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«Visitante»

Canción asignada: Hide and seek

Género: Terror

Shipp: No aplica

Extensión total: Un capítulo de 1337 palabras.

Etiqueta: kooromi_

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Puedo percatarme de que estás nerviosa, escucho tu corazón palpitar mientras me acerco en la oscuridad de la noche. Me tomó mucho tiempo encontrarte; más del que la última vez. Miro en tu habitación a través de la ventana, dejaste esa silla vacía en la esquina...¿para mí? Sé que sí. Sé que recuerdas que ese era mi lugar favorito.

¿Recuerdas cuando le contaste a mamá sobre mí? Fue por ese bonito retrato mío que hiciste con crayones en una de las paredes blancas de la sala. Te envió con...¿cómo es que se les llama? ¿terapeutas? Te olvidaste de que yo existía un tiempo. Tranquila...logré hacerte recordar, siempre lo hago.

Sé que también sabes que lo que le ocurrió a tu madre después de esa estupidez no fue casualidad. Caer desde esa gran altura fue una ardua tarea. Me encargué de atormentarla en sueños, de hacerle sentir el infierno en la Tierra para que, por medio de delirios, pudiera finalmente colocarse en la azotea de esa vieja casa que llamaste hogar.

¡Lloraste! ¡Después de lo que hice por ti! Vamos... vivir con tu padre no era tan malo. Me costó encontrarte, pero finalmente lo hice. No puedes huir de mí, por más lejos que vayas, te encontraré.

Eres mía.

Ah...tu padre. Él, tan ocupado en su mundo de porquería y alcohol como para percatarse de mi presencia. Eso sí, jamás permití que te pusiera un solo dedo encima. Las marcas en sus nudillos bancos y los arañazos en el antebrazo no fueron obra de sus manos; él se comía las uñas, lograba que lo hiciera hasta sangrar.

¡Qué es lo que veo!, ¡conservas la muñeca! Esa muñeca que usaba para poder pasar más tiempo contigo, para ver tu mundo desde una mejor perspectiva. Aún tiene las manchas de sangre de las amigas que dijeron cosas malas sobre ti, y sobre mí.

Soy posesivo, he de admitirlo. Me encantaba percatarme del miedo que generaba en ti desde una temprana edad. Como escudriñabas tu pequeño cuarto en la oscuridad y por el más mínimo sonido que llegaba a tus oídos contraías el cuerpo hasta querer desaparecer dentro de tus frazadas; cómo apretabas tus manos y los dedos de tus pies, procurando respirar lento para que no te escuchara.

«Ding-Dong» Necesito entrar, no puedo acceder sin que me lo permitas. Te levantas de la cama, escucho tus pasos por el corredor. Justo en el momento en el que abres la puerta, puedo entrar. Desde la sombras en la esquina de tu recibidor puedo verte ahora, mirando en dirección al pasillo, de lado a lado, confundida porque no había nadie.

— Habrá sido el viento —. Murmuras, en un pobre intento de autoconvencerte de que no ha sido tu imaginación el cómo los vellos de tu nuca se erizaron cuando un viento helado pasó lentamente por tu lado izquierdo, y tú conoces muy bien esa sensación.

Te giras, y cierras la puerta con llave tras de ti. Suspiras levemente, las cosas siguen igual, pero entonces en medio de la oscuridad nuestras miradas se cruzan aunque tú no puedes verme. Algo ha cambiado en el ambiente, tu ritmo cardiaco se acelera y comienzas a hiperventilar. Puedo sentir el frenesí y el miedo apoderándose de ti; sabes que estoy aquí.

¡Vamos a jugar! Como cuando eras una niña. Es mi momento favorito de la noche. Aprietas más la bata de dormir sobre tu pecho, y giras la cabeza en ambas direcciones intentando eliminar ese pensamiento de tu mente. Caminas a tu habitación, puedo escuchar el colchón descender bajo tu cuerpo.

¿Qué son esas pastillas en tu mesa de noche? ¡Por eso me costó tanto tiempo encontrarte! Ah, ¿me extrañaste? Por eso dejaste de tomarlas, por eso decidiste arrojarlas por el caño del agua.

Yo también te extrañé.

Noto que no puedes conciliar el sueño, ya ha pasado tiempo y por más que cierras tus ojos no puedes apartar la sensación de escalofrío que te genero. También noto que tienes sed, tus labios están resecos y sé que tu lengua se siente rasposa. ¿Por qué no simplemente te levantas y tomas agua? ¿Es acaso el sonido de la rama tocando a tu ventana lo que te asusta?

¿Recuerdas aquella noche donde estabas en tu cama tratando de dormir y escuchaste cómo alguien te llamaba? ¿Recuerdas que abriste los ojos y sentiste a alguien viéndote a lo lejos? Todas esas sensaciones vuelven a ti, retornan como aquel viejo conocido que decidiste olvidar.

De pronto escuchas algo, como un papel moviéndose, y sientes un peso a los pies de tu cama. Piensas que quizá es el viento por tu ventana lo que ocasionó ese ruido. Pero el sentimiento de incomodidad, el escozor recorriendo cada parte de tu cuerpo no se va, ¿cierto?

Sigue todo en silencio, sientes un aire diferente. Tu cuarto se siente pesado, sientes tu corazón latir y a los segundo lo puedes escuchar, yo también lo escucho. Me arrastro por la pared, ahora estoy más cerca de ti. Quieres huir, pero tienes miedo de que solo sea una mala jugada del cansancio.

Marco con mi dedo el ritmo de tu corazón- toc, toc-. Aprietas más los ojos, contraes tus piernas para que se junten con tus brazos, y entonces pides que me vaya en una voz cautelosa. Ya has estado en esta situación antes, sabes lo que quiero, pero aún así te niegas a jugar conmigo.

Me siento en tu cama a verte, me gusta ver como tus ojos se mueven bajo tus párpados, tomo el atrevimiento de poner mi oreja sobre tu pecho, noto tu desesperación por querer respirar, te sientes sofocada y ni siquiera puedes gritar, ¿quién te escucharía?, ¿quién vendría a rescatarte?

Abres los ojos, ya no puedes resistir más. Hay un gran espejo frente a ti, uno que no debiste colocar, porque de esa forma me has visto directamente en mi forma natural.

Gritas de angustia, pataleas sin moverte. Es mi parte favorita de la noche. Intentas levantarte de la cama pero del pánico eres incapaz de controlar tus acciones. Sientes el frío helado de mis manos tocando tus pies, el aliento gélido en tu cuello.

— No te tengo miedo —. La voz entrecortada que usas me deja ver todo lo contrario, pero te doy tiempo a que puedas levantarte de la cama y correr por los pasillos.

El juego ha empezado, escucho cómo bajas las escaleras e intentas abrir la puerta, cómo murmuras una oración al supremo creador y después, un silencio sepulcral se apodera de la noche.

Te has escondido. Me muevo lentamente, a través del suelo y de los espejos. ¿Dónde estarás? No debajo de la cama, buen intento. En la cocina hay un montón de platos rotos y la llave del agua corriendo, como si esos trucos baratos pudieran contra mi poder.

La televisión está encendida, lo he hecho para que pudieras sentir que me voy acercando, para que cuando consuma tu miedo este en el máximo punto. Las luces parpadean, pero no puedo encontrarte.

Oigo tu respiración, sé exactamente dónde te encuentras. Ya no puedes escapar. La puerta de tu baño principal se abre frente a mí, pero tú no estás en dirección a esta.

¡Bingo! He ganado el juego, te encontré.

Ves al espejo de tu baño, esperando mirarme y solo admiras tu reflejo, soy igual a ti. Veo que has tomado la decisión, mi cara se deforma completamente cuando observo cómo tomas el cuchillo de la cocina y lo clavas directa y profundamente a través de tu cuello, haciendo un corte que deja manchas por todos lados.

¡Estúpida!, ¡¿Qué has hecho?! El miedo a morir ha superado incluso el que me tienes a mí, y lentamente veo escapar la vida de tus ojos mientras, desde el suelo del baño, me sigues observando a través del espejo.

Entonces, todo es calma. Has muerto, no hay nada más que hacer. Estoy molesto, y veo mi oportunidad de desquitarme cuando, en medio de la neblina, comienzas a aparecer nuevamente, a materializarte... justo en el espejo de tu cuarto.

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