Nuevas resoluciones

Muchos niños correteaban por los pasillos de la escuela sin grandes preocupaciones más que las asignaciones escolares, algunas actividades extracurriculares o uno que otro pasatiempo que alguno de los estudiantes compartiese con alguno de sus compañeros, más algo que todos compartían es que eran curiosos de naturaleza, y alguien con un color de cabello tan llamativo era incapaz de no ser foco de algún comentario.

Cuando comenzó a asistir a ese establecimiento los rumores eran sobre como parecía ser un mutante por no tener un color de cabello normal, algo que con el tiempo paso casi a segundo plano por lo poco que convivía con otros niños de su edad, volviéndose un foco de burlas y aislación, algo que cambio con el paso del tiempo.

Pese a eso y con mucho esfuerzo por parte de sus amigos el chico se había logrado abrir un poco a las otras personas, conversando y conviviendo con más gente que no fueran sus amigos cercanos, no era de los más populares, pero ya no estaba en el fondo, aunque si bien el foco de las burlas caía en un grupo de niños denominado "los perdedores", él todavía tenia alguna que otra palabra dicha a sus espaldas, la gran mayoría en torno a su falta de "padres".

Una de las razones por las que intento evitar la escuela en su periodo de luto fue esa, más cuando su cabeza era un lio total y probablemente siquiera seria capaz de tomar apuntes, pero eso ya no era una opción.

Aquella noche en su nuevo hogar había sido extraña y desagradable, el impregnado hedor del alcohol en las paredes provoco que su sueño fuese interrumpido por la necesidad de buscar oxigeno a una temprana hora mientras el sol apenas si lograba asomarse y al verle sollozar lo lanzo rápidamente al baño obligándole a darse una ducha fría y prepararse para la escuela.

A sus propias palabras, ya no podría ser un vago y un inútil, por lo que sin siquiera desayunar le llevo y dejo en las puertas de la escuela con un par de billetes y su mochila, cuando le vio tan furioso en la mañana juraría que le iban a dar una paliza peor que la rubia pero no fue así, y ahora, después de una semana sin presentarse en la institución se encontraba en las puertas de esta, siendo observado por otros niños, observando sus ojos rodeados por grandes ojeras y sus brazos descubiertos llenos de moretones.

El anciano había sido claro en el hecho que pasaría a buscarle al terminar el horario escolar y que más le valía no saltarse las clases, algo que pensaba hacer más por miedo que por responsabilidad en ese punto. Temor que le tenía lo suficientemente concentrado para no notar como alguien se le acerco por la espalda y coloco su mano en su hombro.

- ¿Linc? ¿Qué haces aquí?

- Jayden, hola.

Su voz no sonaba con mucha emoción, algo que el muchacho del gorro blanco entendía, pues Trent no tardo en comunicarles al resto del grupo lo que había descubierto, pero lo que más le asustaba era el estado golpeado en que lo había encontrado.

- Oye, ¿Estás seguro de estar aquí? No luces bien.

Lincoln negó lentamente con la cabeza sin mucho animo antes de mirar el ojo morado que su amigo tenía.

- Ya no tengo de otra, ¿Y a ti que te pasó?

- Nada importante, en serio, más me preocupas tú.

- Ya te dije, no tengo de otra, así que iré al salón.

- Amigo, Trent nos conto lo que paso, yo... lo siento mucho.

Lincoln no reacciono a ello, siquiera le devolvió la mirada a su amigo, pues ya no sabía si eso desencadenaría en otra situación adversa para él por lo que al cabo de unos segundos asintió con la cabeza antes de emprender nuevamente su camino al salón.

Hasta que comenzaron las clases e incluso durante ellas los rumores no se hicieron esperar sobre la apariencia del niño, incluso un par de profesores le recomendaron que fuese a la enfermería de la escuela pero luego de una rápida explicación desistían de ello, cuando fue la hora del almuerzo muchos tenían intención de preguntar por mero chisme pero tanto Jayden como Trent intentaban que lo dejasen en paz, algo que no importaba mucho pues quienes se acercaban lo suficiente para hablarle solo eran recibidos con silencio, su grupo de amigos eran los únicos que lograban sacarle algunos monosílabos aumentando la tensión entre estos quienes solo veían al vestigio de lo que hace unas pocas semana era su amigo.

En un determinado momento Trent se disculpo con el grupo mencionando que debía ir al baño, alejándose de estos junto a Karen quien decidió acompañarle aprovechando los pocos minutos que quedaban de aquel descanso.

Ambos caminaron en silencio hasta que abandonaron el comedor, momento en el que Karen aprovecho para dar un enorme suspiro cansado.

- Sabia que no sonaba bien cuando nos dijiste, pero eso es un nivel peor que no estar bien.

- Lo sé, de hecho, ahora lo veo peor que ayer, Linc está mal.

- ¿Tu crees que realmente le dolió tanto la muerte de su padre?

Aquella pregunta lleno de sorpresa al castaño de lente, le resultaba inaudita la mera idea que había comentado su amiga.

- Oye, hablamos de su padre.

- Lo sé, ¿Pero siempre dijo que no se llevaban bien no? No tenía muchas cosas, no vino a los días de trae a tu padre y otras.

- Pero sigue siendo su papá, es normal que le duela.

La muchacha no sonaba muy convencida, solo vio al adulto una vez y si bien había entablado una conversación amena mientras confeccionaban el pastel de cumpleaños el ver como lo abandono a mitad de su cumpleaños ciertamente le había dejado en una muy mala posición.

Además, una parte de su ser le comenzaba a molestar ver tanta miseria en la vida del muchacho.

- ¿No recuerdas lo que hizo en su cumpleaños?

- Bueno, si, pero...

- Si tu papá te hiciera eso, ¿Se lo perdonarías?

- Me molestaría bastante, eso es verdad.

- ¿Ves? Caso cerrado.

Dichas esas palabras la chica se interno en el baño de las chicas dejando pensativo a su compañero por unos segundos antes de que él mismo ingresara al baño que le correspondía.

Mientras se lavaba las manos observaba su reflejo frente a él, tenia sus propias preocupaciones pero el recuerdo de lo ocurrido el día anterior y todo como encontró al chico de cabello blanco le hacia cuestionarse un par de cosas, arrepentimiento por llevarle a su antiguo hogar y desatar aquel enfrentamiento, lastima por los sucesos que este tuvo que pasar y miedo por esas numerosas marcas moradas en sus brazos, unas que tenía no solo se hallaban esparcidas por sus extremidades y sobre las cuales no tenía idea como habían ocurrido, se hallaba tan centrado en su tren de pensamiento que no sintió cuando alguien le palmeo en la espalda.

- Hey, pero si es el bueno de Trent, ¿Qué ocurre amigo?

- Hola Chandler, nada importante.

- See, las clases pueden ser sumamente aburridas, ¿No? Sobre todo un lunes, que horror de día.

- Ni que lo digas, se me ha hecho eterna la mañana.

- ¿Tu crees? Yo sentí la mañana algo más rápida, quizás sea por lo que decía el prof...

- Al grano.

El pelirrojo solo levanto los hombros en señal de resignación mientras una divertida sonrisa se le escapaba por el rostro, no se juntarían tan seguido últimamente pero seguían conociéndose bien.

- Ya sabes, tu eres buen amigo de ese chico peliblanco, Larry, ¿Sabes algo de lo que le paso?

- Pasaron un par de cosas, cosas personales.

- Vamos, ¿Ni una pista? Por los viejos tiempos.

- Sigh, no.

- Ya que – Dijo mientras volvía a recoger sus hombros y levantaba sus manos en claro desinterés – En todo caso te noto muy molesto, ¿Estas bien?

- ¿Y eso a que viene?

- ¿Qué no me puedo preocupar por un viejo amigo?

- Oh, eh... si, perdón.

- No hay problema, solo que realmente te veías del asco recién.

- Si, bueno, pasaron cosas.

- ¿Tiene que ver con Larry?

- ¿Qué no tienes nada mejor que hacer que andar de chismoso?

- No hasta que suene la campana.

- Serás...

- Ya, ya, que al menos se te rompió la preocupación de la cara por un momento, un servicio garantizado por tu servidor para los amigos de este – Al ver que el Trent estaba por replicar rápidamente puso una de sus manos en su boca – Mejor escucha primero, te ves tenso, creo que te haría bien cambiar un poco de aires, este viernes hare una junta con la pandilla, intenta ir amigo (Ligeramente decaído) Se te extraña en el grupo.

Dicho eso el pelirrojo se retiro del lugar, dejando algo pensativo al muchacho sobre aquel dialogo con él, solo el sonido de la campana logro sacarle del trance en que aquel curioso dialogo lo había sumido.

Las clases siguientes fueron un torrente de pensamientos no solo para el castaño, sino para el grupo completo en base al mayoritariamente silencio que les entrego durante sus conversaciones, algo que se repitió durante el resto del día donde solo pudieron mencionarle algunas pocas palabras de aliento o de apoyo, unas que notaban tenían nulo efecto en el muchacho.

Mientras los chicos guardaban sus cosas en sus casilleros preparándose para irse a sus hogares o asistir a los talleres que tenía la escuela fue el momento final donde Jayden y Trent abordaron a su amigo.

- Oye Linc, ¿No quieres ir a algún lado? Nosotros invitamos.

- Claro, se que si hablamos con el Sr. Dawkins te dejara faltar sin problemas al taller de hoy aunque hayas venido.

La mención de ese nombre provoco una pequeña reacción en el chico, una que ambos pudieron notar, solo que la mueca de miedo que se formo en su rostro no les gusto.

- N..no, no puedo.

- Linc... ¿El maestro te hizo algo?

- ¿Él? No, no es eso, es que... sigh no importa, quiero ir a casa.

- ¿Quieres que te acompañemos?

El chico se mostraba renuente a la compañía y estaba por rechazarla, pero Trent se le adelanto a la reacción del muchacho.

- Jay, no te conté Linc encontró un erizo antes de, bueno, que cosas pasaran y creo que con todo lo que ha pasado sigue sin ser bien atendido, tu tienes un perro así que sabes de cuidado de animales, ¿No?

- ¿Qué? Oye un perr... - No pudo terminar su frase antes de que el castaño le soltara un potente codazo en su cuerpo - ¡¿Oye que demo...?! Ah... Claro, si tienes una criaturita así te puedo ayudar Linc.

- Chicos, no...

- Decidido, vamos a adecuar tu hogar para él, además no creo que le importe al Sr. Dawkins.

El muchacho quería replicar pero ambos niños no le permitían hasta que en cierto momento se rindió y comenzó a caminar al lado de estos, estaba relativamente molesto por lo abrasivos que estaban siendo con él aunque los múltiples de comentarios de estos le entretenían un poco, por lo que en su mente, cuando estaban por salir de la primaria, creyó que seria lo mejor para distraerse, lastimosamente durante el día había olvidado algo sumamente importante.

La rutina en parte había atrapado la mente del niño, aunque estuviese distraído una parte de su ser había logrado quedarse inmersa en las clases lo suficiente para que su mente no estuviera enfocada únicamente en su vida, algo que las conversaciones banales de sus amigos había ayudado considerablemente tanto como evitar el exceso de preguntas por su apariencia, para los últimos momentos del día había rozado lo que era la normalidad y su mente se había permitido divagar, pensar en hacer algo con sus amigos y luego volver a ese departamento para seguir con su vida, razón por la que ver al robusto anciano en motocicleta frente a la primaria claramente esperándolo fue un duro golpe de realidad.

No tardo en paralizarse, no tardo en asustarse, pues aquellos viciados recuerdos y esa molesta mirada que más de una vez le había dado no tardaron en volver a su mente.

Aunque ambos niños notaron rápidamente como Lincoln se paralizo no fueron capaces de preguntar que había ocurrido hasta que el robusto hombre se encontraba frente a ellos.

- Han pasado casi 15 minutos desde que terminaron las clases, te dije que debes ser puntual Lincoln.

El niño se encontraba enmudecido y aterrado, mientras los otros no entendían que estaba pasando.

- Disculpe señor pero quien...

- ¿Eres amigo de Lincoln? – El tono golpeado de hablar del anciano amedrento ligeramente al chico rubio.

- S..Si, me llamo Jayden y él es Trent.

El anciano los inspecciono con una fija mirada, su instinto les decía que aquel sujeto era peligroso.

- Al menos no se ven afeminados, (A Lincoln) Nos vamos – Pese la golpeado tono de voz el chico no espabilo y se le quedo contemplando, algo que molesto significativamente al anciano - ¿Qué quieres una invitación? Mueve tu trasero ahora.

Dicho eso el anciano cogió del brazo a Lincoln prácticamente arrastrándolo a la motocicleta hasta que en cierto punto el niño comenzó a caminar por su cuenta pues le dolía el agarre del anciano, los suaves quejidos de dolor del niño provocaron dos cosas, que el anciano se molestase y que Jayden saliese de su trance.

- (Molesto) Oiga, suelte a mi amigo.

Pero el anciano siquiera se inmuto hasta que llego a su vehículo provocando el que muchacho corriese tras ellos e intentase elevar su voz para que el anciano le escuchase, pero este le retorno una mirada aun más enfadada mientras se anteponía a él.

- (Molesto) ¡¡Escúchame mocoso insolente, tu no eres nadie ni nada para venir a darme una orden a mí, así que más te vale tenerme respeto si no quieres que te de la paliza de tu vida, esta es la primera y única advertencia que te daré!! ¡Lincoln sube a la puta motocicleta de una vez!

Mientras el anciano gritaba incluso había hecho el ademan de golpearle, cosa que retuvo antes de dirigir su puño hacia el niño con tal de dejar la amenaza hecha, Jayden quien contemplo como aquel enorme puño parecía dirigirse hacia su rostro se paralizo en su lugar y Lincoln, temiendo que si no actuaba acorde a los deseos del anciano haría sufrir a su mejor amigo rápidamente se intentó sentar en el vehículo, fracasando miserablemente debido a los nervios y el no saber cómo subirse, cosa en la que termino ayudándole un muy molesto Albert con el objetivo de irse pronto.

Durante el viaje el anciano ni siquiera intento hablarle en las paradas o demostró la menor intención de dialogar hasta que llegaron al hogar de este, una rápida orden de que se dirigiera a la sala fueron las últimas palabras que este esbozo mientras se dirigía a la cochera con su vehículo.

En silencio y con sumo miedo Lincoln ingreso al hogar, no se había molestado en explorarlo cuando llego ya que solo quería dormir y olvidarse de todo, no lo hizo esa mañana debido a la explosiva reacción por verle llorar antes de ser arrojado a la ducha y ahora solo quería encontrar la sala y sentarse allí para evitar que el anciano reaccionara bruscamente otra vez.

Se encontraba en un entorno hostil, no se sentía seguro y no conocía en nada a aquel hombre, aun así el recuerdo de su maestro y aquella expresión le dolieron, las cientos de miradas en la escuela también le dolían, era como volver a aquellos tiempos donde no tenia a nadie y era presa de aquella tortura sostenida con el problema que ahora no podía llorar, llorar significaría que aquel anciano se enojaría y ya había presenciado de primera mano lo agresivo que podía ser, por lo que el miedo se apodero de él.

Por ello no noto cuando el anciano entro sentándose en uno de los sofás individuales de la sala.

- ¿Y ahora que te paso?

- Yo, uh... yo...

- Niño, ¿Qué no tienes un mínimo de pelotas? Es cansador escucharte tartamudear una y otra vez como si tuvieran un problema mental.

- (Voz baja) Lo siento.

- Y ahora bajas la cabeza, ¡Mírame a los ojos cuando te hable niño!

Más por el miedo y el impacto el niño termino por levantar la mirada, aunque era incapaz de mirar fijamente al anciano.

- Te dije que me miraras a los ojos mocoso.

- E..Eso hago señor.

- Serás... ¡Mirare a los ojos cuando te hablo!

El miedo era evidente en la mirada de Lincoln, Albert lo sabia muy bien, pero eso era algo que ya trabajaría con el tiempo, por el momento el muchacho debía ser capaz de al menos mantener el contacto visual con quien le hablara, más cuando era con una figura de autoridad como lo era él.

- Desde ahora cada vez que te hable me miraras a los ojos, ¿Entendido?

- S..Si señor – La mirada penetrante del anciano puso aun más nervioso al pequeño, quien parecía querer repetir aquella afirmación solo para que sus palabras muriesen en su boca.

- Bien, no nos conocimos de la mejor forma por ello lo repetiré, me llamo Albert, Albert William Smith, además de eso lo único que necesitas saber de mí es que soy tu abuelo y ya, ahora preséntate tú.

- Pero si ya sabe mi nombre...

- Lo sé, pero eso no quita que debas presentarte como es debido, preséntate chico, literalmente no nos conocemos.

- No creo que...

- ¿Por qué te es tan difícil? Es solo decir, que se yo, tu nombre o algo, tendrás que hacerlo muchas veces en tu vida y si no puedes ni con tu propia sangre nunca vas a llegar a nada.

- No tiene que ser tan cruel.

- Yo no soy cruel niño, así es como te van a tratar todos, así que acostúmbrate ahora conmigo que voy a soportar todo tu llanterío antes que con alguien que no dudara en pisotearte como la basura que serias, así que preséntate.

Las palabras del anciano ya no sonaban enfadadas, sino que eran firmes, su mirada no dejo de ser seria en ningún momento tanto como que observaba fijamente cualquier reacción por mínima que fuera en el cuerpo de niño, tanto que entrecerraba los ojos cada que notaba que la mirada de este comenzaba a evadirle, aunque fuera algo rudimentario obligaría a ese niño a encarar las cosas de frente, tras un minuto que a Lincoln le pareció una eternidad, el niño comenzó a hablar.

- Me llamo Lincoln A. Loud, señor.

- ¿"A"? ¿De qué es la "A"?

El peliblanco trago con dificultad, ¿Era buena idea decirle lo que significaba la "A" en su nombre? Claramente el anciano no lo veía con buenos ojos y para su desgracia su nombre era una pésima coincidencia, algo que le causo curiosidad mientras pensaba en como salir de esa es que por primera vez pudo pensar en su padre y en vez de sentir tristeza... pudo sentir como lo maldecía.

- Al...

- Al... ¿Qué? Vamos niño, escúpelo de una vez.

- Al... Al... ¿A..Alexander?

- Ah, ¿Alexander? Bien – Lincoln no podía asegurarlo con totalidad, pero pudo jurar por un segundo que sintió algo de decepción en su voz – Al menos pudiste presentarte sin orinarte en tus pantalones, entonces a lo que importa, ni creas que voy a fomentar que sigas siendo una nenita, por lo que vas a comenzar a actuar como un hombre, iras a la escuela todos los días, como sepa que te escapas o haces de vago yo mismo de una patada te devolveré a la escuela, ¿Quedo claro?

Lincoln solo asintió con la cabeza, tenia miedo de hablar y provocar más al anciano.

Albert al ver aquella respuesta de una mesa cercana tomo una hoja que Lincoln había ignorado completamente cuando llego, pero que al observar pudo reconocer llenándole de preocupación, pues esa hoja poseía algo que era muy preciado para él, era un dibujo de él junto a sus amigos, un bosquejo que una vez hizo y atesoraba considerablemente.

- No voy a permitir que tengas pasatiempos de niñas, los hombres de verdad no se dedican a hacer estas cosas, si quieres enfocarte en algo sal a correr o algo, pero no estas estupideces.

- Esta bien, lo haré, pero por favor devuélvame eso.

- ¿Esto? ¿Y para que lo quieres?

- Eso es importante para mí.

La expresión que el niño coloco le fue divertida para el anciano, dejando de lado cuando intento golpearle en aquella cafetería o cuando le encontró peleando con aquella adolescente, esta era la primera vez que veía una expresión que no representara miseria en su rostro, por lo que entendió perfectamente que era lo que debía hacer.

- Así que lo es... ¿Eh?

Dicho eso el anciano procedió a tomar con ambas manos aquel papel.

Solo para partirlo a la mitad a plena vista de Lincoln.

El niño al ver ese acto tan frio y deliberado sintió como su sangre empezaba a hervir, pero antes de que pudiese hacer o decir algo el anciano lo derribo con un brazo, inmovilizándolo contra el sofá mientras acercaba su rostro a unos pocos centímetros.

- Quiero que recuerdes esta sensación muchacho, no te escudes en esa lastimera cara que tenías, eso solo te llevara por un camino de miseria, puedes odiarme si lo deseas pero recuerda, yo soy más fuerte que tú, y si quieres hacerme callar vas a tener que imponerte sobre mí, mientras tanto me vas a tener respeto aunque te tengas que comer tu desprecio, ¿Entendido?

Esta vez el niño no titubeo y su mirada no abandono los ojos de Albert, pues sentía como la furia comenzaba a brotar en aquella expresión, eso era mejor, mejor que aquella miserable debilidad que desbordaba el muchacho.

- Tomare eso como un sí, me llamaras cada vez que vayas a volver aquí, si te inscribes en algo después de clases me avisaras, no te quiero caminando solo por ahí hasta que no me demuestres que eres un hombre.

Esta vez la respuesta del niño fue una mirada severa al anciano, no hubo titubeos o asentimientos con la cabeza, sino una voz seria por parte de este.

- No tengo un móvil, nunca me compraron uno.

- Entonces más tarde iremos por uno cuando vayamos por la cena, sobre eso, ¿Alguna alergia? No quiero que te mueras por comer alguna tontería.

- Nada que le importe.

Ante esa respuesta el anciano comenzó a reír, antes de mirar fijamente al peliblanco nuevamente.

- No te quieras pasar de listo niño, me vas a respetar si no quieres que te de una paliza, en fin, te la pasare por alto al ser la primera vez, pero como me vuelvas a faltar el respeto te ira mal niño.

Ambos se quedaron mirando fijamente unos momentos tras eso antes de que Albert retomara su monologo.

- Y bien, las últimas reglas, no porque yo lo haga significa que tú puedes hacerlo pues esta casa no es una democracia, hay horarios así que no te quiero fuera de la cama pasadas las 8 de la noche y hasta que no lo permita no tienes derecho a salir solo de esta casa, todo lo demás esta permitido mientras no sea hacer cosas de maricones, ¿Quedo claro? – Lincoln solo le observaba, por lo que volvió a preguntar, solo que esta vez con un todo de voz más profundo - ¡¿Quedo claro?!

- Si.

- Bien, entonces vamos a comprarte ese móvil y un casco, tampoco quiero que te desnuques por andar en la moto así.

El resto de la tarde paso más rápido de lo que el mismo Lincoln pudo notar, pese a lo molesto que se encontraba finalmente tenia un móvil para él, algo que solo había usado cuando sus amigos le prestaban el suyo al punto que no sabia cual escoger, pues eran pocas las ocasiones donde él podía escoger.

Al similar paso cuando pasaron a cenar, el anciano solo entro al primer lugar que vio donde sirvieran hamburguesas, uno al que jamás había entrado el chico pues cuando salía a comer con sus amigos se aseguraba de ir a lugares baratos con tal de poder pagar algo sencillo, provocando que en el momento en que el anciano colocase un menú frente a él no pudiera hacer más que congelarse.

No acostumbraba a pedir, no acostumbraba a tener opciones, el tiempo que estuvo con su maestro este tomaba la mayoría de las decisiones por él, antes de eso todo era acotado a su poder monetario, pero el anciano solo le decía que pidiese algo, no había rango ni condiciones, no habían comentarios por el precio como le ocurrió las pocas veces que salió con su padre, era solo una extraña expresión de reojo cada cierto tiempo, pues en ese punto el rostro del anciano no era el de un hombre enfurecido con quien estaba a su lado o la de alguien que esperase el menor error para burlarse, pues podía jurar que había algo de nerviosismo en su tosco actuar.

- ¿Vas a decidir de una vez o qué?

- No sé qué escoger – Su respuesta fue algo seca, todavía seguía enfadado por lo del dibujo pero la caja con el móvil en sus manos le había distraído lo suficiente.

- Vamos, ni que jamás hubieras pedido una hamburguesa como corresponde.

- Solo he ido a las hamburguesas eructo con mis amigos.

- ¿Esas cosas? Bah, entonces nunca has probado una verdadera hamburguesa, dame acá esa cosa.

El anciano sin siquiera preguntarle quito de sus manos el menú que este tenia mientras se acomodarse ligeramente sobre la mesa para que el niño tuviese también visión de esta.

- Mira niño, cuando se trata de hamburguesas primero debes mirar la carne...

El tiempo que ambos transcurrieron en ese lugar también se paso inesperadamente rápido, incluso el chico había pedido un platillo demasiado grande para su estómago, algo de lo que Albert no tardo en burlarse cuando ni siquiera iba por la mitad y ya se había rendido.

El anciano le aterraba, no era capaz de entenderlo, lo insultaba, amenazaba y exigía, pero también le obsequio cosas y le hacia bromas, estaba molesto al punto que pensaba en lanzar el móvil que tenia en sus manos con violencia hacia el piso recordando cuando destruyo frente a el uno de los dibujos que guardaba con más aprecio pero algo le detuvo y fue un recuerdo de aquel día.

Pudo haber sido no en las mejores condiciones, pero ese día había pasado algo que jamás le había ocurrido en su vida.

Alguien esperaba por el a la salida de la escuela.

El extraño deseo de su más inocente infancia de sentir que era alguien importante para su padre, alguien que tuviese los deseos de protegerle y añorar su presencia tal como los otros padres que recibían en brazos a sus hijos o salir a cenar a algún lugar mientras conversaban sin mayor preocupación o tema importante.

Aquel anciano le molestaba.

Estaba furioso por lo que hizo y su actitud era despreciable.

Pero... le había hecho sentirse un niño normal por momentos.

Y con toda la duda en su mente se recostó en aquella incomoda cama que ahora era de su posesión, cuestionándose que debía sentir ante todo lo ocurrido.


En ese momento, casa Loud

- ...no me importa, el inútil de tu padre ya no está así que no es una opción Lori.

La molesta mujer frente a Lori escupía cada que podía aquellas palabras con profundo desprecio, y aunque tenia un profundo nudo en su garganta al hablar, se negaba a llorar frente a esa criatura que biológicamente era su madre.

- Aun así te digo que voy a terminar mis estudios, voy a ayudar a mis hermanas pero necesito grados académicos para eso.

- ¿Y como vas a pagar la preparatoria? Entiéndelo de una vez, iré este miércoles a cancelar tu escolaridad, te quiero con un trabajo para esa fecha.

Dicho eso dio media vuelta y se internó en su recamara cerrando la puerta con suma violencia mientras dejaba a Lori fuera.

Esta hacia minutos atrás que para contenerse había enterrado las uñas de sus manos en sus palmas llenándose de furia, impotencia, pena y dolor, pero en lo profundo de su ser temía a esa mujer, era casi un instinto animal el que le decía que no debía desafiarla, o al menos, no por ahora, pues su mayor miedo era de una confrontación directa era el perder a sus hermanas.

El golpe de perder a su padre fue muy grande, si perdiese a alguna de las menores por un arrebato de furia contra ella...

Ella no sabía que podría llegar a hacer.

Intentaba relajar su respiración en un intento de contener su furia y llanto, era imposible que las demás no hubiesen escuchado su pelea y considerando el pésimo ambiente que reino en ese hogar durante todo el día sabía que solo les hubiera caído peor los gritos. Por ello respiraba, se calmaba, se tragaba su furia mientras intentaba arreglar la expresión de su maltratado rostro antes de ir a consolar a las demás pero a cada paso que daba en dirección al segundo piso más sentía que se hundía en la miseria, que la furia ardía en su ser.

Que debía tomar una decisión.

Por lo que en silencio camino mientras pensaba, y escuchaba.

- ¿Todo estará bien Lola? / P..Por supuesto Lana, M..Mamá Lori n..nos protegerá.

- Lucy, por favor snif, se que puedes, contacta a papá, deja que venga a solucionar todo. / ...

- Mamá estará bien, ¿Verdad Luna? / Lori es fuerte, la más fuerte, ella lo lograra, siempre lo logra.

Estaba en mitad del pasillo.

Lo había escuchado todo.

Todo era un desastre y lo peor...

Sabia que nadie la apoyaría con genuino cariño nuevamente.

Y aun así... ellas dependían de ella.

Ellas eran lo que le quedaba a ella.

Por lo que tomo una decisión, aun con toda la furia e indignación en su interior bajo tranquilamente hasta el garaje donde tomo el móvil que Luna le había cedido, pues era el lugar donde el número de esa persona se encontraba.

- ¿Dígame?

- Te voy a ayudar contra el anciano, pero quiero algo a cambio.

- ¿No te basta con vengarte de ese anciano? Realmente eres como tú...

- No me importa lo que creas, pero si me puedes ayudar con mis hermanas estoy dispuesta a ir hasta el final contigo.

- ¿Tus hermanas? ¿A qué te refieres?

Lori quería mantener su voz lo más seria que podía, hablaba con alguien que consideraba un extraño, casi un enemigo más de la familia, pero estaba desesperada y le costaba hablar mientras contenía aquel llanto cargado de frustración e impotencia, por lo que, aunque estas emociones lograban filtrarse parcialmente, su voz seguía manteniendo un atisbo de seriedad.

- Ayúdame a proteger a mis hermanas y yo te ayudo a proteger a tu sobrino.

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