treinta
Dos días después.
Despertó al instante en el que sintió el agua caer por su cuerpo. Tyler abrió los ojos, retrocediendo contra la pared aún con los ojos picando del sueño. Miró hacia delante y se encontró con un hombre uniformado que no conocía, este traía en su mano un balde viejo de metal y cuando Tyler bajó la mirada a su cuerpo notó que no era agua. Sino que el color rojizo se alzó en su piel como una segunda capa de piel, sus ojos se agrandaron y su corazón latió de la desesperación cuando intentó quitársela con la mano.
Rasguñó su piel, con los latidos hasta el tope en su organismo, sentía cómo sus uñas rotas rasgaban la sangre ajena en su cuerpo, se sacó la camisa y se frotó el rostro con ella, siguiendo de sus manos y brazos. Se encogió en su lugar cuando notó que el hombre lo seguía viendo.
Tyler miró a su alrededor, y su piel se erizó cuando vio que no había nadie además de él en las celdas. Relamió sus labios y pegó su espina dorsal contra la fría pared, mirando con miedo, aterrado, por la simple idea de no saber qué pasaría con él frente aquél hombre. Los labios de Tyler temblaron y sus ojos sorprendidos no podían quitar su mirada de las rejas.
—Animal —le escuchó decir y Tyler se levantó de su lugar con torpeza, sus dedos se apretaron contra el concreto pensando que podría fundirse en él si ejercía presión con su cuerpo, sin embargo, fueron su miedo, su terror ante los sucesos quien permitió que la desesperación lo tomara por completo. Sus labios temblaron sin poder negarse ante el simple acto de verlo entrar en su territorio, de verlo abrir aquella reja fría y mirarlo de pies a cabeza.
Tyler bajó la mirada, pensando con rapidez cuando sintió la mano del hombre sobre su rostro. Su garganta se cerró por completo en un nudo enorme que no le permitía luchar contra él. Sus piernas se volvieron débiles y su fuerza se sintió tan mínima que no le quedó más que temblar y lamentarse en su lugar. Sintió la respiración ajena en su cuello y cerró los ojos. Sus manos se aferraron a otros brazos y empujó débilmente, sintió cómo su cuerpo era obligado a retroceder, quedando acorralado de arriba a abajo. Su cuerpo fue apretado con fuerza y suspiró con pesadez. Con la respiración irregular y los ojos llorosos, lo tomó de las piernas y lo alzó, pegándolo más contra la pared. Tyler negaba con la cabeza, sin poder hablar, preso de la desesperación. Se retorció en el momento en el que sintió una mordida en su cuello y apretó sus piernas contra él. Tyler se removió y golpeó al hombre con su cabeza, cayó mareado y lo empujó contra el suelo. Las manos de Tyler lo tomaron de la cabeza con rapidez y golpeó aquél cráneo con fuerza contra el piso. Se arrastró e intentó levantarse cuando sintió que lo tomaron de la pierna, se agarró de las rejas de la celda para no caer y miró hacia atrás.
—Aquí, escoria —gruñó apretando los dientes, Tyler notó cómo la sangre chorreaba de su cabeza y pateó con fuerza su cara. Se volvió con rapidez al momento en el que escuchó al hombre gruñir y cayó hacia el suelo. Se levantó y corrió con desesperación por los pasillos de las celdas, cojeando y agarrándose de las rejas para tener equilibrio. Observó la sangre en el suelo, las paredes manchadas y las marcas de manos en todas partes. El estómago de Tyler se dio vuelta por completo, sus tripas se retorcieron de asco y tapó su nariz, el olor putrefacto se coló en sus fosas nasales, observando las prendas rasgadas.
La desesperación lo tomó de la garganta, con fuerza y sin misericordia, dejando que su corazón muriera en latidos acelerados. La respiración de Tyler era tan irregular y rápida que sus pulmones ardían, le dolían. Miró para atrás y lo observó a unos metros de él justo en el momento en el que tropezó y su cuerpo se estrelló contra el suelo, Tyler abrió los ojos mareado, con la cabeza palpitando y los huesos doliendo, se levantó, desorientado y con su entorno dando vueltas a su alrededor. Miró sus manos y observó la sangre roja, tan fuerte, casi negra. Se volvió y observó el cuerpo de un chico en el suelo, marcado de cuerpo entero, herido y quieto en su lugar. Los ojos de Tyler lo miraron directo a sus pupilas, dilatadas, vacías y sin vida. Retrocedió y sollozó con fuerza tapando su boca.
Se volvió y sintió una bofetada en su rostro que lo hizo tambalearse, lo tomaron del brazo antes de que cayera al suelo y lo alzaron con violencia. Tyler se removió, pataleando y asustado. Lo llevaron hacia el campo en el que vio a todos los soldados la primera vez que entró ahí, esos que el Teniente Morris no dejó que mirara a los ojos. Escuchó otros gritos y sollozos y gimió de dolor cuando lo dejaron caer al suelo. Retrocedió y observó todo a su alrededor.
Sus orbes se paralizaron frente a los actos que veía, no cabía ninguna moral, justicia ni esperanza para él al verlos actuar. Retrocedió, como siempre supo hacer frente a las cosas que lo dañaban, su cuerpo tembló por completo y no fue consciente de ello. El trato era tan inhumano que no pudo cerrar los ojos, no podía cerrarlos porque debía estar alerta de salvar su vida. De salvar la poca identidad que se adhería a él en carne y hueso, lo único que aún permanecía en su memoria y en su piel.
Pero miró a los animales, aquellos que rogaban por piedad. Rogaban perdón. En un principio Tyler se había cuestionado el matar a alguien. Se había cuestionado el acabar con la vida de Jeremías, un animal como él. Un chico que sufría de abuso físico y psicológico. Incluso después de él siempre mantuvo la culpa en su pecho. Sus miradas, la máquina de Aislamiento. Incluso se sentía culpable después de saber que no eran tan inocentes como aparentaban.
Porque tras un animal como Jeremías había una culpa, porque tras el animal de los chicos que tuvo que matar existía un homicida, un violador, y un abusador. Porque cada animal era víctima de sus propios errores.
Pero él. Él lloró por noches enteras al no recordar su pecado, al no recordar su error. Porque tras su animal existía una culpabilidad, y eso le carcomía la mente.
Porque Tyler ya siquiera recordaba su nombre.
Y se veía las manos, se miraba las marcas en el cuerpo y se preguntaba qué hizo para merecer todo esto. Se preguntaba si la posibilidad de haber dejado morir a alguien había sido la suya, si mató, si abusó o maltrató. Pero no había nada. El recuerdo se alejó de él de manera lenta, se despegó de su alma y lo dejó. Tal vez esa era la justicia que se tomaba en un animal. Tal vez, para limpiar la conciencia de alguien primero había que matar la esencia de quien se atrevió a cometer tal pecado.
Tyler apartó la mirada y cerró los ojos con fuerza, sintió el frío y duro cuero de los zapatos militares en su barbilla y fue obligado a levantar la mirada.
—¿Tú eres el nuevo, mierdita? —se escuchó y el cuerpo entero de Tyler se erizó, sus ojos observaron al hombre con completa atención—. ¿Qué haz hecho tú? Dime, ¿Asesinaste, violaste a alguna mujer o niño? ¿O golpeas a tu familia? Dilo, que entre todos estos animales no serás el único.
Tyler se quedó callado.
—Escúchame, Animal —se inclinó. Y Tyler no apartó sus ojos de él, se inclinó frente suyo. Era un hombre joven, de cabello castaño y los ojos cafés, incluso Tyler pudo notar el asco que reflejaban—. Aquí a los violadores se les paga con la misma moneda, ¿Entiendes? A los asesinos y a los abusadores les hacemos sufrir hasta que rueguen la muerte. Es fácil, tienes dos opciones cuando ingresas tras la puerta de metal como un pecador. Te conviertes en animal, o mueres. Muchos prefieren morir con un alma sucia y otros prefieren vivir sin reconocerse frente al espejo.
Lo miró con grandes ojos, con el pecho subiendo y bajando debido a la respiración irregular que mantenía, Tyler bajó la mirada, los ojos cristalizados, las mejillas sonrrosadas, el golpe que recibió momentos antes estaba rojo, palpitante en sangre que resaltaba entre todos los rasguños de su rostro. La sangre seca de los labios fueron removidas cuando los lamió y los mordió. Observó de lejos a Hank, aquél que tenía la misma marca que él en el cuerpo, entre tantas, reluciendo ante sus ojos. Anunciándole que sólo era un animal más entre todos.
—¡Ya! ¡Ya! —lo oyó gritar, Tyler se pegó más contra la pared cuando sintió que lo rodeaban más, despegó la mirada del chico justo en el momento en el que el dolor de una bofetada empezaba a arder en sus mejillas, sintió como sus pómulos ardían como fuego, quemándole por completo. Su cabeza chocó contra la pared, la fuerza lo aturdió por completo, desorientado, volvió a levantar la mirada—¡No...! ¡No pueden tocarlo! —escuchó y entre los cuerpos que lo acechaban pudo verlo entre tantos, siendo tomado—¡Es el animal del Teniente! ¡Es el animal del Teniente Morris!
Tyler suspiró, y volvió a bajar la mirada, tan perdido. El suelo que miraba estaba teñido en sangre, roja, fermentada en tantos años sin ser removida, se preguntó cuántos animales estuvieron en su misma situación. Bajo este suelo, contra aquella pared de cemento duro y sucio, rasposo. Su espalda se presionó más contra esta, dejando que sus heridas volvieran a ser removidas. Se encogió en su lugar, el susto creció en el cuerpo de Tyler como una enredadera, trepándose por sus entrañas, llegando hasta su corazón y alterando su ritmo cardíaco. Las manos del chico, pálidas, sucias en tierra y sangre fueron a parar en sus oídos, encogiéndose, tratando de hacerse pequeño en su lugar. Tembló con violencia, asustado justo en el momento en el que sintió a Hank ser estrellado de cara contra la pared, la sangre manchó el cemento, entre tantas marcas, el color rojizo resaltó fresco y nuevo. Tyler se arrastró cuando aquél se deslizó por la pared, casi desmayado. Se acercó con rapidez al ver toda la sangre que le salía de la nariz, reventada, tan lastimada que sus manos fueron las que más temblaron cuando intentó ayudarlo.
—El Teniente Morris no está aquí para verlo, Hank. Pero tienes razón —comentó y se inclinó hacia ellos—. Es mejor que nos encarguemos de ti primero, no podemos matarte, pero unos días en Aislamiento no te hará mal. Así dejas de meterte entre la perra del Teniente Morris y yo.
Tyler se volvió con la mirada puesta en aquél, lo vio sonreír y tomarlo del brazo con fuerza, la sangre hirvió en su interior, y la osadía burbujeó en su corazón con rapidez, la mano de Tyler cayó con rapidez y fuerza sobre el rostro del hombre, sin pudor, sin vacilar en el instante en el que lo miró caer al suelo. Con el rostro sorprendido y un hilo de sangre cayendo de sus labios. El hombre se levantó dispuesto a ir por Tyler, sin embargo, la mano de Hank se interpuso entre ellos.
—Aquí nadie es la perra del Teniente Morris además de ti —escupió y empujó al hombre—. Que seguramente esconderás la mano y negarás el haber intentado sobrepasarte con él.
—Qué osadía es esa maldito animal...—susurró y levantó la mano, sin embargo se quedó quieto en su lugar cuando todos se volvieron a ver al Teniente Morris de pie a un lado de la puerta. Viendo todo a su alrededor y apretando los labios, tan serio. Tyler levantó la mirada y lo contempló después de tres días sin haberlo visto, lucía desarreglado, con ojeras grises bajo su mirada severa, fría y que petrificó a cada soldado y animal del lugar. Tyler se preguntó qué tanto había hecho ese hombre para ganar todas esas reacciones frente a él. Se acercó con lentitud, con las manos detrás de su espalda y la mirada llena de rabia y una extraña calma que no le daba buena espina. Se paró frente al hombre al que golpeó y este bajó la mirada.
—¿Me puedes explicar qué mierda están haciendo aquí? —dijo con los dientes apretados y los ojos bien abiertos, Tyler observó la vena en la frente que se le fue marcando—¡¿Qué mierda están haciendo?!
—Señor... —empezó a decir y fue interrumpido por una bofetada que resonó en todo el campo.
—Dejando salir a todos los animales de sus malditas celdas, ¿no te he dicho yo que no los molestes en mi ausencia? Porque si te atreviste a sacarlos a todos haré que te corten las manos, pero si sacaste a mi animal... —mencionó y Hank se hizo a un lado aún con la mirada baja, el Teniente lo miró y observó a Tyler detrás de él, en el suelo con los ojos grandes viéndolo, pudo notar la mejilla roja, el labio partido y las rodillas rasguñadas. Apartó su vista.
—Señor yo...—se apresuró a susurrar, sin embargo el Teniente Morris ya había sacado su arma, aquella que Tyler había tomado para matar a Jeremías, aquella que acabó con la vida de más animales por su culpa, y esta vez, resonó y el cuerpo del soldado cayó al suelo con un tiro en medio del cráneo. El Teniente Morris la guardó y se volvió hacia otro soldado.
—¿Cómo pudiste haber permitido esto? —replicó con el rostro disgustado, miró a su alrededor—. Cada animal tiene un castigo diferente, ¿lo entiendes, verdad? No los perdonaré a ninguno por ello. Pon en orden a estos salvajes y que los animales vayan a su celda.
—Señor... —susurró el soldado, levantando un poco la mirada—. El animal... Su animal... Ha golpeado a un soldado... Para defender a Hank.
El Teniente Morris apretó la mandíbula, miró a Hank, la sangre le chorreaba por la barbilla y caía por su ropa. Parpadeó y volvió su vista hacia Tyler, lo miró de pie a cabeza.
—Ven, animal —se volvió sin esperar a que lo siguiera, caminó evitando ver a los animales lastimados, sollozando y temblando del miedo. Pasó indiferente, después se encargaría de sus hombres. Sentía la cabeza palpitante, estresado entró en la habitación donde archivaban los expedientes de cada chico en el lugar, se sentó en la silla frente al escritorio y se perdió en los acontecimientos sucedidos.
Tyler lo miraba desde su lugar, pegado a la pared y en silencio, juntó sus manos y miraba de forma tímida al Teniente, sentía la tensión y el desagrado en el aire, incluso pudo verlo fruncir el ceño hacia la nada. Miró a sus lados, entreteniéndose con cualquier otra cosa, sin embargo, recordó a Hank. Sus ojos se conectaron con sus manos, los nudillos rojos, tenía sangre seca en sus uñas.
—Teniente Morris... —susurró y lo miró a los ojos, la mirada gris del hombre se concentró en él con rapidez—. Hank... ¿Fue...?
—¿Por qué lo defendiste, Animal? —preguntó—. ¿Sabes lo que hubiera hecho él contigo si yo no hubiera aparecido? Te hubiera golpeado, abusado. No sabemos qué haz hecho, ¿entiendes? No entiendo qué razones tuvieron para que fueras el animal de alguien. Por lo cual a veces se me hace difícil elegir la forma de que pagues tu pecado. Pero no busques razones a otros para que se sobrepasen contigo.
—Teniente... —Tyler se acercó unos centímetros, frotando sus brazos desnudos—. Hank... Hank tiene una marca en... Su cuerpo. Como la mía. La firma de Hunter. Él... ¿Fue su animal?
El Teniente Morris sonrió y se carcajeó en su silla, el color subió por el cuerpo de Tyler y se instauró en sus mejillas, bajó la mirada y frunció el entrecejo.
—¿Esa fue la razón por la que lo defendiste? —carcajeó y el corazón de Tyler se encogió, se sintió pequeño y confundido ante la risa del Teniente—. Ay Animal, ¿Es que no hay otra cosa de ti que no sea sólo Hunter? No recuerdas nada más que no sea él. Jamás vi un vínculo así, es decir, él te ha quitado tu identidad y luces feliz por ello.
Tyler levantó la mirada, enojado—. No me ha contestado la pregunta.
—Bien—aceptó, y se acomodó en su silla, aliviado. Necesitaba distraerse un poco—. Sí, Hank fue su primer animal.
El corazón de Tyler se oprimió por completo, sintió una sensación incómoda en su cuerpo y un nudo enorme no le dejó tragar saliva. Los ojos de Tyler ardieron, queriendo soltar las lágrimas que probablemente brotarían en segundos. Apretó los puños y los dientes.
—Christopher había cumplido los diecinueve y le dimos a elegir a su primer animal —explicó—. Tomó a Hank por primera vez, y lo marcó el primer día. Pensé que se estaba acostumbrando a su nueva identidad, a Hunter, esperaba encontrar el nombre que le di en la piel del chico, pero sólo encontré el nombre de Hank escrito en él. Siempre creí que Hunter era muy blando por dentro. Pero al verte, Animal... Puedo notar que algo de mí hay en esa personalidad. Como también puedo notar mucho de él en ti. Es distinto, sé que lo notaste, tiene una personalidad muy fuerte. Puede ser muy blando, inocente, tan bondadoso como lo era Christopher, pero no olvides que también está Hunter, él es despiadado, suele ser violento cuando quiere. Pero enamorarte de una persona como él es como enamorarte de la nada. Animales como Hunter no están hechos para amar ni ser amados.
—Él me quiere.
—No olvides, Animal, que él te condenó a esto —mencionó y sacó su teléfono celular del bolsillo. Tyler bajó la mirada pensando, se agarró de las manos y se tambaleó de atrás para adelante. Hunter sí lo quería a él—. Es mi bastardo.
El Teniente Morris se acercó hacia una ventana de su izquierda, mirando el teléfono mientras sonaba. Tyler no había prestado atención a sus palabras y se fijó en el bonito tacto que tenía la pared a su espalda.
El hombre de ojos grises desvió su vista y miró a Tyler acercarse a su escritorio para tocar todo, apartó la mirada y se fijó en sus soldados afuera. Miró su teléfono con el nombre de su hijo en el marcador, hacia semanas no lo veía, y se suponía que iba a volver a casa dos días atrás después de sus vacaciones en casa de su madre. Pero no lo hizo, como tantas veces pasó. El enojo le brotó del cuerpo y apretó la mandíbula disgustado. Apretó para aceptar y lo pegó a su oído.
—Más te vale tener una buena excusa esta vez, Noah, y me digas dónde mierda estuviste—susurró esperando la respuesta de su único hijo, escuchaba una respiración tranquila del otro lado, sólo esperaba que no sea otro de aquellos episodios donde le llamaba completamente drogado—. ¿Noah?
—Teniente Morris...—escuchó del otro lado y se quedó quieto en su lugar, el sonido, la voz trepó por sus tímpanos hasta llegar a su cerebro y meterse en su mente, en sus recuerdos. Su entrecejo se frunció y su corazón se aceleró en el instante en el que asimiló quién era. Pues claro, ni en su más tranquilo día pudo evitar recordarlo. Aquél animal. Ese sucio y maldito ser.
Su animal, el dueño de Tyler Owens y quien perseguía cada uno de sus lados.
—Hunter —escupió el nombre como si fuera veneno, apretó más el teléfono y colgó con rapidez. Miró la pantalla y volvió a leer el nombre de su hijo en la pantalla. Noah, su niño. Su... Apretó los ojos, sin entender, el corazón le ardió en llamas y sus nudillos se volvieron blancos por la fuerza con la que los apretaba. Se volvió, asimilando todo con rapidez, armando la secuencia y atando cabos. Tyler estaba de pie frente suyo a unos metros, lo miró y lo vio arrugar el entrecejo—. ¿Por qué habías escapado de Hunter? ¿Por qué escapaste de él si no puedes olvidarlo? Contesta, animal. Dime qué pasó.
Se acercó hacia él, desesperado y ansioso por una respuesta, lo tomó de los hombros y Tyler retrocedió asustado, balbuceando y sin poder terminar las palabras.
—¡Contéstame! —gritó con fuerza y lo tomó con violencia de los hombros, su hijo se había ido hacia semanas de casa, eran tantas que no pensó que sería extraño que no lo llamara, ni aquella mujer, esa malparida. Apretó con fuerza y lo escuchó gemir de dolor, su hijo, su muchacho—. ¡¿Lo tiene él?! ¡Contéstame anda!
—Y-yo... Yo... N-no lo sé. Yo... —Tyler sollozó y posó sus manos sobre las suyas. Lo miró a los ojos con intensidad y lo vio bajar la mirada.
—Tú sabes algo... ¡Escúpelo si no quieres que te rompa la mandíbula, mierda! ¡Si no me lo dices juro que verás tus entrañas colgar de ti! —lo empujó y Tyler volvió a gemir adolorido. Lo tomó de la garganta y presionó con fuerza—¿Dónde vive?
—N-no sé, no, no lo recuerdo. Yo.. No lo recuerdo enserio.
El Teniente Morris se quedó viéndolo con grandes ojos, apretando la mandíbula con fuerza y sintiendo sus puños arder.
—¿No quieres decirlo? Está bien. De acuerdo. —asintió y se alejó, lo tomó del cuello y lo arrastró con fuerza, Tyler chillo de dolor, gritando que lo soltara. Que fuera piadoso y lo perdonara, que no sabía nada. Pero el teniente no se detuvo, Tyler fue arrastrado al campo, pataleando y sollozando de dolor. Su cuerpo se estrelló contra el suelo y sintió el cuerpo del teniente Morris sobre él. Quitándole la ropa y dejándolo desnudo frente decenas de soldados que veían la situación con confusión. El Teniente arrojó la ropa a un lado y Tyler se arrastró por el suelo hecho un ovillo y un desastre en sollozos y negaciones. El Teniente Morris se alejó de él.
—Pueden quedarse con él.—sentenció y la mirada de Tyler se deformó por completo. El Teniente Morris se acercó a un soldado y susurró —. Que no muera.
Se alejó escuchando los gritos de Tyler detrás de él.
—¡No! ¡N-no! ¡Teniente! ¡Suel-sueltenme! ¡¡Teniente Morris!! ¡NO! ¡NO!
Gracias por los 24k de lecturas y 3k de votos. Falta poquito c:
22 OCTUBRE. 2017.
HUNTER OBRAS.
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