salvaron el trasero.
- Y así fue como fuimos castigados los tres – acotó Jihyun recordando la situación sin arrepentimientos.
- En ese momento el señor Wang ni lo pensó a la hora de reprendernos.
- Sufrimos, pero los campamentos fueron de lo mejor. Lo siguen siendo.
- Los señores Park y Wang definitivamente saben cómo hacer que las personas funcionen como un equipo.
- Brindemos por eso – dijo Jihyun con su copa en mano – Por éste equipo, por ésta familia que con tanto esfuerzo, y tanta sangre hemos logrado forjar. Me siento orgulloso de ser Alpha y tener a los mejores hermanos del mundo, y más feliz soy de tener a mi hermano de sangre conmigo en esto – Miró a Jimin, dedicándole una sonrisa casi idéntica a las de él, con dulzura pero con esa intensidad pasmada en sus ojos y el brillo de las luces en la oscuridad.
Se había hecho tarde y Jungkook se sentía cansado. Sus compañeros seguían charlando, e incluso haciendo rondas de cantos y aplausos con la música de fondo.
En algún punto había dejado de hablar y sólo pasar a ser un espectador. Miraba la juventud en los rostros de todos, la unidad que había, el orgullo que brotaba desde sus corazones como si fuesen capaces de dar la vida en ello.
Y la esencia de todo eso que Jungkook observaba cada día, era aquello de lo que sus compañeros hablaban con frecuencia; Un propósito en común. Los discursos se basaban en la confianza por el otro, lo cual generaba una unidad inquebrantable, una complicidad instantánea y así, el nacimiento de una causa.
Estar en Alpha chi lambda era tener una causa, era tirar hacia el mismo lado que todos los demás. Jungkook sólo podía fantasear cada día más con sentir el poder de formar parte de algo tan sensacional.
La ansiedad le había mantenido marginado de la gente, y la depresión dentro de un pozo que no le daba las fuerzas suficientes para salir y cambiar su realidad.
Él no podía ser normal, no podía ser como aquellos chicos llenos de historias divertidas y únicas, llenos de amigos y de personas allí para hacerles sentir que todo valía la pena. No tenía nada de eso.
Estaba allí, en una fraternidad donde le trataban como uno más pero no pensaba que fuera capaz de alcanzarles, de lograr sentirse tan bien consigo mismo como para conectar a un punto donde sintiera finalmente que era parte de algo especial. No dejaría de sentirse como un extraño, un extraterrestre, como un forastero o una clase de carga para el resto.
Jungkook aprovechó un momento dado y se escabulló para entrar a la casa. Subió las escaleras, cruzó los pasillos y se metió en su habitación.
No era tan tarde por la noche, así que simplemente se sentó en su cama y se puso a chequear en su celular los mensajes que le había enviado su padre.
Al pensar en su padre recordó que todos los domingos le decía que no se olvidase de rezar, de decir unas oraciones para el Señor y que siempre buscase una iglesia cercana para confesarse si lo necesitaba. Jungkook no había hecho ninguna de esas cosas, y de alguna manera se sentía culpable. Sabía que su padre se sentiría decepcionado, que esa era su forma de ayudarle y darle apoyo. ¿Y su madre? Eso era lo que más le afectaba.
Pero la realidad era que estando lejos de casa se había dado el lujo de olvidarse de esas costumbres que su padre intentaba inculcarle. De pequeño era más obediente, pero su decepción frente al obrar "injusto" de Dios era más fuerte cada día. Últimamente había estado pensando demasiado en las cosas que escuchaba de sus compañeros y sobre todo de Jimin, aquella forma que tenía de pensar sobre la fe y cuestionarla.
Y entonces la puerta se abrió, haciéndole dar un pequeño saltito sobre sí mismo.
Parecía haberle llamado con los pensamientos, porque Jimin se asomó por la puerta y le miró con un semblante sorprendido, con sus cejas alzadas y algo juntas como si le preguntase qué estaba haciendo allí solo.
- ¿Huiste?
Con toda la confianza del mundo se acercó, cerrando la puerta antes.
Al menor le hubiera gustado responderle que de alguna manera sí, había huido.
Se sentó frente a Jungkook en la cama. El pelinegro bajó su mirada, bloqueando la pantalla de su celular y mirando fijamente al artefacto.
- Mi hermano es algo ruidoso – soltó con una risa – y el resto también, lamento si te hacen sentir raro – comentó con una voz tenue y Jungkook negó lentamente con la cabeza. ¿Por qué Jimin le decía eso? ¿Por qué se disculpaba?
- No, tu hermano es divertido – levantó la mirada, pero cuando vio los ojos atentos del pelinaranja la desvió nuevamente hacia un costado – Soy yo quien no lo es.
Soy yo quien no puede comportarse como alguien normal.
Soy yo quien está fuera de lugar.
- ¿No lo eres? – sonó confundido.
- Sólo digo que... todos aquí son divertidos e interesantes y... yo no soy nada, soy aburrido – se encogió un poco de hombros, sintiéndose patético si quiera por decir lo que sentía en voz alta.
Pero a veces en su pecho se desgarraba la necesidad de ser escuchado. Notado.
- Jungkook – le llamó, pero éste no le miró - ¿Por qué crees eso?
- No lo sé... simplemente lo creo así.
- Pues yo no lo creo así. Dices que no eres nada y que eres aburrido. Y Jungkook... yo no puedo encontrar a otra persona más interesante que tú.
Los ojos negros del menor se abrieron y levantaron. Sintió algo parecido a un escalofrío, un estremecimiento que fue acompañado por el rápido latir de su corazón al ver a Jimin sonreír tras haberle hecho un cumplido.
Un cumplido. No recordaba la última vez que había recibido uno.
En su ámbito, el cristianismo trataba puramente de obrar por el otro, por el prójimo. Tanto era así que gran parte del tiempo las virtudes propias quedaban en segundo lugar.
- No tienes ni un poco de seguridad en ti mismo y no entiendo por qué.
- No creo tener razones para tenerla.
Cuando Jimin le hablaba de seguridad, la imagen de sus compañeros le venían a la mente como un flash. Eran el claro ejemplo de un autoestima y seguridad altísimos. ¿Y él? ¿Dónde quedaba en todo eso?
- Sí que las tienes - aseguró, frunciendo el ceño, extrañado de las palabras del pelinegro - Eres lindo, atractivo, y tienes un encanto propio que llamaría la atención de cualquiera si confiaras más en ti.
Jungkook bajó la mirada, sentía que se estaba poniendo rojo y no quería que le viese de esa manera, pero Jimin lo había notado, era demasiado evidente.
El pelinaranja pensaba que era una pena que Jungkook no lo notase, que no se diera cuenta de lo irresistible que era. Aquella timidez, aquella forma de desviar sus ojos o de abultar sus labios, ese pequeño gesto tan insignificante no pasaba desapercibido por Jimin. Pocas veces tenía la dicha de conocer a un chico así, siendo que se rodeaba de extrovertidos.
Los ojos de Jimin habían brillado desde el primer momento que se percató de la personalidad del menor, y al notar poco a poco que estaba lleno de inseguridades y miedos, para él no había opción. El llegar al fondo de ello, el analizarle y el hacer lo posible por ayudarle surgían de su interior. Era de esas personas que Jimin sentía la gran necesidad de mostrarle las cosas maravillosas de la vida, todo lo que Alpha chi lambda podía cambiarle.
- No me digas que no estás acostumbrado a que te digan cosas lindas porque me voy del país.
Jungkook no supo lo que le pasó pero un cosquilleo en la boca de su estómago le hizo soltar una pequeña que reprimió al segundo que se escapó de su boca.
Se mordió el labio inferior, poniéndose más rojo aún. En ese instante Jimin sintió el mundo tomar un suspiro. Sonrió tan grande que Jungkook lo sintió y levantó su mirada para encontrarse las medias lunas frente a él, el brillo de los ojos de Jimin filtrándose entre sus párpados achinados.
- ¿En serio nunca te han dicho que eres lindo?
- Sólo... mi madre... - sonrió con tristeza por recordarla.
- Pues ella sin dudas sabe de lo que habla – Jungkook iba a decirle que más bien "sabía", pero no quiso tocar el tema para que no le doliera más - ¿Yoongi nunca te lo dijo?
- Bueno, sí... algo... alguna vez, pero se ha cansado porque no le creo. Es mi amigo después de todo – hizo una mueca con sus labios, sin darle importancia.
- Apuesto a que te ha tenido ganas.
- ¿Qué dices? – se alarmó – No, él es mi amigo...
- ¿En serio eres tan inocente?
- ¿Por qué debería pensar eso?
- Cualquier hombre gay en su sano juicio que estuviese cerca tuyo no podría sentir otra cosa, Jungkookie.
Jungkook parpadeó varias veces, recalculando aquello y pensando en el significado, en si se había perdido de algo porque era evidente que no entendía cómo su hyung había llegado a una conclusión como esa.
- No creo que nadie pudiese gustar de mí.
- ¿Tan seguro estás? – Jimin se inclinó más cerca, y a Jungkook se le cortó la respiración.
- Sí...
- Oh – el pelinaranja se mordió el labio y sonrió negando con la cabeza – pues te estás equivocando...
- Ji-Jimin... - murmuró entrecortado, sintiendo el aliento del chico caliente cerca de su boca.
- Porque me estás gustando mucho ahora mismo.
El estómago de Jungkook sintió un retorcijón, y la voz de Jimin le recorrió la piel como si fuese una serpiente subiéndole por los brazos y colándose por el cuello de su sudadera. Atinó a alejarse un poco.
- A-a mí no me gustan los chicos - sus ojos viraron entre los ojos y los labios frente a él.
- Pero a mí sí me gustan...
Jungkook no sabía cómo hacer para poder respirar, su diafragma parecía la turbina de un avión averiado. Ahí habían vuelto, esos nervios, incluso más grandes, de aquella vez que Jimin le había dicho lo de su lunar. Otra vez sentía el revoltijo en su estómago y el temblequeo de sus piernas.
¿Jimin gustaba de él? ¿Alguien gustaba de él?
- Déjame darte un beso – le susurró y a Jungkook se le encogió aún más el estómago. Sus labios temblaron en un intento por decir algo.
- No... - se negó.
El corazón de Jimin palpitaba tan fuerte y todo su cuerpo estaba en llamas como si ahí mismo pudiese hacerse polvo con solo mirar los ojos de Jungkook. Eran tan increíbles.
Le abrazaba la pureza de aquel negro, de aquella intensidad que Jungkook ni si quiera notaba que tenía. De esa inocencia en la que quería perderse.
¿Qué sería lo que veía Jungkook en él? Jimin sintió un nudo en la garganta.
- ¿Alguna vez besaste a alguien? – le preguntó, sin acercarse más, tomando demasiado de su autocontrol el no hacerlo.
Jungkook negó con la cabeza.
Ah, era lo que Jimin se temía.
Porque si Jungkook no había besado a nadie, mucho menos había hecho otro tipo de cosas. Jungkook era virgen, no había duda alguna de ello.
Jimin sabía que debía seguir todo al pie de la letra como siempre, que era jugar con fuego si quiera de pensarlo.
No, no debía. Pero quería. Probar. Aunque sea un poco. Un poco no le haría mal a nadie.
- Quiero besarte... - insistió en voz alta, sin moverse.
Sus deseos hablaban por sí solos, pero pronto despertó de su ensoñación al ver la mirada de Jungkook, totalmente petrificada. Jamás le había mirado a los ojos por tanto tiempo,y le hubiera gustado de no ser que la mirada que le dedicaba era negativa. El menor estaba asustado
- Lo siento.
Se alejó de inmediato, retomando la distancia pero ésta vez poniéndose de pie.
Jungkook le notó nervioso, algo que era nuevo para él. ¿Era porque le había rechazado? Pero ¿Qué se suponía que hiciera? Jamás había besado a alguien, no sabía si quiera cómo se sentía ni cómo debía hacerlo y de tan sólo tenerle así de cerca la incomodidad había aumentado como si su alma quisiera salirse de su cuerpo.
No quería que su primer beso fuera con un chico, ni si quiera había pensado alguna vez en tener la chance de hacerlo.
Él tenía en su cabeza la imagen de una chica linda de la iglesia que solía gustarle, pero era demasiado tímido para expresarlo. Pero él sabía cuál era su futuro, se casaría con una chica de su comunidad y luego tendrían bellos hijos para criar juntos hasta el final de sus días. Como su padre hubiera hecho si su esposa no hubiera fallecido. A Jungkook nunca se le hubiese ocurrido recibir un beso de un chico.
Cuando volvió a poner su atención en el mayor, notó que seguía igual, un tanto absorto en su mundo, nervioso y extraño,
- ¿Jimin...? – el nombrado se volteó como si nada y le miró negando con la cabeza.
- No quería incomodarte – rio, rascándose la nuca – Pero quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea, ¿lo sabes? Siento que te subestimas demasiado, así que quiero que lo sepas, que le gustas a alguien y que puedes gustarle a cualquiera. Eres especial y no deberías sentirte extraño por ello.
- ¿En serio... te gusto? – preguntó y el mayor le regaló una sonrisa.
- Sí, muy en serio.
Las mejillas le ardieron tanto que ni si quiera se esmeró en esconder su vergüenza.
Y una vez más a Jimin eso le había parecido maravilloso. Por fuera, desde su punto de vista, por momentos Jungkook le parecía inmutable. A veces tenía una mirada tan decaída que no parecía estar presente en las conversaciones o en lo que fuera que estuviera haciendo, pero cada vez que le veía reaccionar a lo que él hacía podía ver un poquito más hacia dentro de él, podía ver esas cosas que escondía y que le parecían fascinantes.
Había encontrado algo especial en el menor y se sentía fuertemente atraído a todo lo que fuera distinto. A todo lo que le llenase de brillo el alma, aunque él no tuviera una exactamente.
Jungkook vio a Jimin irse sin decir nada más y fue como si el agua que le tapaba las vías respiratorias se fuera, como si la tormenta hubiese terminado, pero en cambio dejó venir sobre él otro tipo de sensaciones, un torbellino.
Se apresuró a cambiarse de ropa, se metió a su cama y se tapó hasta la cabeza en su intento por lidiar consigo mismo.
Pero no había logrado dormir bien esa noche, al igual como Jimin no había vuelto a la habitación en ningún momento.
Tampoco había dormido allí otras dos noches, como de costumbre.
Los mayores se fueron al terminar el fin de semana, con ellos Jihyun. La casa había pasado a ser un poco más silenciosa, y de alguna manera un tanto más aburrida.
Algo que aprendía cada vez con sus compañeros, era que éstos eran muy diferentes a lo que él esperaba de las personas. Incluso a pesar de que él no era un Alpha, él no pasaba desapercibido, recibía cierta atención que le hacía sentir un poco mejor consigo mismo. Era extraño y a veces incómodo, pero ya no sentía tan invisible.
Incluso con su propio padre, solía sentir que no le daba la ayuda y atención que necesitaba. El hombre recurría a métodos que para él eran inútiles, a pesar que tuviese buenas intenciones.
Entonces, con el tiempo, Alpha chi lambda había comenzado a sonar cálido para él y a sentirse como tal.
Antes era ignorado por sus compañeros de secundaria mientras que ahora, en aquella casa, sus compañeros le invitaban a juntarse con ellos y hacer cosas, como ir a los partidos de baseball de la universidad.
Jungkook no era de ese tipo de chicos que iba a partidos o a ver deportes en general, aunque le había gustado ver al resto jugar fútbol, y admirando las habilidades de Jimin.
Durante el partido, el pelinaranja estaba sentado en las gradas con los colores del equipo que representaba a los miembros de la fraternidad.
El equipo de la universidad solía estar integrado por estudiantes de distintos años, y aquellos miembros que terminaban graduándose eran reemplazados por otros más chicos para el año siguiente.
En el equipo de su universidad estaban Jackson, Kai, Taeyong, y Namjoon.
El resto de los chicos estaban alentándoles. No era sorprendente lo bien que los chicos jugaban. Los gritos eran increíbles, ensordecían a Jungkook pero en el buen sentido. Se acostumbró a los silbidos, a los aplausos, a los alaridos guturales y los cantos que soltaban con orgullo y dando golpes con los pies contra las tablas de las gradas.
Las gradas de un lado estaban repletas del equipo de la universidad local y del otro del equipo visitante.
Jungkook miró a Jimin, éste estaba altamente ensimismado, acompañado de Taehyung y Hoseok, con sus ojos apuntando al campo sin perderse ni un solo movimiento de los jugadores. Seguía la pelota como si fuese una presa y cada vez que su equipo conseguía un out aplaudía. Incluso festejaba soltando palabrotas. Sí que podía darse cuenta que era muy apasionado por el deporte, ahora comprendía a qué se debían las fotografías y panfletos en su pared, aunque no tenía ninguna del equipo universitario y eso le había parecido extraño.
Pero más extraño aún le había parecido el hecho de que Jimin no jugase si tanto le encantaba aquel deporte. Además, parecía hecho para ellos, su cuerpo era ágil y con la musculatura justa para ser bueno en cualquier cosa que se propusiese. Debía tener una razón para no participar.
¿Debía de preguntarle? Podía hacerlo, últimamente estaba soltándose más para mantener conversaciones.
Le había dado curiosidad. Pensó en que tenía el potencial para jugar.
El partido terminó con la victoria de su universidad y el campo estalló en cantos de festejo. Las tablas de las gradas vibraban como cuerdas de una guitarra y era impresionante cómo los gritos hacían vibrar a Jungkook.
Esa era la vida de universidad, no podía haber esperado menos.
De alguna manera le gustaba ver la euforia ajena. Le hacía pensar en que nunca se había sentido de esa manera, tan extasiado como se veían todos a su alrededor por aquella victoria.
Suspiró, los pensamientos inútiles siempre le ahogaban como si se tratase de un líquido espeso inyectándose en su cerebro y saliéndole por la boca y la nariz. Invasivo y desagradable.
Para sorpresa de Jungkook, aunque no tanto si lo pensaba dos veces, sus hermanos organizaron una fiesta aquel viernes por la noche. La primera vez que había presenciado su fiesta de bienvenida, pensaba que las fiestas con una gran multitud eran cosa de todos los fines de semana, pero se había equivocado.
En este caso, afortunadamente sólo eran pocas personas, más bien todos sus hermanos y algunos amigos y amigas del grupo. Pensaba que quizás era una buena oportunidad para integrarse cada vez un poquito más a ellos. El ver cómo todos eran tan unidos, imperturbables y celebraban sus logros en equipo, él anhelaba poder sentir aunque sea un poquito de todas aquellas emociones, salir de aquel estado apático que le hacía sentir como si la vida le pasase de largo.
Sí, debía esforzarse.
Sin embargo, lejos de la idea que se había hecho en su mente de dar lo mejor de sí para integrarse, no esperaba que aquella sería la primera vez que experimentaría lo que era estar ebrio.
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