~ Asesinar ~

Amable no era la primera palabra con la cualquier otro Country llamaría a Egipto si se les pidiera describirlo.

Los enemigos que lo habían enfrentado en batalla lo llamarían despiadado (pero ellos también elogiarían su fortaleza en batalla).

Sus hermanos lo llamarían un terco obstinado (y por dentro los mayores pensarían también que creció demasiado pronto y demasiado rápido para ser sano).

Dependiendo del tiempo Israel lo llamaría un tirano (para el pueblo judío) o un completo apático (pero a regañadientes agregaría que, en 400 años de esclavitud, el Country ni una vez le puso la mano encima de forma violenta).

Grecia lo llamaría apasionado y leal (también, para sus adentros, pensaría en él como la elegancia encarnada).

Pero si había algo en que todos podrían coincidir era en lo protector que era con su gente, lo mucho que los amaba (todos sabían de las plagas, todos habían escuchado los rumores e historias, como Egipto había gritando en medio del caos, rogando, suplicando, rezando a un dios en el que no creía para que detuviera el dolor y la muerte de su gente (Israel solo apartaba la mirada cuando se le preguntaba sobre eso)).

Todos estaban de acuerdo en que no había limites que no cruzaría o castigos que no soportaría sólo para asegurar la seguridad de su gente.

¿Y ver a un Country amenazar activamente a sus propios soldados sin pensarlo dos veces?

Por meses, años, había soportado la actitud, los golpes, los manoseos y la violencia de Roma, todo con la promesa de que, a pesar de la rebeldía en su país, su gente no sería dañada.

(No fue hasta hace poco que se dio cuenta de la única garantía que tenía de que su gente había estado bien todo este tiempo había sido solo la palabra de Roma).

(No tenía nada tangible que le demostrara que ese maldito no solo había comenzado un genocidio tan pronto el egipcio dejo su país o que tenía el más mínimo permiso para tratarlo como nada más que un costal para descargar su frustración)

¿Y ahora se suponía que debía quedarse mirando mientras Imperio Romano amenazaba a los seres amados de los humanos que lo habían ayudado tanto a sobrellevar la tortura que se había vuelto su vida?

No, se negaba a dejar esto ocurrir.

Y ahora, haciendo frente al maldito que se había atrevido a proclamarse a sí mismo como su pareja, el mismo que una vez Egipto en realidad pensó que alguna vez podría llegar a amar antes de ver la verdadera cara del imperio...

Roma podía dañarlo, insultarlo y menospreciarlo todo lo que quisiera, no es cómo si él no lo mereciera luego de tantas cosas terribles que ha hecho en su pasado.

Pero trazaba una línea en esto.

Sus alas dañadas se extendieron en toda su destrozada gloria, sus heridas tenían vendas y algunas estaban manchadas de sangre, pero la feroz mirada que portaba convertía lo que podría haber sido una escena lamentable en un espectáculo completamente diferente.

Se veía aterrador fue el único pensamiento que Roma pudo tener cuando lo vio.

Y por primera vez desde que conoció a Egipto, sintió miedo de él, es como si frente a él estuviera un Country completamente diferente al sumiso y patético país que era la última vez que lo tuvo cara a cara.

No se había dado cuenta de que había empezado a retroceder hasta que su espalda toco la punta una lanza.

Sus ojos no podían creer lo que veían cuando miró hacia atrás... Los mismos humanos que hace meros minutos temblaban ante él ahora apuntaban sus armas a él, cortando cualquier lugar para escapar que no fuera directo frente a Egipto.

- ¡¿Se atreven a apuntar sus armas contra mí?! ¡Soy su Imperio! -. Las palabras fueron dichas con furia y, por más que odiara admitirlo incluso para sí mismo, un sentimiento de traición, esos eran sus soldados, sus humanos, ¡se suponía que debían estar de su lado sin importar qué!

Las armas en su dirección no vacilaron, incluso podría jurar que el agarre de los soldados en ellas se hizo más fuerte.

- Tú... ¿De verdad creías que estarían de tu lado luego de amenazar a sus familias? -. La incredulidad era palpable en la voz y la expresión de Egipto, como si creyera que Roma era un idiota por creer eso.

La familiar ira regreso al imperio e ignorando todas las alarmas en su mente se empezó a acercar al egipcio, creyendo que si le daba otra paliza toda esa falsa valentía se desvanecería y todo volvería a lo que él creía era la normalidad.

Eso no fue lo que pasó.

En el segundo en que alzó su puño para golpear al otro este lanzó hacia el frente.

Fue como ser tacleado por una maldita roca.

Su cerebro simplemente no podía ponerse al día con el dolor que estaba experimentado, Egipto siempre había sido más pequeño, más ligero, más débil.

Era como si fuera todo lo contrario ahora, los golpes que no lograba esquivar caían pesados, había una desesperación e ira palpables detrás de cada uno de los ataques de Egipto, como si supiera exactamente que Roma se las haría pagar el doble si le daba el más mínimo espacio para contratacar.

Porque sus heridas incluso si siempre eran atendidas aún dolían, porque cada golpe hacia el imperio todavía le debía doler a él dada su condición.

Y por un momento el Imperio Romano creyó que podría superar esto, que lo único que debía hacer era aguantar el ataque del egipcio, esperar a que se cansara, a que la furia se extinguiera y dejara atrás al patético Country que empezaba a temblar tan pronto él estuviera en la misma habitación.

Y tan pronto eso ocurriera, le recordaría a Egipto por qué había empezado a tenerle miedo a Roma, ejecutaría a esos humanos traidores frente a él si fuera necesario y se aseguraría que nada como esto volviera a ocurrir.

Olvido que los mismos humanos a los que planeaba ejecutar aún seguían ahí.

Dolor fue todo lo que sintió cuando las lanzas de Ulises y Nemesio lo atravesaron.

Y el silencio fue todo lo que se escuchó mientras la sangre se derramaba del cuerpo de Roma, nadie sabía cómo reaccionar.

Por primera vez en su historia humana, un humano había herido de muerte a un Country, a su Country.

Mientras los humanos entraban en un pánico interno, mirando a todas partes, como si esperaran que todo a su alrededor comenzara a desaparecer, Egipto, cansado pero calmado sólo tomo la lanza de las manos de Alair y se acercó al moribundo imperio.

Sus ojos no revelaban ninguna emoción, toda la ira y miedo habían abandonado su mirada y eso fue quizás lo que finalmente le dijo a Roma que ese era el final, una tumba se cavaría ese día y no sería la de Egipto ni los soldados.

Era la tumba del Imperio Romano y la de nadie más.

Con calma, Egipto se inclinó para susurrarle al romano las últimas palabras que escucharía en vida, palabras cargadas de rencor y burla. -De todos los enemigos que en mi vida he tenido, de todos los que alguna vez lograron hacerme sangrar... creo que nunca he conocido a uno más cobarde que tú, sintiéndote poderoso lastimándome cuando no podía defenderme, pues bien, amor, ¿Qué se siente estar al otro lado de la lanza?

No se le dio tiempo ni para pensar en una respuesta antes de que la lanza le atravesara la garganta. Egipto solo vio con cierta apatía como el cuerpo dejo poco a poco de moverse, para al final caer al suelo cuando Nemesio y Ulises soltaron sus armas tan pronto dejo de moverse.

El egipcio solo pudo mirar el cuerpo ahora sin vida de su torturador... creyó que debería sentirse aliviado, feliz, su pesadilla personal había terminado, ¿no? Roma ya nunca podría volverle a poner una mano encima y sabía que los soldados a su alrededor no lo iban a apuñalar, pero no se sentía más seguro, sus alas seguían tan destrozadas que casi temía no poder volar nunca más.

El Imperio Romano no era más que un cadáver en el suelo, el imperio al que representaba estaba condenado a caer y perecer junto a él, Egipto era el que viviría un día más, pero una parte de él todavía como se sentía asustada, como si en cualquier momento ese maldito fuera a levantarse y burlarse de su patético intento de librarse de sus maltratos.

Y luego se desmayó, su cuerpo finalmente poniéndose al día con todo el estrés de los últimos meses, los gritos preocupados de los soldados a su alrededor fueron lo último que oyó antes de que todo se oscureciera.


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Había mano acariciando su brazo, no era como los toques bruscos y lascivos que Roma hacía, había una extraña ternura detrás de estos, como si quien lo estuviera tocando tuviera miedo de lastimarlo si tocaba demasiado fuerte o demasiado brusco.

Sólo eso se necesito para confirmarle que lo que paso no fue un sueño o una alucinación, el Imperio Romano estaba muerto y Egipto...

No estaba seguro de donde estaba.

Se forzó a abrir los ojos, la habitación donde estaba bastante iluminada y le costo orientarse, uno de sus ojos parecía estar vendado, y un rápido chequeo le hizo ver que una gran parte de su cuerpo estaba cubierto en vendas, la arquitectura del lugar le dijo dónde estaba exactamente antes de que su mirada llegara al otro Country en la habitación.

Grecia todavía tenía su mano sobre su brazo, aunque algo le decía que lo apartaría de él en el segundo que mostrara incomodidad por este.

Pero eso era lo último que Egipto quería en estos momentos, había pasado tanto tiempo desde que había visto a Grecia, había pasado mucho desde que sintió cariño de parte de su propia especie que creía que se rompería si se la arrebataban en ese momento.

Porque Grecia lo estaba mirando como si fuera algo valioso, como si el solo hecho de que estuviera despierto fuera un milagro que valiera la pena apreciar y Egipto no podía creer creyó que Roma pudo haberlo amado cuando una sola mirada de su amigo contenía más cariño hacía él que cualquier "acto de amor" que el imperio le había dado.

Esa mirada seguía en sus ojos comenzó a hablar. -Me diste un gran susto, ¿sabes? Un montón de soldados romanos llegaron con tu cuerpo hace meses, casi los mató antes de que me explicaran que paso... lamento no haber podido hacer nada por ti antes. -Se veía realmente arrepentido, como si fuera culpa suya lo que le pasó, aunque ambos sabían que había poco que el heleno podría haber hecho contra Roma.

-... ¿Meses? -Fue todo lo que pudo responder, sabía que tratar de discutir con Grecia sobre su falta de culpa en el asunto no serviría por un tiempo, así por el momento solo se concretaría en averiguar que pasó luego de que se desmayara.

Su amigo tardó en ordenar sus pensamientos. -Tu cuerpo... se cerró, por así decirlo, todo el estrés físico y mental, eso sin contar tus heridas, fueron demasiado, estuviste en coma durante meses, toda tu energía se concentraba en curarte, entrabas y salías de la conciencia durante el último mes y supongo finalmente tienes la suficiente como para estar despierto más tiempo, pero sugiero que no intentes hablar demasiado. -

Luego de eso, fue como un borrón, Grecia se encargó de darle cada detalle que podía, sobre todo, sus soldados solían pasar una vez al mes para ver cómo iba su recuperación, el "imperio", había empezado poco a poco a presentar más y más conflictos tanto internos como externos, el resultado de la muerte de su Country.

Y hablando de... ese Country.

-Su Emperador no tenía ni idea de lo que te hacía, todo lo que sabía es que Roma te había estado "cortejando" y nada más, ni siquiera sabía que estabas en la capital hasta que esos soldados le dijeron que pasó, claro, quitando el insignificante detalle donde ellos al parecer le clavaron una lanza al maldito, le contaron que te había hecho y el hombre estaba horrorizado por lo que me dijeron. – Sus palabras fueron calmadas, pero Egipto podía ver la ira que Grecia sentía al pensar en cuánto tiempo Roma se había salido con la suya dañándolo mientras le mentía a su propio gobernante.

Hubo un momento de silencio donde su amigo pareció calmarse para poder continuar su relato.

-Tú... gobernante, tampoco sabía que estaba pasando, o al menos eso es lo que afirmo cuando se lo cuestionaron, pero este había estado de acuerdo en dejar que Roma te llevara lejos y nunca se molesto en verificar con el Emperador si este tenía realmente autorización para hacer todo lo que hizo, lo sustituyeron de todas formas hace un mes luego de una investigación a su gobierno, no sé qué encontraron, pero ya no es más tu gobernante. – Dijo casi con miedo a la reacción de Egipto.

Y, bueno, dolió saber que valía tan poco a los ojos de su gobernante (y probablemente de su gente) que ni siquiera considero revisar si Roma había tenido la más mínima autoridad para sacarlo de su país.

-... ¿Por eso estoy aquí y no allá? – Ya sabía la respuesta, pero todavía quería la confirmación.

-El Emperador considero que se te atendería mejor aquí... y yo no quería dejarte solo en un país que no te aprecia Shemaou, te mereces algo mejor que eso, por favor, déjame ayudarte curar todas las heridas que has sufrido en estos años-. 

Y fue ese nombre, su viejo nombre junto a esas palabras dichas con tanto amor y preocupación, lo que finalmente lo hicieron llorar, no de tristeza, sino de alivio, porque una parte de él había temido que Grecia lo devolviera a su solitaria vida de vuelta en su país tan pronto terminara de ponerlo al día con todo lo que pasó.

-...Gracias Hélade-.

Y por primera vez en lo que ya se sentía como toda una vida, Egipto se sintió a salvo.






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¡FINALMENTE! Empecé esta historia el año pasado casi al tiempo que terminé "Príncipe de Nada" y finalmente he logrado terminarla.

Muchas gracias a todos los que me tuvieron paciencia y continuaron leyendo esto hasta el final, espero que el final haya cumplido las expectativas que tenían.

Como saben planeo hacer una secuela Grecia x Egipto de esta historia, con mucho fluff para compensar el drama que esta tiene, esa secuela sigue en pie, pero tardare un largo rato en hacerla, tengo tres historias en proceso que requieren mi atención.

...En otras noticias, como sabrán, al final no hice un capitulo para "violación"... a pesar que de hecho hice como 2 dibujos para eso, así que no estoy seguro de que hacer con ellos ahora, porque como esta Wattpad ahora no creo que pueda subirlos a mi libro de dibujos.

Así que es probable que los suba en un lugar privado, me pueden mandar mensaje para que les pase el link si alguien quiere ver esas guarradas, no sé.

Creo que eso sería todo, de nuevo, muchas gracias por leer esto, cuando la secuela salga lo avisaré por aquí, ¡Hasta otra!

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