trece.

Eres mi animal. No tienes identidad propia porque me perteneces. Sólo eres mi bonito lobito y ahí es donde acaba tu personalidad. Sólo eres Chan. Nada más. Cuando terminemos el Servicio Militar vendrás conmigo. Sólo conmigo, te reclamaré ante todos y ellos ya no pondrán sus manos en ti.

Abrió los ojos.

Se despertó entre el aroma de la sangre y madera húmeda en las fosas nasales. Miró a su alrededor y captó a JeongIn a un lado de él. Chan lo observó por unos segundos, viendo a su animal cubierto de marcas y sangre. Estaba desnudo y las sábanas se manchaban de aquél rojizo exquisito que tanto le gustaba. Las manos del chico rodeaban su brazo e intentó sacar sus piernas de entre las suyas.

Chan empujó a JeongIn lejos de él.

Lo ignoró y se levantó de la cama. Se sentía molesto, irritado y aturdido. La garganta le jodía y las ganas de ir a desquitarse con el desayuno que esperaba ser asesinado no se le iba de la cabeza. Se puso los pantalones y frotó su rostro, algo no andaba bien.
Lo sentía. Y lo sentía en aquél animal.

Se volvió hacia JeongIn.

El chico dormía, se veía tan cómodo entre su propia sangre y heridas que Chan se convenció que no había hecho nada malo. El cabello desordenado, su rostro sereno, tuvo que inflar el pecho para recordar el bonito aroma que traía el día anterior, el cuello marcado, ensangrentado y herido. Se volvió y caminó hasta el baño.

Llegaría el día en el que ese bonito zorro olvidaría completamente su identidad. El día donde vería esto como algo cotidiano.

Chan levantó la mirada, enfrentando su reflejo en el espejo y se vio el rostro cicatrizado de un lado.

Se miró el pecho, el cuello, los hombros y las clavículas.

Marcas. Cicatrices. Heridas profundas y mordidas.

Algo cotidiano.

Aún cuando las veía notaba como cada una ardía en su interior. Con aquella llama pequeña y desgarradora que le gritaba recuérdame.

¿Ves estas marcas, esta herida que sangra? Esto es lo que verás por siempre. No llores por lo que te hicieron, llora porque algún día las verás viejas y cerradas y sabrás que ya terminó.

Cerró los ojos y se apoyó en el lavabo. Hacia meses que su zorro se encontraba con él, semanas enteras donde la convivencia fue una lucha para ambos. Puesto que Chan odiaba la irritación que JeongIn a veces causaba en él, aborrecía por completo sus mañas.

Y lo que más odiaba era que tenía que cumplirlas.

Su pecho se infló en un torrente de aire y fue liberado en una estocada, Chan caminó hasta la habitación con lentitud, la serenidad colapsó en su interior como una bomba y estaba decidido a estar un rato con su animal. Ya mucho lo había dejado descansar. Se detuvo en el umbral un segundo antes de abalanzarse y devorar ese cuerpo.

Lo notó.

Su cuello se giró unos grados de forma lenta, mientras sus ojos negros se clavaban en aquél objeto como si fuera la peor calamidad de la vida. Estaba ahí, recordando lo que alguna vez había sido en el pasado. Ahí, marcando su alma de lo que se había liberado.

Esa cajita. Esa puta cajita que contenía la razón por la cual no recordaba ni una pizca de su identidad como persona.

Ahí estaba el animal.

Ahí estaba el único objeto que lo marcó como prisionero de hombres. Y venía a atormentarlo.

¿Acaso... Acaso JeongIn lo había sacado? ¿Acaso ese animal tuvo la osadía para tocar algo prohibido? ¿Aquél animal, aquél zorro cochino y estúpido tuvo el pudor de tocarlo con sus manos, con aquellos dedos manchados de sangre?

Maldito zorro desquiciado.

Arrancó la caja con brutalidad, tomando con furia aquella mierda que significaba mucho y poco para él. Sus uñas lo apretaban con fuerza, con tanta ira que deseó que se desintegrara en su enojo y cayera como arena. Estaba vieja. Tan fea y asquerosa. Tan putrefacta manchada con esa sangre maldita y despiadada. Tan odiosa, tan... Tan destructiva que Chan se sintió pequeño al sólo tenerlo en las manos.

Aquél animal. Aquella fatalidad y signo de sufrimiento.

Aquel puto lobo que se adentraba en su corazón para ahogarlo en cortes con sus astillas podridas.

Aquellos cinco cortes, esa sangre negra y descompuesta.

La sangre de los cinco hombres que lo tomaron como un animal.

Sin piedad alguna.

Sin razón aparente.

Tan enfermo. Malo.

Y se llevaron todo lo que él representaba. Le arrancaron su nombre. Su persona. Lo marcaron por completo y le gritaron que eso estaba bien.

Pero Chan se sintió tan familiarizado con esa calamidad, con ese acto.

Algo que formaba parte de él.

Siempre. Hasta que su animal le quitara la vida y se convierta en otro depredador despiadado. Hasta que olvide quién es y crea correcto todo lo que alguna vez le hicieron.

Lo miró. Durmiendo. Tan calmadito.
¿En serio esa porquería iba a convertirse en algo como él? Aquél zorrito tan maricón. Tan nena.

Porque si un animal quería ser libre. Si un animal ya no quería tener dueño debía matarlo. Debía acabar con su vida y marcar su libertad en un corte con sangre.

Se imaginó el zorro de madera siendo cortado, deformando los detalles y manchando su bonita imagen con su sucia y enferma sangre.

—JeongIn.

Se acercó a la cama, y tomó la pierna sana de su zorro. La tiró con tanta fuerza que el cuerpo del chico se movilizó ante él con facilidad. Observó la mirada asustada de JeongIn y rápidamente colocó sus piernas alrededor de sus caderas. Tomó al chico de la cintura y lo alzó fácilmente, su zorro posó las manos en sus hombros, deteniendo el toque.

—¿Q-qué... Qué carajos te pasa?

Chan sonrió. Era su zorrito. Su tonto y hormonal animal.

—Sólo quiero dar besitos en tu gordita piel —susurró y besó la mejilla del chico. Este lo miró extrañado.

—Chan espera a que me bañe. Estoy todo sucio y... Estás raro. ¿Comiste una tortuga otra vez? —JeongIn apoyó una mano en la mejilla de Chan y este se abalanzó a besarlo. Adentró su lengua en aquella cavidad encontrándose con la de JeongIn. Lo recostó con lentitud sobre la cama y el menor se acomodó debajo del cuerpo. Lo rodeó con sus brazos besando con más fuerza y humedad. Sentía las manos de Chan acariciar toda su piel desnuda, tocar las heridas con suavidad mientras este sentía ardor. JeongIn besó la barbilla de Chan y empezó a morder el cuello con suavidad. Se volvió cuando el hombre sobre él se quitó los pantalones y se abalanzó sobre su cuerpo enredando las piernas y apretando cada extremidad entre sí. Los besos eran intensos, fuertes y sangrientos. Las marcas con los dientes y las uñas estaban presente tanto en JeongIn como en Chan.

El menor suspiró agitado cuando Chan se enderezó, arrodillado y lo veía desde arriba. JeongIn observó el cabello despeinado, los ojos brillantes y los labios húmedos e hinchados. Entreabiertos mientras dejaba salir suspiros, notó la mano de Chan tomar su miembro, sin embargo no apartó la vista de su rostro. La cicatriz llamaba mucho su atención. Las mordidas en el cuello, en todo el pecho. Se preguntó cuántas personas habían estado con él. Vio sus mordidas, pequeñas, tan poco dañinas a comparación de las demás. Iba a tocarlas cuando sintió aquél toque que hizo retorcer su cuerpo.

Chan empezó a frotarse en él, tan suave pero intenso al mismo tiempo, sus miembros se rozaban mientras la mano los apretaba. Sentía aquél líquido manchar ambos pedazos de carne produciendo un choque de extrema satisfacción en ambos cuerpos. Sentía una sensación incómoda pero placentera en su estómago, estiró el brazo y Chan se inclinó, JeongIn se sostuvo y tomó impulso subiendo su cuerpo. Buscó los labios de Chan y los besó con suma intensidad y lentitud. Sus lenguas chocaban y el sabor a hierro de la sangre se encontraba presente. Sus manos se mancharon de la sangre del mayor y sintió la mano libre de Chan tomar su cintura con fuerza, clavando sus dedos en la pomposa piel dañada.

—Zo... Zorrito... —suspiró Chan. Lo sostenía con tanta fuerza que el calor en sus cuerpos sólo servía para estimular aquél placer que crecía entre ellos. Chan se recostó con JeongIn sobre él, este abrió las piernas y se alejó de sus labios llevando las manos al pecho e impulsando su cuerpo con rapidez. La fricción era deliciosa, tan placentera para Chan que los gruñidos no lo dejaban respirar, tomó las caderas de JeongIn y clavó sus uñas hasta que la sangre apareció. Escuchaba los leves gimoteos de su zorro, veía ambos miembros rojos y con el líquido preseminal manchando su vientre.

JeongIn se recostó sobre el pecho de Chan, gimiendo suavemente y ciego ante la sensación. Chan besó sus labios, lento y sin lengua. Mientras sentía cómo una mano traviesa acariciaba sus glúteos e iba acercándose a aquella zona prohibida. Chan miraba a los ojos a JeongIn mientras sus lenguas iban acercándose, húmedas y esperando juntarse con la otra. JeongIn sintió un dedo presionar su entrada y su rostro enrojeció ante la sensación.

El cuerpo del menor nubló el dolor haciendo cada vez más fuerza en la fricción entre sus miembros. Incluso gimió más fuerte ante la invasión en su interior. Los dedos de Chan estaban mojados con algo y no evitó llevar su mano y tocar apenas para ver qué era.

—Son... De las heridas—susurró Chan besando su cuello. JeongIn vio la sangre y respiró con fuerza. Se sentía lleno, incómodo y no paraba de suspirar violentamente. Decidió hacer más fuerza entre sus cuerpos, frotando su miembro contra el de Chan, apretándolo con el suyo mientras sentía aquellos dedos adentrarse y salir de él.

Sus cuerpos estaban cubiertos de sudor y sangre, nuevas mordidas y el sabor gustoso del placer. JeongIn gimió con fuerza cuando se atrevió a sustituir los dedos por el miembro de aquél cazador. Su cuerpo entero vibró de terror y luchó por aire cuando se sintió lo bastante lleno. JeongIn estaba sobre Chan, y este gruñía con fuerza, esperando a que su zorrito se acomodara bien y empezara a moverse.

JeongIn estaba temblando, con los ojos llorosos y quieto en su lugar. Chan intentó moverse para tranquilizarlo, para que se calmara y trató de no hacer mucho movimiento para no dañarlo ahí adentro. Tomó su rostro y JeongIn dejó caer las pocas lágrimas que luchó por guardar.

—N-no... No puedo...

Chan lo besó y lamió las lágrimas del chico. Acariciando el cabello sudoroso de JeongIn con lentitud y fuerza.

—Mi... Mi zorrito.

—Chan...

—Mi animal... Mi... Mi animal —susurró, extasiado por la sensación en su cuerpo. Besando el cuello de JeongIn con suavidad mientras sentía las manos de este enterrarse en su cabello.

—Tu animal...

***

Buenas buenas. Los datos me odian. Meper???

En fin, espero que les haya gustado. Parece que alguien está perdiendo la realidad de su verdadera identidad. Las cosas se van a poner intensas jshsjjd.

Anyways, lxs amo. Gracias por leer y, ¡no olviden votar!

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