20.- Rímel

Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 820.


20.- Rímel

La nueva rutina en su vida le sentaba bien. Por primera vez, en demasiado tiempo, Nath se sentía motivado y relajado, incluso sus notas habían mejorado y eso le garantizaba un poco de paz en casa.

Superaba las clases, durante los descansos Marc se unía a Alix y a él —aunque había veces en las que prefería quedarse en las escaleras y él había aprendido a respetarlo—, tras las clases se veían fuera del instituto para trabajar en el cómic. Eso incluía casi todos los fines de semana.

Trabajar con Marc era cómodo, le dejaba dedicarse a lo suyo sin entorpecerle mientras él hacía lo propio. De vez en cuando intercambiaban ideas y reían cada vez que hablaban a la vez. Sólo había un problema entre tanta comodidad: aquella sensación en su pecho que se repetía cada vez con más frecuencia.

—¿Vienes a ver como machaco a Kim por enésima vez esta semana?

—Lo siento —musitó mirando a Alix a quien tenía un poco abandonada y que merecía ser recompensada cuando antes—. Voy a ir a ver a Marc a su casa. Está enfermo.

—Marc, claro —soltó con tono divertido—. Sería terrible dejarle solo un día podría marchitarse como un ficus sediento. Dile que se mejore.

»Ya te pasaré una foto de mi victoria.

A vece se preguntaba qué pasaba por la cabeza de Alix. Siempre le hacía bromas por pasar tiempo con Marc cuando, había sido precisamente ella, quién le empujó a entablar amistad con él.

—Idiota —espetó en tono lo suficientemente alto como para que ella le oyera, le contestó con una carcajada.

º º º

Se encontraba fatal. Le dolía la cabeza, tenía algo de fiebre y no paraba de moquear. Le dolía la nariz allí dónde su piel estaba irritada y agrietada por el uso constante de los pañuelos de papel que llenaban su papelera. Aunque lo que le hacía sentir peor era el haber tenido que cancelar sus planes con Nathaniel. No eran grandes planes, pero le hacía ilusión. Qué mala suerte la suya.

—Cariño tienes que comer algo.

—No tengo hambre mamá.

Y era cierto, no la tenía, el malestar le había robado el apetito.

El timbre resonó provocándole una punzada en las sienes. Se arrebujó bajo la sábana cuando oyó que su madre abandonaba el umbral de su puerta para ir a abrir. Sólo quería que se le pasara, recuperarse y poder asistir a aquel evento sobre cómics que le había tenido entusiasmado toda la semana. Unos pasos por el pasillo precedieron a dos toquecitos sobre la madera de la puerta que permanecía abierta.

—Mamá, de verdad que no tengo hambre —susurró.

—¿Seguro? He pasado por casa de Marinette y he comprado unos Éclair —declaró Nath que sonrió cuando Marc sacó la cabeza de debajo de la sábana para mirarle—. Vaya, tienes un aspecto terrible.

Marc rió, era cierto, se había mirado al espejo y parecía un zombi sacado de una película de serie B.

—¿Qué haces aquí?

Nath se encogió de hombros y se decidió a entrar en el dormitorio.

—He pensado que estarías aburrido y que tendrías hambre, pero parece que no —dijo sentándose en la cama.

—Para comer Éclair no se necesita tener hambre.

Esta vez fue Nath quien rió al entregarle la bolsa de papel que contenía los dulces. Empezaba a conocerle lo suficientemente bien como para saber que Marc devoraría cualquier cosa dulce que se le pusiera por delante.

—También te he traído los deberes, una de tus compañeras de clase me los ha dado.

—Eso no me apetece tanto.

—Sé que me dijiste que no querías, pero he hecho algo. —Sacó su libreta de bocetos de la mochila y le mostró el último dibujo—. Me gustaría de verdad que saliera Inverso.

Observó su versión en dos dimensiones, se parecía a él de verdad. Estaba dibujado con más detalle que Ladybug y eso le sorprendió. Estaba a punto de decir algo bonito sobre aquella representación que había hecho de él cuando un estornudo se abrió paso y le obligó a tener que sorberse la nariz. Fantástico, lo mejor para que se fijase en ti el chico que te gustaba.

—Pero tengo un problema. No se me ocurre nada para que te akumaticen. —Le dedicó una mirada llena de culpabilidad—. Una vez, viéndote sentado en las escaleras me pregunté si te akumatizarían por quedarte sin rímel —confesó deseando que no se lo tomase a mal—. Entonces no te conocía, no sabía qué tipo de persona eras.

—¿Por el rímel? —murmuró. Abrió la bolsa de los Éclair y sacó uno antes de ofrecérsela a Nath para que tomase otro—. No, por el rímel no, tal vez por el brillo de labios.

Esbozó una sonrisa sincera que disipó el temor a que pudiera enfadarse. Tomó un Éclair y se los comieron charlando tranquilos sobre qué impresión habían tenido del otro la primera vez que se vieron.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Damos un pequeño salto en el tiempo, porque las cosas tienen que empezar a avanzar. Ya sólo quedan diez para acabar.
Nos leemos.


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