Capítulo veinte: "El sentido de ese amor"

Luego de tanto tiempo atravesando situaciones tensas y ásperas, como la discusión con su hermano menor; la desconfianza y agresividad de algunos de sus compañeros, específicamente cierto albino; y haberse podido encargar de ellas tan exitosamente, por fin había llegado algo que tanto el rubio, como probablemente el demonio también, necesitaban casi con urgencia: Paz. Algo de tranquilidad y no estar pensando en que esta se les fuera a escapar a cada rato entre los dedos como si de simple agua se tratase.

Kyōjurō estaba consiente de que ese sentimiento podría terminar siendo pasajero, pero no podía evitar querer que este aunque sea dure un tiempo más de lo que duraron los otros. No quería ver otra tormenta hasta quien sabe cuánto tiempo pase después. Quería pasar tiempo con Akaza y no preocuparse por las noches en las que este se va de su lado para fingir todavía servirle a Muzan.

Su única calma es el tiempo en el que Akaza regresa a su lado para colarse en el futón y acostarse juntos. Quería seguir disfrutando esa paz y mirar al demonio que se encontraba entre sus brazos.

Y eso planeó hacer cada noche que tuviera disponible y donde se encontrara con suficiente energía para hablar con él. ¿Por qué mencionar ese detalle? Porque para aprovechar el tiempo del día, entrenaba con su tsuguko, escribía cartas a su excompañero Tengen para mantener la comunicación incluso luego de su retiro, al igual que también a sus compañeros actuales; y además también trataba de hablar con su hermano menor más que antes, incluso haciendo el esfuerzo de volver a cruzar más palabras con su progenitor y sentir que nuevamente estaba junto a alguien que con gusto pudiera llamar "Padre", no solo por el compromiso que les daba la sangre que compartían.

Puede ser un detalle que por el momento parecerá ser muy aparte, pero uno de los temas que trataba de tocar con el mayor de la familia, era su "amigo", Fujioka Yasahiro. Quien para el primogénito de los Rengoku, era prácticamente un misterio por lo poco que le contaban de él, a pesar del cariño con el que, por ejemplo, Senjuro lo nombraba cada que volvía de visitar a sus amigos. Poco y nada de información, pero igualmente le llenaba tanto de ternura como de intriga por cada comentario.

Le preguntó a su padre, y todo lo que le dijeron era que él, aparte de ser un alfa, era un hombre que trabajaba en una florería y aunque podría ser un tanto "irritante", a la par podía ser una persona amable. También le dejó el comentario de que lo había conocido cuando Shinjuro se encontraba en la adolescencia y que recién ese año se volvían a ver. ¿Interesante? Se atreve a decir que sí, ¿satisfecho por tener por fin un dato de esa persona aparte de su nombre y apellido? Medianamente, ya que su padre le dijo que la historia se la contaría a detalle una vez que Fujioka tuviera tiempo libre para poder ir a visitarlos y contarle la anécdota más a gusto.

Una condición que perfectamente podía entender y que por ello se obligó a tratar de ser paciente y no mostrar lo ansioso que le ponía el poder escuchar anécdotas de la juventud de su padre. Pero bueno, dejando eso de lado por un momento, no pudo evitar pensar en que la mención de Fujioka le resultaba una distracción perfecta para cierto tema ¿Qué tema? Simple:

El pensamiento, últimamente intrusivo, de lo que le podría pasar a Akaza cada noche que se va y cada día que no regresa a la finca, hasta el siguiente anochecer. Dijo que era un tema que quería evitar pensar ¿Cierto? Pues claramente falló de una forma horrible, luego de una que otra noche que no pudo pegar el ojo a gusto hasta por lo menos el transcurso de una hora y media, como mínimo.

Se atrevería a decir que nunca se había preocupado tanto desde que se acompañan, pero no podría estar seguro. Cosa que ahora que lo piensa, realidad suena "estúpida", por estar comparando una reunión entre él, Akaza, su líder, luego sus compañeros, y al final presentarlo con su familia; con reuniones aparentemente frecuentes con la raíz de los demonios, Kibutsuji Muzan. ¿Por qué perder el tiempo pensando en qué le dio más miedo, cuando la respuesta, se supone, es obvia?

El poder que tiene la mente para buscar cosas en las que distraerse de las que le agobian, es simplemente impresionante. No pudo evitar suspirar al sentir que por esos pensamientos perdía el tiempo, aunque fuera de eso había poco y nada que realmente pudiera hacer, aparte de simplemente esperarlo despierto, o sorprenderse al verlo dormir entre sus brazos como un minino que buscaba calor.

Y cuando lo descubría de esa manera, el otro poco que podía hacer aparte de suspirar, era acaciar su cabello y apegarlo más a él mientras cubría mejor su cuerpo con las mantas para darle un poco más de calor al cuerpo ageno; junto a un beso en la frente que esperaba que aunque el demonio se encontrara hundido en sueños, pudiera transmitirle el mensaje de haberlo extrañado.

Sí, junto a la preocupación también había llegado la sensación de echarlo de menos, pero Kyōjurō solo pudo pensar que tendría sentido luego de estar tanto tiempo juntos y ya no poder estar acostumbrado a pasar tantas horas lejos de él. No pudo evitar preguntarse si Akaza sentía lo mismo, pero trató de buscar una respuesta en las acciones del demonio al observar que este también quería aprovechar el tiempo que pudieran pasar juntos antes de una posible tormenta.

Disfrutar el tiempo que pasaban sentados en el engawa viendo la luna, tomados de la mano, entrenando en el jardín, hablando de cualquier cosa o acostados en su futón, disfrutando la calidez del otro. Cada momento así era precioso para el rubio, y por la sonrisa del demonio, definitivamente también debía serlo para él.

Le gustaba que así fuera. No, no le "gustaba", le encantaba. O probablemente más que eso.

La imagen del demonio sonriendo luego de unos minutos en los que permaneció con la cabeza apoyada en su hombro, la tranquilidad y el cariño que lograban transmitir las ventanas del alma, y la paz que sin esfuerzo le hacía sentir con cada mirada que podían o no cruzar... la sensación es inefable, pero perfectamente podría quedarse mirándolo por quién sabe cuánto tiempo, intentando hayar las palabras adecuadas para expresar lo que sentía su corazón.

"—¿Sucede algo, Kyōjurō?" —interrumpió sus pensamientos con un tono más tranquilo que juguetón, todavía sonriendo, inclinando la cabeza para reflejar más adecuadamente su intriga y probablemente darle una indirecta de que la respuesta la espera lo más pronto posible.

Bien, acababa de interrumpir el pequeño propósito que se había puesto el rubio, pero no era nada de que preocuparse. Se vería demasiado raro quedársele viendo prácticamente embelesado por varios minutos sin decir ni una sola palabra, y él no buscaba incomodar a Akaza, aunque su único consuelo sería escucharlo reír luego de sacarlo abruptamente de su trance. Le encantaba su risa.

"—No, en absoluto, ¿Por qué?" —devolvió la pregunta mientras intentaba lucir lo más "normal" posible, o al menos en lo que se pudiera con relación a aquella palabra. Cruzando las piernas sobre el engawa para mirar más atentamente al demonio y dejar de un lado su faceta de distraído.

"—Te quedaste callado de la nada y además me estás mirando mucho".

"¿Cómo no mirarlo en un ambiente tan hermoso como este?", fue una pregunta que llegó a la cabeza de Kyōjurō apenas lo escuchó, antes de soltar un respiro.

"—Bueno, solo estaba pensando, además ¿Algún problema con que te mire? ¿Te incómoda? Dímelo, por favor". —pidió, quizás mosntrando un poco más de preocupación de la que se esperaba. Eso solo hizo reír levemente al demonio. Aunque al cazador no le pareció tan gracioso.

"—No, no me incómoda, pero me parece... curioso de parte tuya".

"—¿Curioso? ¿Por qué?".

"—No eres muy silencioso normalmente". —bien, tiene un muy buen punto.

"—De acuerdo, lo admito... pero a ti también te pasa ¿No?" —y por supuesto que él también tiene uno. Akaza amaba hablar, lo sabía, y aún así había elegido disfrutar el silencio una vez que sin darse cuenta ya no habían más palabras que decir.

"—Oh, genial, entonces me lo contagiaste" —se atrevió a culparlo antes de reírse por también compartir aunque sea unos cuantos momentos de silencio—, "pero bueno, entonces, para dejar el silencio ¿Qué estabas mirando tanto, Kyōjurō?".

"—Tu sonrisa. Me gusta mucho verla ¿Contento?". —respondió sincero, observando como Akaza llegó a parece extrañamente sorprendido por fijarse en eso y no necesariamente en otra parte de su rostro.

"—Bueno, ¿Cuándo no me ves sonriendo?".

"—Afortunadamente muy pocas veces".

"—Bien, buen punto. Mírala tanto como quieras, te aviso que la provocas tú".

"—Entonces seguiré haciéndolo".

De esa manera podría verla toda la noche, y si se pudiera, todo el día, aunque implique quedarse horas en su habitación o cualquier lugar de la finca que cubriera la sombra.

Esas eran sus únicas intenciones hasta que una noche se dio cuenta de lo mucho que miraba, no solo la sonrisa de Akaza, sino sus labios en general.

Ni siquiera se dio cuenta de cuándo empezó a hacer eso, pero en algún momento de cada conversación que tenían, sus ojos se desviaban aunque sea por una fracción de segundo a estos, y no solo una vez durante esos momentos, ni siquiera tenían que estar en una conversación para que eso sucedería.

Podían estar comiendo y Kyōjurō podría limpiar la boca de Akaza cuando este se manchara con sangre, quizás poco relevante aclarar si era de un animal o incluso suya, y una de las cosas en las que pensaría: era en la pena que le daba que estos se mancharan de esa forma; pero dejaría el pensamiento de lado una vez Akaza le sonriera y le diera las gracias por esa pequeño detalle.

Aunque si se debía tocar una situación diferente, entonces podría pensar en las noches en las que Akaza se quedaba dormido mucho antes que él, a nada de acurrucarse en sus brazos, tan tranquilo que le costaría creer que se trataba del enérgico demonio que adoraba pelear. Su expresión tan apacible era difícil de utilizarla para llamar a la persona que era "Akaza", pero no imposible, ya que solo era una faceta suya.

Su rostro relajado le permitía poner atención a todo lo que sobresaliera aparte de sus rasgos. Las líneas que cruzaban por su rostro, sus largas y hermosas pestañas rosadas, y lo que más atraía su atención últimamente: Sus labios. No iba a disimular lo mucho que ya quería llegar a nombrarlos, andarse con rodeos nunca ha sido lo suyo al ya saber lo que quiere.

Y lo que quiso esa noche, fue simplemente tocarlos y ver si eran tan suaves cómo parecían. No sería la primera vez que se acerca al rostro del demonio, pues como ejemplo ya había tocado sus pestañas una vez, pero la diferencia estaría en que en una situación así, lo más probable es que todo se torne incómodo... y además acompañado con una tensión que él no sabría describir, pero que hace ya rato muchos que los veían juntos parecían notar.

Lo mejor era actuar de una vez y simplemente quitarse las ganas apenas pudiera, rogando por que Akaza no desperara y le interrogara sobre sus muy raras acciones. Con calma, lo primero que hizo fue acariciar la mejilla ajena con sus dedos, antes de colocar gentilmente su pulgar sobre los labios de su querido Akaza.

Eran suaves, demasiado, y quizás por ello fue que le dio una caricia más de la planeada, trazando un pequeño camino con la llema de su pulgar por la comisura de estos; pensando en que probablemente al ser un demonio era que la piel no se encontraba agrietada o dañada en absoluto, ni siquiera seca. Por un momento pensó que podría tenerle cierta envidia al pelirrosa, pero ¿Por qué no mejor alegrarse por él? La sensación al tacto es agradable, una suavidad que perfectamente podría presumir si se le daba la gana de hacerlo.

Si debe ser sincero, le gusta esa idea. Le gusta la suavidad que su pulgar está sintiendo... simple y sencillamente se atreve a decir que le encanta.

O quizás mejor dicho, algo mayor que eso, la ama. Ama la suavidad de Akaza.

¿Hace cuánto que no utilizaba esa palabra cuando las demás se le quedaban cortas?

No estaba seguro, pero ahora que pudo tenerla nuevamente en la punta de la lengua, solo pensaría en tratar de usarla lo más posible para describir las situaciones que pasara con Akaza. Ya sean presentes, pasadas o futuras.

Y en el caso que estaba por recordar ahora, podría llamarla pasada. ¿Qué situación era en específico? Una que iba ligada al los pensamientos que no quiso tener en su cabeza. Amaba la calidez que Akaza le brindaba en las noches y se veía totalmente incapaz de no poder echarla de menos cuando este se veía obligado a dejar su lado.

Suspiros cansados y hasta frustrados salían de la boca del rubio mientras observaba el vacío en las mantas de su futón. Era simplemente desagradable, pero algo que a la par era perfectamente capaz de soportar, como para ya estarse quejando. Lo sabe, sabe que puede aguantar una ausencia.

Pero realmente odia extrañar a la gente.

Rara vez se veía capaz de usar esa palabra para describir algunas cosas, pero esta definitivamente era de las que más detetestaba con todo su ser. Algunos podrían experimentar melancolía, él también, por supuesto; pero el odio sorprendentemente era mayor. Y en lo único que podía pensar para calmarse, era en lo que siempre pasaba al final.

La imagen en la que Akaza volvía, le sonreía, lo ponía al tanto de todo lo sucedido y le comentaba que no se preocupara por más cosas. Al final terminaba por hacerle caso, pero su reciente lado egoísta solamente podía pensar en que no era suficiente.

No saciaba el deseo de tenerlo a su lado, con él.

Un suspiro salió de su boca, llamando la atención del demonio que, para su fortuna, lo acompañaba en ese momento.

"—¿Qué sucede?". —preguntó su acompañante, acurrucado a su lado.

"—Te estoy extrañando más de lo que debería". —se sinceró sin problemas, conectando su mirada con la razón de su actual pesar. Sacándole una no exagerada sorpresa con esa declaración.

El contrario sonrió con una ternura que solamente el rubio conoce, eliminó la ya de por sí inexistente distancia entre ellos y procedió a hablarle.

"—Sabes que vuelvo casi cada noche contigo".

Lo tiene perfectamente claro, pero es ese "casi" lo que le deja aquella desagradable espina clavada.

"—De todos modos no puedo evitarlo. Además, también estoy algo preocupado... de que te pueda suceder algo mientras estés fuera".

El nombre de Kibutsuji Muzan de más habrá resonado en la cabeza del pelirrosa, pues no por nada su sonrisa se había borrado y su mirada se mostró más atenta a la conversación.

"—¿Tienes miedo de qué 'él', inferfiera, cierto?".

La formalidad de preguntar aunque ya sepa la respuesta, solo hizo que sienta más escalofríos mientras se acomodaba para darle mejor la cara.

"—Nadie más podría aterrarme tanto como él en ese escenario". —escenario que pide, reza y ruega, sea nada más hipotético; aunque sabe de qué manera la realidad podría golpearlos sin el más remoto aviso.

"—Puedo imaginarlo perfectamente..." —respondió soltando un suspiro, quizás cansado de saber la posibilidad de confrontar a ese hombre, o quizás exhausto de no saber cómo calmar el corazón, quizás no solo el del rubio, sino el propio también.— "pero puedes estar tranquilo, aunque él entre en mi cabeza, no descubrirá nada". —intentó consolarlo mientras tomaba su mano.

El rubio no pudo evitar observarlo con una expresión prácticamente en blanco al escuchar las últimas palabras del demonio. ¿Qué tipo de sentido podría tener "entrar en su cabeza", sin tener que rozar una imagen literal, en el peor de los casos?

"—Akaza..." —lo llamó lo más tranquilo posible mientras se sentaba en el futón, manteniendo uns mano en el demonio para indicarle que solamente él se quedara en la misma posición.— "Será mejor que me expliques a lo que refieres. No creo que sea algo solamente simbólico al tratarse de Muzan".

Observar al contrario parpadear un par de veces, desviar la mirada un segundo; ya le dijo lo que necesitaba con su silencio, pero no era suficiente.

"—Ese hombre puede leer la mente de los demonios que estén cerca de él, pero...".

Ni siquiera lo dejó terminar antes de colocarse encima de él, colocando sus brazos a ambos lados del demonio para que no intentara escaparse del asunto. Acción que lo tomó por sorpresa tanto a él como al demonio. El silencio inundó la habitación después de eso. No sabe si es porque Akaza se había quedado sin palabras, o si el hecho de que Kyōjurō lo observara casi como un depredador a su presa era algo que lo mantenía alerta.

La oportunidad perfecta para mencionar su mayor inquietud.

"—Akaza, ¿Me estás diciendo que Muzan podría haber descubierto esto desde incluso el principio?" —tuvo suerte de haber encontrado un tono tanto preocupado como fuerte para dejar en claro no solamente su temor, sino también el enojo que le daba enterarse de eso justamente ahora. ¿Cómo no estar "molesto", por decir lo menos, aterrado y nuevamente sintiendo el estrés atrevesando su cuerpo cuando todo parecía estar llendo tan bien luego de tanto? ¡Simplemente no era justo! Y los temblores en su cuerpo ya se encargaban de mostrar lo difícil que era mantener bajo control esa mezcla de emociones.

El suave tacto de las manos ajenas se posó sobre su rostro con delicadeza, empezando a acariciarlo para traerlo de vuelta a la mayor estabilidad posible. Conectando sus miradas una vez eligió sujetarlo ya con firmeza.

"—Kyōjurō, puedo jurarte por todo lo que en lo que creo, que no. Él no tiene ni la más mínima idea de esto". —intentó tranquilizarlo mientras empezaba a sentarse también, empezando más a gusto ese "cara a cara".

"—¿Cómo estás tan seguro de eso?". —interrogó sugetando las manos que intentaban darle calma, buscando aferrarse tanto a esa sensación como al hombre que tiene frente a él.

"—Kyōjurō, ¿De verdad piensas que ese hombre no nos habría asesinado una vez supiera de esto? Incluso si a ti no intentaba hacerte nada, yo hubiera desaparecido hace bastante. Incluso en este momento podría morir si él así lo quisiera". —respondió con lo más realista del asunto. Kibutsuji Muzan no mostraría piedad ante algo como una traición y menos a un cazador involucrado con esta. El rubio solamente asintió.

"—Tú... ¿Qué has hecho para ocultarlo? ¿Cómo lo hiciste?". —todavía intrigado por algo a lo que podrían llamar "milagro", no puede dejar el tema solo porque le ha mostrado unos cuantos afortunados hechos. Sujetó las manos de Akaza más fuerte que antes.

"—Un pequeño truco que aprendí de un maldito idiota" —comentó soltando el inicio de una risa, aunque su rostro tuviera el ceño fruncido con fastidio—. "La idea de manipular tu cerebro al perforarte el cráneo no es solamente para recordar, aparentemente. Quién diría que Douma tendría ideas útiles". —murmuró el nombre de aquel desconocido personaje con un muy notorio rastro de asco.

"—Alto, alto, ¿Qué se supone que haces para eso?" —interrogó por la parte de "manipular su cerebro", sintiendo un escalofrío recorrerle toda la espalda por una imagen que no llegó a concretarse en su cabeza.

"—Daño algunas partes de mi cerebro para no recordar nuestra relación cuando tengo que asistir a las reuniones. Mi regeneración va con retraso y una sugestión para recordarme porqué ralentizarla, y es al final que mi memoria vuelve". —respondió señalando su cabeza, quizás dándole la suficiente información de cómo era que hacía el procedimiento.

"—Tengo miedo de preguntar cómo haces las cosas con más detalle..." —comentó evitando pensar en una curiosidad excesiva o directamente el morbo.

"—Te conviene no preguntar. No es algo que me guste hacer de todos modos..." —dijo antes de cubrir su boca en señal de que ese tema no debería ser mencionado.

Afortunadamente las personas son muy buenas para cambiar de tema al verse incómodas.

"—¿Quién es 'Douma'?" —preguntó ya más tranquilo por el nuevo "truco" de Akaza para no ser descubierto por Muzan.

"—Un miserable imbécil. Alguien que no importa en este momento y de quién no te hablaré hasta dentro de mucho rato ¿No te sientes mejor por esto? Yo sí". —y luego de soltar tantas palabras tan rápidamente, aprovechando el agarre que mantenía sobre su rostro, terminó por arrastrarlo nuevamente a la comodidad del futón, dándole eso como señal de que ya no era necesario tocar ese tan estresante tema, que podían volver a descansar los dos.

El rubio eligió hacer caso una vez su peso pasó de estar primero encima del pelirrosa, a estar nuevamente a su lado.

"—Solo confía en mí. Te prometo que estaremos bien". —dijo acortando la distancia entre los dos, apoyándose en el pecho del rubio, quien como respuesta simplemente empezó a acariciar su cabeza.

Claro que quiere confiar en él, pero no es tan fácil poder calmarse solo con sus palabras, ni siquiera el propio Kyōjurō podía convencerse al instante.

Como mejor método para tranquilizar su propio corazón, y probablemente también el de su querido Akaza, lo rodeó con sus brazos para mantener su cuerpo lo más cerca posible esa noche. Aferrándose a él tanto con preocupación como con codicia ante la idea de que se lo arrebaten.

Kyōjurō solo pensaba en lo normal que es actuar de esa manera ante la posibilidad del peligro. Aferrarse a lo que te importa es algo que todos harían hasta el final. Sujetar a Akaza firmemente con ambas manos no solamente lo utiliza como una señal de querer protegerlo, sino la forma más directa de decir que no lo entregará tan fácilmente a Muzan.

Aunque sea consiente de su propia fuerza y su debilidad, aunque sepa que no puede hacerle frente a Muzan estando solo o únicamente en compañía de Akaza; se niega rotundamente a entregarlo, a dejarlo ir.

Los dedos del rubio se sumergieron en las hebras color cerezo mientras seguía pensando en lo común que era querer mantenerlo a su lado. No solo porque se trate de un ser simplemente querido, sino un ser amado. Akaza es un ser inmensamente amado por él. Independiente del sentido que dicho amor tenga.

Lo ama.

Palabras que se le quedaron no solo durante sus últimos momentos de consciencia en aquella noche, sino también en los primeros momentos de la mañana en los que pudo ver dormir a Akaza.

Una caricia en su rostro y un beso en su frente fue lo primero que hizo al verlo tan aferrado a él como hace unas horas. Acarició su mejilla más de una vez, nuevamente amando la calidez de estas junto a la tranquilidad del momento.

Amando la simpleza que con gusto quería recalcar hasta cansarse. Amando hasta sorprenderse a sí mismo de usar ya tan seguido esa palabra, pero sonriendo al notarlo.

Le hubiera encantando quedarse un poco más junto al pelirrosa, pero unos desconocidos excelentes ánimos le estaban susurrando que era un muy buen día como para quedarse en cama. Que sería perfecto aunque sea tomar algo de aire fresco para empezar su mañana.

Salir a sentir la brisa en el exterior de su cuarto se sintió incluso mejor que en otras ocasiones. La sonrisa de su rostro se había sembrado con más firmeza de la habitual y aunque intentara mostrar una expresión más tranquila, era inútil intentar quitarla. Pero ¿Por qué la quitaría en primer lugar? ¿Solo por parecer estar tranquilo? ¿Por qué intentaría estar "tranquilo"? Todo lo contrario, las ganas de mostrar cuán alegre estaba a todo el mundo era algo que permanecía bien clavado en su ser. De alguna forma es extraño, hay algo que le quita lo típico a su habitual alegría, pero le suma otro "algo" que no puede distinguir.

Y ese "algo" incluso lo motiva a dar pasos aparentemente ansiosos sobre la madera que pisaba, yendo de izquierda a derecha con esa sonrisa que ya parece hasta ser algo boba, e incluso empezando a soltar leves risillas que no habían brotado hace ya un muy, pero muy buen tiempo.

Nunca imaginó que la idea de amar tan intensamente los momentos con ese demonio lo alegraría tanto. Y no se refiere a una alegría solamente interna, ya que por algo sus labios le expresaban al mundo todo lo que no pudo mostrar anoche.

"—Te ves muy feliz". —fue el comentario dado por su familia al ver lo evidente. Un escenario familiar al que momentáneamente eligió no darle relevancia.

Y con una sonrisa tan calida como el sol de esa ya tarde, una mirada parcialmente distraída y una voz inusualmente dulce, solo le quedó responder:

"—Lo estoy. Realmente lo estoy".

La más pura verdad que pudo mostrarles ese día y varios más que siguieron después de ese. Como ejemplo estaba cuando luego de entrenar tanto con su aprendiz como con sus compañeros, hasta incluso altas horas de la noche, y no solamente durante la tarde, sus ánimos y energías se veían renovadas justo en el momento donde notaba que Akaza aparecía para visitarlo o participar también. Sin estar consciente de quererlo, se acercaba al punto de reducir la distancia hasta cero, buscando casi sin querer cualquier contacto con su querido Akaza. Colocar la mano sobre su hombro, tomar su mano, abrazarlo e incluso llegar a besar su frente o su mejilla con el demonio ya despierto; sacándole una gran sorpresa apenas terminaba aquella acción. Antes de cualquier pregunta sobre el porqué había hecho eso, el rubio solamente se limitaba a decirle la verdad:

"—Lo hice porque te quiero y no me podía contener".

Y junto a una cariñosa curvatura en los labios ajenos, Akaza terminaba devolviendo el gesto casi en el acto. Esa dulce acción terminó casi por volverse un hábito para ellos antes de que se dieran cuenta. Ya sea en un momento donde estuvieran conversando demasiado cerca; en donde tuvieran que despedirse, independiente de quién tuviera que irse primero; cuando luego volvían a encontrarse; al dormir y luego al despertar. Sentir la delicadeza del otro en sus mejillas era algo que ya no podían dejar de hacer independiente de cuándo o dónde estuvieran.

O incluso con quién. ¿Por qué mencionar esto? Por los afortunadamente nada incómodos momentos en los que tanto su hermano menor, como su padre los observaron demostrarse ese cariño.

En respuesta al silencio de sus familiares, tanto Kyōjurō como Akaza los saludaban con naturalidad y hasta acompañados de un "¿Cómo estás?", mientras apenas y se daban la vuelta para mirar en su dirección. Sin vergüenza por ser descubiertos, pues no estaban haciendo nada malo. Nada impropio de unos queridos... unos... ¿Qué eran ahora, por no decir "amigos extremadamente cariñosos por el amor sin nombre que se tenían"?

¿Por qué la falta de un nombre hace la situación tan familiar? De hecho, ¿Por qué se atrevió a generalizar con ese "sin nombre" cuando en realidad es solamente él quien todavía no le ha puesto uno, al contrario de Akaza?

Una no muy agradable sensación de familiaridad se presentó en el cuerpo del rubio. Lo único que esperaba era no entrar una crisis como en la que se estuvo cuestionando el porqué no cumplió con su deber, todo por causa del nacimiento de ese afecto, ahora llamado amor. Amor que aparentemente había llamado la atención de más gente y no solamente la suya.

La única escena a la que puede saltar ahora es cuando una soleada tarde había terminado sentado junto a su padre y hermano menor. Akaza se encontraba durmiendo en su habitación, aunque realmente no es que su presencia fuera requerida.

"—¿Sucede algo?". —preguntó mirando a su padre y hermano con la mayor tranquilidad posible. Intentando leer sus expresiones y encontrar algo más que una curiosidad que parecía carcomerlos junto a una leve pizca de impaciencia, incluso.

"—Queremos hacerte una pregunta, pero tampoco queremos presionarte a responder ¿Bien?". —habló primero su padre mientras cruzaba sus brazos sobre la mesa, mirándolo lo más tranquilo posible.

"—Eh, claro. ¿De qué se trata?". —no es como si no pudiera responder unas cuantas dudas. ¿Qué tan difícil podría ser?

"—¿Nos recuerdas qué relación tienes con Akaza?".

Bien, allí estaba lo difícil. No porque no quisiera responder, sino porque no estaba seguro de qué sin tener que decir:

"—Amigos". —amigos aparentemente muy cariñosos como para que estén preguntando nuevamente por su relación. Relación que para colmo se nota que es demasiado estrecha.

"—Eso nos contaste. Será muy entrometido de mi parte, lo reconozco, pero ¿Estás seguro de que son solamente eso? ¿No lo quieres de otra manera?" —y por fin su padre empezó a profundizar el tema. Haciendo contacto visual con su hijo mayor, y mirando disimuladamente a Senjuro para ver si tendría alguna duda que mencionar, o probablemente de si en realidad había usado las palabras adecuadas para preguntarle.

"—Bueno, en realidad puedo decir que lo amo,".

Y con esas palabras, se llevó una expresión estupefacta tanto en su padre como en su hermano.

"—¿Entonces por qué dices que solo son amigos?" —dijo ahora su hermano menor, igual de intrigado que su progenitor. Y probablemente más curioso estaría al ver la sonrisa que obtuvo en respuesta, y por supuesto, la respuesta como tal.

"—Porque no estoy seguro del sentido en el que lo amo".

"—¿No estás seguro?" —preguntó nuevamente su padre mientras lo miraba a los ojos. Probablemente buscando otra verdad de la que ni el propio Kyōjurō estuviera seguro, pues no es como si pudiera mentirle realmente.

"—Pues la verdad es que no". —y remató casi como cuando Uzui le había preguntado por primera vez si se había fijado en alguien.

Estuvo a nada de arrepentirse cuando vio un silencio incómodo llegar a la mesa, junto a la imagen de su hermano respirando profundamente mientras sujetaba el puente de su nariz, a la par que su padre recargó su rostro en las palmas de sus manos sobre la mesa. ¿Qué dijo para que se pusieran así? ¿Qué esperaban escuchar?

"—Al menos no es que te cueste contarnos". —dijo el menor de la familia aliviado por ese único aspecto positivo mientras todavía sujetaba el puente de su nariz y respiraba profundamente.

A la par su padre se encontraba con el rostro recargado en sus manos, mirando a la nada sobre la madera y empezando a negar con la cabeza mientras dejaba escapar el aire de sus pulmones.

"—Me arrepiento tanto de no haberte hablado de estos temas cuando eras un niño..." —dijo antes de recibir una palmada en la espalda por parte de Senjuro como único consuelo.

"—Será mejor que le hables ahora en ese caso. Así ya no tendrás otra razón para seguir arrepintiendote" —respondió antes de dar otra palmadita en señal de apoyo y luego mirar a su hermano mayor—. "Los dejaré para que hablen. Volveré en otro rato".

Y luego de aquello, lo dejó junto a su progenitor, quien ya había recuperado la compostura, y además también de la idea de haberle fallado como el padre y adulto responsable que debió enseñarle sobre aquellos sentimientos.

"—¿Y ustedes por qué quieren saber qué otro tipo de relación tengo con Akaza?". —en el fondo está cansado de siempre ser él quien reciba las preguntas. Era su justo turno de hacerlas en este momento.

"—Aparte de porque estan más cercanos que antes, también para decirte que si terminan siendo pareja, ya deberías saber que no te diremos nada por ello. Estamos confiando en ti desde que él está aquí, y tampoco ha hecho escándalos. Además, como ya ha pasado un tiempo desde que nos acompaña, tampoco sería un cambio muy grande realmente". — de acuerdo, debe admitir que la intención realmente significa mucho viniendo de su parte, pero...

"—Pues como verás, realmente no sabría decir cuándo puede suceder ese cambio... o si va a suceder par empezar, ya que... realmente no sé de estas cosas". —ya lo había dicho hasta su propio padre. Nunca hablaron de eso. Y ahora que lo piensa, nunca creyó que no haber conversado de un tema como ese lo afectaría tanto en el futuro como para tener los conflictos en su corazón que nada más Akaza conoce. Conflicto que ahora lo había llevado a la aparentemente insuficiente respuesta: "Lo amo, pero no sé de qué manera".

Solo pudo ver suspirar a su padre mientras cruzaba sus brazos en la mesa. Tomando la expresión más suave posible para indicarle que esté calmado, que no se trata de un tema de vida o muerte solo porque ahora no entiende algo que para empezar nunca le explicaron, sino que ahora incluso intentará enseñarle lo mejor posible.

Kyōjurō al estar sentado frente a aquella mirada de su padre no pudo evitar sentir que este pudo llegar a mirarlo como el niño que él había entrenado con tanta dedicación hace más de diez años. Un niño que no podría aprender solo un tema que claramente desconoce sin tener primero una guía como mínimo.

Por primera vez desde hace ya más de una década, ambos lentamente sumergidos en la nostalgia, Shinjuro volvería a enseñarle algo a su querido hijo, y Kyōjurō volvería a aprender de su querido padre.

"—De acuerdo, entonces vamos de poco en poco, ¿de acuerdo? No creo que vaya a empezar definiéndote qué es precisamente el amor, ya que realmente no es algo tan sencillo. Primero dime cómo te sientes con él".

Y ante las palabras de su padre, automáticamente llegaron a su cabeza cada momento ameno en compañía del demonio. Sonriendo de inmediato, suavizando su mirada y nuevamente sintiendo una calidez imposible de apagar dentro de su pecho.

"—Me siento... me siento simplemente feliz. Como si pudiera hablar con él toda la noche sobre cualquier cosa y aún así reírme, o quedarme a su lado en silencio todo del día sin sentirme incómodo de alguna manera. Me hace sentir tan tranquilo cuando tomo su mano, que siento que mis preocupaciones se esfuman lentamente. Sonrío cuando él sonríe porque me lo contagia y no tengo problema con ello. Creo que hasta me dejo llevar por la calma que me da y siento que puedo confiarle todo porque sé que él estará allí para ayudarme o hasta escuchar, y que luego de eso todo estará bien. Mi corazón late tan tranquilo que a veces llego al punto de olvidar que soy un cazador y él un demonio. Con lo cercanos que somos hasta siento que quiero protegerlo, aunque sea consciente de su fuerza, no quiero que nada ni nadie lo lastime... quiero tomar su mano sin el temor a que alguien la arrebate de mi lado. Quiero seguir sintiendo paz, verlo y oírlo en cada momento que podamos estar juntos".

Se había explayado tanto, que solo la mirada intrigada de su su padre lo había hecho regresar los pies a la tierra.

"—Sinceramente me sorprende un poco oírte decir eso".

"—¿Hablé demasiado?".

"—No, solo que es la primera vez que te oigo decir esas cosas sobre alguna persona. Está bien. Se nota que lo quieres mucho, se ve que tienen algo especial".

"—¿Incluso si no he sentido las famosas mariposas?". —uno de los signos más mencionados en cuanto el enamoramiento, uno que hasta su querida Mitsuri dijo haber sentido al menos una vez, junto a un aumento en los latidos de su corazón. Con suerte y el rubio había podido sentir algo relacionado a lo segundo. No esperaba que su duda hiciera reír levemente a su padre.

"—Oh, hijo, en absoluto. Como tú dijiste, él te da calma, paz; no alguna ansiedad... o en su defecto, taquicardia". —bromeó con una expresión pacifica en su rostro, incluso sacándole una risa a su hijo con su muy divertida observación.

"—Tienes toda la razón en eso". —si no, quién sabe cuántas veces hubiera ido con Shinobu a una revisión con tal de saber si su corazón estaba sano y no peligrando por la intensidad de esos tan conocidos "síntomas".

"—Para que veas que no es necesario sentirlas. ¿Ves que no se puede decir si uno esta enamorado solo por eso? No es precisamente una lista que se pueda o tenga que cumplir al pie de la letra. El amor puede tener varias formas, quizás solo unas son más frecuentes que otras".

Tendría mucho sentido. Las mariposas, los latidos del corazón y la sangre corriendo bajo la piel de las mejillas era lo más común que había podido oír en conversaciones al azar en la calle, o directamente de su exalumna y compañera Mitsuri.

"—Eso veo... ¿te pasó lo mismo con mamá?". —preguntó casi sin pensarlo, sacándole una sorpresa a su progenitor. Era normal querer saber, ¿no? Porque por algo era que su padre sabía que no todos sentían el amor romántico de la misma manera ¿no? O es lo que puede pensar fuera de otro tipo de respuesta como un simple "cambio de perspectiva".

Pasaron varios segundos de silencio donde su padre parecía haberse quedado mirando a la nada en lugar de a su hijo. Kyōjurō por un momento creyó haber pensando en que había tocado una fibra sensible, pues tampoco es como si hubiera pasado tanto tiempo en el que su padre por fin había logrado recuperar la compostura respecto a lo sucedido con su madre y su perspectiva sobre los cazadores de demonios. Su piel estuvo a nada de erizarse al sentir la incomodidad asomarse por la puerta.

Pero todo se esfumó una vez lo vio suspirar y mostrar una expresión tan suave como la que había alcanzado a presenciar en su infancia, justamente cuando su padre se encontraba en presencia de aquella mujer que se había ido demasiado pronto... esa hermosa, gentil y muy querida beta llamada Ruka.

"—De hecho, podría decirte que sí. Sentí algo muy similar, realmente" —tanta gentileza, una voz bañada en nostalgia y unos ojos que no miraban a la nada, sino al antaño con tranquilidad. ¿Cuántas cosas habrá recordado su padre desde que empezaron a hablar? No puede ni imaginarlo—. "No es que quiera basar lo que sientes en una experiencia personal, pero creo que podríamos parecernos en ese aspecto, en la forma de querer".

No por nada eran padre e hijo, no solamente por el rostro.

"—Si no es tomar su mano o poder acompañar a esa persona todos los días, verla es más que suficiente para alegrar el corazón". —comentó el primogénito.

"—Y poder hablar de cualquier cosa cotidiana es más que un placer, incluso si luego nos acompaña el silencio". —siguió su padre.

"—Toda la experiencia es demasiado para tratar de solo ponerla en palabras". —concluyó aún repasando todo lo que dijo sentir en compañía de Akaza. No era solamente comentar o analizar, era sentir, apreciar el momento y dejarse llevar por el pensamiento de cómo sería el futuro en su compañía.

"—Es lo que sucede cuando uno se da cuenta de que está amando, pero busca como expresarlo de todos modos para darle una explicación más adelante al sentimiento. De esa manera es más fácil poder confesarlo una vez que llegue el momento y el corazón esté listo para decirlo. Hijo, ¿sientes que decirle todo esto a Akaza?". —interrogó conectando las miradas de ambos, dejando más que claro cuán crucial sería su respuesta para todo lo que pudiera suceder entre él y el demonio una vez terminara la conversación.

"—Hasta que se me acaben las palabras y nada más dependa de mis acciones. Quiero hacerle saber esto de una o de otra forma todos los días". —respondió con más seriedad de la que se hubiera imaginado, teniendo en su mente la imagen del demonio que ahora yacía acurrucado plácidamente en su futón hasta que el sol deje el cielo a cargo de la luna y tenga que irse a visitar a Tamayo nuevamente, mientras el rubio lo espera como cada vez que sucede.

"—¿Sabes? Escuchando todo esto, podría decir que sí estás enamorado de él. Definitivamente".

¿Quién no lo podría decir luego de saber todo aquello, hablando seriamente? Hasta los que más se opusieran no podrían negar lo ya era más que obvio.

"—Entonces ya es momento de sacarme esto del pecho". —tal y como Akaza lo había hecho desde sus primeros reencuentros luego de conocerse. Si algo tenían en común era no guardarse las cosas cuando las tenían en la punta de la lengua.

"—¿Te sientes listo para eso?".

"—Muy pocas veces no lo he estado en la vida y esta no es una de ellas" —aseguró entrelazando sus manos sobre la mesa, ni siquiera reuniendo valor, sino preparándose para lo que ya decidió que va a hacer—. "Es solo que...".

Bien, no hay que negarlo, por más pequeño que sea el detalle o por más seria que resulte una situación, siempre, pero en verdad siempre va a existir un condenado "pero". ¡Un pequeño, misero, condenado y...!

"—¿Qué te detiene realmente?".

"—Creo que quiero hacerlo especial. Decir las cosas así nada más sería algo muy simple, luego de tanto, creo que quiero darle aunque sea un pequeño detalle".

De acuerdo, resultó ser un "pero" muy importante para esta ocasión. No quería ser muy bruto al dejar caer sus sentimientos como un simple balde de agua fría. Bueno, podría, pero realmente quiere que sea algo lindo.

"—Hmm. Flores". —soltó sin demora su padre, desconcertándolo inmediatamente por aquella mención.

"—¿Qué?".

"—Dale flores. Es algo tan simple como detallista". —repitió y hasta se tomó la molestia de explicarle por qué precisamente ese detalle en lugar de alguna otra cosa. Debe admitir que solo preguntó para ver que no estuviera escuchando mal aquel consejo. ¿Desde cuándo su padre podría resultar así de... romántico? Cuando tenga más tiempo, definitivamente tiene que preguntarle más sobre la historia de él y su madre.

"—Ahora solo tengo que buscar dónde...".

"—Conozco un lugar".

Hasta parecía preparado estaba para dar su recomendación. De no ser porque la conversación había salido de manera espontánea, habría jurado que su padre lo tenía planeado de antemano, o como mínimo una especie de plan preventivo para ayudarlo en el futuro que eligiera confesarse.

"—¿Puedo preguntar cómo?".

"—Es más por coincidencia que por otra cosa, de hecho". —aclaró rascando su nuca en casi señal de nerviosismo por tener listo aquel as bajo su manga.

"—¿Y cómo se llama el lugar?". —sería mejor ponerse a pensar en sus asuntos antes de tentarse a interrogar a su padre sobre tan curioso asunto.

"—La florería Fujioka. No queda muy lejos de aquí y el dueño es agradable. Yasahiro puede ayudarte con lo que busques".

Fujioka... ese apellido justamente le hizo clic en la cabeza al recordar cuántas veces lo habían mencionado anteriormente dentro de aquella casa, y cuán poco habían hablado de él realmente. Bien, ahora aparte de estar motivado a buscar unas flores que reflejaran su sentir por Akaza para abrirle su corazón, por fin conocería a al misterioso florista que con suerte sabe que se trata de un alfa con olor a flores.

Una sonrisa se formó en su rostro al pensar en cuán interesante se volvería el asunto.

___________________

¡BUENAAAAAS, GENTE! ¡No andaba muerta, ni de parranda! Principalmente estaba sin inspiración para seguir el capítulo y además hace muy poco entré a la universidad, así que tengo la atención un tanto pegada a ese asunto.

Pero dejando eso de lado, como les dije en comentarios a la gente que extrañaba la historia, no ha sido abandonada en absoluto. Si no que es más un paso lento, pero seguro.

Espero que hayan podido disfrutar el capítulo de hoy y no pierdan la fe sobre las actualizaciones. Como siempre quiero darles las gracias por seguir leyendo esta historia y siempre dejar sus comentarios cuando es posible. Así que, como es costumbre mía:

¿Qué les ha parecido el capítulo?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top