42. Sangre, espíritu y carne
Había estado debajo de la superficie todo ese tiempo. Simplemente demasiado cerca.
Silencioso y sutil.
Había logrado evitarlo a toda costa, porque incluso aunque él decía no saber qué era lo que le había llenado de miedo toda su vida desde tan pequeño, tampoco había querido indagar.
Sus pesadillas no habían surgido por si solas. Jimin había estado viendo sus pesadillas incluso cuando estaba despierto. Siempre rondaban sobre lo mismo, sentía los mismos olores, generalmente a metal, a óxido, hasta que éste se tornaba en el claro olor de la sangre. También solía verla mientras se escurría por sus pies o sus manos. Manchaba su cama y su ropa, sintiendo la suciedad de la misma adherirse a sus prendas, siendo la razón por la cual de pequeño comenzaba a tironear de sus ropas hasta quitárselas.
Generalmente el límite entre sus pesadillas y la realidad se desvanecía y no podía discernir por uno u otro.
Tampoco podía darse cuenta qué suceso venía primero. Sin embargo, dentro del caos que se generó en su cabeza al momento que soltó su teléfono para deshacerse de la carga que la voz de Jungkook le había generado en ese momento, desapareciera como si aquella conversación nunca hubiese sucedido, recordó algo gracias a que una parte de su mente no le dejó volver a huir.
Videos. Muertes.
Aquel hombre desconocido que no quería dejarle ir le recordó sobre una mujer que él pensó había logrado olvidar y enterrar en sus pesadillas cuando era un niño.
Una mujer que había observado ser decapitada con un cuchillo, en un video reproduciéndose en el computador del despacho de su padre.
Jimin se dobló sobre sí mismo mientras una arcada contraía su garganta y la bilis se expulsaba fuera de su sistema. El ácido le quemó la garganta tan pronto erupcionó de su estómago y su boca permaneció con la asquerosa sensación del vómito.
Tosió y escupió para liberarse de la sensación. Se tocó el cuello, sintiendo el escozor en sus paredes internas. Luego tocó su abdomen, adolorido y aún nauseabundo.
Si se quedaba allí iban a matarle. Si se quedaba allí iban a cortarle el cuello y darían tajada tras tajada hasta separarle la cabeza de su cuerpo mientras se desangraba.
Caminó rápidamente hacia la casa, abrió la puerta y en su camino hacia la sala vio a Jihyun salir de la cocina. Ambos cruzaron miradas.
No podía confiar en Jihyun. En nadie.
Corrió hacia las escaleras sin mirar hacia otro lugar. Jihyun le siguió con la mirada, paralizado por la confusión que el comportamiento de su hermano le generó.
Cuando Jimin escuchó las pisadas de su hermano persiguiéndole por detrás, no hizo más que aumentar la velocidad no sólo de sus piernas sino también de su mente y corazón.
Al llegar al primer piso corrió por el pasillo que llevaba a su habitación, pero en lugar de encerrarse en ésta lo hizo en el cuarto de baño. Cerró la puerta tan fuerte y rápido como pudo antes de que Jihyun le alcanzara, trabándola y escuchando que su hermano intentaba entrar dando golpes y llamando a su nombre.
- Jimin ¿Qué demonios pasa? Abre la puerta ya.
La desesperación de verse encerrado y con miedo de que Jihyun pudiese abrir la puerta le había hecho revolver los cajones del mueble del lavabo y luego el botiquín hasta que logró dar con unas tijeras de metal. Las tomó con su mano derecha y con la izquierda destrabó la puerta.
La puerta se abrió de golpe, y cuando vio el rostro de Jihyun le apuntó con las tijeras, haciendo que el mayor diera un paso atrás.
- ¡Wow! – levantó ambas manos y se alejó de Jimin mientras éste salía del cuarto de baño - ¡¿Qué mierda estás haciendo?! – alzó su voz, observando las puntas afiladas frente a su rostro.
- ¡No me llevarás a ningún lugar! Ninguno de ustedes va a lograr atraparme. No me matarán, no les permitiré hacerlo.
- ¿De qué estás hablando? – preguntó con sus ojos bien abiertos, aterrado de la actitud de Jimin. Se alejó de él lo más que pudo hasta que éste caminó hacia su habitación, entrando sin querer darle la espalda. Jihyun le siguió con pasos cuidadosos – Por favor... bebé, sabes que no es esto lo que quieres hacer...
- No intentes manipularme. Lo sé. Lo sé todo. Sé que planean hacerme daño. Quizás torturarme, luego matarme y deshacerse de mí.
- ¿Pero qué mierda estás diciendo? – volvió a preguntar exasperado – No entiendo qué sucede, pero nadie te hará daño.
- Están grabándome, ¿cierto? Van a grabar mi muerte. Van a cortarme la cabeza – la mano que sostenía la tijera comenzó a temblar al igual que su boca mientras hablaba – Tú estás aquí para eso. Me hiciste confiar en ti para matarme luego.
- No, sabes que no es así. Esto no eres tú...
- Jungkook también. Hicieron que jugara conmigo. Quieren hacerme sufrir. Tanto sufrimiento sólo para matarme al final...
- Por favor – la voz de Jihyun se quebró, los nervios habían logrado tomar parte de su fuerza. Levantó las manos con cuidado e intentó acercarse a su hermano – Por favor... deja esas tijeras. No voy a hacerte daño, nunca lo haría – Jimin negó con su cabeza y comenzó a llorar.
- Quieres matarme.
- No, demonios. Es una locura, sabes que nunca haría eso.
- Quieres matarme, pero no te dejaré. Estoy cansado. Me mintieron. Me mintieron jodidamente todos. Papá, tú... Jungkook. Todos. No les dejaré tener lo que quieren – Jimin abrió las tijeras y con un rápido movimiento de su diestra provocó un tajo en el interior de su brazo izquierdo.
- ¡No! – Jihyun se acercó a él, pero las tijeras volvieron en su dirección, atentando con cortarle el rostro y tuvo que lanzarse hacia atrás.
- No te acerques.
Los ojos de Jimin estaban fuertemente abiertos, rojos y con lágrimas. Todo su cuerpo estaba sufriendo de temblores, sobretodo en el brazo que sostenía las tijeras, mientras que el otro brazo dejaba ver un camino de sangre que había llegado hasta la palma de su mano y goteado al suelo.
No era Jimin en ese momento. Era su psicosis.
Necesitaba hacer algo para ayudarle a salir de ese estado de alguna manera, o todo empeoraría.
Jimin dejó de apuntarle y en cambio comenzó a realizarse repetidos cortes en su brazo y Jihyun no dudó en lanzarse contra él, incluso aunque la tijera cortó parte de sus manos cuando Jimin quiso defenderse e intentar alejarle.
- ¡Dame eso! – gritó Jihyun, quitándole las tijeras de sus manos sin importar el dolor que los cortes le habían generado en las suyas. Lanzó el objeto lejos y sostuvo a Jimin de sus muñecas, evitando tocar los cortes profundos que se había provocado – Mierda... esto es malo.
- Suéltame – suplicó con la voz tambaleante – Me mataré antes de que tú lo hagas.
- No – negó de inmediato y tomó a Jimin de los costados de su cabeza – Nadie te matará, y tampoco lo harás tú. Si mueres, me muero contigo, ¿entiendes?
- Me entregarás a ellos.
- No – negó con su cabeza – No lo haré, nunca. Te amo. Te amo y quiero lo mejor para ti – apoyó su frente contra la suya y cuando se dio un segundo para cerrar los ojos una idea se iluminó en su mente – Voy a ayudarte, ¿si? A escapar.
- Estás engañándome.
- No, yo nunca te engaño y lo sabes. Voy a ayudarte a escapar, pero necesito que dejes de gritar... y que no te hagas daño. No te tocarán, nadie podrá dañarte, yo te protegeré. Yo siempre te cuido – su voz intentó calmar el caos de su hermano. Sabía lo que necesitaba escuchar, sabía cómo hacer que cooperara mientras estaba teniendo un brote - ¿Me dejarás ayudarte? – Jimin asintió y entonces supo que estaba yendo por buen camino – No podemos dejar que nos vean, ¿si? Primero déjame cubrir tus heridas, y luego tomaremos algunas de tus cosas, las guardaremos y saldremos en mi auto. Te alejaré de aquí, estarás fuera de peligro. Nadie podrá alcanzarte.
- Ellos lo sabrán... están escuchando. Escuchan por todas partes.
- No, no lo harán, tengo todo bajo control.
Jihyun hizo todo lo posible por calmarle, y fue mejor que nada. Jimin parecía haber hecho caso a lo que él quería hacer. Curó sus heridas, las cuales habían sido profundas y esperaba que las pudieran tratar adecuadamente en el hospital cuando llegasen.
Guardó algunas mudas de ropa en la mochila de Jimin, quitando sus libros y cuadernos de la universidad antes. Vistió a Jimin, quien no había dejado de murmurar cosas inentendibles desde que Jihyun había logrado tomar el control de la situación. Agradeció que ninguno de sus hermanos había logrado escuchar su discusión y seguían demasiado ensimismados con su reunión en el fondo como para prestar atención al hecho de que Jihyun estaba desapareciendo con Jimin sin dejar rastros.
Salieron de la casa, él abrazando al menor por sobre sus hombros para darle refugio y calma. Fue en ese trayecto donde Jihyun pudo ver el celular de Jimin en el suelo, con su pantalla rajada. Lo tomó y guardó, y siguió guiando a su hermano a su auto para que ambos subieran y llegaran lo más rápido posible al hospital antes de que Jimin se diese cuenta de lo que estaba tramando.
Evidentemente, cuando Jimin se encontró con que su hermano le había llevado a un hospital, en lugar de ayudarle a escapar lejos de la amenaza, hizo todo lo posible por resistirse.
El centro de ayuda psiquiátrica Yonsei se encontraba a media hora del centro de Seúl. Era un lugar que estaba adaptado a poder brindar asistencia psicológica y psiquiátrica a personas tanto coreanas como extranjeras y, por ende, eran muy buenos en su trato con los pacientes y entendimiento de las circunstancias que rodeasen a cada uno de éstos.
Jihyun hizo lo posible por hacer que Jimin cooperase, pero el personal de la clínica tuvo que salir inmediatamente a intentar controlar la situación antes que Jimin pudiese realizar alguna acción que pusiera en peligro su propia vida o la de otra persona.
Por más que pusiera todo de sí mismo, no había mucho más que pudiese hacer por Jimin más que dejarlo en manos de los especialistas. Sabía que no era su culpa, que no podía controlar su actuar y en momentos donde la psicosis tomaba protagonismo de su mente, no podía razonar la situación dentro de la vorágine de la paranoia.
Sabía que tenía que esperar pacientemente en el pasillo, que tratarían las heridas de Jimin y le darían la medicación necesaria para que volviera a sí mismo.
No podía evitar rallarse la cabeza mientras pensaba en cómo su hermano le había apuntado con una tijera y luego había procedido a dañarse a sí mismo frente a sus ojos. Le había recordado a ese instante donde de un momento a otro había alzado el bate contra Mingyu y lo había estrellado duramente contra su cabeza. El sonido del golpe había sido desagradable, y había sido seguido de gritos al unísono que el público había soltado por la impresión.
Jimin nunca había estado bien, pero mientras él se mantuviese tomando su medicación diaria podía esperarse que no experimentara otro brote.
Cuando su madre murió, Jimin tuvo varios episodios de psicosis. Su psiquiatra de confianza, amigo de la familia, nunca había dado un diagnóstico exacto y se desconocía la razón por la cual Jimin había crecido con un estado mental ya deteriorado. Le había brindado medicación para la ansiedad y para amortiguar los síntomas de la psicosis, sin embargo, la mente de Jimin desvariaba en ocasiones.
Le daba rabia que su hermano hubiese recaído, porque había logrado mantener cierta estabilidad mental por buen tiempo.
Sí, su mente había sufrido un quiebre gracias a Jungkook.
Se puso de pie y se alejó por el pasillo a pasos rápidos, comenzando a sentir el fuego circular en sus venas.
Sacó el celular de Jimin de su bolsillo y sin vacilar marcó al último número que había recibido una llamada entrante esa tarde.
No iba a salirse con la suya. No le dejaría.
Esperó hasta que alguien atendió la llamada del otro lado.
- Jimin, estaba preocu-
- No soy Jimin – respondió a secas - Jimin en este momento no está capacitado para hablar con nadie, así que me veo en la obligación de ser yo quien te comunique su situación actual – la falta de respuesta le permitió continuar – Mi hermano está internado en un hospital luego de haber intentado atentar contra sí mismo. Está medicado y están tratando sus heridas.
- ¿Cómo...? Él... ¿Él intentó-
- Si aún te quedan algo de agallas, te reto a que te presentes frente a mí, dejes de huir como una jodida rata, y me digas qué mierda hablaste con mi hermano. Centro de ayuda psiquiátrica Yonsei. Estará aquí hasta que puedan darle el alta, así que te conviene llegar lo más pronto posible.
Jihyun cortó la llamada, observando cómo en la pantalla del celular se desvanecía el nombre de Jungkook en conjunto con la frase "Llamada terminada". No era necesario hablar más de la cuenta con él, si sabía lo que era bueno para él, se presentaría. Si se interesaba lo suficiente por el estado de su hermano, entonces sólo tenía que sentarse y esperar su llegada.
Volvió a su ubicación anterior, sentado en una de las sillas del pasillo, esperando obtener alguna noticia de Jimin. Apoyó sus codos en los apoya-brazos de la silla, con los dedos de sus manos –cubiertas con vendas en sus heridas- entrecruzados y dejó caer su cabeza hacia atrás, descansándola contra la pared. Así se mantuvo mirando hacia la puerta cerrada de la habitación donde estaba Jimin, intentando mantenerse paciente.
No podía dejar de preguntarse qué había sucedido en la conversación que Jimin había tenido con Jungkook para que un brote psicótico fuese lo siguiente.
Jimin no era un niño, ya no, y se suponía que si él necesitaba algo iba a pedirle ayuda, a expresar sus miedos, pero parecía como si con el pasar del tiempo Jimin hubiese logrado encerrarse cada vez más dentro de sí mismo, tal vez por las presiones de tener que ser un ejemplo dentro de la fraternidad. Debía verse decidido, seguro y fuerte. Había adoptado una actitud independiente y –a duras penas- obstinada. Insistía en estar bien, en no necesitar ayuda.
El tono interrogante en sus pensamientos parecía vibrar con insistencia cada vez que los síntomas de la psicosis se manifestaban en Jimin.
¿Cuáles habían sido los detonantes? ¿Qué era lo que había logrado que la realidad de Jimin se quebrara en ese último tiempo? No era sólo Jungkook y su llamada... recordó varias ocasiones donde le había notado actuar extraño, como la vez que le vio llegar a la casa de Jiyong, agitado y asustado, diciendo que alguien le había seguido, asegurando que había sido Sungwoon y queriendo agredirle luego de verle allí en la junta de los iniciados. Cuando Jihyun se mostró preocupado, el menor le había dicho que se trataba de un simple ataque de pánico. Ahora comprendía que había sido más que eso.
También, cuando habían estado buscando a Chim, tendría que haberse dado cuenta de lo que podía llegar a pasar. Jimin había mencionado su miedo a que hubiesen matado a su gato, que le hubiesen descuartizado. No sabía por qué una idea como esa se le había pasado por la cabeza, pero recordaba las veces que siendo más joven le había dicho que tenía miedo de que alguien fuese a buscarlo para hacerle cosas terribles a su cuerpo hasta conseguir matarle.
Los ataques de pánico podían ser frecuentes en Jimin, era por ello que los ansiolíticos eran necesarios, pero... los antipsicóticos lo eran aún más. Los ataques de pánico eran inofensivos, la psicosis no.
Era un hecho, Jimin había estado poco a poco acercándose a una crisis de psicosis aquel último tiempo y lo había escondido con gran habilidad.
Jihyun suspiró, aflojando más los hombros y moviendo su mirada hacia el techo, decidiéndose a pasar el tiempo repasando los acontecimientos.
Había visto a su hermano casi resbalándose del borde la otra noche por culpa de que Jungkook había decidido irse de la casa, dejarle por haber descubierto su 'mierda personal'. Jihyun no podía sacarse la amargura que ese término le generaba, lo tenía atascado en el pecho. Le atravesaba.
Nunca había esperado convertirse en una mierda personal cuando lo que quería era ser un refugio para su hermano, porque éste era el suyo.
No era extraño que Jungkook no pudiese comprenderlo. Esa ingenuidad le irritaba, se expresaba por medio de esa carita de cordero degollado, sus ojos grandes y negros, inocentes y odiosamente expresivos. Había logrado meterse en el corazón de Jimin hasta el punto de que se avergonzara de ellos, de ambos, de lo que eran, de lo que tenían.
Se había metido en el medio y Jihyun tenía esa parte de su pecho que dolía, estrangulada, desde el momento que Jimin expresó su incomodidad ante la posibilidad de que Jungkook supiese de ellos. Esa vez en la cabaña.
Con Jimin era natural querer tocarse, era la calma que les daba el contacto físico, era la conexión que poseían. Alguien como Jungkook, que parecía haber caído en medio de ambos como paracaidista perdido, no tenía la capacidad de dimensionar la conexión que se genera con una persona al pasar con ella todos los años de su vida. Había llegado de la nada, y en pocos meses había pensado que ya tenía alguna clase de derecho de adueñarse de su hermano.
¿Derecho?
Jihyun soltó un bufido que se mezcló con una risa irónica, llamando la atención de una enfermera que pasó caminando por el pasillo y desvió su atención hacia él por un segundo.
Derecho mis pelotas. Pensó.
Jihyun y Jimin no sólo compartían sangre, sino también espíritu y carne.
Eran uno.
Si Jungkook pensaba que lo de ellos estaba mal, era mejor que se mantuviera lejos de donde pudiera verlo, o que esperase hasta la eternidad por el día en que él decidiese alejarse de su hermano menor, porque no iba a hacerlo.
Jihyun había apreciado cada momento del crecimiento de Jimin como si fuese la floración de un cerezo. Desde verle gatear a verle caminar, desde verle balbucear hasta verle hablar.
Poco a poco, mientras Jimin crecía, él también lo hacía sin darse cuenta.
Desde muy pequeño, Jihyun ya pasaba gran tiempo con su padre y con otros miembros de la familia, incluidos otros niños. Desde temprano había visto cuán importante era su padre como líder de la familia y lo que llamaban fraternidad. Aunque no entendiera bien cuestiones de adultos, Jihyun participaba de lo básico y todo lo vivía como un juego, desde las canciones de devoción a la 'figura del todo' llamada Tamon, hasta las oraciones y rituales con hierbas, velas y calderos humeantes.
Comprendió que formaba parte de un mundo diferente al de otras personas, pero para él estaba bien, nunca había sentido que lo que otros pensaran de las costumbres de su familia tenía que afectarle, porque a su padre nunca le había afectado.
Aprendió de su progenitor muchísimas cosas, entre ellas a crecer con la convicción de que el poder se crea desde uno, no se gana, y que se llega a eso con esfuerzo, perseverancia y –obviamente- con el apoyo de la familia.
Había aprendido que la familia –de sangre o no- era sagrada, que ésta sería su fuente de confianza y sanación.
Y también aprendió que la confianza se generaba con el sexo, y que también era utilizado para sanar.
Jihyun tenía seis años la primera vez que presenció un ritual sexual.
Era confuso para él ver lo que las personas hacían entre ellas. En ocasiones su cuerpo daba un respingo cuando las personas soltaban sonidos altos y quejumbrosos. No entendía si estaban enojadas, si estaban sufriendo, si estaban tristes.
"Están sanando, Jihyun. Y sanar es un proceso doloroso".
Jihyun había visto cuerpos de mujeres y hombres, y ellos habían visto el suyo también.
Fue en esos tiempos que, mientras su padre estaba presente, él jugaba con Jimin y su curiosidad chispeaba por querer conocer el cuerpo de su hermano al igual que otras personas conocían los de otros, y su padre nunca le había hecho sentir mal por eso, al contrario, parecía contento con lo unidos que eran ambos, guardando momentos con su cámara de video y fotografías.
Cuando el menor había comenzado con sus llantos nocturnos y su miedo inminente a ser dañado, se había vuelto más apegado a su madre.
Cuando Jimin lloraba, su madre era la encargada de abrazarle, de sobarle la cabeza y preguntarle por qué estaba llorando. Jimin nunca tenía una respuesta, y aunque el psiquiatra había servido para iniciar un tratamiento con fármacos y algunas actividades recreativas, Jimin tenía miedo a si quiera salir a la calle. Al comenzar la escuela, solo podía dejar de llorar en los momentos que veía a Jihyun, en los recesos entre cada clase, y Jihyun dejaba de estar con sus amigos para estar con él. Y así había sido siempre, y no le molestaba ni un poco.
Una leve sonrisa se le escapó a Jihyun al recordar cada detalle.
Con el paso del tiempo, los juegos habían comenzado a ser un medio para experimentar el cuerpo del otro y las sensaciones curiosas.
Jihyun sentía en su estómago mariposas cada vez más revoltosas.
Y entonces su iniciación llegó. Para cuando había cumplido los diez años de edad, él ya estaba listo para ser iniciado por uno de sus tíos.
Había dolido, pero el proceso de sanar era doloroso, al igual que el proceso de crecer, de transformarse en una mejor versión de sí mismo. Porque la vida requería sacrificios, porque el poder no se gana, se crea.
Luego , para Jihyun cuidar de Jimin era una necesidad. Había sido sexualmente activo desde temprano, y su cuerpo ya era capaz de sentir otras cosas, placenteras, incómodas o dolorosas. Pero cada vez que Jimin necesitaba consuelo, él estaba allí para abrazarle y también sanarle de la manera que él mejor sabía. Tenía un propósito.
Era la razón por la cual sus ilusiones se desmoronaban cuando su madre ya no quería que pasasen tiempo juntos.
Podían quitarle todo, menos a Jimin.
Se sentía mal por ser quien generaba conflictos entre sus padres. Se sentía mal al escuchar los gritos de su madre en las discusiones.
"¿Qué les estás enseñando?"
"Jihyun ya es grande"
"Debería dormir en otra habitación"
"Es tiempo de que Jihyun entienda que Jimin es su hermano".
¿Por qué tenía que alejarle de él cuando todo lo que quería era cuidarle?
Sentía que, si le alejaban de Jimin, podía morir de tristeza.
Se sentía culpable por pensar en que, a pesar de sus buenas intenciones, podría estar dañando a Jimin como su madre decía. Y también se sintió culpable por sentir un poco de alivio cuando su madre enfermó y estuvo en el hospital. Él pensaba que ella sólo estaría allí un tiempo y luego mejoraría. Pero nunca volvió, y la culpa le carcomió el doble cuando Jimin empeoró por su partida.
Jihyun recordaba esas épocas como agridulces.
Dulces, porque ambos volvieron a pasar tiempo juntos, y se aferraron al otro más que antes, cuando Jimin dejaba su propia habitación para escabullirse en la suya y llegar a su cama.
Pero también eran amargas, porque Jimin vivía peor que antes, con ataques de pánico, con más pesadillas, con paranoia y hablando de cosas que Jihyun no entendía. Pero él hizo todo lo posible por hacerle sentir seguro pese a todo. Él se sentía feliz cuando lograba que Jimin dejase de llorar, viendo cómo poco a poco se perdía en las caricias y en su propia curiosidad y necesidad de contacto y calor. Cada vez que Jimin le buscaba, Jihyun sentía que volvía a la vida, y se recordaba que su madre estaba equivocada, así como todos los que no eran capaces de entender cuánto se necesitaban. Porque ambos encontraban la sanación en el otro.
Cuando estuvieron juntos en la iniciación de Jimin, Jihyun se sintió lleno.
Él, como todo Tamonista, se acostaba tanto con hombres como con mujeres, pero le daba igual con quien se acostase, porque nadie se sentía como Jimin.
Tal vez, la confianza podía alcanzarse entre las personas mediante el sexo, pero la sanación sólo podía alcanzarla con Jimin.
Era algo que, años después, su hermano menor viviría en carne propia con la llegada de ese chico pelinegro.
Al pasar por su adolescencia, Jimin había mejorado y logrado olvidar el pesar de su madre, convirtiéndose en un Alpha digno, y había convertido a la fraternidad en su propósito. Se había vuelto independiente y ya no corría a buscar a Jihyun. Ambos tenían sus responsabilidades, sus estudios, y no era fácil pasar tiempo juntos como solían estarlo. Sin embargo, aunque Jimin parecía llevar sus problemas de manera diferente y ya no ser el niño que solía ser, ambos continuaron teniendo relaciones sexuales de vez en cuando. Porque podían, porque querían.
Era en esos momentos, mientras estaba sentado observando la puerta de en frente, tras la cual se encontraba la razón de su existir, que recordar cada paso que habían dado juntos le hacía sentir feliz. Porque había sido visceral y mutuo. Habían encontrado la manera de avanzar gracias a la presencia del otro. Y era por ello que le jodía enormemente que otras personas hozaran meterse con eso, con lo más sagrado que habían logrado forjar. Su pequeño mundo, de ellos dos y nadie más.
Jihyun creía que nadie podía entender lo importante que era eso simplemente porque todos eran tan asquerosamente lamentables, que nunca tendrían a alguien tan especial como ellos tenían a su otra mitad.
Una enfermera llamó su atención cuando se paró frente a él en el pasillo. Jihyun tenía los ojos cansados, pero su mirada pareció espabilarse con la presencia de la mujer.
- Señor Jihyun, ya puede pasar a ver a Jimin, ha despertado hace una hora.
- ¿Una hora? – Jihyun levantó sus cejas - ¿Y hasta ahora me lo dice? – espetó, sin importarle ser grosero. Se puso de pie, indignado por haber recibido la noticia de manera tardía.
- Debíamos esperar a que se estabilizara. Si va a estar así de alterado, mejor le recomiendo que no entre a verlo, su hermano necesita...
Jihyun caminó hacia la habitación, pasando del sermón de la enfermera. Apoyó la mano sobre el picaporte y se obligó a calmar su temperamento antes de entrar. Soltó una exhalación y entró, sin hacer mucho ruido para no romper la calma que había dentro.
Se asomó y vio a un Jimin recostado en la cama y con sus ojos abiertos mirando hacia el techo.
Cerró la puerta y caminó lentamente para darle tiempo a que registrase su presencia, parándose al lado de la cama.
- Bebé... ¿Cómo estás?
Preguntó con voz suave. Necesitaba saber realmente cómo estaba. No lo que los médicos le decían, sino lo que Jimin tenía para decir. Pero no respondió. Y tampoco desvió sus ojos para mirarle.
Apretó sus labios y aguantó las ganas de insistir. Buscó la silla que estaba en una esquina y la posicionó cercana a la cama. Se sentó y esperó.
La habitación se sentía fría, quizás por el silencio o la necesidad que sentía de que le hablase, de escuchar su voz, para saber que Jimin seguía allí, porque su mirada ida le daba miedo. Apretó sus manos entre sí, sintiendo las vendas que cubrían parte de ellas, y entonces quiso ver cómo estaban las heridas del menor, pero sus brazos estaban cubiertos por las sábanas y las mantas.
Había perdido la noción de cuánto tiempo había pasado, hasta que volvió la mirada y Jimin le estaba viendo. Y siguió esperando, ésta vez sosteniéndole la mirada sin saber si volver a decir algo o darle más tiempo.
Los ojos de Jimin estaban rojos y cansados, y la vibra que emanaban le hacían tener la impresión de que se había rendido ante lo que fuera que le había dejado así en primer lugar.
- Jihyun...
- ¿Si? – le miró expectante, atento a lo que fuera que tuviese para decir.
- Nos mintieron.
* * *
Gente bella, actualizo al fin.
Nos acercamos al descenlace de la historia, aún faltan capítulos, pero ya todo está desenmarañándose.
Si tienen dudas me preguntan en comentarios o al buzón de mensajes.
Gracias por el apoyo! Nos leemos.
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