I

Miró la estrellada noche, aún cuando faltaba la protagonista del oscuro manto, la hermosa luna estaba desaparecida, estaba en aquella faceta de la luna nueva.

―Genial, pareces un ratón mirando el queso de una trampa ―sus ojos bajaron hasta encontrarse con un hombre, provocando que bufara ―. Hasta me comienzas a dar un poco de pena.

―Ni siquiera te conozco.

―Me conoces, sé que lo haces.

―Solo sé que eres un deportista, más no eres alguien de mi interés.

Entonces, el hombre se rió unos segundos antes de que se le acercara, causando que decidiera retroceder, tratando de mantener la misma distancia.

―Detective Lee, no creo que sea eso lo que parecía.

Minho suspiró mientras desviaba la mirada del hombre.

―Creí que la policía me había dejado fuera, estás buscando cosas por donde no las hay.

―No es nada de eso ―musitó, haciendo que el hombre bufara, cada vez más molesto.

― ¿Puedes mirarme, aunque sea?

Minho se negó, manteniendo su mirada lejos del hombre, aún cuando podía oír los pasos del deportista, quien estaba acercándose a su persona.

Detective, Lee Minho es un detective privado.

Su trabajo consistía en ir detrás de otras personas para sacar la información que le piden recolectar, ayudar a familias para saber que esa persona está haciendo y, muchas veces puede intervenir para proteger a otras personas, las cuales se suelen ver envueltas en el problema. Un héroe para algunos y un problema para otros.

Es todo eso, pero, es una persona que siempre ha ido por su cuenta, es algo que no lo había resentido hasta ese día, o más bien, hasta ese momento, puesto que era la primera vez en toda su vida y carrera en la que se sintió vulnerable.

¿Cómo no estarlo? Si de todas formas estaba en la azotea de un edificio abandonado, acorralado por alguien a quien se supone que debería estar investigando, en la completa soledad de su estudio.

―Espero que entiendas ―el hombre sonrió ―, solo estoy tratando de saber qué demonios quieres de mí, cuéntame eso y iré sin molestarte un poco más ― habló casi de forma pacífica, aunque no sabía que la sonrisa del hombre se había desvanecido mientras él hablaba ―. De todas formas, no tengo nada que ver contigo, ‘amigo’.

― Eso es algo que deberías de saber por tu cuenta ―contestó el hombre ―. Al fin y al cabo, eres tú quien me está investigando.

Tomó aire en lo que volvía su mirada a la presencia del hombre, viendo lo cerca que estaba de él.

― ¿En serio creíste que no me daría cuenta? Eres un simple investigador que de todas formas, eres pésimo en tu trabajo.

Minho no respondió a las palabras o al insulto a su desempeño, más bien, no quiso decir nada.

―Bueno, trabajo es trabajo, y no tengo intenciones de estropear el tuyo, Lee Minho ―frunció el ceño, confundido ante las palabras del jodido ajeno ―, es más, puedo ver que aunque seas pésimo en tu trabajo, tendrás un futuro prometedor.

― ¿Y cuándo sería eso, hmm?

―Cuando llegues al infierno, maldito bastardo.

Lo siguiente que supo de sí mismo fue la fugaz sensación de las manos ajenas empujando en su pecho, lo cual provocó la reacción más natural a un acto de física y pronto su cuerpo estaba golpeando al aire y las estrellas por uno momento se vieron como si estuviera en una atracción que lo hacía voltearse parecida a una esfera.

Lee Minho, el solitario y desdichado detective privado que ahora se encontraba cayendo de la alta azotea a punto de estamparse contra el frío suelo hecho de cemento y gravilla, veintiún pisos abajo. Necesitaría de un milagro para sobrevivir o que alguien pueda colocar algo que retenga su caída.

Así que de esa forma sería su muerte. ¿No?

Solo, atacado y sin una sola oportunidad.

Está bien, lo tomaría, de todas formas, estaba seguro de acabaría con su propia vida en alguna otra situación. Está bien, va a descansar, lo hará.

Pero lo hará y se irá al jodido infierno cuando acabe con ese maldito desgraciado.

No le toma importancia saber o desconocer la cantidad de tiempo que le tomaría, si sería como un demonio o un fantasma. Acabará con quien ha decidido maldecirlo por la jodida eternidad.

《No importa cómo, pero me aseguraré que ardas conmigo en el maldito infierno》.

Cerró los ojos, ganando como última sensación su cuerpo golpeaba con dureza en el piso.

Nunca creyó en las cosas espirituales, más bien, era alguien sumamente escéptico, al punto de tener acaloradas discusiones con su madre por no creer en dios, luego potentes debates con las personas cada vez que sí eran fieles creyentes de cosas esotéricas como la reencarnación.

Hay muchos que comentan el querer reencarnar como los hijos de famosos, otros para volver a estar con esas personas que conocieron en su vidas actuales o porque ya no soportan las cosas que ocurren en sus vidas actuales, un inicio nuevo llevado al siguiente y drástico nivel. Y para Minho, esas cosas solo eran uno de los más grandes disparates que pudo oír en su vida.

Otras cosas que siempre le dijeron fue que buscara el relajo, así no moriría con rencor, porque morir con rencor, no siempre trae cosas buenas, ni al espíritu, ni a los vivos.

Tal vez, ese maldito hombre era igual de escéptico que él, y por eso pensó que se podría deshacer de Minho tan fácil.

De todas formas, la gente muerta son las mejores en guardar los secretos de los vivos.

Pero, no todos los muertos olvidan el sonido de sus voces, mucho menos, cuando mueren con tanto resentimiento, ya sea si es a alguien o a otras cosas, como Minho.

Hay algo curioso en lo que es la respiración, y es que, nunca lo que es respirar por primera vez después de una caída se puede comparar a lo que es respirar por primera vez.

Puesto que cuando estamos dentro del vientre, nuestros pulmones están sumergidos en el líquido amniótico.

Eso es algo de lo cual carece el mundo exterior, así que nos toca acomodar nuestro cuerpo al seco oxígeno que el aire nos puede otorgar, aquello con un gran dolor en el proceso.

Cuando respiró por primera vez, no solo sintió ese horrible dolor esparciéndose por su pecho, también siendo su sensible sentido auditivo fue abrumado por el intenso llanto de un bebé.

¿Estaba en urgencias? ¿Seguía vivo?

Abrió los ojos, pero apenas y se dio cuenta que podía distinguir una gran luz y unas pocas siluetas.

― ¡Es un niño!

No entendía ni una pizca de lo que estaba pasando, hasta que su cuerpo comenzó a sentir más allá del dolor en su pecho, y debía admitir que se sentía extraño.

Tenía frío y hambre. ¿Acaso estuvo inconsciente?

Se removió, al menos hasta que su cuerpo vino a sus sensaciones el calor de unas manos y brazos gigantescas, algo delgadas también, un detalle que lo puso en alerta, pero algunas partes de su cuerpo perdieron cierta tensión cuando el calor de los brazos lo envolvieron.

―E-es hermoso.

Frunció el ceño, confundido por el hecho de oír eso tan de cerca a través de una voz femenina que no lograba reconocer. Estaba seguro que por el simple hecho de haberse golpeado contra la acera, en lo mínimo ha de tener el rostro desfigurado o cubierto de vendas por las severas heridas que esto pudo haberle causado. Así que quiso creer que una mujer estaba dando a luz a su lado, aunque esa teoría le estaba confundiendo, no es algo que realmente debería estar pasando a su lado, a no ser de que ella hubiera dado a luz en cuidados intensivos, lo cual era más extraño aún. Por lo que sabe, existe una sala específica para que las madres puedan dar a luz, para sus cuidados y todo ese tipo de cosas.

La risilla de una mujer distinta a la cual supuso que se trataba de la madre se hizo oír, entonces se dio cuenta de que el bebé había dejado de llorar.

―Aww, mira, dejó de llorar al escucharte ―comentó la mujer, entonces sintió una mano extra en su calor ―. ¿Oh? Vaya, parece que nuestro Soobin está de mal humor.

Intentó hablar, pero en su lugar escuchó los balbuceos de un bebé, causando que el equipo médico riera con suavidad, sumando la risa de la segunda mujer.

Se asustó y su mente también escuchó esos balbuceos, pronto comenzando de nuevo con los llantos del bebé.

Estaba confundido y abrumado, no sabía lo que pasaba porque no podía verlo.

¿En dónde demonios estaba metido?

Bueno, la respuesta solo pudo conocerla después de un tiempo, cuando recuperó su visión, pero comenzaba a pensar en que estaba volviéndose loco, o por el contrario, estaba en un horrible y bizarro sueño.

Debía admitir que se sentía atrapado, aunque tal vez eso se debía a la manera en la que lo envolvían con las mantas, como un jodido bebé.

Porque eso es ahora, un bebé.

Choi Soobin, nacido en la provincia de Gangnam-Gu en Seúl, fue en la fría noche de un cinco de Diciembre del flamante mil novecientos noventa y cinco, hijo de la ya retirada supermodelo Choi Yujin.

No creía en la reencarnación, y de todas formas pensar en algo de esa naturaleza pueda ser posible carece de sentido, de otro modo, no recordaría nada de su vida como Lee Minho o su información como detective.

― ¡Binnie, es hora de comer!

Abrió los ojos en grande, viendo las figuras de nubes, estrellas y una luna menguante colgadas para decorar el móvil en su cuna. Apenas nació hace unas semanas, aún su cuerpo ha de estar tan débil que no va a tolerar nada más pesado que un poco de leche en su estómago, de hecho, su abdomen dolerá como mil infiernos si alguna vez se llegan a distraer y le dan un poco más o si empiezan a darle fórmula así sea un poco más pesada de lo habitual, su cuerpecito no va a tolerarlo y se reflejará en la indigestión.

Su cuerpo de bebé comenzó a removerse como una oruga en la tierra, comenzando a llorar cuando cayó en cuenta de eso. No solo va tener que esperar años para comer sus platos favoritos o de una buena barbacoa, sino que también debe sobrevivir a base de leche. No, no de cualquier leche, sino de leche materna, aquella que proviene del pecho de una madre, la mujer que ahora es su madre.

Juró por más de un segundo que no soportaba su propio llanto como bebé, pero era su única forma para expresar su incomodidad al respecto y además de eso, así podía llamar la atención que necesitaba para comprender lo que estaba pasando en lo que ahora es su realidad o cuando no podía moverse por la forma en la que lo envuelven en las mantas.

―Ow, has de estar hambriento, pobrecito~

Bueno, ella tenía razón, estaba hambriento y todo lo que quisieran, pero se negaba rotundamente a propasarse y tocar lo intocable en una mujer, es un bebé, pero recuerda bastante bien que es un hombre mayor atrapado en el cuerpo de un recién nacido, de verdad deseaba que su madre nueva considere darle leche en un biberón.

Yujin se le acercó y lo tomó en brazos, comenzando a arrullarlo para intentar calmar su llanto sin éxito alguno. Eso era así hasta que escuchó los pasos de quien tal vez le era de mucha ayuda en esas situaciones.

—Escuché que un hermoso bebé lloraba, así que vine a ver qué estaba pasando.

—Oh Xiaoting —la pelinegra sonrió, algo confundida de ver cómo su compañera de piso había llegado a la escena, mostrando preocupación por su hijo, una forma en la que le parecía inusual, pero él no era capaz de mirar más allá porque no podía moverse mucho —. Soobin, parece que está hambriento.

Bajó el nivel de su llanto para que Xiaoting pudiera acercarse, viendo cómo la joven lo tomaba en brazos, algo que se sentía bien, puesto que ella lograba hacerlo sentir cómodo a pesar de estar apretujado en la manta. Estaba agradecido con la ayuda de la chica, si no fuera porque no ha escuchado a otro niño o niña rondar por la casa, pensaría y juraría que ya tiene experiencia como madre.

—Wow, se ve que le agradas —comentó Yujin, viendo cómo la atención de su pequeño estaba fija en su compañera, quien lo mecía con cuidado.

—Hey, está bien. Es normal que llore contigo.

Aquella sonrisa que mantenía Xiaoting hizo que Yujin le sonriera de vuelta, tranquila.

Se quedó mirando al rostro de la chica hasta que sintió su estómago rugir, entonces intentó removerse con la intención de llamar la atención de su madre y así poder ser alimentado, pero al no conseguir llamar la atención de ninguna, utilizó su vieja confiable y empezó a llorar con fuerzas.

Tanta fuerza que acabó en el hospital, con su nueva madre sujetándolo y pidiendo que no tuviera nada grave.

El doctor dijo lo obvio, estaba bien y bastante hambriento, y le recomendó que obtuviera ayuda de alguien más experimentado, cómo la madre de Yujin, alguien que pasó por lo mismo y que, además, cuenta con la experiencia triplicada al haber tenido tres hijos.

También nació la propuesta que necesitaban, la de que ella usará un biberón con él.

Eso fue un alivio, ahí los problemas respecto a su alimentación acabaría en un parpadeo, y así también podrá hacer la vida un poco más fácil a Yujin, quien ha intentado de todo para poder mantenerlo en un buen estado.

Sí, realmente apreciaba el esfuerzo de Yujin, sabía que ella en realidad amaba a su hijo, era una lástima que ella no hubiera sido capaz de poder dar a luz a un niño normal. En cambio, le tocaba lidiar con un adulto en el cuerpo de un bebé.

Mientras ella lo mecía, comenzó a pensar en la ausencia de su padre.

No tiene mayor idea de él, Yujin no ha mencionado nada y Xiaoting tampoco, ¡mucho menos la madre de Yujin!

Comenzó a pensar en ello, preguntándose sobre el hombre como tal, entonces la idea de que ella hubiera sido abandonada le hizo reaccionar.

El maldito que lo mató debía ser el padre.

La recordaba con vagancia, puesto que apenas y pensaba un poco en ello al haber tenido sucesos tan impactantes que ni siquiera alguien más experimentado en la vida podría tratar de entender. Choi Yujin era una modelo, su última cliente. Ella no le contó sus planes como tal, solo pidió que obtuviera información de él.

Creyó que estaba intentando atraparlo en algún amorío, su antigua compañera le comentó de este deportista, el cual era un completo desvergonzado y hasta sospechaba que era un depredador sexual. No le sorprendería que hubiera abandonado a Yujin en pleno embarazo, sobre todo si quería impune con su asesinato.

—Soo, ¿te duele algo? —miró a la mujer, quien estaba preocupada por el extraño gesto de disgusto en la cara del bebé, pero este solo se removió, de todas formas, no podía hablar.

Recordó su promesa segundos antes de morir, y entonces, la idea de vengar a su nueva vida y la madre que lo estaba criando ahora nació.

Por supuesto, no le iba a fallar a su nueva madre.

Extendió sus bracitos, y ella lo tomó como el adorable gesto de querer abrazarla, aunque la verdad también era para estar más cómodo.

Cerró sus ojos, balbuceando unas cosas para mantener a su nueva madre embelesada, hasta que se quedó dormido en sus brazos.

Ahora no podía hacer mucho, sin olvidar que extrañaba tener a alguien cerca.

No estaba feliz con la idea de haber sido asesinado, pero si el precio a pagar de volver a tener una madre era volver a nacer, entonces se encargaría de que quien le cobró también se quede con el cambio.

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