26. In omnia paratus
Se notaba que no era un día como cualquier otro incluso aunque durante las primeras horas del día Jungkook había tenido que continuar con las actividades encargadas. Tenía responsabilidades, había aprendido a dirigir grupos y a ser tan servicial como el resto de los Alphas, haciéndole sentir bien por sí mismo.
No obstante, aquel día se sentía bastante mal. Demasiado mal, a decir verdad.
No era que le doliese la cabeza, o un brazo, o que estuviese enfermo. Era el hecho de que estaba nervioso hasta los huesos. Su cuerpo se encogía con cada hora que pasaba, dándole sólo ánimos de ponerse en posición fetal para dejar su destino congelado.
Aquel día le dirían cuál sería su tarea para dar comienzo a su iniciación. Para que finalmente fuera un Alpha por completo.
Sería un miembro de la fraternidad Alpha chi lambda, en el círculo más íntimo de aquellos que habían tenido que pasar por una prueba y ritual de iniciación: la ceremonia donde le darían su marca.
Por demasiados años había sentido que jamás tendría el sentimiento de poder pertenecer a algo, de no poder lograr ser lo suficientemente bueno como para sentirse satisfecho consigo mismo y llamar la atención de otros. Su apatía le había llevado a no interesarse por ser como los demás, pero una vez que había comenzado a probar lo que era tener un poquito de atención y sentir que las personas más geniales que había conocido lo podían ver como a un igual, el mundo cambió para él, y de pronto se encontró queriendo más cuando Jimin parecía reconocerle cada pequeña cosa como un logro. Jungkook quería que Jimin le felicitase cada vez más por sus avances, que le diera recompensas tanto verbales como físicas.
El mayor tenía todas las expectativas puestas sobre él. Aquella fraternidad era su vida, era todo para él y Jungkook quería formar parte de ello. Quería demostrarle que él podía con todo eso, que él era capaz de conquistar el mundo a su lado si así lo querían.
Jungkook había estado esperando una hora dentro de su habitación, caminando de un lado a otro, teniendo ganas de gritarles que se decidieran de una vez por todas o era capaz de lanzarse al lago para hundirse. Pero sabía que no podía hacer nada, se repitió miles de veces que debía ser maduro y enfrentar la situación como si ya fuese un Alpha, porque estaba a un paso de serlo y no jodería todo por su falta de agallas. Todos habían pasado por ello, entonces él también podía lograrlo. Todo era parte de la prueba.
Por otro lado, Jimin no estaba mucho mejor. Estaba a punto de arrancarse las uñas de los dedos con los dientes. Su estómago estaba hecho un revoltijo. Era imposible no ponerse así cuando escuchaba lo que los mayores decían. Jackson era el líder, por ende estaba a cargo de Jungkook y su iniciación. Su palabra era santa, y aunque Jimin fuera sublíder no podía hacer nada si las cosas no le agradaban al final.
Se mordió la lengua y sintió su corazón cayendo cuando escuchó finalmente el plan de Jackson. No iba a cambiar de opinión, ni si quiera podía sugerírselo porque no había razón para hacerlo, sus cuestiones personales con el menor –de las cuales todos seguían siendo ignorantes- no debían interferir en las decisiones del líder o las reglas de la fraternidad.
Cerró los ojos y respiró con dificultad. ¿Qué demonios haría? ¿Cómo convencería a Jungkook? Era lo que más se temía, incluso aunque él le había llevado camino a la iniciación, esperaba que ésta no fuera tan severa, esperaba que fuera lo más inofensiva posible. Había deseado que no fuera algo que pusiera en juego la seguridad de Jungkook y jodiera su cabeza. Había hecho lo posible para preparar a Jungkook de manera que supiese que él tenía el control de su mente y sus prejuicios, pero aún podía existir una pequeña probabilidad de que el menor se echase para atrás y eso no podía caber en los planes.
Él era demasiado inocente, demasiado dulce para acorralarlo. Pero su líder había tomado la decisión y así debía hacerse. La voluntad de Jackson era la del resto de los Alphas.
Incluso con las manos sudando, con el corazón latiendo y la cabeza yendo a mil por segundo, pensándose una y otra vez las palabras que usaría para comunicarle las nuevas a Jungkook, Jimin sólo le hizo un pedido a Jackson, sólo una cosa que le aseguraría poder mantener a Jungkook en "calma" y centrado en cumplir su tarea. Jungkook no podía hacer eso solo.
Jimin no había estado en todo el día con Jungkook y éste padecía su ausencia a cada minuto, necesitaba que le dijera algo que pudiera calmarle, la más mínima palabra que le diera las fuerzas para creer en que era capaz de sobrellevar lo que fuese. Necesitaba que estuviera ahí, que le diera un abrazo.
No le gustaba ponerse así, cuando se sentía mal o débil no podía evitar pensar en cuánto anhelaba que el mayor estuviera con él. Era una necesidad, y la incertidumbre terminaba por hacerle pequeño, necesitado de afecto y protección. Anteriormente hubiera puesto esa responsabilidad sobre su madre, sobre esa persona que era como un manto protector para él.
Cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe, Jungkook no dudó ni un segundo en correr hacia Jimin y agarrarle de los hombros con desespero.
- ¡Demonios! ¡Me estoy volviendo loco! – le sujetó encerrando sus puños en su ropa y Jimin sólo pudo mirarle con sorpresa y cerrar la puerta tras él de inmediato. Nunca le había visto así de desesperado – Dime, ¿Qué decidieron?
Jimin hizo un movimiento con su brazo mostrando el bolso que llevaba en su hombro.
- Aquí tengo todo lo que necesitaremos.
- ¿Necesitaremos? – le llamó la atención el plural. Sus ojos dieron un vistazo al bolso y luego volvieron al mayor.
Su mirada fuerte, su expresión igual, parecían querer conectarse con él más allá de las palabras. Había una resistencia, algo difícil que Jimin debía decir y no encontraba la manera. Su mandíbula estaba apretada hasta que suspiró, soltando todo el aire y mirándole con mayor decisión.
Sus manos fueron a ambos lados de la cara del pelinegro, se acercó a él sin rozarse, pero sí estando lo suficientemente cerca para que Jungkook pudiese fijarse sólo en él, para que pudiese sentir lo mismo que él sentía.
- Bebé... ¿Estás dispuesto a hacer algo loco? – su tono de voz había sonado ahogado, pero el cariño en él no se opacaba. Jungkook podía sentir la mezcla de emociones bullir en su propio pecho por la incertidumbre.
- ¿Loco?... ¿Qué tan loco?
- Realmente loco. Confías en mí, ¿cierto?
El pelinaranja quiso corroborar aquello, porque era lo que más necesitaba Jungkook en primera instancia. La confianza en sí mismo lo era todo, pero la confianza en sus hermanos era igual de primordial. Él debía confiar en Jimin. Tenía que hacerlo a toda costa.
- Claro que lo hago – aseguró y Jimin notó las chispas en su mirada.
- ¿Con los ojos cerrados?
- Con los ojos cerrados – Jimin sonrió al escuchar que no había rastros de duda en su voz.
- Entonces, te prometo que todo saldrá bien. Pasarás esta prueba porque estarás conmigo. No pienses en nada más y estarás adentro. Confío en ti, así que confía en mí.
- Lo hago. Demonios, Jimin, pondría mi propia vida en tus manos en cualquier momento.
- ¿Lo dices en serio? – acercó sus narices, rozándose juntas - ¿En serio lo sientes así? – sonrió, los nervios se intercambiaron por emoción. Y para Jungkook fue igual.
- Sí, soy capaz de cualquier cosa por ti.
Habían pasado minutos, y Jungkook aún intentaba procesar lo que que debía hacer, pero paralelamente no estaba seguro qué tan bueno era procesarlo. Podía sentir el miedo tentando a desatarse y liberar el pánico.
Sólo podía ver a Jimin frente a sus ojos, incluso aunque llegó a pensar en que era imposible que él pudiera hacer algo como lo que Jackson esperaba que hiciera, los ojos de Jimin le habían llevado a pensar que quizás ese era su destino después de todo. Porque nunca hubiese pensado que terminaría anclado hasta los huesos en una situación donde no podría escapar porque era demasiado tarde para arrepentirse.
No podía simplemente decir que aquello no era lo de él. O que no era lo que esperaba, porque ya había escuchado las historias de sus hermanos. Sabía que no había lugar para juegos, que el verdadero desafío había llegado y debía tomarlo.
Mirar a Jimin y recordarse que él era todo lo que necesitaba para respirar le daba el coraje suficiente. Y quizás podría ser debatible qué tan sana estaba su mente al funcionar bajo esa lógica, pero a esas alturas no tenía demasiada importancia.
Porque la vida era demasiado corta para amar a medias.
Observó las dos líneas de polvo blanco sobre la mesa de la habitación de la cabaña y cuando Jimin inhaló una de ellas por su nariz, él imitó la acción. Necesitaba eso para lanzarse a las llamas del infierno.
Se había sentido horrible, como una patada de caballo. Era amargo y picante, ardiendo en su nariz y atrás de su cabeza. Aseguraría que era el equivalente a inhalar vidrio molido.
Se restregó la nariz, dejándosela roja y quejándose por la gran molestia que le había generado unas lágrimas pasajeras en los ojos. Jimin estaba de la misma manera, sacudiendo un poco la cabeza y parpadeando, sintiendo cómo su cuerpo comenzaba a estimularse.
Fueron necesarios un par de minutos, esperando a que sus compañeros vinieran por ellos, para que la droga surtiera efecto y comenzasen a sentir un gran calor abrazando sus cuerpos, la adrenalina corriendo dentro de ellos y sus corazones latiendo, listos para todo.
Ver a Jackson a la puerta de su cabaña les hizo saber que el momento había llegado.
El auto era un deportivo clásico, viejo y bastante cachambroso, pero lo suficientemente cómodo para mantenerse dentro, estacionados en la acera a una corta distancia de la entrada de una tienda de conveniencia y esperando al momento indicado.
El mayor mantenía sus manos quietas y duras contra el volante sin apagar el motor y giró su rostro para mirar a su compañero, quien tenía sus ojos bien abiertos, brillosos y algo rojos, no sabía si era por la excitación del momento, por la droga o por el miedo. Se veía como si su mente estuviese al límite de perderlo todo. Jimin se sentía igual que Jungkook, podía asegurarlo, pero estaba en su responsabilidad el guiar al menor en eso y que todo saliese de acuerdo al plan.
- Jimin... estoy demasiado asustado – la voz temblorosa de Jungkook le encogió el corazón.
- Hey... - se acercó a él inclinándose y poniendo su mano sobre su cuello en un gesto para reconfortarlo – No, bebé, no tienes que tener miedo.
- ¿Y si algo sale mal?
- No puede - negó y le dio un beso fugaz en los labios para luego mirarle a los ojos – No puede salir mal, porque lo harás perfecto, y porque yo estaré allí contigo.
- N-no me beses... ¿Qué tal si los demás nos ven? – miró hacia todos lados fuera del auto por si veía a lo lejos a sus compañeros.
- Que me chupen la polla, ya no importa – volvió a besarle y sonrió sobre sus labios - No tengas miedo. Ya lo hablamos, ya está todo arreglado. Debes confiar, bebé. Debes confiar en ti, en mí y en ellos.
Jungkook asintió, sabiendo que confiar era el secreto de todo, sabía que debía arrancarse de su interior el miedo a como diera lugar y no dudar ni un segundo en lo que estaba apróximo a hacer. No podía fallar, no debía. Debía ser perfecto, porque Jimin estaba a su lado y lograría hacerle sobrevivir a esto.
El mayor sacó una bolsita transparente del bolsillo de su pantalón y comenzó a abrirla. Jungkook volvió a ver el polvo blanco frente a sus ojos.
- Haremos esto, lo lograrás. Y mierda, cuando terminemos haremos el amor, festejaremos esto a lo grande, te haré todo mío – habló entre dientes, besándole y Jungkook respondió con un gemido sobre sus labios - y tú me harás todo tuyo.
Quería llorar, sentía su corazón palpitar demasiado fuerte, sentía que si llegaba a tomar algo más de ese polvo terminaría de darle un paro cardíaco. Pero era el coraje que le faltaba.
Vio a Jimin tomar una mata de polvo con uno de sus dedos, llevándoselo a la nariz y aspirando duramente y haciendo una mueca a la vez que pegaba su nuca contra el asiento. pero apresurándose a tenderle la bolsita a él.
Jungkook exhaló con fuerza -esperando alejar toda la tensión- e inhaló los minúsculos cristales que había tomado con su dedo, adentrándolos a su sistema y sintiéndolos raspar sus vías respiratorias y su garganta.
Se tragó las ganas de llorar, sintiendo su cabeza viajando lejos de allí, su cuerpo como si se despegase de su asiento y la adrenalina disparándose.
- Te amo – escuchó de repente. Giró su rostro como un latigazo hacia el conductor.
- ¿Qué?
Jungkook dejó de oír y también de sentir miedo por un segundo. Se quedó congelado en Jimin y en su voz pronunciando esas dos palabras, volviendo loco a su corazón.
- Te amo, Jungkook – su voz sonó tan segura como lo expresaba su rostro. Jungkook se quedó sin aliento, y sólo pudo reír un poco mientras sus ojos comenzaban a soltar sus inútiles lágrimas.
- Por favor... no me digas que lo dices porque es una despedida.
- ¡No seas tonto! – exclamó, golpeándole el hombro - Lo digo porque lo siento, porque es en serio. Y no vamos a morir, nosotros tenemos las armas, nada malo pasará – le dijo acercándose a su rostro y mordiéndole el labio de manera juguetona para que liberase tensión.
- Yo también te amo – sintió cierta paz al poder decir aquello con tanta libertad y siendo correspondido. Y Jimin sintió lo mismo, como si no hubiera esperado ser correspondido o que se sintiese tan bien sentir lo mismo el uno por el otro – Te amo desde hace mucho tiempo.
Jimin posó su mano contra la nuca de Jungkook para juntar sus frentes, bajo unos segundos de silencio con sus ojos cerrados. Las respiraciones de ambos llenando el auto y los latidos de sus corazones justo detrás de sus oídos.
- Estás aquí por Tamon. Tamon está en todos lados. Está bajo nuestra piel. Está en tí y está en mí. Nosotros somos Tamon. No hay nada que temer porque somos quienes tenemos el control de todo, de nuestra vida, de nuestro destino. Somos más que todo lo demás. Somos más que Dios. ¿Entiendes?
A cada palabra Jungkook soltaba una exhalación y extirpaba el miedo de su pecho, enterrando coraje en su lugar.
- Hoy verás cómo funciona el Universo cuando te sincronizas con él. ¿Estás listo? – preguntó sin abrir aun los ojos. Sintió a Jungkook asentir con la cabeza, aún pegado a su frente – Ahora di: In omnia paratus.
Mientras los pensamientos se elevaban dentro de su mente y su corazón mantenía sus palpitaciones como en una maratón, sus manos se sentían adormecidas por el hormigueo de la adrenalina que chispeaba por cada poro de su piel.
Era la droga y Jimin justo a su lado, lo que le hizo sentir como si fuese capaz de atravesar un muro con su cuerpo simplemente con cerrar los ojos y caminar hacia delante.
Estaba listo para lo que sea.
- In omnia paratus.
Cuando el último cliente salió de la tienda y se alejó, Jimin y Jungkook bajaron del auto, adentrándose en el lugar con sus cabezas tapadas con pasamontañas negros y las dos chicas en la caja registradora inmediatamente se paralizaron ante la confusión.
Jimin levantó su mano derecha, apuntando con una pistola negra hacia las dos personas.
- Digan una puta palabra y les volamos la cabeza. Abran la maldita caja, ¡Ahora! – ordenó con un tono de voz duro, alzando el bolso vacío en su otra mano, el cual planeaba llenar con el dinero.
Las dos mujeres que estaban del otro lado del mostrador les miraron temblando y con sus lágrimas cayendo por sus mejillas.
Jimin obligó a una de las chicas a salir de detrás de la caja y tirarse al suelo boca abajo. Jungkook apuntó a la chica en el suelo con su arma y la observó con sus ojos bien abiertos y destellando fuego.
Era increíble.
Sentía su cuerpo queriendo desarmarse en temblores, pero a la vez estaba tan tieso como una roca. Su cuerpo se había tensado para mantener la postura amenazante sin correr su mirada de la chica que se doblegaba sobre el suelo pidiendo que no le hicieran daño.
Estaba extasiado, sus manos sostenían el arma con fuerza, queriendo sentir cada pulgada de ella y aun así parecía todo demasiado surrealista.
Mierda.
Estaban robando una tienda y no podía creerlo. Era gracioso e increíble. Aquellas chicas estaban muertas de miedo. Y él también estaba muerto de miedo, con una extraña llama de emoción bombeando en su estómago.
Todo iba a salir bien.
Nada puede contra nosotros.
- ¡Que abras la puta caja! – soltó, haciéndolas temblar del miedo y escondiendo el suyo tras aquel grito agresivo. Apretó su arma entre sus manos más fuerte y la chica empujada por Jimin rápidamente comenzó a abrir la caja registradora y a sacar billetes que el mayor se encargó de meter en el bolso.
- Muy bien, muy bien... eso es... – murmuraba Jimin con la punta del arma contra la nuca de la chica, esperando que terminase con ello lo más rápido posible para largarse de una vez.
Las gotas de sudor eran absorbidas por la pesada lana de los pasamontañas, sus manos también sudaban en frío, pero por otro lado sus cuerpos estaban calientes, estaban adrenérgicos, con un revoltijo en el estómago, con la excitación y ansiedad queriendo hacerles un agujero.
Una de las chicas soltó un grito, y Jungkook se sintió perdido por un momento. Observó a la chica en el suelo y ésta estaba mirando hacia las góndolas, estirando su mano.
- ¡Por favor, no le hagan daño!
Suplicó ella, y cuando Jungkook levantó la mirada para dirigirla donde ella miraba había un niño pequeño de pie en medio de uno de los pasillos. Jungkook se congeló, sintiendo a su corazón padecer con él.
El niño parecía tener unos cinco años, su rostro mantenía una expresión de terror, con sus ojitos abiertos tanto como podía y soltando lágrimas. Cuando el llanto se hizo ruidoso, Jungkook quiso morirse.
Miraba a la chica en el suelo, llorando, derramando lágrimas hasta el piso y suplicando en voz baja que no se metieran con el niño. Mientras la otra chica llenaba el bolso con el dinero, Jimin seguía apuntándole, pero sus ojos fueron en su dirección.
- Tú – le dijo a la chica - levántate y ve a callar al niño.
La chica en el suelo inmediatamente se arrastró hacia él para abrazarla y susurrarle al oído que todo estaría bien, que no tuviera miedo.
Jungkook estaba nervioso, putamente con la mandíbula dura apretando sus dientes. Aquello era una locura. Miró a Jimin que mantenía la punta de la pistola contra la nuca de la chica, quien tampoco dejaba de llorar. Sus labios temblaban y su rostro estaba rojo y compungido, y por otro lado la otra joven intentaba consolar al niño que sollozaba contra su pecho. El niño estaba aterrado. Rompiéndose.
¿Qué demonios estaban haciendo?
Jimin metió los últimos billetes en el bolso y luego habló:
- Ni se atrevan a llamar a la policía. Somos muchos. Inténtenlo y vendrán por ustedes – amenazó.
Las chicas asintieron, manteniéndose al margen y rezando que se fueran de allí y las dejasen en paz. Jungkook quería lo mismo.
Sin perder más tiempo Jimin salió corriendo de detrás del mostrador, arrastrando a Jungkook con él y dándose a la fuga por completo.
No había sonido, no había aire, no había nada. Corrieron sin sentir nada más que sus corazones detrás de sus cabezas, sin poder permitirse darse un segundo a respirar y bajar el ritmo. Entraron al auto rápidamente, cerraron las puertas, el motor rugió y se fueron de allí sin dejar pasar un solo suspiro.
Jimin pisó el acelerador sin soltarlo en ningún momento, pasando de largo por la carretera autos y motocicletas y encargándose de irse lo más lejos posible del pequeño centro comercial de la zona, en dirección a los senderos perdidos por el bosque, entre matorrales y colinas.
Jungkook estaba pegado al respaldo de su asiento, su mano derecha aún con el arma sujeta y su zurda enganchada como tenaza contra el cuero viejo del asiento. Ambos se quitaron los pasamontañas, sin soportar la presencia de la tela pegada a sus rostros y la asfixia que habían comenzado a sentir, sobre todo luego de tanto frenesí.
El sonido comenzó a volver a sus oídos. El ruido del motor se oía a todo pulmón, el sonido del viento entrando por las ventanas con velocidad y salvajismo, sus respiraciones con sonidos forzados y jadeos agotados.
El menor tembló sobre su asiento y miró el arma en su mano y el bolso en su regazo, el cual apenas había notado hasta ese momento.
Lo habían hecho, había completado su tarea.
Miró a Jimin, sus ojos escocían con un brillo lleno de excitación. El mayor le devolvió la mirada, y ambos se sonrieron. La tensión sobre sus cuerpos tuvo un quiebre, y ambos estallaron en risas y gritos eufóricos por su victoria.
El mayor golpeó el volante repetidas veces, sintiéndose aliviado de que todo había acabado, y Jungkook estaba en el cielo, en lo más alto de la cima, se había sentido tan aterrado y a la vez tan ansioso, tan poderoso. No podía evitarlo. No podía evitar sentir que había superado algo como eso, sentir que había sobrepasado los límites y ahora estaba malditamente libre, huyendo y perdiéndose en una carretera solitaria con su chico.
Se inclinó sobre Jimin, sin poder aguantar más y le besó con furor.
No podían dejar de reír y suspirar contentos por su locura. Sin la droga en sus cuerpos no podrían haber disfrutado eso de aquella manera, lo sabían. Jungkook sentía que era un súper héroe, que nada podía detenerlo y que lo único que le importaba era ese instante único con Jimin.
- ¡Mierda! ¡Lo hicimos! – Jungkook se dejó caer sobre su asiento, su cuerpo se había aflojado, se sentía malditamente bien ahora – Increíble. Somos increíbles – le sonrió a Jimin, ladeando su cabeza de costado y viendo cómo seguía conduciendo a gran velocidad.
- Te dije que podías hacerlo. Carajo... - negó con la cabeza entre risas – Nunca me sentí así en la vida.
- Yo tampoco – volvió a acercarse a él, besándole el cuello – Esto nos convierte en delincuentes... - se rió.
- Supongo. Algo así – se mordió el labio al sentir los besos húmedos de Jungkook sobre su piel.
- Estoy caliente... maldición... no sé qué me pasa... no puedo parar – soltó una risa algo trémula, mordiendo el cuello de Jimin, haciéndole soltar un quejido – Te amo, Jimin. Somos imparables, ¿entiendes?
- Lo somos.
Jimin se tensó por completo cuando Jungkook comenzó a desabrochar su pantalón y, sin más, al encontrar su miembro completamente duro, lo engulló con su boca. Un largo gemido se entrelazó con el sonido del motor. El auto aún no se detenía y Jimin sentía que la atención se le iba de la carretera hacia su polla y la lengua de Jungkook enroscándose obscenamente en su punta. Era demasiado bueno para ser cierto.
Sus piernas flaquearon, soltó una risa por lo absurdo y bizarro de la situación. Su chico chupándole la polla mientras él seguía conduciendo, escapando lo más lejos posible de donde habían cometido un robo a mano armada.
Podía morir en ese momento. Ambos podían morir y no les importaba, porque estaban satisfechos con esa parte de ellos, con ese instante y esos sentimientos de locura. Eran todo lo que era el otro, como nunca antes y tan fuerte que nadie podría alguna vez entenderlo de la misma manera que ellos lo hacían.
Jungkook se alejó de repente tras escuchar un grito de alarma del mayor. Puso sus ojos frente a la carretera. El volantazo que dio Jimin para mantener su camino hizo que las ruedas del auto se giraran bruscamente, saliéndose de la carretera y estrellándose contra un árbol.
Para ese momento, Jimin había comenzado a bajar la velocidad por lo que el choque fue inmediato pero no tan fuerte. Ambos sintieron sus cuerpos dar un latigazo por el impacto, golpeándose sus cuerpos y sus brazos al intentar cubrir sus cabezas.
Ambos permanecieron con sus brazos envueltos contra sus rostros y poco a poco los descubrieron, observando frente a ellos la delantera del auto empalmada contra el tronco del árbol, deformada y echada a perder por completo.
Se habían dado el susto de sus vidas, por dos segundos habían pensado que serían historia.
- ¡Estás jodidamente loco! – gritó Jimin, y el menor estalló en carcajadas, ruidoso y desparramándose sobre su asiento, contagiando a Jimin también. Parecían dos desquiciados, drogados, jugándose sus vidas.
- Tú también lo estás... hiciste todo esto por mí.
- No podía dejarte solo en esto. Nunca lo haría – le sonrió. Jungkook se sintió tan querido que su estómago cosquilleaba ansioso y feliz. Miró el arma en su mano, negra y brillante. Se rió un poco más y la levantó, apuntando al mayor con ella.
- ¿Me amas en serio, Jimin? Aún no puedo creerme que alguien sea capaz de amarme – rió – parece mentira.
- Lo hago – se hizo hacia delante y acercó su rostro al cañón de la pistola – Estoy enamorado de ti.
- ¿Hubieras disparado un arma por mí?
- Eres mío, y eres mi familia. Eres mi chico, lo haría para protegerte de ser necesario.
Jungkook tocó los labios de Jimin con la punta dura de la pistola y éste abrió su boca automáticamente, dejando entrar el cañón en ella hasta que tocó su garganta. Los ojos del menor le miraban de forma penetrante, su mirada amorosa se había ido para dar lugar a la lujuria. Los labios de Jimin se deslizaron por el cañón hacia la punta y luego volvieron.
- Déjala abierta - ordenó el pelinegro.
Jungkook jaló del gatillo, vertiendo un fino chorro de líquido en la cavidad de su hyung. Jaló varias veces y éste sacó la lengua de forma obscena, haciéndole reír mientras el líquido se le caía por sus labios. Dejó de hacerlo para llevarse la punta a su propia boca y jalar del gatillo sintiendo el sabor amargo del Vodka esparciéndose por su lengua.
Comenzaron a besarse, intercambiando alcohol entre sus bocas con las pistolas, pero fueron interrumpidos por el sonido del ringtone del mayor.
- ¿Si? – preguntó sin aliento, limpiándose con su mano contraria sus labios húmedos.
- Jimin, ¿Dónde están? ¿Por qué tardan tanto? Estamos esperando hace cinco minutos – la voz de Kai mostraba irritación.
- Oh, lo siento, nos distrajimos – miró a Jungkook con una sonrisa llena de picardía. El pelinegro soltó una risa torpe. Sabía que debía de estar preocupado en ese momento pero no le importaba, estaba demasiado enfrascado en su burbuja de felicidad y droga para darse cuenta.
- Pues no se distraigan, terminen el trabajo y vayan al paso de los osos.
- ¿Por qué tiene ese nombre si no hay osos aquí?
- Drogado de mierda, mueve tu culo y déjate de tonterías.
Jimin se rió y cortó la llamada, todo se sentía divertido, incluso a pesar de haber robado una tienda y amenazado de muerte a dos chicas inocentes.
A pesar del estado de ambos, salieron del auto sin olvidarse sus cosas en él. Lo observaron desde afuera y la delantera estaba hecha pedazos. Se habían salvado de milagro.
- ¿Crees que Tamon nos dio una segunda oportunidad? – Jungkook rió, le parecía una locura no haber tenido ni un solo rasguño.
- Todo es posible. Pero lo único que hoy no es el día de nuestra muerte - sonrió.
Se dirigió a la parte trasera del auto, abrió el baúl y sacó de allí un bidón lleno de líquido, más específicamente de kerosene. Jungkook se apartó, mirando cómo su chico abría el bidón y comenzaba a verter todo su contenido sobre el auto, absolutamente por todas partes, incluso dentro de los asientos delanteros y traseros.
Vacío por completo el bidón y lo tiró dentro del baúl nuevamente. El olor era insoportablemente agrio y grasoso.
Satisfecho con haber dejado el auto completamente mojado, tomó de su bolso un encendedor de metal. Con su dedo pulgar giró el capuchón y una llama flameó.
- Que arda.
Lanzó el encendedor y, apenas la llama entró en contacto con la superficie de cuero viejo mojado en kerosene de los asientos delanteros, el fuego se avivó, chispeando y comenzando a crecer proporcionalmente con cada segundo.
Sólo pasaron dos minutos de ellos observando cómo el fuego se propagaba por todo el vehículo, consumiéndoselo como los tentáculos de un calamar a su presa.
Se alejaron lo más rápido que pudieron, corrieron en la dirección que sus compañeros les habían indicado y dejaron la evidencia de su delito atrás, en llamas y a punto de explotar.
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