Heridas profundas
La temporada helada comenzaba a ser claramente más notoria en los entornos de la zona, cada día las temperaturas descendían más y más mientras los diferentes comercios se preparaban para hacer uso de los iconos de aquellos meses sacando más de una inocente sonrisa a los niños que disfrutaban de aquellos juegos de luces, colores y felicidad comercial.
Aquel espíritu festivo adornado por atuendos de colonos y pavo rápidamente había sumergido a los diferentes pobladores, más aquello no era más que un triste recordatorio de aquellos malos tiempos que recientemente se habían cernido sobre su familia para algunas personas, como lo era el caso de Lori.
Llevaba casi dos semanas desde que había dejado la escuela, desde que varias de sus hermanas habían comenzado a comportarse más reservadas en su presencia o algunas apegarse todavía más, como lo era el caso de aquella pequeña con aspiraciones de una vida rodeada de moda y cámaras, aun cuando estaba cansada debido a la hora y los pocos minutos que le quedaban a su turno pensar en Lola le formulaba una sonrisa en su rostro, solamente el día anterior le había escuchado hablar dormida mientras abrazaba su pecho, mencionando como cuando fuese famosa compraría una enorme casa donde ambas podrían vivir rodeadas de lujos y ponis, comiendo chocolate a montones mientras le permitía descansar plácidamente en una enorme recamara para ella sola.
Eran palabras que reconfortaban su corazón, la inocencia con la que aquella pequeña se aferraba a ella le había ayudado mucho a sobreponerse respecto a aquella herida todavía abierta, más cada que sentía el deseo de abrazarla o darle alguna muestra de afecto aquel terrible recuerdo de su mano sobre la mejilla de esta le volvía a acechar, no era como si no se atreviese a tocarla, pero seguía siendo algo que no se perdonaba.
Tanto como el hecho de que le recordaba que sus hermanitas dependían de ella.
Sus conversaciones con Leo se habían incrementado ligeramente durante el transcurso de la semana, inicialmente para coordinar su entrada a una escuela nocturna en base a sus peticiones sobre educación, algo que con el tiempo comenzó a escuchar de vez en cuando preguntas sobre su padre, alguna vivencia, anécdota o simplemente algún pensamiento o desahogo que pudiese tener en su pecho.
No lograba entenderlo bien, algo en ese hombre le hacía desconfiar aun cuando estaba cumpliendo su parte del trato, se supone que eran solo negocios en los que ella ayudaba como testigo contra un anciano violento y el le aseguraba un futuro a ella y sus hermanas, pero podía sentir algo de sentimiento en aquellas palabras que intercambiaban, solo sabía de nombre que era su tío por parte de su padre, lo conoció en un ambiente hostil el cual recordaba cada que veía la cicatriz en su brazo, una que deseaba ocultar debido al miedo que esta le recordaba, no por el niño, sino por el peligro al que se había dado cuenta había expuesto a su familia.
Esa tarde, solo Luna estaba ahí y posiblemente se hubiese ido sin mayor intervención de aquel lugar alejándose todo lo posible de aquel hostil ambiente y aquel episodio se hubiese cerrado ahí, pero sus sentimientos descontrolados y la ceguera a su razón la habían metido en aquel embrollo, sus rostros estaban posiblemente en la mira y había ganado enemigos, aquel niño peliblanco... debía reconocer que lo que le hizo no había sido la mejor de las cosas, pero su instinto le decía que permanecer cerca de él era un peligro, no por el mismo niño, sino por todo lo que le rodeaba.
Quizás fueran hermanos, quizás medio hermanos, quizás realmente no fueran nada, ya ni de eso estaba segura, pero no estaba en condiciones ni emocionales ni económicas para ampliar más la familia, menos cuando su madre parecía querer recortar todavía más los gastos día a día.
Aquello provoco que su cabeza llegara a un punto donde necesitaba enfriarse, pensar tanto no le hacía bien, por lo que un enorme suspiro salió de su boca antes de apoyarse ligeramente sobre el estante que tenía frente a ella.
- Vamos Loud, que ya queda poco de día, no caigas a pocos minutos si no quieres terminar arrastrándote a casa.
Lori miro algo fastidiada a su compañero de trabajo moreno, generalmente ignoraría sus bromas, pero no era el mejor momento para ello, ni menos considerando que el joven mostraba una sonrisa bastante energética para faltar tan poco al cierre del día.
- Tengo muchas cosas que pensar Santiago, al menos debería tener el derecho a suspirar siempre que quiera.
- Hey, yo solo lo decía por mejor, no tienes porque enfadarte conmigo, además casi nunca hablamos, ¿Tan malo es charlar con un amigo?
- Apenas te conozco, diría que somos apenas conocidos.
- Es algo duro que decir para alguien con el que has estado varios años estudiando en el mismo salón.
- ¿Es en serio?
Roberto quien estaba colocando algunas conservas sintió aquella afirmación en lo profundo de su ser, algo que Lori pudo notar al ver como la lata que sostenía en su mano resbalo lentamente de esta sin que el muchacho hiciera el menor atisbo de movimiento para impedirlo.
- ¿Tan invisible soy? Eso fue cruel chica.
- ¿Preferirías que te mienta? Yo iba a la escuela a estudiar.
- ¿Entonces por qué dejaste de ir?
La vista de Lori al escuchar aquella pregunta se ennegreció, no solo era sobre lo que estaba pensando antes de que su silencio se viese interrumpido por el extrovertido muchacho, sino que el tema no le gustaba para nada.
De reojo observo al moreno chico, notando como este había detenido el movimiento de sus manos con el objetivo de enfocarse en ella y aunque estaba molesta por ello, al menos no sintió burla o curiosidad en el rostro de este, sino preocupación.
- No es algo de lo que me guste hablar.
- Bueno, en general no parece que te gustase hablar, eras algo popular por eso, misteriosa y todo.
- Por favor, literalmente solo llegaba a poner atención a clase e irme pronto, ¿Quién se fijaría en alguien como yo?
- Bueno, unos cuantos, ya sabes, como el desafío de hacer hablar a la rarita.
- Ah, genial, gracias.
Roberto lo había mencionado con tal naturalidad que Lori estaba realmente sorprendida por dentro el como le dijo rara directamente a la cara sin el menor miedo o vergüenza, tanto como el hecho de que deseaba estrellar su puño en la cara del "simpático" moreno.
- Al menos en mi caso no era así, algunos éramos conscientes de que estabas así porque estabas al pendiente de tus hermanas.
- ¿Acaso ahora tengo acosadores que buscan mi vida personal?
- No... bueno... no es por ofender... pero... tu hermanita, Leni... ya sabes, puede hablar mucho.
La sola mención de aquello le provoco un nuevo suspiro a Lori quien tuvo que llevarse una de sus manos a la cara con tal de tapar la expresión de molestia que eso le hacía surgir, algo que, por supuesto, tenía que ser culpa de Leni.
- Entiendo, asumo entonces que para la fecha ya toda la escuela sabe que ocurrió en mi casa.
- No, no, no... bueno, sí, de hecho... mi más sentido pésame Loud, puede que no lo parezca, pero yo pase por algo similar, así que entiendo tu dolor.
- ¿Acaso tu padre murió cuando más se caía a pedazos tu familia?
- Eh... no... pero...
- ¿Acaso tienes a varias hermanas que dependen emocionalmente de ti de forma casi total?
- No... p...
- ¿Acaso terminaste metido en tantos problemas que tuviste que renunciar a la oportunidad de tener un futuro tranquilo solo por el bien de tu familia?
- N...
- Entonces no entiendes ni sabes nada Santiago, por lo que mejor cállate de una vez y déjame trabajar.
Ni siquiera se despidió antes de dar media vuelta y dejar al moreno solo en aquel pasillo con los artículos que aun le quedaban por organizar mientras Lori se alejaba todo lo posible mientras peleaba contra ella misma por contener la avalancha de emociones que guardaba en su interior, sabiendo que aquello era el principio de un ataque de pánico y no podía darse el lujo de perder aquel empleo fue que termino encerrada en un cubículo del baño de aquel lugar recitando que lo que hacía era por un bien mayor, que luchaba por una causa justa... que es lo que su padre hubiese hecho en su lugar...
Que extrañaba mucho a su padre...
Que lo quería a su lado para reconfortarle con un cálido abrazo...
Por lo que en el silencio de aquel lugar, en completa soledad, se permitió dejar salir aquello que no podía mostrarle a nadie más, implorando entre sollozos que quería ver a su padre una vez más.
Pues este siempre tenía las palabras precisas para confortarla, sus brazos siempre estaban abiertos para un abrazo y su atención para escuchar sus problemas y darle consejo.
Ese era el hombre que fue Lynn Loud cada vez que podían estar juntos.
Y ella ni siquiera se atrevió a defenderle aquella fatídica noche.
Quizás... solo quizás...
Si cuando escucho aquellas palabras por parte de Rita, cuando sabía que su padre había sido golpeado más duro que nunca, hubiese salido en su defensa.
Tal vez...
Tal vez aun tendría a su padre con ella.
Si solo no hubiera esperado a que su padre solucionase todo el mismo como siempre lo había hecho, si le hubiera demostrado en ese momento que podía compartir su pesada carga con ella...
Pero aquello no era más que un bonito sueño para evadir que se encontraba abrazada a sus piernas dentro del baño de un lugar lejos de casa, donde nadie se interesaría si le pasaba algo mientras pensaba en como debería recomponer los problemas de sus hermanas intentando aguantar que las lágrimas se acumularan en su rostro y exponer aquella debilidad que sabía no podía demostrar.
Todo ello en su mente, acechándola cual demonio en sus momentos de relajo, atacándola cada vez que dudaba o se sentía herida.
Sintiéndose como se hundía cada vez más en un oscuro abismo.
Fue que sintió como su móvil comenzaba a sonar.
Era el peor momento posible, no quería siquiera revisar quien podía ser, solo quería mandarlo al demonio y que le dejaran al menos en la soledad de su turno ser tan miserable como se sentía.
Pero aquel número no cesaba su insistencia.
El buzón se activaba, se apagaba y volvía a sonar.
Aquella insistencia convirtió su dolor en furia.
Y sin revisar el identificador, contesto con toda aquella molestia para que le dejaran en paz.
- ¡¡No es el mejor momento, así que deja de molestar!!
- ¿Aun no acaba tu turno? Perdón por eso.
Era una voz sería y en calma, aun con su grito esta se mantuvo imperturbable y lo que era peor, reconocía perfectamente aquella voz.
- (Molesta) ¿Qué quiere Leo?
- Iba a mencionar que podía esperar a que terminaras tu turno para conversar sobre tu matricula, pero ahora que lo pienso no suenas del todo bien.
- ¿Y acaso le importa si me siento bien? Si es solo por eso podemos hablar en otro momento.
- ... - El tono se escucho imperturbable por unos momentos, como si la persona al otro lado de la línea hubiese dudado ante aquella pregunta, pero... ¿Acaso valía la pena dudar? La relación de ambos eran solo negocios con un conocido en común que surgía de vez en cuando, no había más, ella obtenía educación, el un sobrino, eso era todo el trato así que... ¿Por qué dudaba? – Creo que te haría bien hablar con alguien.
- ¿Y usted debería ser ese alguien? ¿Para qué? ¿Para que después tenga con que chantajearme?
Y silencio de nuevo, uno que solo aumentaba la furia de aquella adolescente rubia.
- Lynn nunca quería decirme sus problemas tampoco.
- ¿Eso que tiene que ver?
- Eres la hermana mayor... ¿No? Sabes que tus hermanitas dependen de ti, siempre tendrías un tiempo para escucharlas si tienen algún problema... era lo mismo para mí... pero mi problema era que tenía un hermanito muy necio, uno que creció creyendo que todo debía resolverlo por sí mismo.
- Y siempre resolvió no solo sus propios problemas, sino que también los míos y los de mis hermanas, siempre estaba ahí para nosotras, ese fue mi mayor ejemplo... mientras usted que... él jamás lo menciono, ni a ti ni a ese niño ni a nadie más que nosotros, mis hermanitas me hablan porque confían en mí, ¿Y usted qué? ¿Por qué papá jamás siquiera lo menciono?
- Yo...
- No me venga a decir esas cosas bonitas ahora que no esta papá para negarlas, usted no formo parte de su vida en al menos 16 años.
- Lo sé, y me sigo lamentando eso como no tienes idea.
Lori siempre había puesto mucha atención a sus hermanas, era la que debía mantener el orden cuando faltaba su padre y gracias a ello estaba muy confiada en sus habilidades para saber cuando alguien demostraba realmente algo, y por ello esa fue la primera vez en la que dudo de su propia intuición, pues esta le estaba diciendo que el dolor de aquellas palabras... era genuino.
- Pasaron muchas cosas antes y después de que nacieras, eras muy joven para poder recordarlo, pero te conocí cuando no eras más que una bebé, no me voy a justificar por todo ese tiempo de abandono, pero si me arrepiento de no haberme acercado nuevamente antes, tenía una orden de restricción de acércame, pero creo que aun así debí...
- ¿Orden de restricción? ¿De que está hablando?
- Es... algo complicado.
- ¿Qué... cosa... tan terrible... tuvo que hacer para...
- (Molesto) Rita... eso paso niña... eso nos pasó a todos, sigh, de hecho, eso es lo que más me sorprende de todo esto, estuviste tanto tiempo con ella, pero siento que te pareces tanto a Lynn...
- ¿Me parezco... a papá?
- Yo... creo que no debí decir eso.
- ¿Crees que lo tome como un insulto?
- No es por eso, no quiero animarte a ser como mi hermano.
- (Molesta) ¡¿Y eso por qué?!
- (Serio) Porque ahora ni siquiera tiene una tumba donde poder ir a verle.
Aquello dreno toda emoción fuerte en el cuerpo de Lori y Leo, aquella había sido una respuesta más dicha directamente desde la lógica que desde sus sentimientos, algo que logro golpearlos a ambos por igual, sobre todo a Lori quien no pudo evitar que algunos sollozos se le escaparan y llegaran a oídos de Leo.
- Lori... yo... lo siento.
- Snif.
- Yo... tendré que irme un tiempo de Royal Woods, no puedo... dejar abandonada a mi familia durante las fiestas y ya he estado mucho tiempo aquí... no te molestare más y todo lo haremos por teléfono, ¿Está bien?
- ...
- Espero que el hecho de no volver a verme sea suficiente para que seas feliz... aunque... quisiera pedirte un favor...
- ...
- ¿Podemos vernos? Si quieres te puedo invitar a tomar un café.
- (Seca) ¿Y eso por qué?
- Quisiera... sentirme cerca de mi hermano una última vez... conversar... con quien más se le parece y parece haber heredado su forma de ser...
- ...
- Si no quieres... no puedo obligarte, pero... si estás dispuesta a conversar un rato... estaría encantado de conversar... te enviare la dirección de un buen lugar... te esperare.
La llamada se cortó tras eso.
La joven lentamente lo retiro de su oído y observo la pantalla bloqueada fijamente por unos instantes, meditando aquellas palabras... pensando sobre aquella persona con la que conversaba de vez en cuando y que al menos... parecía ser una persona de palabra.
Ni siquiera se dio cuenta que en algún punto de aquella conversación se había levantado quedando en el centro de aquel cubículo de baño, sintiéndose sumamente cansada quería dejarse caer aun cuando era el peor lugar para hacerlo, pero se mantuvo allí, en silencio, pensando.
Cuestionándose, irónicamente, que hubiera hecho su padre en su situación.
Al día siguiente, casa de Albert
Desde hace un tiempo que había adquirido una nueva rutina, esta en forma de cumplir con los castigos que el anciano imponía sobre él.
El momento en que desahogo sus sentimientos embotellados contra el que sintió le había abandonado fue el final de un ciclo para él, las actividades extracurriculares quedaron vetadas para el por un tiempo, el ciclo era de trabajo que le obligaba a hacer el anciano era limpiar el desastre que había en ese lugar... algo que realmente no le terminaba de desagradar del todo.
En ese tiempo al menos había logrado desahogar un poco su frustración contra la basura acumulada en ese lugar, cosas como cortar el césped, barrer, mover muebles o intentar limpiar manchas de grasa acumulada probablemente por años, algo que aun cuando hacía frío lograba hacerle sudar a vista del anciano quien cambiaba sus tareas cada que le descubría haciendo algo fuera de las instrucciones que le había dado cuando llego.
Aun así, no eran pocas las ocasiones en las que el anciano observaba como el niño se esforzaba intentando cumplir las tareas impuestas por el anciano, algunas veces burlándose, algunas veces solo observándolo, otras veces simplemente ignorándolo mientras el chico seguía realizando aquellas mundanas tareas.
En ocasiones podía notar como su amigo intentaba seguirle hasta su casa, algo que era completamente opacado por el hecho de que se iba junto al anciano en aquella motocicleta de la que este se jactaba tanto siempre que podía, algo que realmente le preocupaba por la hostilidad general que el anciano mostraba, no quería involucrar a sus amigos en todo el caos que seguía sintiendo era su vida por lo que el hecho de que comenzara a notar una cierta distancia en la primaria le calmaba en parte, sentía algo de lastima por no poder tener la misma disponibilidad ni animo que antes para las actividades como lo hacían antes de... lo de Lynn...
Así que acataba las órdenes del anciano.
Los castigos le ayudaban a mantener su mente ocupada, las bromas del anciano le mantenían más molesto que triste.
Y se había intentado mantener lo más lejos posibles de aquella molesta chica castaña que no dejaba de molestarle cada vez se topaban en la primaria.
Ahora solo se mantenía cumpliendo aquella rutina, esperando que terminase pronto esa semana y levantaran sus castigos, aunque no supiera que haría una vez estos acabaran.
Por lo que ese día estaba en su habitación.
Observando aquella ventana atascada, había intentado muchas veces abrirla y poder finalmente deshacerse del molesto hedor con el que dormía cada noche.
Había intentado empezar por ello, pero el anciano le había obligado a partir por la sala de estar y la cocina, comenzaba a creer que lo quería en ese lugar para tener un sirviente gratis debido a esos castigos y acciones, algo que en ese punto no le importaba mucho.
Tenia un lugar donde dormir, alguien se encargaba de la comida a diario por él por más que no le encontrara sentido a aquel despilfarro de dinero notando como el anciano no usaba la cocina más que para guardar cosas que no reconocía... y que alguien estuviese junto a él al comer, que le fuese a buscar a la escuela... incluso recordaba la tarde donde el estaba cortando el pasto del patio trasero de esa casa cuando el anciano le lanzo el casco y le hizo montarse en la motocicleta, era un fin de semana en el que el solo pensaba terminar con sus castigos, hacer los deberes de la escuela e intentar dormir, pero en vez de eso se encontraba recorriendo la periferia de Royal Woods, camino a un lugar del cual no tenía idea, nunca se había alejado tanto, ni siquiera cuando su maestro le había invitado a algún lugar que recorrer o pintar algún paisaje.
Solo eran ambos en silencio recorriendo rutas que el muchacho no reconocía... algo que no entendía por qué... pero le trajo una extraña calma en cierto punto cuando comenzó a centrarse en el camino y no en el anciano, cuando dejo de cuestionarse que estaba pasando y solo... fue él.
Una sensación que llevaba mucho tiempo sin sentirla, olvidando por completo quien era el anciano, aun cuando se encontraba aferrado a este lo ignoraba, era él, la ruta y nada más.
No entendió la razón tras ese pequeño viaje, ni siquiera fueron a un lugar en concreto y una vez regresaron el anciano encargo algo de comida y se burlo un poco de él.
Como si aquello no hubiese pasado, no pidió una gracias o pregunto respecto a cómo la paso.
Solo lo dejo ser y se fue a dormir.
¿Qué era lo que quería realmente el anciano?
Era una duda que surgía cada vez más en él.
Aquella actitud agresiva... le aterraba... pero también creía que había algo más.
Algo que generalmente nadie notaria, algo que después de conversarlo muchas veces con sus amigos entendía probablemente solo él se fijaba.
Y era su mirada.
Esas noches donde esperaba a Lynn podía notar diferentes posturas cuando llegaba, podía incluso notarle mostrándose escéptico cuando le veía o directamente le ignoraba, cuando comenzó a acercarse era una forma más relaja de presentarse... pero sentía que su mirada demostraba algo más.
Inicialmente ni siquiera le miraba, algunas veces era evitar confrontarle directamente, otras veces mirarle con detenimiento, como si lo evaluaran, algo que había visto muchas veces en adultos cuando el andaba solo por las calles... pero el anciano... era una mirada que no podía identificar.
No sabía cómo interpretarlo.
Como si quisiera observarlo, pero a la vez no.
Si no fuera porqué le molestaba tanto o incluso le amenaza podría pensar que había duda... o miedo.
Pero aquello era imposible, era un anciano que gozaba de burlarse de él, imponerle castigos por cosas que el mismo le forzaba a hacer, amenazarle cada vez que hacía algo que no correspondía a lo que el anciano deseaba.
No entendía porque se molestaba tanto cada vez que no acataba una de sus órdenes, Lynn le pedía muchas cosas y aunque no cumplía varías ya que sabía que este no lo notaría, de las pocas veces en qué si sucedió o inclusive el mismo le conto en un intento de obtener algo de atención jamás paso nada, jamás hubo un castigo.
Lincoln solo desobedecía ordenes simples como no salir solo a caminar... eso debería ser su derecho, salir a caminar para despejarse, no hay nada de malo en eso, no está haciéndole nada malo a nadie, ¿Por qué el anciano se enfadaba tanto cuando volvía?
Simplemente no lo entendía.
Aunque ese fue el momento donde sacudió su cabeza con fuerza, no necesitaba pensar sobre eso, la ventana era su real interés en esos momentos y el hecho de que su mente divagara al respecto no le permitiría refrescar el aire de aquella habitación.
Incluso su pequeña mascota lucía aliviada cada vez que la sacaba de la habitación, no jugaba tanto con ella ya que no sabía como tratar con un animal vivo que estuviera bajo su cuidado.
Lo alimentaba de vez en cuando, lo sacaba para acariciarlo o dejarlo recorrer su cama, que el anciano le entregase la comida que el pequeño requería era algo que al menos le dejaba tranquilo, pues si bien no estaba seguro de que más podía hacer con esa pequeña criatura albina sentía que podía contarle todos sus pesares.
Eso le calmaba al menos, interactuar con aquella criaturilla que siempre tenía tiempo para él.
Y tanto por ella como por el mismo...
Debía liberar esa habitación de ese molesto hedor.
Por lo que intento una última vez con sus brazos, algo que tal como las veces anteriores no funciono dejándole con dolor en las manos y una sensación de impotencia.
- Tú... maldita... te voy a abrir, lo juro.
Molesto siguió intentándolo, había traído todas las herramientas que creyó podían servirle desde el garaje hasta que tomo una palanca de acero.
Esa ventana le había ocasionado muchos problemas desde el día que llego, el hedor era algo que no estaba dispuesto a soportar más.
Por lo que engancho como pudo la barra entre el marco y la hoja de la ventana y comenzó a jalar.
Tiraba con todas sus fuerzas, sentía como sus brazos tiraban y su rostro se enrojecía solo por la presión que estaba ejerciendo.
- ¡Tú... desgraciada!
Podía sentir el sonido de ligeros crujidos entre más fuerza aplicaba, ni siquiera se dio cuenta cuando cerro los ojos y comenzó a gritar solo por la fuerza que estaba ejerciendo.
- ¡¡Ábrete yaaa!!
A los pocos segundos pudo sentir un fuerte crujido seguido del sonido de un fuerte impacto.
La fuerza se aflojo rápidamente de su cuerpo en el momento en que aquel potente sonido se hizo efectivo, más no sentía en la totalidad el peso de la pesada barra de acero.
Pero lo que más le impacto fue cuando abrió los ojos y pudo notar como algo obstruía casi toda su visión.
- Ahg, maldito mocoso... ¿Qué carajos te dije sobre meterte al garaje y tomar las cosas de allí?
La barra se había liberado de golpe una vez la ventana había cedido, debido a la fuerza indiscriminada que había ejercido el muchacho esta había salido disparada en la dirección contraria a la fuerza de Lincoln.
Algo que por la altura de este debería de haberle impactado directamente en la cabeza.
Pero frente a esta se encontraba el brazo de Albert, uno el cual comenzaba a sangrar.
- S..S..San...
- ¡Carajo Lincoln, pudo haberte golpeado directamente!
En ese momento la barra fue soltada por las manos de Lincoln, notando como esta cayo a cerca de sus pies mientras se desenganchaba de la zona que había parcialmente perforado en el brazo del anciano.
- S..Se..señor...
- ¿Tu cabeza esta bien al menos? No se si te di un codazo.
- P..Pero...
- Lincoln, escúchame bien, esto duele como el infierno, pero no me ves perder la calma, ¿Crees que ayuda desesperarse? La respuesta es no, así que ahora me vas a ayudar a hacer un torniquete e iremos al hospital, ¿Entendido?
- De..debo llam..
- ¡Escúchame niño!
Con su brazo intacto Albert termino por dar un fuerte coscorrón a Lincoln, quien rápidamente se llevo las manos a la cabeza culpa del dolor antes de levantar su lacrimosa mirada hacia la expresión seria ligeramente adolorida del anciano.
- ¿Crees que eso duele como esto? Por un demonio que no, así que cálmate de una vez y sigue mis instrucciones.
El desesperado muchacho asintió como pudo ante esta última orden, el anciano usaba aquella voz imponente con el muchacho cada vez que le veía desesperarse o entrar en pánico, no le dejaba tiempo para dudar antes de darle una nueva instrucción, obligándole a estar consciente sin caer presa de un ataque de pánico, Albert había tenido muchos momentos similares antes y sabía perfectamente como proceder y aunque quería maldecir por el dolor que aquel golpe le había producido... ¿Qué ejemplo sería si demostraba tal debilidad al pequeño?
Solo le quedaba dar varias instrucciones precisas y prepararse luego para poder dirigirse al hospital, algo que para su suerte fue agilizado gracias a un vecino que pudo ver la herida en el brazo de este.
De ahí el tiempo se volvió algo ambiguo para el joven peliblanco.
Lincoln no sabía cuánto tiempo había pasado viajando, cuánto desde que ingresaron a ese lugar, todo paso demasiado rápido a sus ojos.
Sus visitas allí eran muy pocas y generalmente acompañas por Lynn en situaciones de emergencia cuando estaba enfermo, pero jamás había llegado junto a alguien herido... ni menos alguien que fue herido por su culpa.
Tenía miedo, mucho miedo.
No era la primera persona que dañaba.
No era la primera persona que heria al punto de dejarle en un estado así.
Temía cuando le miraban, estaba seguro de que le juzgaban, se sentía arrinconado, posiblemente esa sería la definitiva, ya no había vuelta atrás, solo continuaba dañando una vez tras otra sin consideración a todos.
Pero ahora no había nadie que le respaldara, no había un desmayo en el que se despertaría y todo se habría solucionado.
Aquellas miradas inquisitivas le demostraban que era el momento de pagar realmente por sus pecados.
Por lo que, envuelto en desesperación, se quedó allí sentado.
Hasta que un hombre de bata blanca tomo su hombro, y sintió que todo había acabado.
- Eres Lincoln Loud, ¿Verdad?
- S..Si... snif.
- Oye niño, tranquilo, yo no...
- Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento...
- Hey, niño, calma.
- Pero... snif... yo le...
- Amiguito, los accidentes pasan, no te preocupes.
- ¿Uh? Snif ¿A..Accidente?
- Tu abuelo ya nos contó lo ocurrido, así que vamos donde tu abuelo, creo que ambos necesitan verse.
- P..Pero...
- Oye, tu abuelo es un hombre resistente, así que tranquilo, confía en que se encuentra bien y vamos donde él.
El doctor le dio la mano con el objetivo de que el niño la tomase y fuesen juntos donde el anciano, sobre todo porque el adulto notaba lo sumamente afectado que este se encontraba. No era raro que accidentes ocurrieran y sobre todo los menores se culparan por aquellas cosas, es algo común para él pero eso no lo hacía más fácil, ni menos cuando generalmente hay más familia que logra conciliar la calma en el menor afectado, cosa que no había ocurrido y todo el tiempo que estuvieron atendiendo aquella herida en el robusto anciano el niño probablemente se había sumergido en un torbellino de culpabilidad cuando la triste realidad era que los accidentes simplemente ocurren y ya.
Lincoln dudo en hacerlo, no quería hacerlo, aun recordaba como la sangre había salpicado el suelo y como tuvo que ayudar al hombre para detener la hemorragia.
Y, sobre todo, había otro recuerdo que intentaba sobreponerse a la experiencia.
Uno que cierta voz estaba disfrutando en rememorar.
- Ese fue un buen comienzo... lo haces bien... quizás no te tome 10 años esta vez jajajajaja.
La respiración del joven comenzaba a dificultarse mientras llevo una de sus manos al pecho, sintiendo aquella opresión, sintiendo aquella calidad y desagradable sensación en sus manos, sintiendo que en cualquier momento las vería completamente manchadas por aquella carmesí sustancia.
Quería gritar y huir.
Pero un nuevo golpe a su cabeza, uno con una buena cantidad de fuerza le hizo despertar.
- ¡Señor, no puede hacerle eso a su nieto!
- ¡Claro que puedo maldición, este mocoso se lo busco!
Con el dolor aflorando por su cabeza fue que su pensamiento se centró, sobre todo en el punzante dolor que aquel poderoso coscorrón le dejo.
- Mocoso del demonio, ¿Crees que tienes el derecho de llorar? Te hace falta mucho más que la estupidez que hiciste para acabar conmigo.
- Pero... yo creí que...
- ¡Ja! No estás ni cerca de alejarme niño.
Lincoln iba a replicar una vez más, algo para lo que medianamente se preparo levantando la cabeza y mirando fijamente al anciano... solo para notar que este tenía una sonrisa cálida mientras lo observaba.
- Al menos si puedes llorar quiere decir que estás bien, no se que hubiera hecho si algo te hubiera pasado niño – Con su brazo en buen estado puso su mano en la cabeza del chico, justo donde había dado el coscorrón al verle hiperventilado – No sabes lo feliz que estoy de verte bien Lincoln.
¿Estaba preocupado por él?
Ese anciano terrorífico, aquel que disfrutaba de torturarlo, de imponerle ordenes absurdas, de ponerle castigos por cualquier cosa...
De aquel que parecía que gozaba con verle mal.
¿Estaba más preocupado por qué él estuviera bien?
Aquella sonrisa de calma... ¿Era por su bienestar?
- P..Pude haberle matado.
- No voy a morir hasta verte hecho un hombre niño – Su sonrisa se ensancho – Eres más importante para mi de lo que tú mismo crees.
- P..Pero usted... solo me p..pone ordenes raras...
- ¿Encuentras raro pedirte que no salgas solo siendo menor o que no te acerques a cosas peligrosas como herramientas con las que te puedes hacer daño, tal como acaba de ocurrir? Lincoln, no seas ridículo, ¿Acaso crees que quiero ver muerto a mi propio nieto? Podre ser duro, pero es por tu propio bien – Levanta su brazo herido – Y si tienen que pasar cosas así para que lo entiendas, está bien, sigues siendo mi nieto y te seguiré protegiendo, aunque tu no lo quieras.
El niño en ese momento se acerco más a la camilla donde estaba recostado el anciano, debido a la posición Albert tuvo que soltar la cabeza de este además de no poder ver su cara, pero lo que si pudo sentir era como una cálida sensación comenzaba a sentirse sobre su brazo sano, uno en forma de lágrimas.
- (Susurrando) Lo siento.
- ¿Cómo dices? Hablaste muy bajo.
- Lo... snif... siento.
- Claro que lo debes sentir, yo...
- Lo siento... snif... lo siento... snif... lo siento...
El anciano estuvo tentado a llamarle la atención o burlarse del muchacho, pero este se había aferrado a su brazo, lo había envuelto como había podido con sus propios y delgados brazos mientras repetía una vez tras otra con dolor aquella frase que ahora inundaba la mente del joven peliblanco.
Poco a poco, escalando cada vez más, el llanto de Lincoln comenzó a ser captado por los demás trabajadores del lugar quienes notaban como el niño parecía aferrarse cada vez con más fuerza al herido anciano, quien lejos de molestarse por la acción del niño o burlarse como acostumbraba solo pudo relajar su severa expresión, solo podía contemplar con calma y cariño como el pequeño se lamentaba por su daño, como le demostraba, aunque fuese poco, el afecto que este tenía por él.
Y eso...
Era lo que más había soñado...
Los últimos 10 años.
- Ya, ya Lincoln, todo está bien... todo esta snif bien.
Aquella sensación, aquel abrazo, aquellos sentimientos.
Albert podía sentir como curaban su herida.
Una que no se encontraba en su brazo.
Sino mucho más adentro.
Sentía como, finalmente, comenzaba a cerrarse aquella herida de su corazón.
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