Capítulo seis: "Un muy pésimo recuerdo, pero tuvo sus ventajas"
Puede ver perfectamente el escenario de un cielo oscuro, puede recordar la sensación del viento frío contra su rostro y sus manos, puede recordar al otro cazador que iba junto a él para exterminar al demonio que rondaba por la zona. Puede incluso recordar el agrado de ver una cara conocida, un compañero con quien ya había compartido una batalla y momentos pacíficos. No estaba solo, era un trabajo donde de necesitaban dos para eliminar a la criatura que perturbaba la paz de las personas que vivan tan tranquilamente en ese lugar.
El tiempo pasa, no recuerda si habían sido minutos o segundos, pero sabe que no completaban ni una hora. Escuchó y sintió "algo" moverse alrededor de ellos, con la nichirinto en mano, con la guardia en alto y un compañero cubriendo su espalda, pudo sentir como ese "algo" se acercaba cada vez más, hasta hacerse completamente visible. Ni siquiera sabe si mencionar lo siguiente, pero antes de darse cuenta, ya podía al demonio estar frente a su espada y a él haciendo el mayor esfuerzo por cortar su brazo, mientras que su compañero intentaba cortarle el cuello. Estaba más que claro que aquello no funcionó.
Luego de eso, comenzó el verdadero combate.
La imagen de las nichirinto impactando contra las lamentablemente resistentes extremidades de un demonio que usaba sus largas garras como arma, era lo que había en su mente. Lo rápido que este movía sus brazos para darle batalla a dos cazadores sin aparentemente problema, el roce que estas tuvieron contra su piel y la de su compañero; también el impacto de puñetazos y patadas que su oponente había utilizado, podía recordarlo todo, incluida la sensación de impactar contra el suelo al ser lanzado relativamente lejos de su oponente y compañero, quien tampoco tuvo tanta suerte.
Puede recordar perfectamente como por poco y este pudo haber perdido un ojo por un ataque que involucraba las afiladas largas garras de aquel monstruo, pero aunque se salvara de ello, no pudo esquivar un golpe que fue directo a su abdomen. Todavía recuerda su impacto al ver como le había quitado todo el aire de los pulmones y casi le había hecho soltar su arma, aunque no fue lo último, al alejar su brazo, dejando caer el cuerpo del cazador, apenas un segundo despues le había brindando una patada tan fuerte como la que le había dado a Kyōjurō, casi lo mandaba a volar en el sentido literal de la palabra.
Puede recordar la impotencia de no haberlo podido ayudar en el primer momento, puede recordad sus piernas temblorosas corriendo hacía el enemigo para que no tomara la vida de su compañero frente a él. Puede recordar como había usado la primera postura del aliento de flama para decapitar al demonio frente a él, quien incluso le estaba dando la espalda por haber elegido fijarse en su compañero. Era la oportunidad perfecta para ponerle fin a la noche ¿No? Era una oportunidad de oro ¿Cierto? ¡Podía ver incluso como sus sentidos se agudizaban, como su espada en cámara lenta comenzaba a acercarse con tan sólo unos centímetros de diferencia de su enemigo! ¡Nada más podía pasar aparte de una decapitación exitosa!
¿Cierto?
Lamentablemente, la respuesta fue un gran "No". Y fue injusto, tan malditamente injusto, que no pudo hacer más que frustrarse, al ver la siguiente imagen: El como en su cerebro se mostraba como su oponente se había dado la vuelta y cómo se había agachado tanto como su cuerpo le permitía. Pero eso no fue lo peor, sino el sentir un repentino, intenso y claramente horrible dolor, en la parte más baja de su abdomen. Puede recordar el shock, puede recordar la sangre fluyendo desde la herida y también la sonrisa del demonio, quien incluso dijo en un volumen lo suficientemente audible y con voz clara:
"—Pobre niño imprudente".
Y no sólo recuerda eso, también lo escuchó reír, lo vio burlarse, lo vio adentrar incluso más su mano en la abertura recién creada. Era algo horrible y más cuando con el empuje lo hizo caer al suelo de espaldas, con el demonio todavía riendo por tener a su presa en las puertas de la muerte, pues si continuaba sangrando de esa manera, sin duda moriría pronto. Y aparentemente no pensaba dejarlo morir tranquilo, reía cada vez más fuerte mientras observaba como con un esfuerzo inútil Kyōjurō trataba de alejar su mano de él para que no empeorara el estado de su herida, consiguiendo que sus manos se mancharan con su propia sangre. Tenía miedo, ese maldito lo sabía y su burla era por ello.
Su respiración se altera, su ritmo cardíaco aumenta, se enfoca en que sus manos aumenten la fuerza de su agarre para mantener la esperanza de librarse pronto, de detener las burlas del demonio que ahora no hace más que reírse de quien podría morir en tan sólo unos minutos, quizás segundos si al contrario se le ocurrirá usar su otra mano para destruir su pecho, su garganta o hasta su cabeza para mandarlo al otro mundo. Pero ahora no sabe si no ha pensado en eso o si simplemente quiere ser cruel con una de sus tantas presas. Y tampoco sabe cómo se debería sentir al pensar en esas opciones.
Pero sí sabía algo: Tenía miedo, dolor y estaba seguro de que en unos segundos alcanzaría la desesperación de no poder hacer nada.
O eso creyó al escuchar lo siguiente: Un grito, uno que sonaba más desesperado que él en esos momentos, por muy curioso que suene.
Aunque no es lo único, también vio algo, mejor dicho a alguien: A su compañero, el muchacho anteriormente en el suelo, se había levantando para ayudarlo, para sacarlo de aquella situación tan desesperante.
"—¡¿Quién es el imprudente ahora?!" —exclamó mientras cortaba el cuello del demonio, quien por estar concentrado en el rubio, aparentemente había olvidado que no había un cazador, sino dos. Ese joven tenía razón ¿Quién era el imprudente ahora?
La respuesta era obvia: El demonio que olvido que tenía otro oponente.
Su cabeza cayó al piso, el cuerpo del demonio quedó inmóvil y comenzaba a volverse cenizas, pero en lugar de ponerle atención a eso, Kyōjurō tenía que centrarse en la sangre saliendo de su herida. El tibio líquido que abandonaba su interior por la abertura y que no sólo oscurecía la tela de su uniforme, también tenía sus manos mientras hacía su mayor esfuerzo para detener la hemorragia. Trataba de calmar su respiración, si se alteraba, probablemente moriría incluso más pronto de lo que se debería y claramente no quería eso de ninguna manera.
"—¡Rengoku!" —se escuchó de parte de su compañero mientras trabajaba de parar el sangrado, usando su ropa para cubrir la abertura y absorber la sangre claramente abundante. Podían sentir perfectamente como la tela comenzaba a humedecerse.— "¡Sé que es difícil pero por favor respira, estoy aquí, ¿Bien?!" —fueron las palabras del muchacho que lo acompañaba, quién con su mejor refuerzo trataba de ayudar a frenar el sangrado.— "Mírame a los ojos, no te atrevas a cerrarlos ni por un segundo ¿Escuchaste?" —pronunció tan tranquilo como podía, mientras que el rubio lo miraba directamente a esos orbes color castaño. Bien, le estaba haciendo caso, aunque su respiración estuviera todavía alterada, aunque quisiera gritar por la situación tan aterradora; le estaba haciendo caso, tal y cómo quería.
Las imágenes se detienen por un momento, el hombre que recuerda su pasado se estremece nuevamente por aquellos momentos ya lejanos. Puede recordar perfectamente el dolor de ese momento, puede recordar el temor recorriendo su cuerpo, la sangre que tiñó sus manos y las del muchacho que trataba de mantenerlo con vida. Fue una noche muy amarga.
Ahora tiene que pensar nuevamente en ella, no puede dejar el recuerdo a la mitad. No cuando unos segundos después, quizás un minuto realmente, ese joven una vez vio la herida "estable", le pidió que siguiera presionando, luego pudo sentir los brazos de su compañero levantándolo del suelo para buscar ayuda. Ni siquiera pudieron esperar a los kakushi, no si lo querían ver con vida y no tirado en suelo, inerte, para luego colocarlo en un ataúd.
Ahora puede recordar la desesperación del otro cazador mientras este hacía su mayor esfuerzo para no tropezarse por alguna irregularidad en el piso, también para llevar adecuadamente al muchacho que había arriesgado la vida con tal de ayudarlo. Podía recordar perfectamente como se escuchaban los jadeos del aquel cazador, quien apenas y podía intercambiar una palabra con el cuervo que los seguía, la misma ave que unos minutos después apenas y le pudo dar algo de alivio cuando hizo mención de la ayuda que iba en camino. Los pasos no se detuvieron en ningún momento, tampoco los goteos de la sustancia carmesí.
Ambos estaban asustados, porque Kyōjurō en ningún momento logró cambiar su expresión adolorida, menos ocultar el horror por la idea de morir ahora. Presiona tanto como puede para que no salga más sangre de la que ya ha perdido, controla su respiración para que su corazón no palpite de una forma tan acelerada como lo hace en ese instante y sobre todo: Trata de mantenerse consciente, porque por un momento creyó sentir como sus párpados comenzaban a pasarle. Parece que la pérdida la pérdida de sangre estaba haciendo de las suyas.
"—¡Falta poco, sólo aguanta un poco más!" —dijo el muchacho de cabello negro mientras apresuraba su paso. Aunque era más fácil decirlo que hacerlo, si pudiera verle bien la cara, probablemente estaría observando como la piel de Kyōjurō perdía su color, aunque su respiración, ahora más pesada que antes, ya le estaba dando una pista de su estado— "¡Rengoku...!" —lo llamó al no poder tener algo que le confirmara del todo su consciencia. Lo siguiente que recuerda haber visto, fueron nuevamente los ojos de su compañero— "¡Rengoku, por favor, sólo un poco más!" —repitió más alterado que antes.
Le gustaría mucho poder hacerle caso o incluso decirle algo que no se viera arruinado por su aparente falta de aliento.
"—Duele..." —dijo tratando de expresar que no estaba seguro de si podría soportar o si simplemente intentaba darle una respuesta ya luego de tanto silencio. Cerró sus ojos por lo que creyó que fue un segundo, aunque quizás fueron dos, quizás tres, tal vez cuatro. No lo sabe, pero si supo que le estaba costando volver a abrirlos luego de su primer parpadeo. Aunque ahora que lo recordaba, también creyó sentir algo se frío. Uno un poco mayor al que sintió antes de ser herido.
No sólo era la sensación de su cuerpo abierto, no sólo era una sensación casi indescriptible mientras que la tela que usaba para presionar su herida comenzaba a sentirse pegajosa por la abundante cantidad de líquido en ella. También hacía frío, se atreve a decir que era mucho frío.
Ya no sabe ni a qué hacerle caso, si a las sensaciones de su cuerpo o si a la voz de su compañero mientras este lo llama con voz alarmada. "¡Rengoku! ¡Rengoku, reacciona!" Es lo que puede escuchar mientras intenta ponerle atención más por obligación que por gusto. El ruido lo hace reaccionar y por ello lo mira.
"—¡Kyōjurō por favor quédate conmigo!" —se escuchó un grito más fuerte, quizás le pone más atención al ser llamado por su nombre— "¡Tu hermano y tu padre te están esperando, no sólo soy yo!" —exclamó el muchacho, logrando que el rubio mostrara un poco más de brillo en sus ojos. Cierto, en una ocasión le habló de su familia. Y en verdad tenía razón, ellos seguían allí; su padre probablemente en una misión, tal y como él, mientras que Senjuro estaba en casa. Realmente sonaba tan bien volver a verlos— "¡Aguanta por ellos!" —pidió el joven.
Qué gran ventaja era aquella de hablarle sobre sus seres queridos, era obvio que se reforzaría por ellos. Qué chico tan astuto.
Y como si fuera magia, abrió los ojos para hacer aunque sea dar el último esfuerzo. No quería irse todavía, no cuando ya le dieron la idea de poder ver a su hermano, a su padre y quizás no sólo a ellos, también había compañeros que quería volver a ver.
Aunque ahora que recuerda, parece que hay más cosas que quiere hacer realmente. Quiere reír con la gente que ama, quiere volver a ver la luz del sol, quiere volver a sentirla y también hay varias cosas más que quiere hacer, como ayudar a su hermanito a entrenar el manejo de la espada. Quizás no sea mucho o no parezca importante realmente, podría sonar hasta egoísta, pero quería volver ahora que pensaba en lo que le esperaba. Quería seguir vivo o aunque sea mantener la esperanza de aquello.
Aprieta los dientes y cubre mejor su herida. Siente las palmas pegajosas, puede sentir como la brisa deja más obvia la sensación de la humedad causada por el contacto que tienen con la sangre y ahora hasta puede sentir la temperatura de la sustancia que absorbió la ropa, pero en realidad no sabe qué decir, no está seguro de si es fría o si está tibia. Pero ya no le puede prestar atención a eso, puede escuchar a su compañero hablar y la verdad parecía casi esperanzado, probablemente ya vio la ayuda.
Y afortunadamente Kyōjurō la vio también. Se sintió tan aliviado, que perfectamente podría desmayarse, aunque no se lo pudo permitir en ese instante. Pero ya luego pudo hacerlo, ya pudo cerrar los ojos cuando era el momento de hacerlo, pues no es como si pudiera estar consciente en el momento donde tuvieran que revisar cuán profundo fue el daño dentro de él.
Lo último que puede recordar fue haber cerrado los ojos cuando se sintió en buenas manos. No está seguro de cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero sí sabe que pasó mucho, pero mucho tiempo antes de que pudiera abrir los ojos otra vez, encontrándose en una camilla y afortunadamente sin poder sentir dolor todavía, eso ya sería para después.
"—Kyōjurō" —se escuchó desde su lado izquierdo. Su compañero seguía con él después de todo lo ocurrido.
"—Chiaki..." —mencionó al ver a su compañero llamándolo por el nombre, imitando su acción al no encontrar nada de malo en ello. Apenas volteó para ver al muchacho, vio como este de le acercaba, parecía más aliviado que preocupado en estos momentos.
"—Yo..." —comenzó a hablar tembloroso, para luego mirarlo a los ojos y decir fuertemente— "¡Debí tener más cuidado! ¡Si hubiera estado más atento, no estarías así! ¡Fue mi culpa! ¡Lo lamento, Kyōjurō!" —se disculpó alterado por todo lo sucedido, claramente arrepentido por algo que en realidad pudo ocurrir tarde o temprano.
"—Chiaki, cálmate. Los dos pudimos haber muerto allá, pero no lo hicimos. Tampoco pensaba dejar que mataran a mi compañero" —respondió tratando de calmar al azabache mientras intentaba sentarse para hablarle bien. Tenía que agradecer que su cuerpo no sentía el dolor de la noche anterior todavía, no va a desaprovechar eso.
"—¡Pero aún así tampoco debió ocurrirte!" —dijo sin calma alguna.
"—Pudo pasar en cualquier otro momento" —trató de ver el lado "bueno" del asunto— "Y cómo verás, sigo vivo y fue gracias a que pudiste ayudarme a tiempo. Fui herido, pero sigo aquí ¿Bien?" —dijo con calma, para recordarle el porqué había permanecido con vida hasta que pudieron encontrar ayuda— "Y ni se te ocurra decirme algún 'pero', porque lo veo venir" —advirtió con una pequeña risa para aligerar el ambiente.
Supo que resultó cuando lo vio suspirar, incluso sonreír leve, pero levemente.
"—Iré a avisar que ya estás despierto, no me tardo" —dijo antes de alejarse y salir de la habitación.
Y en verdad había vuelto bastante rápido. Kyōjurō puede recordar perfectamente lo que pasó luego de que Chiaki volviera, trayendo a la persona que estaba a cargo de la finca. Apenas estuvo lo suficientemente cerca para hablar con él, le explicó la situación de su estado, que el daño fue severo, que por la pérdida de sangre debería quedarse por un buen tiempo, pero eso apenas iba por la mitad de lo que en realidad tenía que contarle y lo supo cuando la escuchó decir:
"Hay algo más que debes saber".
Recuerda como la tensión se había formado de la nada cuando escuchó esas palabras, las que también recuerda a la perfección. No quiere decirlas tal y como las escuchó, ya que todavía no se siente cómodo con ellas, pero aparte de que le dijeran que su interior por poco y pudo haber sido completamente destrozado, si no hubieran decapitado al demonio a tiempo, también le dijeron que aquella criatura había llegado a herir "cierta zona" y que por la gravedad del daño, tuvieron que retirarle... "Algo", y ese algo, en el cuerpo del joven omega, resultó ser el órgano que le permitiría tener una vida dentro de él si así lo quería en el futuro.
Recuerda perfectamente la expresión de su compañero y la de la médica también, no fue algo agradable de saber, ni de contar. Es cierto que él también estaba impactado por la noticia, incluso creyó sentir un escalofrío recorrer su cuerpo cuando la contraria había dejado de hablar, también le tomó unos segundos procesar totalmente la situación, para luego respirar profundamente y responder un simple "Lo entiendo". Porque sí, ya entendía la situación, el impacto ya había pasado y no tenía más razones para estar alterado, pues le habían dicho que se recuperaría en unas semanas y que estaría bien, aunque con ciertos cambios que tendrían que hablar después.
Fuera de eso, estaba calmado... Pero por otro lado, el muchacho de ojos castaños lo miraba con miedo, casi se podía leer un lo siento, y aunque Kyōjurō estuviera por preguntar "¿Qué pasa?" Al observarlo de aquella manera, el joven habló primero.
"—Lo lamento..." —otra disculpa de su parte, una que sonaba más arrepentida que la anterior luego de escuchar que Kyōjurō había perdido aquel órgano que le permitía tener una vida creciendo en su interior— "Lo lamento de verdad..." —se disculpó otra vez mientras bajaba la cabeza.
Era un buen muchacho, Kyōjurō lo sabe y por ello tenía que calmarlo. Después de todo "Pudo ocurrir en cualquier momento".
"—Nakamura" —lo llamó por su apellido— "Esto no fue tu culpa, ya te lo dije. No fuiste tú quien me atravesó el abdomen como para que te disculpes por esto" —dijo recordándole que no fue su mano la que dañó de tal manera su cuerpo— "Sigo con vida, así que no importa" —trató de quitarle importancia al asunto, pues era verdad ¡Seguía con vida! ¡Y estaba hablando con él gracias a eso! ¡No podía dejar que lo olvidara así como así, menos al ser él quien lo cargó en brazos mientras buscaba ayuda! No podía olvidar ese hecho, por centrarse en otra cosa.
"—¿Y qué pasará en el futuro? ¿Qué pasara si luego no puedes decir lo mismo unos años después?" —respondió pensando en la posibilidad de que Kyōjurō no pensara de la misma forma que en el presente, a lo que el le respondió con una sonrisa.
"—No tienes que preocuparte por eso, ser padre no es una de las cosas que quiera hacer" —respondió sincero, tranquilo y sin una expresión que pareciera una mentira dicha con el fin de calmar al muchacho.
"—¿Lo dices en serio?" —preguntó un tanto sorprendido por ver lo "bien" que Kyōjurō manejaba el asunto.
"—No me atrevería a mentir" —respondió con la misma calma de antes.
El último recuerdo aparte de eso, fue escuchar un suspiro de su compañero, aparentemente rendido por las palabras del rubio, quien no parecía tomarle importancia al hecho de tener un órgano faltante, ya que podía vivir sin él.
Además, si él en el futuro quisiera tener un hijo, en realidad había más de una forma de tenerlo, pues como el futuro es incierto, podría casarse con una mujer y allí quizás llegara el deseo de cuidar de una vida que viniera de él y de su pareja, daba igual si su posible compañero de vida fuera una mujer alfa o beta, el resultado era el mismo, ¡Incluso podría ir con alguien con quien compartiera casta e igual se cumpliría el escenario! Así que por ello era que no le daba tanta importancia al asunto de no poder crear una vida en su vientre. Por ahora no la quería y si en el futuro la quisiera, nada le impedía cumplir ese posible deseo. Incluso podría llegar a adoptar.
Así que, no, realmente no había nada de qué preocuparse si aquella idea se presentaba en el futuro. En ese momento le costó entender porqué le daban tanta importancia, pues en realidad, mejor perder aquella oportunidad a perder un compañero frente a sus ojos, o incluso perder su propia vida.
Tampoco es como si fuera la primera vez que termina con un daño tan grave en alguna parte de su cuerpo, porque Kyōjurō aún no olvida la vez que rompió sus tímpanos y casi se queda sordo, para lograr matar a un demonio. De no ser porque la membrana pudo sanar adecuadamente, pudo haber perdido un sentido que resultaba muy importante para realizar las misiones. Como pudo recuperarse, como salió con vida, se atrevió a decir que valió la pena.
Igual que aquella situación donde pudo salvar la vida de su compañero, aunque perdiera algo que esta vez sí resultaba irrecuperable. No hay ningún arrepentimiento en su mente, no hay ninguna parte de él que le dijera "No debiste haber hecho eso".
Ni siquiera esa parte que supuestamente representaba su casta. Esa voz, que por alguna razón llaman "Alfa" u "Omega" "interno", esa supuesta vocecita que dicen que te susurra cosas más relacionadas al instinto que a la razón.
Algunos dicen que es la parte más impulsiva de ti, otros comentan que es una tontería inventada y que nada más es "alguien a quien culpar" cuando cometes una estupidez, como agarrarte a golpes con alguien por razones en verdad estúpidas. No conoce la verdad de esos comentarios, pero sí sabe algo, apenas unas veces pudo oír una voz que le dijera algo, apenas en los momentos donde no podía salir de la casa por una situación donde el calor se apoderaba de su cuerpo y no podía realizar misiones; aparte de eso, apenas y pudo oír a "alguien" dentro de su cabeza.
Pero ya no más, no más. Luego de haber perdido esa pequeña parte de él, nunca más volvió a oír una voz que no conociera. No está seguro de qué le pasó, pero sí sabe que esa parte de él se silenció o incluso "murió" por decirlo de alguna manera. Y si él tiene que ser sincero, nunca le interesó, incluso dijo que valió la pena el daño que como resultado la hizo esfumarse.
Aunque ahora que lo piensa, de hecho hay una cosa de la que quiere retractarse y eso era el dolor que tuvo que sentir durante los días en los que estuvo recuperándose. El primero fue de los peores, unas dos o tres horas luego de despertar, comenzó a sentir un dolor en verdad horrible y no se quería ni mover. Podría estar exagerando, pero resultaba insoportable y la verdad tenía sentido ¡A su cuerpo le faltaba algo y el hecho de que faltara, sumando al daño que generó la mano del demonio, lo hacía mucho peor! ¡Oh, y ahora que lo recordaba, no sólo era daño en su abdomen, también en el resto de su cuerpo por los golpes y patadas con los que por poco y llegó a confundir su existencia con la de una pelota temari! Bien, podría estar exagerando en esa parte, pero sí era doloroso.
Y fue la primera vez que quiso maldecir tanto como pudiera sólo para tener una forma para desahogarse, no bastaba el solamente fruncir el ceño y repetir, tanto verbal como mentalmente, lo mucho que le dolía.
Así estuvo los primeros días: Con ganas de no moverse, con el deseo de que el tiempo pasara rápido para recuperarse y con ganas de maldecir.
Estaba de más decir que no fue un tiempo muy bonito de recordar.
Pero sí había algo "bueno", que le recordaba que no todo había sido tan, pero tan malo en su recuperación, fueron las visitas de su compañero, quien fue a verlo en los primeros días, recordándole lo lindo que era tener compañía y alguien con quién conversar de temas triviales. Era un ambiente tan familiar, tan agradable que incluso le hacía olvidar por unos muy pocos segundos el dolor de sus heridas. ¡Eran momentos que resultaban muy amenos! ¡Tanto que incluso los quiso compartir con alguien más! Porque sí, Kyōjurō en verdad quería ver a alguien más en esos momentos, aunque en realidad eran dos personas: Su padre y su querido hermano menor.
Simplemente quería ver sus caras otra vez y poder hablar con ellos, sinceramente más que querer, lo deseaba. Lo deseaba tanto que no le interesaba sonar egoísta al pensar "Quiero ver a mi hermano" y "Quiero ver a mi padre".
Aunque si hubiera sabido que ese deseo, que nunca fue dicho en voz alta, de todas formas fue oído por alguien, se hubiera quedado tan callado que ni en sus pensamientos hubiera dejado aquella idea, porque ahora que lo recuerda, en uno de los días donde el dolor de sus heridas le estaba arruinando la existencia, escuchó, vio y sintió a alguien.
¿Quién era ese "alguien"?
La respuesta es la siguiente: A un pequeño niño de cabello rubio y que a lo mucho aparentaba unos diez años, con una expresión preocupada mientras se quedaba en la entrada de la puerta.
¿Cómo supo que estaba allí?
Fue gracias a su dulce voz infantil pronunciando lo siguiente:
"—Hermano..." —fue la palabra que lo delató y alertó a Kyōjurō para no poner una cara que reflejara todo lo que estaba sintiendo en ese momento por el dolor de cuerpo.
Cuando vio el rostro de Senjuro lo primero que pensó fue esto: "Maldita sea".
Y fue peor al verlo acercarse a la camilla, con la expresión que todo niño tendría al ver a su familiar herido. No podía dejar que se preocupara más de lo que ya estaba, no podía permitírselo.
Así que con su mayor esfuerzo, hizo lo que muchas personas harían al compartir su sentimiento: Sonreír. Sonreír, tratar de animarse y mostrar que no pasa nada mientras que su cuerpo le decía todo lo contrario.
"—¡Senjuro, qué bueno verte! Te extrañé mucho ¿Cómo llegaste?" —preguntó con aparente alegría para que su hermanito no sospechara nada, cosa que esperaba y diera resultado.
"—Tu cuervo dijo que estarías aquí por un tiempo y le pedí que me guiara, quería verte" —explicó mientras sentía a su hermano mayor acariciar su cabeza, gesto usado para dar un apoyo, un consuelo y con el claro mensaje de "Está bien" o "Tranquilo, tranquilo"— "¿Cómo te sientes? ¿Te duele mucho?" —preguntó ahora el menor sin dejar su expresión inicial de lado, no vino aquí porque su hermano estuviera bien después de todo.
"—¡Estoy bien, Senjuro! Ya no me duele mucho" —mintió inmediatamente para no dejarle ninguna amargura al pequeño rubio, no veía necesario que pasara malos tragos por él.
"—¿Seguro?" —cuestionó apenas escuchó la respuesta de su hermano mayor, porque comparando el estado que tiene ahora, con el que mostraba antes de que se diera cuenta de su presencia, era un cambio muy notorio.
"—Pero claro, puedo aguantar más de lo que piensas" —respondió tan pronto recibió la pregunta, con una sonrisa tan brillante que uno realmente no podría dudar de su palabra, a menos que lo vieran unos segundos antes.
"—¿Lo dices en serio?" —volvió a cuestionar, sin cambiar su expresión todavía, sin dejarse convencer en absoluto. Vaya que sería un poco más complicado de lo que esperaba, así que tendría que recurrir a un diálogo confiable, uno que le recordara lo fuerte que podía ser a pesar de las dificultades que tuviera.
"—¡Pero claro! Después de todo soy tu hermano mayor y por ello tengo que ser fuerte, estoy bien" —se atrevió a mentir nuevamente, con las palabras que pocos podrían llegar a cuestionar luego de ya oírlo tres veces seguidas. Luego de ese número de veces, Senjuro debería dejar de preguntar, tocarían otro tema y pasarían el tiempo juntos hasta que el menor de los Rengoku tuviera que retirarse. Ya luego de eso, podría seguir sintiendo el dolor que tanto lo molestaba.
Ese era el plan y lo hubiera hecho de no ser por una cosa: Senjuro no estaba mostrando calma, no estaba sonriendo, no parecía creerle y se le notaba perfectamente. Algo estaba pasando y se confirmó en el momento donde el pequeño rubio alejó la mano que acariciaba su cabeza.
"—Hermano..." —dijo con esa voz que Kyōjurō conocía a la perfección— "No seas idiota" —continuó luego de usar palabras que el mayor nunca se imaginó que usaría para referirse a él, menos que las usaría a esta edad.
"—¿Qué?" —preguntó el primogénito de la familia Rengoku mientras su rostro mostraba sorpresa y un gran intento de no mostrar el dolor de su cuerpo, no podía dejar de sonreír por una razón como esta— "¿A qué te refieres?" —dijo sin entenderle del todo.
Luego pudo ver a Senjuro tomando aire, tragar saliva y apretar sus manos.
"—A que no seas idiota" —repitió sin temblor alguno— "¿Cómo puedes estar bien después de esto? Sé lo que te pasó, sé cómo estás y no me estás diciendo nada" —continuó mientras lo miraba a los ojos, ahora sí estaba comenzando a temblar.
"—Te estoy diciendo la verdad, estoy bien" —repitió su ya muy usada respuesta mientras se acomodaba en la camilla para hablar con su hermano, tratando de ocultar el dolor. Senjuro no podía saberlo.
"—No es cierto" —dijo ya con una idea clara en la cabeza— "Hermano, dime la verdad" —pidió, casi al punto de exigirla.
"—Te la estoy diciendo" —trató de defenderse.
"—Sé que me estás mintiendo" —respondió apretando más sus manos mientras mantenía el contacto visual— "Siempre lo haces" —dijo mostrando algo importante: Que se había dado cuenta desde antes, quizás mucho antes.
"—¡No es cierto!" —se defendió perdiendo la compostura por un segundo, dejando su "máscara" de lado y expresando el dolor de su cuerpo por un instante.
"—Sí, sí lo es ¡Y siempre me pones la misma excusa cada que te pregunto! ¡Siempre lo evitas de la misma forma!" —dijo sin cuidar mucho su volumen, haciendo que Kyōjurō de verdad llegara a temer por sus palabras. ¿Qué excusa usaba específicamente para evadir las preguntas de su hermanito?
"—¿Y qué forma es esa?" —preguntó con verdadera preocupación. Con la verdadera duda de qué era lo que lo delataba.
"—Siempre que te pregunto algo, me dices: 'Estoy bien, tú hermano mayor es fuerte', 'Tu hermano mayor está bien', 'Tu hermano mayor puede con esto', 'Tengo que soportar esto porque soy el hermano mayor'. ¡Siempre es lo mismo!" —respondió recordando lo que las frases tenían en común.
"—Senjuro, cálmate un poco" —pidió el mayor al ver como su hermanito se alteraba por este tema.
"—Lo haría, de verdad lo haría, ¡Pero ya no puedo!" —confesó mientras intentaba sólo intentaba, medirse un poco— "No tienes idea de lo mucho que odio esa frase, 'Tu hermano mayor puede aguantar'. ¡¿Qué tipo de respuesta es esa...?!" —preguntó exaltado, hasta que en su rostro se mostró una expresión un tanto diferente, tenía unas mejores palabras que decir— "No, de hecho ¡¿Qué tipo excusa es esa para no decirme nada?!" —replanteó su pregunta para obtener una mejor respuesta.
Bien, esto se estaba saliendo de control. Tenía que calmar las aguas, no quería que Senjuro se mostrara más exaltado que ahora ¡Ni siquiera parecía ser él mismo! ¡¿Por cuánto tiempo se habrá guardado eso para luego explotar de tal forma?!
No estaba seguro de si quería saber esa respuesta.
"—¡No quería preocuparte!" —exclamó relativamente más calmado que Senjuro.
"—¡Lo hiciste de todos modos!" —respondió de igual manera, luego buscando una forma de tranquilizarse, ya estaba yendo muy lejos— "Sabía que estabas mal, pero yo te creía. ¿Por qué nunca trataste de decirme algo?" —preguntó mientras lo miraba nuevamente a los ojos. Kyōjurō ya no puede mentirle.
"—Quería ser un buen hermano y ser fuerte" —respondió sincero por primera vez en la conversación.
"—Guardar tu dolor no es lo mismo" —dijo el niño como si fuera algo tan simple de entender— "Y menos al darme una excusa como esa. 'Por ser el mayor puedo aguantar esto', 'Como soy el mayor haré lo aquello', 'Soy el mayor y por eso puedo manejar lo otro'..." —suspiró antes de continuar— "Estoy harto de oírla, en verdad lo estoy" —finalizó suspirando con aparente cansancio, bajando un poco la cabeza mientras para luego volver a mirar a Kyōjurō.
"—Lo siento... " —dijo para luego sentir una punzada en el pecho, estaba seguro que aquello era más emocional que físico.
"—Por favor, dime la verdad" —pidió acercando sus manos a las de su su hermano mayor—. "Dime la verdad, Kyōjurō" —pidió mientras lo llamaba por su nombre. Quizás para no pedirle la verdad a su hermano, pero sí al muchacho que se encontraba en mal estado— "Por favor dime cómo te sientes".
El corazón del mayor en verdad comenzó a doler al escucharlo. Soltó un suspiro, inhaló, dejó ir el aire y dijo:
"—Me siento mal Senjuro" —respondió con un pequeño nudo en la garganta. Era la primera vez que se abría con alguien de esa forma y en verdad era difícil, tanto que incluso le apenaba continuar—. "Me siento mal y me duele mucho, realmente me duele..." —dijo con la voz algo quebrada, con los ojos húmedos y con las manos apretando la tela sobre sus piernas. Quizás le afectó el saber los sentimientos de su hermano, quizás es porque por fin pudo decirle una verdad sobre su sentir. No está seguro, pero si sabe algo, que se sentía extrañamente bien el sentir cómo su hermanito lo abrazaba, como acariciaba su cabeza y trataba de confrontarlo.
"—Tranquilo, tranquilo. Estoy aquí" —dijo el pequeño Rengoku mientras sentía a su hermano mayor corresponder el abrazo. Tenía que dejarle en claro que esta vez era su turno apoyarlo a él.
Fue la primera vez que Senjuro lo visitaba luego de ser herido y también resultó ser la primera vez que lloró frente a él. Ya no sólo le dolió el vientre y el resto de su cuerpo, también le dolieron los ojos al haber derramado más lágrimas de las que hubiera querido. Fue un día muy agitado ya que no se lo esperaba, pero resultó sentirse mejor luego de hablar con su hermanito, como si se hubiera quitado un pequeño peso de encima y se sintiera más ligero. Parece que así era cuando lograba desahogarse, vaya sensación.
Esa noche hasta pudo dormir más tranquilo, sin sentir del todo la molestia que le generaba el dolor en el cuerpo, en verdad pudo sentirse bien en el transcurso de la noche. Durmió por un muy bien tiempo... Hasta que por alguna razón pudo sentir como sus ojos se abrieron de la nada en medio de la noche, si tenía que ser sincero, no estaba muy seguro de si estaba dormido o si estaba despierto, tampoco sabe porqué pasó, pero no es como si pudiera preguntarlo tampoco. Sólo sabe una cosa, no despertó por nada o eso puede pensar al tener la siguiente imagen, una que por primera vez en su vida, pudo decir que estaría a punto de olvidarla.
Estaba oscuro, eso estaba más que claro, no había ninguna luz que iluminara lo suficiente como para que se pudiera ver todo el interior; pero no es la imagen en sí de lo que Kyōjurō se acuerda, sino una sensación que podría describir como lo siguiente: Una caricia en la cabeza. Fue suave, fue lenta y también fue familiar, como si ya la hubiera sentido en más de una ocasión.
No sabe porqué y tampoco sabe quién fue, pero si pudo sentir algo, por muy extraño que sonara, le hizo sentir que realmente la necesitaba. Puede sonar raro, quizás tonto o incluso rozar lo estúpido, pero así se sintió. Era un momento realmente fugaz, uno que parecía no importar en adsoluto, pero no puede evitar sentirse así. No lo entiende, pero tampoco se siente completamente extrañado como para pensar que algo estaba mal.
Nuevamente el recuerdo se pone en pausa, en el callado cuarto se escucha un suspiro salir de la boca del rubio mientras una pequeña lágrima se desliza por su mejilla. Tanto la conversación que tuvo con su hermano, como el momento que apenas puede recordar, todavía le provocaban sentimientos. Habían pasado cuatro años desde entonces y aún no dejaba de provocarle esa sensación tan extraña, entre el alivio y la pena.
Quiere animarse, quizás recordar otras cosas, como los cambios que tuvo su cuerpo desde ese momento en adelante. Estaba más que claro que ya no podía tener una vida dentro, pero no fue lo único, también pasó un año entero sin sentir aquellas "complicaciones", que tanto le fastidiaban. Dejó de tener su "celo", durante más de un año y aquello no fue más que una gran ventaja para él. Ya no tenía que desperdiciar tres días en casa cada cuatro meses y podía cumplir con sus deberes como tenía que ser, o almenos así fue hasta que pasó un tiempo luego de cumplir lo dieciocho. Luego de un tiempo, ese molesto calor había vuelto a su cuerpo, pero ya no le afectaba como antes. Podía levantarse y hacer sus cosas, su temperatura se había elevado, pero estaba cien veces mejor que antes.
Hubo un momento donde se preguntó porqué había regresado, pero luego obtuvo su respuesta: Aún había una parte de él que podía reproducirse.
Fue molesto recordarlo, fue un fastidio pensar en que nuevamente tendría que desperdiciar tiempo valioso para matar demonios, en cosas como esas. Pero obtuvo mejores resultados de los que se esperaba, pues al día siguiente estaba como nuevo. Se encontraba perfectamente bien y claramente aprovechó el día.
Su cuerpo había cambiado y de una forma realmente favorable para él. Era extraño, pero no se quejaba en adsoluto, en realidad se mostraba más contento que de costumbre al ver la ventaja que obtuvo al perder cierto órgano suyo. Nuevamente podía decir esto: "Valió la pena".
Porque mejor tener un celo cada seis meses y que dure veinticuatro horas, a tenerlo cada cuatro y que este le gaste tres días.
Porque en verdad odiaba cuando llegaba su celo, lo detestaba y sólo quería una cosa: Que terminara rápido. Porque sólo perdía el tiempo.
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Y aquí vemos la historia de la infertilidad de Kyōjurō y una parte de su relación con Senjuro. ¿Qué les pareció? ¿Qué opinan de la charla entre hermanos? Espero saber su opinión :3.
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