Encerrar, aislar

 -Ellos preguntaron por ti.- La mente maestra se sentó en el piso, en medio de la puerta del ropero, evitando así que su rehén escape.- Les dije que estabas enfermo, y que es algo contagioso. No están preocupados por ti, por si dudabas.

 Esto era obviamente mentira, al igual que su anterior excusa a la ausencia del suertudo, las únicas razones por la que le creyó fue por su estado mental actual y una duda que lo preocupaba más. Despues de todo, fue bajo la condición de permanecer ahí, quieto y en silencio que ella les perdonaría la vida.

 -No les hiciste daño, ¿verdad?- Ella sonrió, y mientras acariciaba su mejilla, respondió:

 -No, ellos están bien, a salvo, tal y como lo prometí.- El castaño suspiró aliviado, aunque nuevamente se tensó al notar la mano de su captora apretando su cara.- Pero, si vuelves a golpearme, posiblemente no te de otra oportunidad.

 Naegi tragó saliva, sabía que tenía que buscar otra manera de evitar aquellos roces. Pero a este punto, ¿era capaz de hacerlo?

 ¿Cuanto tiempo más debía resistir hasta que alguien lo ayudara?

 ¿Luego de esto estaría completamente a salvo?

 ¿Siquiera podría acabar todo esto algún día?

 No pudo recuperar la calma hasta que Enoshima se alejó de él. Agradecía que no tendría que pasar lo mismo que desencadeno la pelea. Al menos no por hoy. 

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