Lana
El calor era ideal, la brisa era perfecta y la familia estaba casi reunida, sus hermanas correteaban por ahí, su madre gritaba para que no se alejaran demasiado, la cesta con refrigerios esperaba tranquilamente que las chicas gastaran sus energías mientras el sonido de las aves llenaba el ambiente de una extraña calma, más aquella sensación no era sino un sentimiento incomodo, como si no perteneciese a ese lugar.
Los animales que le rodeaban la veían curiosos, revoloteando a su alrededor mientras le causaban unas pocas cosquillas que no lograban levantar su ánimo, dejándose caer en el pasto mientras contemplaba con melancolía aquellas criaturas que le observaban con calma y amistad.
- Lana, mamá Lori nos trajo aquí para que te animaras, el parque siempre te ha gustado.
- (Desanimada) Lo sé.
- Vamos, mamá se esforzó bastante por nosotras, no desperdicies la tarde con esa carota molesta.
- Yo realmente quería a ese cachorro.
- Puedo verlo.
En silencio Lola se sentó a su lado, reposando tranquilamente en el pasto al lado de su entristecida gemela.
Siempre había sentido que su hogar no era realmente feliz, siempre tuvo esa sensación de que algo fallaba y por más que siempre les dijeran que todo estaba bien y no debían preocuparse de esas cosas... ella lo sabía, ella era consciente de que tanto su mamá como su papá no se encontraban realmente bien.
Sus preguntas caían en oídos sordos que eran respondidos con sonrisas forzadas, refutadas por palabras sencillas pero que podía comprender con esas expresiones deterioradas que realmente no era así. Con su madre velando por que estuviera bien, contenta y sana, permitiéndole recostarse a su lado cada que una pesadilla le atacaba, dándole un consejo y una sonrisa cada que fallaba alguna lección en la escuela de modelaje, entregándole un cálido abrazo cada vez que se burlaban de ella y una caricia cuando se sentía mal.
Por eso le debía tanto a Lori, siempre recordándole que debía decirle hermana, más cada que preguntaba el significado de madre, ella solo podía pensar en Lori.
Era algo simple... ¿No?
Y tal como su "mamá Lori" lo hacía con ella, ella debía hacerlo con Lana, sino iría con Lori y ella perdería tiempo de descanso, tiempo que podría usar en reponerse después de tener que atenderlas a todas en sus necesidades, además... el dolor de Lana, ella podía sentirlo, no entendía como, pero ver a Lana triste le causaba la misma tristeza, era como si el dolor se le transmitiera directamente a su ser.
- Creo que te gustaría jugar a la princesa y el dragón.
- No ahora Lola.
- Vamos, puedes ser el enorme dragón que siempre te ha gustado mientras yo soy la...
- Te dije que no quiero Lola.
- Pero si siempre hemos juga...
- Siempre jugamos el juego que a ti te gusta, siempre eres tú.
Esas palabras calaron en su mente, mucho más de lo que espero.
- P..Pero si nunca propones nada tú.
- (Desanimada) Es que... no sabría... no... no lo sé...
- Lana, ¿Por qué dices eso?
- Tu eres la inteligente, tu eres la bonita, tu eres la que sabe tener amigos, yo por mi parte... apenas si soy como el cachorrito que quería adoptar, yo estoy sola, nadie quiere estar conmigo, a la gente le molesta estar conmigo.
- ¿Cómo puedes decir eso cuando eres una de las personas más divertidas que conozco?
- Tú creerás eso, pero ninguna de las niñas de la escuela quiere estar conmigo, nuestras hermanas prefieren estar con otras hermanas – Su mirada cayo nuevamente al piso, pudiendo ver como sus manos se aferraban al pasto - Mamá prefiere estar contigo.
El tono de su gemela sonaba todavía más adolorido que cuando se le acerco a hablar, ¿Pero que podía decirle? Solo podía notarla que sufría y no encontraba las palabras para componer el inexistente animo de la persona que más apreciaba en el mundo.
Podía ir donde su madre, Lori siempre sabía que decir en esas ocasiones, tenia las palabras perfectas para animar a cualquiera de ellas, sabía como pensaban todas, era la mujer más lista que conocía en todo el mundo y la más amable, esa era la mejor opción, definitivamente.
Por eso intento levantarse de la hierba para caminar hasta la muchacha rubia que se hallaba sentada en una manta mirando el paisaje, había incluso comenzado a hacer presión con su brazo para levantar su cuerpo, pero pudo sentir como su mano era presionada, era algo débil, casi sin estimulo y que apenas si pudo notar, pero lo había hecho, notando como ante ella Lana acababa de tomar su mano sin siquiera dirigirle la mirada.
- Lana...
El silencio envolvió una vez más el ambiente, uno del que Lola no sabía como reaccionar pero que sabía, no, estaba completamente segura, si se atrevía a romper ese contacto, su otra mitad sufriría un daño irreparable para su corazón.
- Lana, ¿No crees que eres algo grosera conmigo?
- (Desconcertada) ¿Qué?
- Yo estoy contigo, siempre lo he estado y siempre lo estaré, ¿No?
- Pero... las chicas...
- Ellas se lo pierden, más diversión para mí... y para nosotros, ¿Qué te parece la idea Lana?
La sonrisa de Lola en ese momento era todo lo que Lana podía observar, aquella sonrisa carente de algunos dientes, carente de aquel desplante con el que la había visto competir en el escenario, carente de esa amarga sensación que más de una vez su familia le había entregado.
Era una sonrisa genuina, cargada con todo el cariño que solo ella podía entregarle.
- Si, tienes razón.
Fue su respuesta acompañada de una sonrisa similar, una la cual le faltaban los mismos dientes, el mismo desplante, pero que... al igual que Lola... estaba cargada de un cariño que solo ellas podían entender.
- Dame un abrazo Lana.
- Por supuesto Lola.
- Los abrazos lo mejoran todo.
- Los abrazos siempre sacan una sonrisa.
- (Sincronizadamente) Los abrazos nos mantienen unidas.
Siendo ese el momento en el que ambas gemelas estrecharon sus cuerpos, envolviéndose con el calor de la otra, sintiendo como una comprendía el dolor de la otra, mientras esta sanaba su dolorido corazón.
- Gracias Lola.
- De nada Lana, sé qué harías lo mismo por mí.
- Claro que lo haría, siempre te protegeré.
- ¿Lo prometes?
- Claro, jamás te soltaré, en las buenas...
- ...o en las malas.
Ese era el encanto de Lola, uno que le reconfortaba, uno en el que podía refugiarse, sentirse bien y disfrutar, uno que sabía no podía permitir que nada malo le pasase...
- (Susurrándole al oído) Es una lastima que no cumplieras tu promesa entonces Lana.
- o -
Al despertar, en lo único que podía usar su cuerpo era en intentar ingresar la mayor cantidad de oxigeno posible, podía sentir como su pecho era incapaz de asimilar todo el esfuerzo que la muchacha estaba empleando en respirar y aun así sentía que le faltaba el aire, como si una parte de ella estuviera sufriendo e intentando compensarlo con aquella errática respiración.
No lograba calmar su pecho, no lograba dejar de tiritar, ni siquiera era capaz de quitarse aquella sensación de vacío y dolor en su pecho, como si la mitad de su cuerpo estuviera entumecida, rogando por un atisbo de vida al que aferrarse desesperadamente. No era un dolor que pudiera describir, ni siquiera sabía como llamar a aquella sensación, más se sentía incapaz de hacer algo, se sentía inútil mientras solo se esforzaba en mantenerse a ella misma con vida respirando con toda la fuerza que su cuerpo le permitía.
¿Habían pasado minutos, horas o días? Ella no lo sabía.
Su mirada estaba fija en el techo y su cuerpo centrado en respirar, más un pensamiento cruzo su mente y le devolvió parcialmente el control de su cuerpo.
Lola
Su cuello fue lo único que respondió, girando su cabeza con el objetivo de buscar en quien se refugiaba cuando todo iba mal, el lugar donde ella se sentía completa y que podía afrontar todos los miedos que su mente pudiese formular, pero la realidad era diferente a lo que esperaba.
Pues ella no estaba allí.
Lola, ¿Dónde estás?
Como pudo comenzó a estirar su mano, nada más respondía a su llamado, era solo su brazo intentando alcanzar el otro extremo de la habitación, aquel lugar destinado al reposo de lo que le faltaba para continuar en ese momento
Lola, ¿Por qué no te das cuenta de que estoy sufriendo?
No importaba cuanto lo pensara, cuanto esforzara en mover su brazo y alcanzar aquella cama de tonalidad pastel, cuando se esforzara por que sus piernas reaccionaran o que su visión reconociera al cuerpo durmiente de su hermana.
Nada de eso funcionaba.
Ni su cuerpo era capaz de dirigirse a ese lugar, ni sus ojos lograban encontrar aquella silueta siempre dispuesta a apoyar.
Lola, ayúdame por favor, te necesito, como nunca lo he hecho.
Su garganta era incapaz de empujar el aire para que sus cuerdas vocales entonaran palabra alguna, su visión comenzaba a tonarse borrosa, impidiéndole notar a su gemela dormida.
Eso tenia que ser, su cuerpo estaba fallando, necesitaba completarse para volver a ocuparlo y la muchacha era la clave.
En un desesperado intento incluso cerro con tanta fuerza su boca que termino enterrándose los dientes que tenia en el labio inferior, sintiendo como el dolor se irradiaba por completo a su cuerpo y un desagradable sabor a hierro se introducía a su boca, era doloroso, sus ojos comenzaron nuevamente a llenarse de aquellas amargas lágrimas, pero al menos había recuperado parte del control de su cuerpo, rodando hasta que cayo de la cama y su mirada se clavó en el techo.
Lola, ¿Por qué no respondes a mi llamado?
Con el dolor en sus labios partidos y en su pecho.
Con toda la pesadez en su cuerpo y la dificultad para coordinar sus extremidades.
Lana pudo levantarse y mirar, mientras aquel vacío en su interior seguía creciendo, como aquel rincón del cuarto seguía vacío, falto de la única persona en el mundo que era capaz de entibiar el frío que acechaba en ese cuarto, la única que era capaz de darle el color y la vida a esos objetos que tantas veces habían provocado horas de diversión entre ambas, aquella presencia que en ese momento...
No se encontraba allí.
Lola... te necesito aquí... conmigo.
- No está, ella no está... p..pudo tener una pesadilla, si... eso... debe estar con mamá Lori...
Sus palabras hacían eco en la inmensidad del cuarto, resonando en un lugar que era demasiado grande para ella sola, sintiendo como entre más se encontraba en ese lugar ella se hacía más y más pequeña.
Por lo que, a paso tembloroso, uno a la vez, dudando, temiendo y sufriendo con cada paso, comenzó a alejarse de ese cuarto, rumbo al único lugar que en ese momento podía darle, aunque fuese una pequeña esperanza.
Lola, vamos, no es divertido... por favor...
Sus pies descalzos casi eran arrastrados por la alfombra mientras sus manos se mantenían apegadas a la pared, como si fuese incapaz de caminar sola, como si su cuerpo no tuviese la capacidad de sostenerse y en cualquier momento pudiese derrumbarse... como si su cuerpo estuviera a nada de desfallecer, ella se dirigió al cuarto de su hermana mayor, la mayor de todas, el símbolo de unión entre su familia... al cuarto de su madre.
Más alzar los brazos y separarse de la pared parecía una tarea titánica, todos sus instintos le dictaban que en el momento en que ella soltase el papel tapiz se derrumbaría y no podría volver a levantarse, como si fuera un mero títere al que le han cortado las cuerdas mientras su respiración seguía sin ser capaz de recuperarse.
Por ello siguió avanzando, pegada a la pared, pasando por la primera puerta, una que le lleno del más absoluto terror, luego una segunda puerta, una que le lleno de incertidumbre y pesar...
Y luego la tercera puerta, el baño, una que para su desgracia no estaba bien cerrada y cedió ante el peso de la muchacha, cayendo si mayor resistencia al helado suelo de cerámica.
Lola, yo... te necesito... te necesito conmigo...
Ni siquiera había notado que su cabeza se encontraba a una gran temperatura, el dolor de su pecho había consumido todo el dolor que su cabeza debería estar sintiendo.
Ahí, tirada en el piso, completamente inútil, completamente olvidada.
Era como se encontraba Lana.
Rogando por una esperanza, aunque fuese un deseo inútil o un sueño fugaz, pero sus pensamientos estaban orientados en que aquella chica en la que siempre había confiado y le había complementado le estaría esperando, tenia que ser así, era un llamado que no se podía explicar, pero sentía que todo se solucionaría en el momento en que volverían a estar juntas.
Por eso no importaba si tenia que arrastrarse, si tenia que impulsarse con sus uñas o caerse todo el camino.
Ella debía encontrarla, ellas debían estar juntas, esa era la cura para sus...
No.
No era sus males.
Lola, este... no es mi dolor... ¿Verdad?
Aquel agonizante dolor, aquella lucha por respirar... aquel sentimiento de querer vivir... de querer sobrevivir...
¿Era acaso suyo? ¿Era ella quien estaba realmente sufriendo?
El dolor era real, su cabeza, su cuerpo, sus pulmones, todo ese calor, esa punzante sensación, era suya... y a la vez no lo era.
Su determinación estaba peleando por que sus piernas le respondieran y levantarse de una vez, llegar donde ella le estaba esperando, donde podrían unirse y sanar su dolor mutuamente.
Más su cuerpo no reaccionaba... y solo podía hundirse en su propia miseria.
La miseria de ni siquiera poder cumplir la única promesa que juro jamás romper.
Algo que no pudo evitar que sus ojos se llenaran nuevamente de aquellas amargas lágrimas.
- (Llorando) Lo siento... hermana... no pude... yo... no estuve...
Lola, ¿Cómo puedes aguantar este dolor?
Su llanto era solo para ella, algo confinado a lo que sus inútiles brazos le permitían cobijar como lo era su propio pecho.
Se sentía invalida, mareada y adolorida, incapaz de recomponerse o siquiera pedir ayuda, sintiéndose a cada minuto que pasaba peor... algo que solo cambio en el momento en que pudo escuchar una voz adicional a la suya.
Más esta voz no estaba allí, no estaba junto a ella, no estaba siquiera en el pasillo, era una voz quebrada, una que conocía muy bien, una que provenía del eco que se escapaba por una ventila del baño.
Era la voz de la que ella siempre había reconocido como su madre, conversando con aquella a la que no comprendía por que debía llamarla así.
- Es grosero despertar a alguien tan tarde.
- Ni siquiera deberías estar aquí cuando tu hija esta luchando por su vida, tu deberías ser la primera en estar junto a ella, no aquí, durmiendo como si no te importara.
Lola, ¿Esa no eres tú? ¿Verdad?
- Yo ya tengo mis años, no puedo...
- Si puedes, deberías de hecho – La voz de Lori no era normal, era un tono rasposo, como si cada palabra fuera un esfuerzo gigante el cual desgarraba la garganta de la muchacha, una que, aun así, no para de hablar – Pero eso no importa, ella estará bien, solo... solo necesito tu firma.
- ¿Mi firma? ¿De qué hablas?
- Haré que la transfieran a un mejor hospital, uno donde puedan atender sus lesiones en el cráneo y le permitan recuperarse.
Lola, ¿Esa no puedes ser tú verdad? Tú estás bien...
- (Seria) ¿Y exactamente con que dinero? Sabes que no estam...
- (Molesta) Eso no importa, al carajo con el estúpido dinero, ella necesita recuperarse bien.
- Vives de fantasías, sin dinero el mundo no se mueve.
- Hablamos... de la vida... de tu hija... tu hija pequeña...
- ¿Y? No es la única boca que alimentar.
Lana ni siquiera sabía que creer, ni siquiera comprendía del todo el concepto de dinero o del significado de la vida y la muerte.
Ella sabía que estaba viva, que su padre estaba muerto, pero solo era eso, palabras que usaban las personas mayores para describir sucesos y cosas que le pasaban a la gente mayor, su padre era un buen ejemplo, el había muerto y por eso no lo podía volver a ver, pero...
¿Cuánto tiempo era eso?
¿Cuánto se tardaría el hombre en regresar una vez había muerto?
¿Por qué la gente reaccionaba tan mal ante esa palabra?
¿Por qué sus hermanas habían sufrido tanto cuando se menciono eso sobre su padre?
¿Por qué Luna había usado esas palabras con Lola?
¿Por qué... sentía una nueva clase de vacío en su pecho por solo escuchar esas palabras?
Lola, no entiendo... tu eres lista... tu podrías explicarme...
- ¡Es tú hija! ¡Su vida vale mucho más! ¡¿Acaso quieres que muera?!
- No vives de deseos y buenas intenciones.
- ¡Siempre se puede cuando se trata de vivir!
- Ni siquiera tienes un trabajo que pueda pagar responsablemente las deudas de un hogar, están el resto de tus hermanas y ni siquiera... espera...
- Sabía que no podía confiar en una zorra como tú.
- (Tono frío) Lori... ¿Qué clase de cuidados necesita Lola para que desearas su traslado?
Lola, hay muchas Lolas, muchas más de las que conozco... no hablan de ti... ¿Verdad?
- Nada que te incumba.
- Lori Marie Loud, mírame cuando te hablo.
- Ya entendí que Lola no te importa, déjame en paz.
- Lori.
- ¡Yo veré como me las arreglo, conseguiré el dinero y la mantendré con vida! ¡No dejare que Lola muera!
El silencio consumió rápidamente el ambiente tras aquel grito desesperado de Lori, algo que fue seguido de un potente azote a la puerta de madera, algo que incluso estando atrapada en el baño Lana fue capaz de escuchar con total claridad.
¿Era cierto todo lo que había escuchado? ¿Era eso real o era otra horrible pesadilla de la que ya despertaría?
Su mirada estaba llena de dolor mientras sentía que su mente quería explotar debido a la fiebre que no podía explicar cuando pudo ver la figura de la muchacha rubia asomarse por la escalera, habrá sido una fracción de segundo, pudo haber sido una ilusión causada por ese dolor fantasma que golpeaba salvajemente todo su cuerpo, pero...
Esa expresión desgarrada en el rostro de su madre.
Sería una imagen que posiblemente jamás podría olvidar.
Lola, mamá Lori... tú la conoces mejor que nadie, tú la sabes consolar... ella... te necesita...
Lana ni siquiera pudo alcanzar a pronunciar una palabra antes de que, con una expresión casi completamente diferente, la chica se asustó y corrió para tomarla con sus brazos y cobijarla, arrullarla mientras su dolor seguía sin disminuir, sintiendo como la envolvía y tocaba su frente.
- Todo esta bien Lanita, todo estará bien.
- Ma..má...
- Shh... todo estará bien hermanita, te vas a recuperar y... luego... tu te vas a levantar... y... snif.
No podía ve su rostro, no se sentía capaz ni de moverse lo suficiente para mirarle o siquiera de enfrentarla.
¿Por qué temería hacerlo? ¿Por qué no podía luchar siquiera para mirarle?
¿Por qué las lágrimas que caían en su cabello dolían tanto?
- Mamá... me duele...
- Shh... no te preocupes, te voy a sanar, te voy a cuidar y te voy a...
- Pero se que a Lola le duele más.
Lola, yo no necesito su preocupación, ella debe estar contigo ahora.
- Mamá Lori... Lola... puedo sentirlo... ella te necesita a su lado.
- Lana, no... no puedo...
- Yo estaré bien, Lola... ella... hoy en la tarde...
Sus ojos se cristalizaban, su boca solo era capaz de balbucear esas palabras, ¿Era siquiera capaz de decírselo? Parecía que ella sabía que su gemela estaba mal, podría incluso saber más que ella, algo que no le sorprendería pues siempre ha estado pendiente de ella, de todas, de Lola...
Pero... si siempre estaba al pendiente... ¿Dónde estaba cuando todo ocurrió?
¿Qué hacía Lori en ese momento? Ella siempre lo resuelve todo, se supone que ella siempre estaba ahí para cuidarlas, ¿Por qué había sido diferente en esta ocasión?
¿Por qué no protegió a Lola?
- No te... snif... preocupes Lanita, ella... snif... estará bien.
- Pero no estas a su lado.
- Es que yo, nosotros no...
- Luna no me dejo ir con Lola, ella me aparto de mi hermana cuando se la llevaron, mamá Lori, por favor, llévame con Lola.
Lola, tú nos necesitas, estoy segura, este dolor es tu forma de llamarme.
Ni siquiera el dolor de su cuerpo le impidió expresarse en ese momento, como si todo lo que fallaba en su cuerpo hubiese decidido desaparecer en el momento en que se enfrentó a su única oportunidad de... de llegar donde ella...
La fiebre seguía allí, el dolor en su pecho y la tensión en sus extremidades también, el miedo más latente que nunca, pero eso no le impediría perder aquella oportunidad que tenía.
Aun refugiada en los brazos de Lori, aun sintiendo que el cuerpo pudiera fallarle en cualquier momento, eso ya no le importaba, entre más lo pensaba más sentía que ese no era su lugar, no necesitaba ser la que fuese ayudada, consolada o envuelta en esos brazos llenos de un calor que no le correspondían, ese se supone era el lugar de su hermana, ella no podía estar usurpándolo ahora, justo ahora, no importaba si su madre la tiraba al piso y salía corriendo en búsqueda de su hermana, ella lo entendería.
Su corazón se lo dictaba, era casi instintivo, su otra mitad importaba, ella solo tenía que ser olvidada y desechada como siempre lo había sido.
Tal como las niñas de la escuela a quienes les disgustaba su actitud, su amor por los animales sin temer a ensuciarse.
Tal como sus hermanas que se centraban en sus propios mundos, muchas veces ignorando sus intentos de juegos al ser considerados aburridos.
Tal como esas peticiones que caían en oídos sordos a su "madre" para tener la compañía que no encontraba en otros en forma de aquellas criaturas que le demostraban un cariño incondicional, esas pequeñas criaturas en las que podía sentir el cariño que no encontraba muchas veces en las otras personas cuando se sentía sola.
Lola era la que tenía todo eso, la atención de sus hermanas mayores, la aceptación de las peticiones, el cariño de sus compañeras de clase, el encanto de las personas.
Ella era la mitad que había adquirido todo lo innecesario, era la sobra de la niña perfecta... y eso estaba bien.
Porque era su parte, era lo que la conectaba con su gemela, era lo que le hacía sentir que tenía un vinculo con ella, pues ella aun con tantas diferencias le aceptaba y jugaba con ella, riendo tranquilamente en esos juegos que ambas inventaban.
Lola, ¿Me puedes escuchar?
- (Sollozando) Por favor, quiero verla.
- Lana, yo... lo siento.
- Por favor, prometo portarme bien, prometo comer mis verduras, prometo asearme todos los días, prometo seguir todas tus ordenes, pero, por favor, necesito estar cerca de ella, ella me necesita tanto como yo la necesito.
Aunque intentaba pelear contra el abrazo de su madre su fuerza le había fallado, era incapaz de repelerla tanto como lo era mirarle a su rostro, su debilitado cuerpo solo podía absorber más y más de ese calor que no le correspondía.
Ni siquiera había podido reaccionar cuando todo ocurrió, no detuvo a Lucy, no sostuvo a Lola, no ayudo a Luna.
No hizo nada.
Tal como lo estaba haciendo ahora.
Sintió como en ese momento aquella figura frente a ella se derrumbó, cayendo arrodilla con ella todavía en brazos, podía sentir el gimoteo proveniente de aquel rostro que era incapaz de ver mientras una cálida sensación aumentaba en su cabeza, sintiendo como los brazos de esta se envolvían con todavía más fuerza en su adolorido cuerpo.
- (Llorando) Perdón... perdón... perdón...
- No... mamá, no tienes que abrazarme a mí, tienes que estar con Lola.
El sollozo de aquella figura no se detenía, sus palabras caían en oídos que se habían cerrado a escucharle y solo se aferraban cada vez más.
Ella quería luchar, quería escapar de esa calidez infernal, sintiendo como le dañaba más, pero no pudo.
Y tuvo que resistir allí hasta que su propio cansancio y dolor pudo con ella.
Perdiéndose en el temor de su subconsciente entre los brazos de un amor que ella sabía no le pertenecía.
Lola, ¿Estás ahí?
La mañana del día siguiente
Una noche sin sueños, un descanso que no recupero su cuerpo, un dolor en su pecho que no podía ser sanado.
Todo eso era lo primero que sintió en el momento despertó.
No era su cama, estaba en la habitación de su madre, recostada en su cama junto al cuerpo de está, podía sentir sus ojos hinchados aun cuando acababa de despertar, más los pocos recuerdos de aquella noche atacaron su ser sin darle un momento de calma, necesitando aquella atención que se le había negado en aquel momento de debilidad.
Su cuerpo respondió a su necesidad, pudo escabullirse de aquellos brazos que la aprisionaron y deslizarse, moviéndose en el mayor silencio que pudo, escapando de aquel destino que le impedía ir en búsqueda de su gemela.
Ni siquiera intento vestirse, tan rápido como pudo se acerco a las escaleras para bajar y, aunque con una presión en su mente, pasar de aquellos peldaños que habían sentenciado anteriormente a la mitad de su alma al mayor de los sufrimientos, tuvo que hacerlo despacio, peldaño por peldaño, para evitar que su miedo le superase, pero que importaba realmente su miedo en esos momentos cuando lo que importaba es que debía de acudir donde su hermana yacía esperándole, algo que se vio interrumpido cuando, al lograr llegar frente a la puerta principal, pudo ver como una figura emergía de la cocina, observándole con aquella mirada que siempre terminaba por darle escalofrío, una de la que en ese preciso momento, como si su instinto le gritase, sentía que debía huir.
- Lana, ve a dormir, es muy temprano.
- Pero... Lola... yo...
- Yo me encargare de Lola, ve a la cama.
Y con ello la adulta de cabello rubio se dirigió a la puerta, cerrándola de forma imperativa sin darle una segunda mirada a la pequeña asustada quien sentía, no sabia como ni porque, pero un miedo más profundo que el que había sentido en la noche se apodero de ella.
Con todo ese pánico ya no sabía cómo reaccionar, ¿Podía intentar ir detrás de ella? ¿Podría hacer algo sabiendo que las cosas iban a mal?
¿Por qué sintió que una leve sonrisa en el rostro de esa mujer le provocaba el mayor de sus miedos?
No lo sabía, realmente no lo sabía, pero estaba aterrada.
Así que corrió, como pudo, superando su más reciente miedo, superando los rezagos de aquel dolor fantasma, ella corrió escaleras arriba.
Tan rápido como pudo, tropezando con sus propios pies y cayendo en algunos de los peldaños que habían creado esa grieta en su corazón, sin importarle el dolor o la tristeza, ella corrió hasta el cuarto donde estaba hace solo unos pocos minutos, encontrándose nuevamente con aquella figura cansada a la cual aquellas bolsas en sus ojos no terminaban de convencerle, pero que no temió en alertar.
Exactamente que le dijo es algo que escapaba de su propia compresión, ni siquiera era consciente si sus gritos eran cosas coherentes, pero sí pudo notar algo.
La expresión deshecha de su hermana se horrorizo aun más mientras le imploraba por auxilio.
Lo que paso entre eso y el ver a su hermana correr fuera de la habitación era un misterio, o siquiera lo que paso después, se hallaba vacía, veía la escalera con miedo, podía sentir como el animo de la casa se había apagado, como la puerta del medio del pasillo no fue abierta en ningún momento.
Como paso el tiempo y sintió la puerta de entrada abrirse de golpe, con suma furia, permitiéndole a las únicas faltantes en ese hogar ingresar aun cuando su discusión no se acababa, pero ella no lograba escuchar nada.
Era como si todas las palabras terminaran en el vacío en vez de ingresar a sus oídos.
Era como si todo el mundo se sintiese extraño, carente de una sensación que no podía describir, viéndolo pasar más lento, más tenue, más... falto de vida.
Alguien se había acercado a ella y la había bajado al primer piso, le había intentado alimentar, pero no era capaz de reaccionar a la comida, tampoco tenía apetito.
Era como si entre su despertar y tener que volver a recostarse en la cama hubiese sido un tenue parpadeo en el que no ocurrió nada, o al menos, ella no sintió nada.
Podría decir que vio a Lori hablando por su teléfono mientras un extraño nombre que desconocía se hacía notar, viéndole como si suplicase por ayuda. También podría decir que vio a Luna intentando estar con ella, conversarle o siquiera acompañarle, pero nada de lo que decía podía ingresar a su mente, ninguno de los juegos o versos causaron alguna respuesta en ella, pues no se sentía que le estuviese hablando, al menos, no a ella, sino a quien ella podía sentir.
El día siguiente a ese fue un proceso similar, era como si el mundo se hubiese vuelto gris y ella buscaba desesperada aquellos colores rosados que siempre le parecieron incomodos, aunque ahora era lo único que intentase encontrar.
Quizás suplico en algún momento que necesitaba completarse, que necesitaba pedir perdón por no hacer nada, por romper aquella promesa que su hermana jamás dudo en cumplir y ella ni siquiera pudo sostener una única vez.
Pero todo ello caía en una incertidumbre que no le permitía escucharse a sí misma.
Lola
Ese era el nombre que añoraba.
Era lo que faltaba, era lo que provocaba que su mundo se estuviera agrietando.
Era el grito desesperado que podía escuchar cada noche, cada vez que cerraba los ojos y se permitía soñar.
Más pudo ver como un nuevo escandalo se había formado, podía ver como algunas de sus hermanas discutían, pero ella solo podía observar sin hacer nada, como siempre lo había hecho.
Como siempre había huido de lo que podía y debía hacer.
Pero fue levantada por los brazos de Luna mientras corría junto a Lori fuera del hogar.
¿Adonde la llevaban? ¿Por qué ella?
No lo sabía, ya no sabía nada.
Se sentía pequeña y asustada, diminuta y aterrada, como si pudiese caer en un bolsillo de la muchacha que en ese momento le cargaba, más seguía sin ser capaz de ver sus rostros, comenzando a aferrarse al pecho de esta como si fuese su última esperanza mientras esta corría desesperada por las calles hasta que lograron entrar en un vehículo, pues la van no estaba, esta había desaparecido junto a la persona que tanto le llenaba de terror.
Antes de siquiera darse cuenta ambas estaban en el hospital, su cuerpo dolía todavía más que en aquella noche al punto que sentía la necesidad de gritar por auxilio, pero su voz no lo expresaba, sus oídos eran incapaces de escuchar fuera lo que fuera que mencionaban.
Todo su mundo era un caos que estaba derrumbándose y ella ni siquiera se podía enterar de eso.
Lana
Fue lo primero que pudo oír, un débil susurro había llenado todo su ser.
Lana, te necesito.
Aquella voz, era tan clara y suave, una que reconfortaba todo el daño y el dolor de su interior.
Lana, apresúrate, no tengo mucho tiempo.
Entre más se movían sus hermanas más nítida era aquella entonación, era lo que le faltaba, lo que le complementaba, lo que había causado tanto daño en su cuerpo sanándose ante la proximidad de resto de su ser.
No tenia dudas, incluso su agarre al pecho de su hermana se había debilitado mientras estás corrían desesperadas por los pasillos del lugar.
Uno en el que terminaron topándose con aquella mujer que representaba todo cuanto le temía a su mundo.
Una a la que más de una vez le habían dicho que debía decirle mamá.
- ¿Qué hacen aquí?
- ¡¡¡¿Qué demonios haces tú aquí?!!!
- ¡¡¡Nunca haces nada por nosotras y ahora estás aquí en este momento tan crítico, no tienes el derecho de hacerlo!!!
- Es una decisión dolorosa que tuve que tomar, es lo mejor para la familia.
- ¡¡¡No nos hables de familia si no sabes lo que es tener una!!!
- El examen ya lo confirmo, es una muerte cerebral, ya no hay nada que hacer.
- ¡¡¡No digas eso, ella se va a recuperar, incluso el tío Leo prometio ayudarme con eso!!!
- ¿Tío Leo? (Molesta) ¿Desde cuándo...? Olvídalo, la decisión ya está tomada.
- ¡¡¡No, no lo está, no tienes el derecho!!!
- Soy una madre que tiene que velar por sus hijos, no estamos en las condiciones, es solo lógica.
- ¡¡¡Tú zorra!!!
Lori intento lanzarse contra Rita, pero uno de los guardias que venía persiguiéndola finalmente la había alcanzado, reteniéndola de acercarse lo suficiente a la mujer de expresión seria y ojos caídos para poder desquitar aquella furia de su interior.
Pues sabía lo que significaba que esa mujer estuviera allí.
Y ese era el mayor de sus terrores.
- ¡¡¡No puedes, te lo ruego, Rita!!!
Rita solo giro despacio, dándole la espalda a ambas muchachas mientras se dirigía a la salida, algo que, para su horror, ambas ya sabían lo que significaba.
Lori luchaba como podía contra el uniformado mientras otro llegaba a abordar a una paralizada y totalmente pálida Luna, la cual no tuvo fuerzas de sostener a Lana, quien no entendía nada.
Lana, por favor, necesito verte.
Siguiendo a sus instintos la infante corrió de los brazos carentes de fuerza de su hermana, ingresando por donde su alma le dictaba, corriendo con toda la fuerza que sus piernas podían reunir.
Lana, solo un poco más.
Podía sentir las miradas extrañadas de quienes esquivaba, podía sentir como había quienes le dirigían la palabra más no los escuchaba.
Lana
Su cuerpo se lo gritaba, su alma se lo gritaba, incluso su instinto lo hacía, y así fue como llego, atravesando la última puerta de su recorrido, pudiendo observar una figura que conocía, unos largos mechones dorados que entre los que había jugueteado más de una vez o jalado por una molestia pasajera, unos que eran cubiertos parcialmente por algunas cintas blancas, pudo ver el perfil de aquel rostro idéntico al suyo, cubierto a su vez por las mismas cintas que ocultaban aquellos hermosos risos, pudo ver un gran número de máquinas que emitían diversos sonidos que no entendía y a un hombre de blanco y mirada entristecida, observando por última vez aquel rostro.
La niña corrió el último tramo mientras veía como el adulto estaba por pulsar aquella maquinaria, pudo sentir como era sujetada a mitad del poco camino que le quedaba, como alguien retenía su caminar y todos sus intentos mientras sus gritos ahogados en desesperación no lograban llegar a la persona que llevaba todo este tiempo en su mente, a la que le complementaba y llenaba el vacío que había quedado en su ser esa horrible noche.
- ¡¡¡Lola!!!
El medico se giró una única vez al ver a la desesperada muchacha, maldiciendo una vez más su trabajo.
- Lo siento muchacha.
Lana no dejo de luchar, incluso mordió el brazo logrando liberarse lo suficiente para escurrirse entre aquellas cadenas que la retenían.
- ¡¡¡Lola!!!
Y con la desesperación aflorando en todo su ser, lo logro, tomando su mano.
- ¡¡¡Lola!!!
Adiós Lana
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