Capítulo 8
¡Hola a todos! Por fin actualizo. Les aviso que de ahora en adelante subiré un capítulo a la semana. Hasta el anterior los tenía ya traducidos en fanfiction y tardo una semanita. Lo digo para que no se asusten y crean que he dejado las historias ;)
La tropa de guerreros del Bosque Negro siguió las pistas de Keldarion fácilmente, tal como el príncipe había esperado.
El propio Thranduil era quien había encontrado las pistas. Conocía muy bien las huellas de sus hijos y las reconocería en cualquier parte. Legolas caminaba impaciente pero elegante, y los pasos de Keldarion eran equilibrados y refinados. El rey estaba seguro de que las pistas que habían encontrado le pertenecían a su hijo mayor.
"El príncipe Keldarion ha dejado estas pistas para que lo sigamos" –observó Linden, tocando una rama rota que estaba en medio del camino.
"Lo ha hecho a conciencia –dijo Thranduil en voz baja. Luego le ordenó a Linden que lo acompañara-. El resto quedaos aquí y asegurad la zona. Si no volvemos en media hora, vayan a buscarnos."
Con eso, el rey del Bosque Negro se dio la vuelta y avanzó rápidamente tras las huellas de su hijo con Linden pisándole los talones.
Dior observaba desde lejos cómo el rey del Bosque Negro entraba en la caverna acompañado por un guerrero de mirada feroz. Maldijo. Su plan había salido mal.
¡¿Cómo demonios los han encontrado?! Entonces sus ojos de estrecharon de ira. ¡Es culpa de ese príncipe astuto! ¡Los ha conducido hasta aquí! ¡Fui estúpido por no esperármelo!
Si Thranduil estuviera solo, Dior podría seguir con su plan. Pero el fuerte elfo que iba con él no habría dejado que tuviera éxito y él no estaba preparado para enfrentarse a la vez a dos guerreros veteranos que participaron en la Gran Guerra.
Tras asegurarse de que no lo habían visto, Dior abandonó su escondite y se perdió en el bosque. Volvería con otro plan, sin duda.
Tarde o temprano, Thranduil y sus hijos caerían... uno a uno.
La visión que lo recibió al entrar en la cueva casi hizo que Thranduil se derrumbara de rodillas. Sus dos hijos estaban acostados en el suelo uno contra el otro, ambos inconscientes y cubiertos de sangre.
"¡Keldarion! ¡Legolas!"
El rey corrió hacia ellos inmediatamente, en estado de pánico, temiendo haber llegado demasiado tarde. Thranduil los abrazó a ambos, llorando desconsoladamente.
"¡Ay, Mandos! ¡Mis hijos no, por favor! ¡No te los lleves! ¡Son todo lo que tengo!" –gritó, perdiendo el control de sus emociones.
Linden estaba recorriendo la cueva en busca de amenazas ocultas, pero al no encontrar ninguna se agachó y agarró el hombro de su rey.
"Mi señor..."
"¡Elbereth! ¡Linden, míralos! –dijo Thranduil, angustiado-. ¡Mira lo que ese asesino le ha hecho a mis hijos!"
El comandante ya había visto el terrible estado en el que estaban los príncipes y tuvo que contener las lágrimas de dolor y furia. Pero también notó algo que Thranduil no, debido a su gran angustia. Los dos hermanos todavía respiraban.
"Mi señor... todavía están vivos" –dijo Linden, suspirando de alivio.
Thranduil parpadeó, recuperando un poco la compostura. Se sintió bastante tonto por perder el control de esa forma.
"Cierto. Yo no... -respiró profundamente antes de continuar-. Rápido. ¡Llevémosles a casa!"
Pero el rey era incapaz de decidir a cuál de sus hijos iba a llevar. Como padre, quería cogerlos a ambos y sacarlos de ese horrible lugar. Linden vio su expresión cada vez más angustiada, por lo que sugirió:
"Me quedaré con el príncipe Legolas, mi señor. Lleve al príncipe Keldarion."
Mientras hablaba, Linden cogió suavemente el cuerpo inerte de Legolas de los brazos de su padre y envolvió al príncipe más joven en su cálido manto.
Thranduil asintió, mirando de uno de sus hijos al otro.
"¿Crees que lo conseguirán, Linden? Sus heridas son tan graves..."
"Son unos muchachos fuertes, mi señor, como usted –respondió Linden-. Creo que no dejarán que el asesino los derrote tan fácilmente. Lucharán contra él."
Los murciélagos continuaron mirándolos hasta que los dos elfos del Bosque Negro salieron de la cueva con su preciosa carga. No tendrían más comida por hoy.
Habían pasado tres días desde que habían llevado a Keldarion y Legolas de vuelta a casa. Y ninguno de ellos había recuperado la conciencia.
Thranduil apartó suavemente un mechón de pelo del rostro de Keldarion, besó la frente del príncipe y se puso en pie. Tras mirar a su hijo un poco más, el rey abandonó la habitación con un suspiro. Los guardias de la puerta se pusieron firmes cuando salió, pero él no se dio cuenta. Estaba demasiado preocupado como para prestarle atención a nada excepto a la condición en la que se encontraban sus hijos. Los sanadores iban y venían, pero ambos se mantenían sin cambios. Los dos hermanos habían perdido demasiada sangre, era un milagro que siguieran con vida.
Entonces Thranduil se dirigió a la habitación de Legolas por el pasillo. Ya se había convertido en la rutina diaria del rey. Cambiaba de habitación al menos tres veces al día para sentarse con ellos, llamándolos para que volvieran con él. Hasta ahora las únicas respuestas que había recibido de ambos eran gemidos de agonía.
Thranduil les hizo un gesto a los guardias que flanqueaban la puerta de Legolas antes de entrar. Para su sorpresa, se encontró con su hijo más joven intentando salir de la cama.
"¡Legolas! –gritó el rey, precipitándose hacia adelante para detenerlo-. ¿Cuándo despertaste? ¿Y qué crees que estás haciendo?"
"Kel –susurró Legolas-. ¿Dónde está Kel?"
Conteniendo fácilmente los movimientos débiles de Legolas, Thranduil hizo que volviera a acostarse.
"En su habitación. Está descansando. Y eso debes hacer tú también."
"Quiero verlo –dijo Legolas, agarrando desesperadamente las mangas de Thranduil-. Por favor, padre. Quiero ver a Kel."
"Legolas –empezó Thranduil, abrazando a su hijo-. No estás pensando correctamente. Tus heridas son graves y necesitan curarse mejor."
"Lo siento, padre. Nos he metido a todos en este lío –sollozó Legolas-. He sido un idiota, haciendo que los demás se lastimen. Lo siento mucho."
"Shh... para –Thranduil le frotó la espalda-. Ya te gritaré más tarde por escapar de tus guardias, pero ahora quiero que te acuestes y descanses. Le diré a los sirvientes que traigan algo de comer."
"¡No quiero comer! ¡Quiero ver a Kel!" –respondió Legolas obstinadamente, intentando liberarse débilmente de su padre. Estaba muy asustado porque notaba que su padre le estaba ocultando la verdadera condición de Keldarion.
"¡Bien, bien! –dijo Thranduil abrazándolo con más fuerza. Suspiró al seguir hablando-. Te llevaré con él."
Preocupado por las profundas heridas bajo los pies de Legolas, Thranduil ni siquiera le permitió ponerse en pie. En su lugar, el rey pasó un brazo por debajo de sus rodillas y se lo llevó a la habitación de Keldarion.
Cuando su padre lo dejó en la cama al lado de Keldarion, los ojos de Legolas se detuvieron en el pálido rosto de su hermano.
"¿Kel?"
Keldarion siguió inmóvil. Su pecho subía y bajaba constantemente por su respiración, pero sus ojos estaban cerrados. Legolas levantó la mano para tocar la mejilla de su hermano, pero Thranduil lo detuvo.
"No, Legolas. No estás para curar a nadie en este momento."
"Pero está gravemente herido" –gimió Legolas.
"Desafortunadamente tú también, hijo."
"Yo no lo veo así. Esta así por mi culpa. Es mi culpa que Dior volviera para matarnos a todos."
Thranduil entrecerró los ojos de furia.
"¿Dior? ¿Fue él?"
"Sí, padre. Dior ha vuelto. Él nos hizo esto –apoyando la cabeza sobre la almohada junto a su hermano, Legolas no alejó la mirada del rostro del príncipe mayor, deseando que Keldarion abriera los ojos y le sonriera-. Si Kel muere..."
"Calla, Legolas. Kel no se va a morir, confía en mí –Thranduil tiró de las mantas y cubrió a Legolas hasta los hombros-. Ahora descansa un poco."
Por debajo de las sábanas, Legolas cogió la mano de Keldarion y canalizó su energía curativa discretamente hacia su hermano, rezando para que su capacidad debilitada devolviera a Keldarion a la salud rápidamente. El príncipe manyan no tardó en sumirse en el sueño.
Thranduil miraba a sus hijos con tristeza, sabiendo exactamente lo que Legolas estaba haciendo debajo de las sábanas. Cabezota, pensó, sacudiendo la cabeza. El rey levantó las mantas y, tal como había esperado, las manos de sus hijos estaban entrelazadas, pero Thranduil no tuvo corazón para separarlos.
Les besó las frentes a ambos y abrió la puerta del balcón para que entrara la brisa fresca de la mañana. Sus hijos llevaban tres largos días encerrados en sus habitaciones vigiladas, pues Thranduil había prohibido que abrieran dichas puertas por miedo a que el asesino entrara como había hecho en su propia habitación hacía días.
Es hora de terminar con esto de una vez por todas, pensó Thranduil mientras observaba el bosque. Sé que estás ahí afuera, Dior. ¡Muéstrate si tienes agallas! ¡Te reto a que lo hagas!
Dejando la puerta abierta, Thranduil se dio la vuelta y llamó a los guardias.
"Traed a Linden" –les dijo.
Mientras los guardias corrían a cumplir sus órdenes, Thranduil se volvió otra vez hacia el bosque. Si nos quieres, Dior, ¡te reto a que vengas a por nosotros!
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