doce.
—¿Necesitas algo más? —escuchó la voz de Chan detrás suyo. JeongIn se volvió, encogiendo sus hombros y abrazando la toalla con fuerza. Negó con la cabeza—. Está bien, zorrito. Yo.... Iré a matar a la comida.
JeongIn frunció el ceño—. ¿Vamos a desayunar pescado?
Chan se puso a un lado de la puerta dejando que sólo la mitad de su cara se viera. Sus ojos negros brillaron por alguna razón y la cicatriz que recorría toda la piel lo hizo lucir más enfermo de lo que JeongIn había pensado. Una sonrisa entera se formó en el rostro del cazador, negando con la cabeza lentamente.
—¿Entonces q-qué?
—Sorpresa.
Sorpresa. Está bien. Una sorpresa. Una bonita sorpresa de Chan.
Tragó saliva.
—Está bien —murmuró y se quitó la ropa lentamente, escuchó la puerta cerrarse y su cuerpo estalló en miedo interno. ¿Qué traería? ¿Sería otra ardilla podrida? Qué asco.
Se miró las manos.
¿Y si a Chan le iba el canibalismo? No, no podía ser eso. Aunque lo dejó muy marcado esta vez y lo vio tragar su sangre no lo consideraba anormal. Bueno. Tal vez. Cuando su cuerpo quedó desnudo dejó su bastón a un lado y se sentó en el borde de la tina, su pecho estaba cubierto por grandes marcas violáceas, las mordidas habían sido suaves cuando las sintió, sin embargo estas tomaron un color un tanto fuerte.
Pero definitivamente, ya no habían tantos cortes como antes.
No sabía si era porque Chan se volvió más bueno o porque él dejó de criticarlo a cada segundo. Prácticamente lo dejó solo en la cabaña, cuando antes pasaba sus días atado a una camilla con alambres de púas en cada extremidad. Y ahora se encontraba sentado en una tina, con el cuerpo cubierto de marcas y mordidas, la sangre seca cubría su piel.
Se metió a la tina, el agua del lago estaba tibia y eso le gustaba. Su cuerpo estaba muy marcado, tanto que le daba asco. Frotaba su piel en el agua con fuerza, la sangre seca salía y su piel se concentraba en un tenue rosáceo claro. Las heridas apenas sangraban, cuando terminó salió del agua y bendijo en su interior por la toalla que le dejó el maníaco. Observó la remera gris que había, estaba arrugada y olía al agua del lago. Se la colocó y arremangó las mangas, no antes de vendar las heridas más grandes y que requerían mayor atención. Se colocó el pantalón holgado, sin ropa interior. No le importaba andar en pelotas, puesto que no tenía pudor alguno en pedir prestado alguno a Chan.
Su cabello estaba mojado, las gotas caían en su rostro. JeongIn sacudió la cabeza con rapidez y salpicó las paredes. Se balanceó y se sostuvo de la puerta para no caer.
Salió y caminó hasta la habitación. Las sábanas estaban cubiertas de sangre seca, y semen. Rápidamente arrancó las sábanas y las tiró al suelo. Ni muerto volvía a dormir en una cama mugrosa con el estúpido semen de Chan por toda la pelvis. JeongIn se paró decidido a buscar un par de sábanas limpias por los pocos muebles que había en la habitación.
Sin embargo, cerró con fuerza el cajón del último mueble, tan frustrado y cansado. Sólo quería tirarse y dormir. Esperar a que Chan regrese con su puta comida y vaya a saber Dios qué pasaría después. Sólo podía rogar que no fuera tan salvaje. Escuchó un gran estruendo, y se inclinó a ver la macana nueva que se había mandado. Vio una caja pequeña en el suelo, abierta y con las cosas revueltas en el suelo. Se inclinó con cuidado y la tomó. Estaba vacía. Estiró el brazo debajo del mueble y alcanzó a tomar algo.
Lo miró. Era madera tallada, su corazón latió despacio y sintió como su piel se erizaba. Era pequeño, mucho más que el suyo, estaba cortado, tenía cerca de cinco grandes y gruesas cortadas en su forma. JeongIn hizo una mueca cuando olfateó el horrible olor a sangre seca, esta cubría los cortes, cambiaban de tono con cada diferente tajo. Miró con atención el objeto.
—¿Un... Un lobo?
Frunció el ceño.
¿Acaso Chan había tenido a otras personas aquí? Además del suyo, había sólo otro animal y era ese. Miró debajo del mueble y no encontró más, se preguntó si esto era un tipo de tradición entre enfermos.
Y no se extrañó que Chan la cumpliera.
Escuchó la puerta principal ser abierta y rápidamente metió el animal de madera en la caja. Se volvió y tomó su bastón, fue hacia donde estaba Chan y se apoyó en el marco. El hombre enfrente de él se estaba quitando la cazadora, JeongIn vio con claridad como dejaba el hacha ensangrentada en la mesa. Chan se volvió y le sonrió.
—Zorro —susurró caminando hacia él. Lo tomó de las mejillas y JeongIn levantó la mirada, observando a Chan. Los ojos negros de aquél lo veían sonriente, la cicatriz del rostro ya no le aterraba, incluso, tuvo el valor de elevar su mano y acariciar esa piel deformada.
Chan parecía una pantera negra. Su acto era tan tenebroso, y sin embargo, tenía una bondad extraña en su ser.
—Mi animal... Mi nene.
JeongIn levantó una ceja, notó como Chan veía sus labios. El día anterior los había mordido con tanta fuerza que ahora el chico tenía sangre seca en ellos. Estaban hinchados y sin embargo Chan no podía despegar su vista de ellos.
—Tu animal... —susurró. Entre cerró los ojos y lo miró, aún tomando la mejilla de Chan, sintiendo como este presionaba sus manos en su cuerpo—. ¿No hubo ningún otro... Animal antes?
Preguntó, sin embargo no se sintió tan extrañado al referirse animal a una persona. Chan clavó su mirada en él.
—Sí. Sí hubo.
Chan besó su frente, y JeongIn se quedó en su lugar. Lo observó cuando tomó la bolsa de caza y fue a la cocina. JeongIn no lo siguió y se acostó en la cama donde dormía.
Hubo otra persona para Chan.
Otro chico o chica que lo acompañó, que sufrió las heridas que él mismo estaba viviendo en carne propia. Se volvió y tomó el zorro de madera que estaba debajo de la cama, lo miró por un tiempo.
Si él llegaba a morir algún día, si Chan llegaba a matarlo... Lo único que quedaría de él sería ese objeto.
Y rápidamente sería reemplazado por otra persona.
Por otro animal.
Observó a Chan asomarse por la puerta, lo llamó y JeongIn se guardó el zorro de madera en el bolsillo del pantalón. Se sentó en la mesa y miró su plato. Realmente se veía bien.
—¿Te gusta el estofado, zorrito?
Chan le sonrió y JeongIn tomó la cuchara, tomando una generosa ración. Probó bocado y saboreó el gusto que tenía.
—Está bueno —susurró. Aunque no sabía qué tenía. Comieron en silencio y cuando terminaron JeongIn preguntó—. ¿De qué animal es la carne?
Chan rió y se inclinó.
—Si te lo digo ya no lo vas a considerar comida.
JeongIn arrugó el entrecejo.
—¿Qué tiene?
—Carne.
—Chan.
—¿Y tú qué crees que sea, tonto?
—Tú...
—¡Vaya! Pero que zorro tan preguntón me agarré —Chan se levantó y fue hacia JeongIn. Este se paró con rapidez, retrocediendo,dando contra la pared de la cabaña. Chan lo tomó nuevamente de las mejillas y presionó su cuerpo contra el chico—. Mi animal, algún día tus palabras te traerán muchos problemas.
—Tu animal... —comentó molesto, y posó sus manos en el pecho de Chan, lo empujó y escuchó su risa socarrona en sus oídos—. ¿Quién era aquél otro animal?
—No te interesa zorro. Ven aquí, dame un abrazote —Chan estiró los brazos y JeongIn apartó la mirada—. Gordito.
—¿Tú... Chan, quién era tu antiguo animal?
—Era un chico.
—¿Dónde está? Acaso tú... ¿Lo... Lo mataste?
—No aguantó.
—¿Lo mataste?
—Él no aguantó.
JeongIn bajó la mirada. Chan lo miraba y se acercó al chico, acariciando la mejilla de este suavemente.
—No era como tú.
JeongIn centró su mirada en ambos ojos.
—Él era muy inteligente. Listo, demasiado para no caer en una trampa para osos.
Levantó las cejas.
—Pues no era demasiado listo como para durar. Yo me encuentro aquí.
—Zorrito... —susurró Chan, y se acercó al chico. Lo besó con fuerza metiendo su lengua en la boca de JeongIn, lo tomó de la cintura y lo alzó. El chico lo agarró del cabello, mientras sentía su espalda presionar la pared, las manos lo apretaban con fuerza. Lo rodeó por completo con sus piernas y apretó los cabellos de Chan.
Sintió los dientes morder su barbilla, descender por su cuello y marcarlo con fuerza. Se separaron y JeongIn observó a Chan, estaban tan cerca que podía sentir su respiración en la barbilla.
—Márcame —susurró Chan—. Puedes hacerlo.
Volvieron a besarse, y JeongIn ignoró el pedido hasta el momento en el que se encontraban en la cama, mientras sentía sus heridas abiertas y nuevas marcas en su piel. El calor era insoportable, y se sintió decidido cuando Chan ya estaba haciendo fricción entre sus cuerpos, se aferró a su espalda y acercó más sus piernas a la cadera de Chan. La sensibilidad era latente en él, y aquél hombre sólo empeoraba su temperatura corporal.
Con sus manos hizo a un lado la remera de Chan y mordió con fuerza, sintiendo como este terminaba en su estómago, tan pegajoso, caliente y espeso. Cuando se separó pudo observar su mordida.
Era tan sangrienta. Se veía tan dolorosa, tan delicada.
Tan distinta a las numerosas mordidas que estaba viendo en el cuerpo de aquél cazador.
***
Buenas. ¿Cómo se encuentran?
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