10.- Artes II
Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.
Palabras: 1168.
10.- Artes II
Era jueves, lo que significaba que, tras las clases, podía refugiarse en la sala de artes. Le gustaba aquel espacio. Allí podía ser él mismo sin que nadie le juzgase. Nada de sonrisas de orgullo contenido, ni comentarios sobre estudiar algo de provecho. Allí sólo importaba el arte y eso era lo que le interesaba.
Ocupó su espacio habitual, la enorme mesa de dibujo, y esparció algunas de sus ilustraciones sobre la superficie de madera. En todas ellas aparecía Le Dessinateur junto a Ladybug, en la última, además, estaba Chloé haciendo de villana.
El profesor se acercó interesado en aquellos dibujos nuevos y él no dudó en explicarle lo que había dibujado.
—Para luchar contra Queen Wasp, Ladybug se une con Le Dessinateur.
—Pero ¿no era malo?
—Sí, pero ha cambiado —explicó animado por aquel interés tan sincero—. Desde que le desakumatizaron se volvió uno de los buenos.
—Un malvado que cambia y se convierte en uno de los buenos. Buena idea, podrías hacer un cómic.
—Tal vez sí —contestó frustrado, esa era precisamente la idea y no iba por buen camino—. Yo no sé escribir.
—Deberías buscar un guionista.
—Sí, pero no conozco a nadie a quien le interese.
—Tranquilo, hombre —soltó Alix con tono burlón—. Seguro que hay alguien por ahí soñando con trabajar contigo.
»Pásame el rojo.
—¡Marc! Has venido. —Marinette se levantó del taburete y caminó hacia a él decidida en dirección a la puerta—. Ven, voy a presentarte.
Nathaniel observó al recién llegado que se había encogido sobre sí mismo como si tratase de hacerse invisible.
—Él es Marc —continuó Marinette con tono cantarín al presentarlo al profesor—. Es el chico del que le hablé, se pasa el día escribiendo.
—Lo siento, no quiero molestar —contestó con tono nervioso.
El profesor le aseguró que allí siempre estaría seguro. Le presentó a todos los presentes, hasta que llegó a él.
—Y él es Nathaniel.
—Sólo dibuja superhéroes —intervino Alix.
Tomó uno de los papeles arrugados de la mesa y se lo lanzó a su amiga sin dejar de sonreír.
—Bienvenido —le dijo mirándole a los ojos—. Ya lo verás, aquí puedes hablar con total libertad. Nadie juzga a nadie.
El recién llegado se olvidó de él, se acercó a sus dibujos como si estuviera hipnotizado.
—H-he visto tus dibujos en la web del insti, pero esto es mejor. Las expresiones, los movimientos, las actitudes... todo es tan...
—Gracias, muy amable.
Se apartó. Lo hizo de un modo tan brusco que le dejó con la sensación de que había dicho algo malo. Soltó un montón de palabras aceleradas y a medio vocalizar y salió disparado por la puerta con Marinette pisándole los talones. ¿Qué demonios había sido eso?
Alix le miró y se encogió de hombros antes de retomar su grafiti. Volvió a concentrarse en lo suyo, al fin y al cabo, no era asunto suyo.
—Nath —le llamó Marinette cuyo regreso le había pasado inadvertido—. Alguien me ha dado esto para ti.
Observó el cuaderno de tapas negras que le ofrecía.
—¿Quién es ese alguien?
—No te lo puedo decir, es un secreto. Léelo y ya hablaremos.
Lo abrió para leer lo primero que había allí escrito «el diario de Ladybug». Se enredó en la lectura de aquel diario, se metió tanto en la lectura que incluso ignoró a Alix a la salida. Incluso en casa, donde se dedicó a contestar a sus padres con monosílabos, deseando encerrarse en su cuarto para seguir leyendo.
En aquel diario se hablaba de él. Jamás habría imaginado que le hubiese causado tal impacto a alguien tan importante como lo era Ladybug. Él que no era nada más que un dibujante adolescente al que habían akumatizado.
Llegó a la última página y volvió a empezarlo. Lo releyó dos veces más antes de meterse en la cama y lo llevó con él a la escuela al día siguiente. La idea de que Ladybug hubiese tocado aquellas páginas, que hubiese escrito de un modo tan abierto sobre tener sentimientos por él le tenía ensimismado.
Durante el descanso se sentó solo en las escaleras opuestas a las que siempre ocupaba Marc. Clavó la mirada en el cielo despejado soñando con poder ver a Ladybug, asomada desde el tejado para poder verle durante unos pocos minutos.
Deseaba saber de dónde había sacado Marinette aquel diario, incluso había intentado montar un plan para sonsacárselo, pero ella se lo puso fácil al asaltarle a la salida.
—Nath, ¿cómo va? ¿Qué te ha parecido?
—¡Es una auténtica pasada! —susurró con entusiasmo—. ¿De dónde lo has sacado?
—Primero debo saber si aceptas encontrarte con la persona que lo ha escrito y que me lo ha confiado —declaró Marinette sonriente.
Se lo pensó, más bien fingió que se lo pensaba.
—Escucha, ¿es quien yo creo que es?
—No te puedo decir nada más.
Y aceptó. Porque esa persona tenía que ser Ladybug, ¿quién podría ser si no? Iba a poder verla de nuevo, estar cerca de ella, hablar con ella y tal vez, si era capaz de reunir el valor suficiente, le diría que él sentía exactamente lo mismo por ella.
Las horas hasta el momento marcado para aquel encuentro en la fuente se le hicieron eternas. Cruzó la plaza mirando a todos lados, abrazando el diario fuertemente contra su pecho, sintiendo el corazón latiendo a toda prisa contra sus costillas. Iba a poder verla. Iba a poder conocerla de un modo más adecuado. Dio con aquella persona, sentada en el bordillo de la fuente, con la capucha de su sudadera roja puesta tapándole la cabeza, sentía que le iba a estallar el corazón de la emoción. Se detuvo, le miró con las mejillas encendidas.
—¿Ladybug?
—¿Eh?
—¿Qué? ¿Tú? Tú no eres Ladybug.
Era aquel chico que siempre se sentaba en las escaleras, el que había entrado en la clase de artes arrastrado por Marinette y había huido como si fuese a apagar un incendio.
—Claro que no, soy yo. Marc —soltó el muchacho quitándose la capucha sorprendido—. ¿Marinette no te lo ha dicho?
La emoción se transformó en rabia.
—¿Queríais burlaros de mí? —gruñó—. Os divierte burlaros de mis sentimientos
—¿Qué? No, no es eso —sacudió las manos nervioso para cerrarlas bajo su barbilla—. Sólo quería que hiciéremos un cómic. Si es que tú quieres, claro.
—¿Un cómic? ¿juntos? Jamás.
Arrancó las páginas, sabía que era un acto cruel, que romper el trabajo de Marc era igual de cruel que lo había sido su padre al romper sus bocetos. Pero estaba tan dolido, tan enfadado, que no pudo contenerse. Quería hacerle el mismo daño que él le había hecho al escribir aquello para burlarse de él.
Se fue sin mirar atrás. Cuando estaba enfadado solía caminar sin rumbo, pero no estaba sólo enfadado. Había un batiburrillo de emociones retorciéndose en su pecho, la rabia era una de ellas, el arrepentimiento la otra. Sólo había un sitio al que pudiese acudir en aquel estado: el Louvre.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Seguimos con la parte correspondiente a Inverso que acabará con el próximo capítulo. Hoy tocaba el turno de Nath que fue algo cruel, pero que sólo reaccionó a lo que creía que era una burla retorcida.
Nos leemos.
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