11. Los cangrejos de la historia
—No pienso bajarme de este coche —advierte Gustave con el codo apoyado en la ventanilla mientras mordisquea sus nudillos, su mano está hecha un puño.
La cabeza de Kadri aparece entre los asientos con una amenaza:
—Te bajas o te bajo.
Apago el motor y observo la vestimenta de G. Los chicos recrearon un disfraz de hawaiana para él. Tiene una tobillera, una falda, un collar, una corona y pulseras hechas con hilos de caramelos. Es como ver a Lilo en su versión masculina, gruñona y azucarada. A mi parecer su personalidad encaja más con la de Stitch cuando se transforma es un monstruo, pero no tuve ni voz ni voto a la hora de escoger qué usaríamos.
—Ya estamos aquí. —Abro la puerta para salir y los chicos en la parte trasera me imitan mientras rodeo el coche hasta el lugar del copiloto y tirar de la manija—. Afuera, Gus.
Me lanza una mirada de poca tolerancia y respiro hondo antes de señalar mi atuendo, si es que podemos llamarlo así. Me siento desnudo. Tuve suerte de que Ranjit me permitiera usar un bóxer bajo el taparrabo rosado que me hizo con tanto amor comestible.
—Soy una puta nube de algodón de azúcar. —Hago un ademán con la cabeza para que salga—. No te recomiendo poner a prueba mi paciencia ahora, amigo.
Abre la boca para discutir, pero un gemido frustrado nos hace mirar hacia atrás. Ranjit se atoró al querer salir por la puerta. Él y Kadri desarmaron y pegaron las bolsas de papel rayadas en las que vendimos las palomitas, pero mientras K lo transformó en un overol lleno de bolsillos de los que rebosan golosinas e incluso en un sombrero granjero del que asoman más palomitas, R confeccionó un traje ovalado. Dice que es un M&M gigante que acaba de salir de la cárcel. Las rayas rojas simbolizan el sabor a frutilla, su color de piel el chocolate y las rayas blancas… Bueno, quizás cocaína.
El problema es que, una vez dentro de él, tomó el inflador de una bicicleta para darle volumen.
Gustave sale a regañadientes y lo toma por los brazos. Tira de él mientras Kadri lo empuja todavía desde dentro del coche. Cierro la puerta del acompañante en el momento en que logran desatorarlo. Cae sobre Gustave y ruedan por el césped.
Gus queda tendido en el piso, con los brazos abiertos y los ojos clavados en el cielo como si ya estuviera listo para que una fuerza superior reclamara su alma. Kadri salta fuera del auto y rondea mis hombros con un brazo antes de besarme la mejilla:
—¡Les prometo que será la mejor despedida de soltero del mundo!
Perdí a Ranjit.
Miro para ambos lados de la cocina atestada de gente. Me di vuelta tres segundos para servirme un poco de agua y ya no está donde lo dejé, sentado en un taburete.
—Esto debió sentir mi madre cuando era pequeño y tenía el trasero demasiado inquieto. Genial, es karma.
—¿Qué?
Levanto la mirada para hallar a la dueña de la voz. Hay una chica de rostro familiar al otro lado de la mesada. Resalta contra el resto de los invitados porque no lleva ningún disfraz, sino una sudadera varias tallas más grandes a modo de vestido.
—Estaba hablando conmigo mismo, lo siento.
Niega con la cabeza:
—Culpa del registro civil por permitirle a mi madre llamarme Karma. Pero no te preocupes, hay peores nombres aunque no lo creas.
Pienso en la chica pez y oculto mi sonrisa tras el vaso de agua al darle un sorbo.
—En realidad, te creo.
Entreabre los labios para volver a hablar, pero Gustave aparece a mi lado para quitarle la palabra de la boca:
—¿Intercambiamos? Kadri encontró la pista de baile y ya está frotándose con una chica en una extraña danza de cortejo. —Frunce el ceño y le paso el agua para que beba—. Prefiero cuidar a Ranjit de que salga volando por la cantidad de aire que le metió a su traje de M&M.
Le muestro las palmas.
—Si lo encuentras es todo tuyo.
Está por responder cuando sus ojos se desvían hacia Karma. La arruga entre sus cejas se profundiza y aprieta los labios un segundo. La chica cambia su peso de un pie al otro, incómoda bajo la usualmente intensa mirada de G.
—Hola —dice al levantar una mano para saludarlo.
—¿Tú no eres la chica de los kebabs? —le pregunta mi amigo, quizás en un tono no tan amable para los oídos que están desacostumbrados a estar a su alrededor.
Las mejillas de la muchacha se encienden como si estuviera avergonzada o intimidada por el comentario o su presencia. En lugar de responder, nos dedica una sonrisa que más bien parece una disculpa antes de dar media vuelta y alejarse.
El rostro de Gustave se relaja al instante, pero no con alivio, sino con decepción. Abre la boca como si quisiera llamarla otra vez, pero luego de un segundo decide cerrarla. Echa la cabeza hacia atrás con frustración y arqueo una ceja.
Tengo preguntas.
¿Acaso veo interés ahí?
—Ni una palabra —advierte al notar mi intención.
Simulo cerrar con llave mis labios y rueda los ojos ante el gesto. Deja el vaso sobre la mesada y apoya las palmas sobre ella antes de inclinarse para quedarse mirando el lugar por donde se fue Karma. Le doy una palmada en el hombro y lo paso para ir en busca de Kadri, listo para contarle que nuestro supuesto imperturbable amigo tuvo un desliz y dejó entrever un sentimiento.
Y no es difícil hallar a K, lo complicado es mantener los ojos sobre él cuando encuentro a Virginity en la pista de baile.
Se portó mal y no siguió el código de vestimenta. Tiene las mismas zapatillas y shorts de jeans que esta tarde, pero la camiseta con el logo de la universidad está anudada a su cintura como si le hubiera dado calor. No debería quedármele mirando, pero mis ojos insisten en deslizarse por la porción de piel de su estómago y en seguir la rotación de sus caderas cuando las mueve al ritmo de la música.
Hasta que una mano masculina serpentea por su cintura.
La chica pez ladea la cabeza, haciendo que su cabello y sus trenzas vuelen. Encuentra el rostro de Teodoro sobre su hombro, él la pega más a su cuerpo y le dice algo al oído que la hace sonrojarse incluso bajo la iluminación multicolor. Siento un nudo en el estómago. Ella se voltea entre sus brazos y quedan frente a frente. Por un segundo pienso que empezaran a fregarse uno contra el otro, pero hacen lo contrario: se toman de las manos y giran como locos, como niños, como jóvenes que no tienen ni una sola preocupación.
No es hasta que empiezan a reírse que el nudo que siento tira con más fuerza.
No recuerdo cuándo fue la última vez que me divertí hasta quedar sin aire, con lágrimas en los ojos y sosteniéndome el estómago porque me dolía de tanto reír.
Probablemente hace meses, antes de que mi padre muriera.
Creo que algunas personas son como un reflector. Es fácil encontrarlos y también cegarse con ellos. Cuando me topo con la mirada de Meyer lo que siento me desorienta. Sobre todo cuando lo veo dar media vuelta y salir por la puerta trasera de la cocina mordiéndose el labio inferior como si contuviera las ganas de… ¿Golpear? ¿Llorar?
No sé identificarlo.
Antes de percatarme de su presencia estaba concentrada en Teo y su facilidad para hacerme sentir cómoda en un lugar donde jamás me sentí así, como lo es una fiesta. Pero entonces vi su expresión y ya no puedo evitar pensar que se asemejaba mucho a un sentimiento que no debería estar allí.
¿Le molestó vernos bailar? ¿Cuánto tiempo estuvo parado ahí?
Tengo los brazos envueltos alrededor de un chico mientras me pregunto cómo se sentiría que fuera otro. Así que me separo de Teodoro, lo tomo por las mejillas y me acerco para que pueda oírme:
—¡Iré a chequear que Brie siga viva!
Levanta el pulgar y me escabullo entre las personas. Iré a corroborar que mi amiga esté en una pieza, pero primero haré un desvío. Así que es una mentira a medias.
Al llegar al patio la música queda amortiguada por las paredes de la casa. El denso aire se transforma en una brisa ligera y la frescura de la noche alivia el calor en mi piel. Además de la luna, la única fuente de luz proviene del fondo de la pileta. Me apoyo en uno de los pilares de la casa para quitarme las zapatillas y atravieso el césped descalza.
Meyer está sentado en el borde de la piscina, con las piernas cruzadas y los codos apoyados sobre las rodillas. Su postura suele ser perfecta, pero esta vez sus hombros caen como si lo atormentara un secreto difícil de cargar. Mi reflejo se dibuja junto al suyo cuando me paro detrás de él.
—Deberías volver a la fiesta —dice mientras truena sus dedos.
Usualmente no deja entrever ninguna emoción que no quiera, pero noto que está incómodo con algo, así que dejo caer mi calzado.
—Prefiero una charla a corazón abierto antes que ver a un puñado de borrachos intentar hallar su centro de gravedad. —Me siento a su lado y deslizo los pies en el agua, hasta que las ondas distorsionan nuestra imagen.
Ladea el rostro para mirarme. Qué gran error de su parte, porque si hay algo que despierta mi fascinación en una persona es que te mire a los ojos y resista el impulso de apartar la vista cuando encuentras la puerta de la vulnerabilidad en sus pupilas.
—Nunca dije que tendría ese tipo de charla contigo, Ariel.
—El silencio en buena compañía también me gusta. —Me encojo de hombros—. Puedo adaptarme.
Creo que tiene una lucha consigo mismo sobre si debería aceptar mi oferta. Sin embargo, también intuyo que no quiere quedarse solo porque sus labios se crispan en una sonrisa pequeña y pierde la batalla. Niega con la cabeza, tal vez exasperado y agradecido por mi aparición en partes iguales.
—Me alegra que mi ternura haya derretido tu aspereza.
—O tu insistencia le ganó a mi paciencia —corrige.
Reprimo mi propia sonrisa y nos quedamos en silencio un rato, viendo mis pies moverse bajo el agua. Luego, se suman los suyos cuando sumerge las piernas. La idea de que podría haberse molestado al verme bailar con Teo pierde fuerza y empieza a sonar ridícula. Es evidente que hay algo más, pero no pregunto. En cambio, lo estudio: jamás lo había visto con tan poco ropa encima.
Me pone un poco nerviosa.
Su piel bronceada parece tan tersa que mis dedos cosquillean inquietos, y las ondulaciones de cada músculo te invitan a trazarlas con los ojos, las yemas, la lengua... Hago mi mejor esfuerzo para no mirarlo del cuello para abajo porque sería incluso más inapropiado. También contengo las ganas de hacer un comentario sobre la falda de algodón de azúcar que sospecho que le impusieron. Me concentro en la forma en que traga con dificultad y señala que los pensamientos que merodean su cabeza son complicados.
Entonces, con la vista fija al frente, su amplio pecho se infla al inhalar:
—No sé por dónde empezar —dice con voz ronca, exhausto.
Me gusta no haber tenido que preguntarle si estaba bien. También haberme ahorrado decirle que puede desahogarse conmigo. Siento que con Meyer siempre hay acuerdos tácitos porque sabemos leer al otro bastante bien.
Es una conexión extraña, sobre todo porque nos conocemos hace poco tiempo.
—Por la parte más difícil.
Al menos, a mí me ayuda empezar por ahí. En lugar de retener el aliento y el llanto durante toda la conversación en la espera de llegar a la parte dolorosa, la suelto antes y es como si ya tuviera luz verde para desmoronarme. Mi ansiedad disminuye.
—Mi padre era profesor de biología. —Aparta el mechón que le cae sobre la frente antes de volver a jugar con sus dedos—. Cuando era pequeño me contó sobre el cangrejo ermitaño. A diferencia del resto, no tiene una coraza externa que lo proteja. Su cuerpo es demasiado blando, así que al nacer busca una caracola. Incluso puede modificarla como si se tratara de la remodelación de una casa, o mudarse a otra más grande. Sin embargo, cuando llega la temporada de apareamiento los machos deben abandonarla para poder reproducirse. Es su momento más vulnerable porque otro cangrejo podría usurpar su hogar.
»Cuando llegó la adolescencia papá solía bromear con que me parecía a los ermitaños porque no era capaz de dejar la coraza de lado por nadie. Yo insistía en que no lo haría y él juraba que se reiría en mi cara cuando sucediera, que me diría «te lo dije» porque la época del amor es inevitable. —Esconde su sonrisa nostálgica al bufar—. Pero la muerte también lo es, así que…
Las pantuflas de cangrejo que le vi puestas en el baño tienen sentido ahora.
Deja que las palabras se desvanezcan y apoyo mi mano en su muslo, sin pensar. El toque lo obliga a mirarme a los ojos.
—Me hubiera gustado que él estuviera presente para verme caer en lo que juré que jamás caería —susurra—. Se hubiera burlado un montón.
—Lo siento mucho. No sé si soy buena consolando a las personas, pero tengo un innegable talento innato para burlarme de ti. —Arrugo la nariz—. Me burlaré en nombre del profesor si me das permiso.
El comentario casi le roba una risa.
—Gracias, Ariel.
Apoya su mano sobre la mía y, contradictoriamente, el calor de su piel me produce un escalofrío cuando me da un suave apretón.
—Es por eso que necesito una novia falsa —añade.
Niego con la cabeza:
—No entiendo.
Aparta la mirada otra vez. Luego, la mano. Tengo el instinto de pedirle que la regrese a donde estaba, pero me lo trago y apoyo las palmas a cada lado de mi cuerpo para distraerlas.
—Mi madre —resume al rascarse la nuca—. Desde que papá murió no deja de volverme loco con el asunto del cangrejo que deja el caparazón y es feliz. Me presiona para que tenga citas. Cree que si encuentro a alguien que me quiera me recuperaré más rápido del duelo. El amor siempre suavizó sus heridas y piensa que también suavizará las mías.
No creo que sea tan fácil. Con mis abuelos, aunque yo era bastante pequeña, no lo fue.
Uno jamás se recupera de la pérdida. Cuando nos arrebatan a una persona el vacío es inevitable y permanente, pero podemos hacerlo más pequeño con el tiempo: dejar de pensar en él tan a menudo, parar de llorar a todas horas, volver a encontrarle el gusto, el sentido y el propósito a lo que nos queda en lugar de sentir que solo sobrevivimos a la carencia del abrazo de quien ya no está.
Algún día, quizás, podremos habitar el vacío y empezar a verlo como un espacio pintado de recuerdos más bonitos que dolorosos.
—Y a veces… —dice.
—¿A veces qué?
Saco los pies del agua y atraigo las rodillas hacia mí para abrazarlas.
—Me da la sensación de que quiere adelantar la etapa del duelo para que volvamos a sentir alegría. Y quiero darle eso porque no me gusta que se sienta mal por mí. También porque explotaré si sigue presionándome con la ridiculez de enamorarme. —Rueda los ojos, pero de inmediato se arrepiente—: Lo siento, no me refiero a que enamorarse sea ridículo. Solo creo que lo es para mí en este momento, cuando estoy atravesando cosas que requieren más atención. Necesito estar tranquilo para aceptar y llorar a mi propio tiempo que mi padre no está, incluso si lo hago a espaldas de mi madre.
Quiere demostrarle que está avanzando a la velocidad que ella espera que lo haga porque piensa que así le dará algo de paz. Por eso considera la opción de una relación falsa y quizás por el mismo motivo se nos quedó mirando en la pista de baile, preguntándose si es una buena idea. Sin embargo, ¿no se sentirá mal por mentirle a la mujer que le dio la vida?
Si la idea de que Teo se enoje conmigo por compartir nuestras intimidades con su compañero me genera algo de culpa, ¿a Meyer no lo carcomerá esto?
Sé que cada uno es responsable de las decisiones que toma. Yo responderé por ambos si Teodoro se entera de la verdad. Y él responderá con su madre, dejándome afuera. También soy consciente de que tenemos nuestras razones para seguir adelante, no importa si objetivamente son buenas o malas.
En este momento solo queremos un poco de ayuda y podemos dárnosla el uno al otro.
—No estás de acuerdo —dice al ver mi expresión—. Crees que debería hablarlo con ella, ¿verdad?
Hablar nunca es tan sencillo ni acaba como quieres.
—Estoy segura de que ya lo intentaste.
No estoy en el lugar de juzgar los silencios ni las mentiras de nadie porque no me agradaría que hagan lo mismo con las mías.
—¿Entonces? Ahora que sabes el trasfondo, ¿sigues dispuesta a aceptar el trato, chica pez?
Choco débilmente mi hombro contra el suyo:
—¿De qué trato hablas? Esto es real, eres mi… chico.
Con esas palabras inauguro la función y ahora es él quien choca mi hombro con una sonrisa torcida.
—Esto es real, eres mi chica.
Sin embargo, la paz dura poco:
—¿Qué tú eres su qué? —espeta alguien a nuestras espaldas.
¡Cuánto tiempo, pequeñas almas impuras! 😂 Desaparecí porque tenía cositas que entregar 🤫, así que empiecen a ahorrar.
Sin embargo, no iba a dejar a Virginity en modo, valga la redundancia, virgen para siempre, ¡así que vuelven las actualizaciones (y los intentos de penetración)! 🥳
1. ¿En el amor son cangrejos a los que les cuesta dejar de lado la coraza? 🦀
2. Frase o parte favorita del capítulo 👀
3. ¿QUIÉN CREEN que escuchó la conversación al final? ¿Habrá pelea?
4. ¿Mejor disfraz comestible entre Meyer, Ranjit, Gustave y Kadri? ¿Cuál usarían?
Con amor cibernético y demás, S. ❤️
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