13. Más noches de insomnio
Quiso moverse hasta que notó la inmovilización casi completa de su cuerpo.
Los brazos de Jimin estaban rodeando su cintura como tenazas manteniendo sus cuerpos completamente pegados permitiéndole sentir toda la anatomía del contrario contra su espalda. Su pecho y sus piernas estaban amoldadas al cuerpo del menor, calzando perfectamente como dos cucharas.
A Jungkook se le aceleró la respiración y el corazón al sentirlo tan pegado a él, ¿Habían dormido toda la noche así? Era increíble, no recordaba haber dormido con nadie antes, le parecía algo demasiado íntimo y cercano, pero por otro lado así habían estado toda la noche anterior; hablando sin parar, tocándose y... besándose.
Recapituló los hechos como si tuviese un fichero en su mente. El alcohol que había bebido sin dudas había hecho un buen trabajo en soltar su cuerpo y mente, olvidándose de todo el pudor.
Había besado a Jimin.
Había estado toda la maldita noche besándose con Jimin.
"Hmm... No se borra", le había dicho el mayor señalando con su dedo el lunar bajo sus labios, luego de haber mordido y lamido su labio inferior con ímpetu hasta dejárselo rojo, según él buscando borrar aquella marca. Era una excusa que a Jungkook le daba risa, pero también le hacía sonrojar hasta que sus mejillas decían basta.
Ya de tan solo recordar todo eso le hacía poner rojo. Se tapó la cara con sus manos e intentó respirar con normalidad.
Ah, pero mierda que no podía. Tenía a un hombre pegado a su cuerpo en su cama.
El cuerpo de Jimin se movió, gruñendo y acomodándose aún más cerca de él -si es que era posible- y sus brazos le acunaron con mayor intensidad. No pudo hacer más que sostener la respiración como quien quiere pasar desapercibido.
Entonces, sintió la nariz del mayor pegarse a su nuca y frotarse contra su cabello. Inhalando.
Se mordió el labio con fuerza, tanta que temía rompérselo. Su cuerpo comenzaba a sentirse demasiado extraño, necesitaba que Jimin se alejase.
No fue necesario seguir rogándole al cielo por una ayuda porque de un segundo a otro el frío en su espalda se hizo presente. Jimin se separó de él, le escuchó bostezar y remover su cuerpo hasta hacer crujir algunos huesos.
Lo único que le salió hacer en ese instante fue hacerse el dormido, porque básicamente no sabía cómo ver a la cara al mayor sin ver pasar frente a su mente las imágenes de aquella noche y verse como un niño apenado por haber explotado la primer noche de besos como si hubiera esperado todo una vida por ello. El alcohol se había ido de su sistema, y con ello la vergüenza había tomado lugar en su cuerpo nuevamente.
Jungkook nunca había proyectado con quién ni cómo sería su primer beso, no era de importancia para él, pero los labios de Jimin le despertaron un hambre voraz la noche de ese sábado y mierda que sabía que lo hecho, hecho estaba.
Jimin se puso de pie, hurgó por ropa en sus cajones y dejó la habitación. Era del tipo de persona que se bañaba todas las mañanas sin importar lo tan ajustado que estuviese de tiempo.
Pudo respirar al encontrarse solo en la habitación. Él acompañado de su símil erección.
Se tapó por completo con las sábanas para protegerse de la mirada del mayor cuando volviese. Agradeció que el dejar pasar un tiempo ayudó a que aquel leve atisbo de excitación inminente se le pasara, quizás los nervios habían tenido algo que ver y lo agradecía, para algo servían.
Jimin no volvió a la habitación, y Jungkook se sintió un poco extraño por haber pensado en que quería verle. No quería mirarle a la cara, pero a la vez quería hablar con él, como si un imán estuviese buscando su contraparte para unirse y cumplir su función.
Su curiosidad e interés habían sido disparadas gracias a la influencia del mayor. A esa altura, para Jungkook era inevitable no querer saber de qué iba todo lo que Jimin hacía, pensaba y decía. Tampoco podía ignorar lo bien que se sentía que le prestasen atención, que le animasen a sentirse mejor consigo mismo. Sólo Jimin había logrado tener un efecto positivo en él.
Jimin era como darle color a un dibujo en blanco y negro. Había logrado pintar el lienzo vacío que era Jungkook sin si quiera poner un mínimo esfuerzo. Jimin era él mismo la mayor parte del tiempo y Jungkook había caído solo por arte de magia, o quizás no tanto. Al final de todo, era un tanto predecible; Jimin tenía todo lo que Jungkook necesitaba, y cada vez que el tiempo pasaba, las evidencias de ello se mostraban.
A pesar de sus inseguridades continuas, debía también de haber supuesto cómo Jimin actuaría frente a esa "nueva situación". Natural e imperturbable. Las sonrisas no se iban ni tampoco los leves toques en su cabello, hombros o cuello. Juguetón, divertido y relajado como siempre.
Era el típico chico cool que no perdía su compostura por nada ni nadie, pero cuando los demás se volteaban y dejaban de mirar, aprovechaba a escabullir sus labios por sobre los de Jungkook, dejándole paralizado y jadeando.
Si Yoongi había dicho que quería que se quitase la vergüenza, se preguntaba si a eso se refería. Últimamente estaba abriéndose camino demasiado rápido hacia el mundo exterior. La vergüenza era algo implantado muy profundamente en él, pero podía sentir cómo poco a poco Jimin se llevaba todo eso.
Sin prisa, pero sin pausa, se volvieron costumbre los instantes donde Jimin le acorralaba en la habitación, poniendo sus rostros muy cerca, respirando sus alientos y besándose luego. Siempre que nadie pudiese verlos, Jimin parecía sólo tener los segundos contados para escurrir poco a poco parte de su esencia en él.
Para el menor todo era terreno sin explorar. Al principio sus manos quedaban estáticas sobre el pecho del contrario cuando éste asaltaba sus labios suavemente.
Teniendo en cuenta su personalidad y la de Jimin, no era fácil para él abrirse paso frente a alguien con la experiencia del mayor, así que Jungkook simplemente comenzó a imitar, copiar los pequeños detalles y también generar los suyos propios. Algo que le gustaba hacer era colocar sus manos a cada lado del rostro de Jimin y acariciar sus mejillas con sus pulgares.
A veces sólo eran segundos, donde Jimin le besaba intensamente, se separaba de él con una sonrisa y desaparecía como si de un acto de magia se tratase, dejándole a punto de escupir el corazón.
Pero a pesar de que Jungkook estaba ingeniándoselas para descubrir qué se sentía finalmente experimentar besos con alguien, la confusión era parte de la ecuación.
Las semanas pasaban y él había estado besándose con un chico y sintiendo que le agradaba demasiado.
Le dejaba tan atontado que no podía llegar a ninguna conclusión certera, Jungkook sólo vivía y reaccionaba chispeando con cada beso y caricia sin cuestionarse absolutamente nada porque su mente entraba en estado de latencia, se congelaba y dejaba de razonar. Hasta que en algunos momentos los pensamientos de "¿Qué es esto?" eran más recurrentes cada día. No tenía idea ni de dónde estaba parado.
"¡Tu experiencia en relaciones es nula, Jungkook!" se recordaba cada vez que hacía el intento de acomodar los cables enredados. Y es que era más que entendible, todo era demasiado nuevo para él.
Sin embargo, había cosas peores. Porque lo que realmente le mantenía en un constante dilema era que no podía evitar quedarse tranquilo cuando Jimin se iba por las noches. Era la incomodidad en su estómago y la sudoración en las yemas de sus dedos que se lo hacía saber. Y entonces no lograba dormir hasta que el mayor volvía.
Muchas veces se le había pasado por la mente decirle a su amigo Yoongi sobre aquella situación, pero la realidad era que algo dentro suyo le decía que era mejor que no lo hiciera, al menos de momento. Se sentía apenado y todavía no quería armar revuelo frente a algo de lo cual no estaba seguro ni de qué se trataba. Prefería ver por sí mismo cómo resultaban las cosas.
Una de aquellas noches, Jungkook volvió a despertarse y a sorprender a Jimin en la cocina. Al principio no sabía qué decirle, sólo le inventaba excusas sobre que no podía dormir por los nervios de los exámenes, le quedaba sólo una semana para el examen preliminar, el cual sería el primero de dos y le permitiría ver cómo iba con los contenidos que había estado trabajando ese tiempo.
Si bien era cierto que el tema le tenía lo suficientemente nervioso como para privarle horas de sueño profundas, la principal razón de sus despertares eran la gran atención que inconscientemente prestaba a su alrededor cuando Jimin estaba en el terreno.
El mayor intentaba hacerle entender que sus exámenes irían bien. Sus compañeros notaban lo determinado que era el menor en estudiar, trabaja duro día y noche, constantemente rodeado de sus libros.
Jimin le sonreía con una mano apoyada en su cuello para rozar suavemente su piel con el vaivén de su pulgar y le decía con voz calma: "Ten más confianza en ti". El toque y su tono de voz eran tan cercanos, tan íntimos que disparaban el rubor en los pómulos del pelinegro. Asentía tímidamente. Si tenía que ser sincero en un cien por ciento, admitiría que lo único que le importaba en ese momento era que Jimin le estaba acariciando e intentando animarle.
No era el contenido, no le interesaba que le asegurase con una mano en el corazón que le iría bien en los exámenes, a él le interesaba que el mayor quería consolarle.
- Debes convencerte de que eres capaz de hacer todo lo que te propongas. El miedo es la mayor limitación en nuestro camino de ser quien realmente queremos ser.
Jimin apoyó ambas manos contra el borde de la encimera dejando al menor sin escapatoria mientras se le acercaba al rostro con una media sonrisa y mirada autosuficiente. Le gustaba poner a Jungkook contra la espada y la pared, acorralarle tanto física como sentimentalmente. Verle sonrojarse o bajar la mirada pensando en que así podría protegerse, pero Jimin era demasiado directo y no le dejaba pasar esas cosas tan irresistibles por alto.
Tampoco pasaba por alto cómo mordía su labio inferior con fingida inocencia. Jungkook comenzaba a entender poco a poco el juego de Jimin, y a éste le encantaba que se animase a jugar.
El gesto del labio equivalía a un beso y ambos lo sabían. Jungkook lo hacía y así recibía lo que quería.
Un beso era suficiente para apagar todos los estímulos externos y encender los internos en ambos. Ninguno pensaba en nada que tuviese la capacidad de preocuparles y hacerles sentir prisioneros. Sus respiraciones se hacían una y a ritmo lento, y eso era suficiente para liberarse.
- Y si no confías en ti... sólo pídelo... - apenas se alejó de sus labios, sus alientos aún se sentían sobre la boca del otro. Jungkook abrió los ojos un poco.
- ¿Pedirlo...?
- Al Universo. A él.
- ¿Él? – frunció sus cejas en una expresión algo perdida - ¿Quién?
- Tamon.
- ¿Tamon?
Nuevamente aparecía aquella palabra curiosamente sonante.
Los ojos de Jimin le miraban con serenidad, con una de las comisuras de sus labios levemente alzada, siempre con esa expresión tan atrayente que le llenaba de hormigueos en todo el cuerpo.
Pero, ¿quién era Tamon?
- Lo que desees, piénsalo con todas tus fuerzas, mentalízalo, y háblale. Él no está allí arriba – señaló con sus ojos al techo, haciendo referencia al cielo – Él está aquí – tocó su pecho – y aquí – luego su cabeza.
- Pensaba que no creías en nada... - alzó las cejas sorprendido haciendo al contrario reír y volver a acercarse hasta casi pegar sus labios.
- El concepto de creer es muy relativo... - su voz sonó baja y sedosa - personalmente pienso que todos creemos en algo. Sólo imagínate algo más grande a todo lo que conocemos, y algo más grande que Dios. El bien y el mal que todos tenemos, dispuesto a albergar todas esas partes de nosotros sin obligarnos a deshacernos de ninguna de ellas. Si basas su creencia en ello, no hay nada que limite y desperdicie partes de tu ser, nada que te haga sentir perdido o desencajado. Sólo eres tú mismo, tú y todo lo que quieras ser. Y entonces, eres más que todo. Más que Dios.
La convicción y la seguridad no eran simples atributos, eran dones. Eso pensó Jungkook mientras las palabras de Jimin se perdían en el silencio de la cocina y en la profundidad de su cerebro. Y como si el ciclo volviese a repetirse, se encontraba con otra puerta siendo abierta, dando un paso hacia el exterior. Si se hubiera puesto a pensar al menos por una segunda vez cómo era que Jimin podía ser de la manera que era, como una clase de tormenta imposible de detener, hubiera quizás descubierto que había algo detrás de ello. Algo grande. Algo más grande que él, que ambos.
Era la auto-aceptación la que permitía que Jimin se desenvolviera sin limitaciones en todos los aspectos de su vida, lo que principalmente le definía. Y también, lo que principalmente había dejado atrapado en él a Jungkook. Y allí, detrás de Jimin, estaba Tamon.
Suspiró con un aire de entendimiento mezclado con agobio, cosa que Jimin comprendió y le sonrió. Encerró el labio inferior de Jungkook con sus dientes, tirando un poco de ellos para luego lamerlo, dejando al menor al borde de perder la respiración.
- Olvídate de lo que te hicieron creer. De todo lo que te hizo sentir menos que el resto – volvió a besarle – Eres increíble, Jungkook. Fantástico. Hermoso. Inteligente. Brillante. Dilo. Di que eres todo eso.
Los ojos negros de Jungkook brillaron, el éxtasis bombeando en su corazón hacia sus venas. Quería escucharlo. Quería escuchar aquellas palabras nuevamente, y quería creerlas. Se oían tan bien, tan dulces y tan poderosas. En serio quería.
Y, por otro lado, Jimin podía verlo. Los ojos de Jungkook tenían un vacío tan oscuro que parecía un agujero negro en medio de una galaxia, porque de repente percibió esa hambre, esa necesidad. Podía verlo, Jungkook quería. Quería todo. Quería esa pequeña distancia entre ellos, quería sus manos sobre su cuello o serpenteando en su cabello, quería escuchar de su boca palabras de aliento, quería que le dijera todas las cosas que él no podía creer. Y quizás, de esa manera, algún día terminaría creyéndolas.
- Que no te de vergüenza. Sólo estamos tú y yo – le reconfortó.
- Yo soy... - comenzó y Jimin le guio.
- Fantástico, hermoso.
- Fantástico, hermoso – repitió murmurando en los labios del mayor.
- Inteligente, brillante.
- Inteligente – su voz se volvió más suave al sentir las manos de Jimin acariciando sus mejillas – Brillante.
- Así es... debes quererte... - susurró y juntó sus labios.
Dios santo.
Parecería exagerado si lo decía en voz alta, pero anhelaba cada beso de Jimin como si fuese un premio incomparable. Bueno, lo era. No había nada como eso, eran los primeros labios que probaba, pero también sabía que eran los únicos que le interesaban probar. Era su cosa favorita de hacer en ese último tiempo, sentir la boca del mayor contra la suya, la humedad de su lengua.
Cuando se separó sintió lo mismo de siempre, bajando sus pies a la tierra, cayendo en paracaídas amortiguando la caída, pero sintiendo la bajada de la adrenalina.
No se sentía bien.
Más. Necesitaba. Más.
- Debo irme, Jungkookie – anunció, mirando la hora en la pantalla de su celular.
- ¿Irte? ¿No puedes... quedarte?
Se sintió desconcertado, había olvidado la razón por la cual Jimin estaba despierto a esas horas. El tiempo había pasado como si nada y había perdido noción de por qué estaban allí en primer lugar. Y no quería que se fuera.
Quédate.
- No, no puedo – negó con la cabeza y se enterneció al ver el leve puchero del otro, probablemente inconsciente – Pero si me esperas despierto... podemos desvelarnos juntos. ¿Quieres? – sugirió.
- Está bien.
Jungkook hubiera querido un beso más, pero su hyung sólo sonrió, le dejó una caricia en su mentón y se retiró.
Suspiró.
Quedarse en la cocina a solas se había sentido raro luego de un momento tan íntimo entre ambos. La retirada del pelinaranja ya estaba predestinada, pero esperaba que no se fuera si él estaba allí buscando su atención. Pero al final lo había hecho.
Se había ido a tener sexo con varias personas.
Eso aún iba más allá de lo que su mente podía asimilar. No podía evitar sentir curiosidad, y como aquella que mata al gato, Jungkook había estado desde hacía pocas semanas viendo orgías en videos porno para comprender qué era lo tan especial que Jimin le veía a eso.
Para él era demasiado, pero las imágenes sucias que su cabeza había creado poniendo a Jimin en medio de toda la discordia no le habían dejado en paz.
Había estado el último tiempo no sólo leyendo sobre la sexualidad e intimidad sino también viendo pornografía. En esos momentos la culpa le atacaba, como si estuviese haciendo algo malo. Era justo el instante indicado para recordarse tantas cosas que Jimin le había dicho en varias ocasiones.
"Es parte de nuestra naturaleza. No es algo malo".
A veces tenía miedo de si quiera imaginarse lo que su madre pudiese llegar a pensar. Ella le había criado dulcemente desde pequeño. Era la típica madre que le contaba cuentos cuando él no podía dormirse a la noche, y aquella que le preparaba el almuerzo para llevarse a la escuela. Entonces, a veces sentía que él no era el chico que ella hubiera esperado que él fuera.
Pero, por otro lado, Jimin tenía razón. Había estado suficiente tiempo perdiéndose de cosas que la mayoría de los chicos de su edad ya habían vivido en su adolescencia. Quería ver el mundo por medio de sus propios ojos y juzgar él mismo por su experiencia. Yoongi también le había dicho aquello.
Jimin se iba religiosamente todos los martes, jueves y domingos por la noche. Se daba el lujo de tener aquellos horarios porque dormía un poco más por las mañanas y entraba más tarde a la universidad.
A Jungkook le llamaba la atención lo tan rutinario que era el sexo para el chico, o más bien lo tan "organizado", sin dejar pasar ninguno de esos días que parecían estar tallados en su agenda con marcador indeleble.
Lo admitía por sus adentros, no quería que se fuera, pero entendía que las relaciones sexuales eran necesarias para cualquier ser humano, aunque en su caso era diferente.
Sin embargo, tomó la propuesta de Jimin, se quedó en la cocina y mató el tiempo tomando jugo que había en la nevera y unos brownies guardados en un recipiente de vidrio. Esperaba que Hoseok no se enojase por robarle un par, pero con probar uno se dio cuenta que estaban deliciosos y no pudo evitar comer dos más.
Cuando Jimin llegó a la casa una hora después, más temprano que otras veces, desvió su mirada en dirección a la cocina notando la luz aún encendida.
La puerta de la cocina que daba al jardín trasero estaba abierta y cuando salió para ver se encontró con Jungkook tendido boca arriba, mirando al cielo estrellado y moviendo sus manos sobre el césped del jardín.
El mayor se aproximó al chico y posicionándose de pie a la altura de su cabeza le observó con curiosidad, pidiendo una explicación con su mirada.
- ¿Qué haces aquí? Creí que estarías en la habitación...
- Estaba esperándote – su sonrisa era algo floja, al igual que su mirada - ¿Alguna vez sentiste lo suave que es el césped? Es como acostarse sobre un gran peluche de felpa – cerró sus ojos mientras seguía acariciando el manto verde debajo de sus palmas. Jimin arrugó la nariz y luego rio.
- Estás actuando extraño, ¿qué sucede?
- ¿Extraño? No – negó de inmediato – Tú eres el que actúa extraño, allí parado de cabeza.
- ¿Qué?
Se carcajeó frente a las cosas locas que Jungkook decía. Sí, quizás desde su punto de vista, allí en el suelo, el menor le veía volteado de cabeza, pero el que estaba de cabeza parecía más bien él.
- ¿Has estado bebiendo?
- ¿Me acusas de borracho? – abrió los ojos grandes tirando sus labios hacia delante, viéndose gracioso – Claro que no... sólo... se siente demasiado bien.
- Yo que tú no bebería estando solo... mira las cosas que pasan, ya hablas extraño.
- No he bebido nada – frunció su ceño con algo de enojo – He tomado jugo y comido brownies mientras te esperaba eternamente.
- Sólo me fui una hora.
- ¿Te lo has pasado bien?
Jimin ladeó su cabeza, el tono de Jungkook repentinamente sonando desanimado, a niño pequeño triste. Sonrió, pero luego su entrecejo se frunció.
- Espera, ¿Has dicho brownies?
- Sí, los de Hoseok. Deliciosos.
- Oh, Jungkookie – se rio divertido, negando con la cabeza y arrodillándose más cerca del menor – Esos brownies contienen marihuana. Estás drogado.
- ¿Drogado?
- Sí, Jungkookie. Drogado, por primera vez en tu vida. No me extraña que estés tan raro.
- ¿No te gusta? – preguntó, y su hyung alzó una ceja.
- De hecho, me parece muy tierno que hayas sido tan inocente de pensar que eran brownies normales.
- ¡¿Pero quién demonios tiene brownies con droga en la nevera?! - exclamó sentándose rápidamente para mirar directo a los ojos del otro.
- Alguien como Hoseok – respondió entre risas – Lo siento, la próxima le diré que los deje lejos del alcance de los niños.
Alzó sus cejas, su expresión era burlona pero lejos de hacer enojar a Jungkook más bien le hizo acercarse aún más al pelinaranja.
Quería besarlo, quería besarlo tanto. Aparentemente sí estaba drogado, porque la sensación era más difícil de controlar. Volaba alto, demasiado.
Quería. Pero no se animaba.
Simplemente se le quedó mirando hasta que el mayor habló.
- Vamos arriba, iré a ducharme y luego podremos charlar desde la comodidad de nuestras camas y dormir.
- Pero no quiero dormirme.
- No lo haremos entonces, hablaremos hasta que tengas sueño. Vamos – Jungkook le miró risueño.
Jimin le había tomado de la mano y ambos caminaron hasta la habitación. En todo el momento Jungkook se mantuvo callado, pero sonriendo para sí mismo mientras el mayor no le prestaba atención. Sentía el cosquilleo en su estómago más fuerte de lo normal.
- Jimin... eres muy lindo - le susurró con una sonrisa tímida. El mayor sonrió, reprimiendo una risa complacida, intentando no hacer mucho ruido.
- ¿Ah, si? – alzó una ceja.
- Sí... me gusta cuando sonríes, y me gustan tus labios... tan suaves...
- Quizás debería tomar mi celular y grabar esto antes de que estés sobrio y te arrepientas – pensó en voz alta, sin poder creer que Jungkook le estaba diciendo esas cosas.
- Eres muy lindo. ¿Cómo le haces para ser tan lindo?
Ah, Jimin sentía todo su cuerpo regocijarse por la forma que Jungkook le hablaba con ronroneos y sus ojitos medio cerrados. Mierda.
Necesitaba invocar todas sus fuerzas internas para no hacerle todas las cosas con las que su mente fantaseaba. Debía mantener la mente en frío, venía de follar, pero aun así le quedaban energías para pensar en cómo sería acostarse con Jungkook, y es que claramente sería distinto a todo lo que estaba acostumbrado. Como todo lo que era el menor.
El pelinegro, ignorante a los deseos impuros de Jimin, sentía cómo por momentos parecía flotar en el aire, como una hoja en otoño, con gracia y suavidad.
Estaba fascinado, tanto que sentía que la risa se le salía sola por lo divertida que era la sensación.
El mayor le había hecho sentar en la cama, acariciándole el cabello y diciéndole que se portara bien.
Le observó buscar su ropa en sus cajones. Todo en lo que pudo pensar fue que probablemente iba a ducharse porque había estado teniendo relaciones con otras personas. Para bien, el efecto de la marihuana le había hecho olvidar lo que Jimin había estado haciendo fuera de la casa. El recordarlo fue como un baldazo de agua fría.
- No me tardaré, no hagas lío – le sonrió y guiñó el ojo, peinando hacia atrás su cabello anaranjado y yéndose de la habitación.
El gesto le hizo removerse un poco en su lugar, sintiéndose inquieto.
Tenía que esperar nuevamente por el mayor, así que no se le ocurrió mejor idea que poner algo de música en la habitación. No tenía para nada de sueño a pesar de ser de madrugada, se sentía alegre y más lo estaría cuando el mayor volviese.
Sentía ganas de bailar y cantar, cosa que no era normal en él, al menos no desde que su madre había fallecido, quien le incitaba a bailar y cantar de niño. El deseo de cantar, algo que a él solía gustarle, se había visto opacado por el peso de su angustia desde entonces.
Pero allí estaba, en ese mismo instante era capaz de sentir cómo una leve chispa de entusiasmo se encendía en todo su cuerpo y crecía mientras ponía un disco en el pequeño toca-disco de Jimin. Su padre tenía uno, así que sabía perfectamente cómo tratar con esa reliquia.
Procuró no ponerlo demasiado alto para evitar despertar a sus hermanos, y a penas la primera canción comenzó a sonar, con David Bowie a la cabeza de esa melodía, comenzó a bailar, murmurando la letra de la canción y a partir que pasaban los segundos su voz se hacía más clara hasta armonizar desde el fondo de su corazón.
Movió su cuerpo como le salía, no era un gran bailarín, pero simplemente en ese momento sentía que quería divertirse en la intimidad de su habitación y sintiendo en cada fracción de su cuerpo aquella agradable sensación de despreocupación que la marihuana le traía. Sincronizó sus movimientos con la música, y su corazón latía al mismo ritmo. Se sentía como un niño, un niño que no había perdido a su madre, como si aún la tuviese para siempre y no se hubiese llevado nunca la felicidad con ella.
Daba saltos, movía sus caderas, sus brazos y su cabeza.
Jungkook comenzaba a comprender las ventajas de vivir solo, de estar por su cuenta. Amaba a su padre tanto como a su madre, pero se sentía tan diferente estando solo. Quizás era la marihuana, o quizás sólo era que había tenido lo que necesitaba para soltar ese espíritu de alegría que había quedado enterrado muy lejos los últimos años de su vida.
Ese último tiempo había vivido nuevas experiencias, y para su sorpresa había logrado sobrepasar los obstáculos sociales que en el pasado evitaba. Los Alphas le había dado la bienvenida, y él poco a poco pudo hacerse un lugar allí.
Pero por sobre todas las cosas, había encontrado a un chico que jamás hubiese conocido de no ser que había decidido hospedarse en ese lugar. Y nunca hubiese imaginado que sería su compañero de habitación quien le daría su primer beso, ni el segundo, ni el tercero, ni todos los besos que habían estado compartiendo en ese tiempo.
A partir de allí, podía sentir su vida cambiando, moviéndose a la velocidad de la luz como una estrella fugaz, sintiendo que era capaz de convertirse en un héroe, en alguien importante. Había saltado los muros, había sobrepasado miedos e inseguridades, y a pesar que eso apenas comenzaba, podía sentir el increíble camino que tenía por delante.
Y todo aquello era gracias a sus compañeros y a Jimin, quien le enseñaba cada vez que podía cómo era el mundo frente a sus ojos. Todo lo que él había aprendido de su familia, de Tamon.
Pasó de sentirse como un don nadie, a sentir que tenía la posibilidad de ser alguien importante.
Se sentía tan bien, tan divertido y animado, con el calor llenando sus venas con la fuerza de la música flotando en la habitación.
Reía solo en su habitación y tal vez si su padre le hubiera visto le diría que estaba loco.
No estaba loco, sólo estaba drogado. Drogado y feliz.
- ¿Qué haces? – la voz de Jimin le sorprendió, obligándole a voltearse con rapidez y quedarse quieto como estatua.
El mayor estaba apoyado sobre el marco de la puerta con toda su atención sobre él. Sobre Jungkook y su cuerpo semi-desnudo, conservando sólo sus bóxers.
Jungkook había estado diez minutos bailando sin parar, entrando en calor hasta sudar, hasta que terminó por deshacerse de toda su ropa.
Y por otro lado, Jimin sólo había aparecido allí con su cabello mojado y con ropa limpia sin esperar encontrarse al menor casi al desnudo. Pensó en que no debería de haberse puesto ropa, en que en todo caso tendría que haber invitado al menor a ducharse con él ahora que estaba acalorado y sudado, aprovecharía a hacer de las suyas con el cuerpo moldeado de Jungkook.
Pero no podía, tenía que morderse la lengua y atarse las manos mentalmente. Jungkook era demasiado peligroso. Le enviaba fuera de su cabeza, le descontrolaba por momentos donde sabía que tenía que respirar profundamente para controlarse.
Se relamió los labios saboreando su propia ansiedad, la piel de Jungkook se veía demasiado hermosa, blanca y sutilmente perlada por el sudor.
Recorrió con sus ojos todo espacio con piel descubierta, la forma de sus piernas, su zona abdominal marcada, incluso la forma de su ombligo, el color de sus pezones, sus clavículas marcadas y hombros sensuales.
Le recorrió entero hasta prestar atención a las mejillas rosadas, al labio interior fuertemente apresado contra sus propios dientes, a sus ojos negros conectando con los suyos en el espacio que los separaba y llamándole de manera insana. La música seguía sonando de fondo, pero parecía lejana en su mente.
Jimin pensó en demasiadas cosas en ese momento, y no le gustaba lo tanto que sentía a Jungkook arrastrarse bajo su piel con sus ojos inocentes. Se preguntaba qué clase de sentimiento era ese, que tanto se asemejaba al pánico ante lo desconocido.
El problema de Jimin era la impulsividad, era aquel tipo de persona que se metía en la boca del lobo porque el placer del peligro le generaba adicción. Lo mismo aplicaba para lo prohibido, algo que era imposible que no le invitase a probarlo.
Y Jungkook era lo prohibido.
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