Confianza

Al abrir los ojos solo podía contemplar el techo, algo mundano y casual ligado al despertar.

Siempre había sido así, siempre había encontrado eso como su panorama en aquella estrecha habitación, girar su cabeza no ayudaba pues a su lado no encontraría nada más que otra cama vacía la cual solo le recordaba que se encontraba solo, una sensación la cual, para su propia tristeza, le era bastante familiar.

Ignorando aquel panorama se levanto como pudo y se dirigió a la cocina en búsqueda de lo primero que encontrara para satisfacer su hambre, no había mucho pues su padre aun no le daba su mesada y ya había pasado la fecha en la que el se acordaría de ir a la tienda por comida, por lo que tendría que soportar con lo que hubiese y gastar del poco ahorro que había logrado acumular, pues si era sincero consigo mismo, no sabía cuanto se tardaría Lynn en darle algo de dinero para que pudiese gastar.

Después de eso se vistió rápidamente, veía sus agujetas desatadas con algo de molestia, sabía que su profesora le regañaría por "desatarlas" provocando que pudiese caerse antes de que esta las atara por el con algo de molestia, ya llevaba un tiempo que se había rendido de pedirle que le enseñara y escuchar el clásico "pídele a tu padre que lo haga".

Por lo que con su mochila en la espalda y deseos de quedarse allí, se paro de puntillas y abrió la puerta, sintiendo la helada brisa de aquella mañana en sus piernas y brazos descubiertos, en su mente se recitaba una vez tras otra que ya con el día la temperatura se elevaría, que aquel abrigo que ya le quedaba muy pequeño no era necesario al igual que los pantalones largos, después de todo no faltaba demasiado para navidad, ya podría pedir algo de ropa que se ajustara a su tamaño como regalo... a quien quería engañar, sabía que no habrían regalos, era una emoción que no lograba compartir con sus compañeros en esas fechas y que le había ganado más de un burla, pues simplemente desconocía aquella emoción por un señor regordete que supuestamente daba regalos.

¿Acaso el se portaba tan mal durante el año como para que aquel señor jamás llegara?

O simplemente se había olvidado de él, no sería el primero, si ni siquiera su padre le recordaba, un señor que tenia que visitar todos los hogares del mundo la tendría difícil de recordarle... si es que existiera.

La gente en la primaria lo realzaba mucho, pero había escuchado a muchos adultos por las calles reírse sobre eso.

¿Acaso era siquiera real?

No confiaba en la escuela, no era un lugar donde poder preguntar, solo le quedaba preguntarle a su padre... cuando pudiese.

Entre aquellas divagaciones llego a la escuela y la rutina se repitió, clases tediosas, maestros tediosos, burlas de sus compañeros cuando le llamaban a la pizarra, la única clase que podía entender bien era la de matemáticas pues era como ir de compras, solo debía reemplazar los artículos que mencionaba la maestra por monedas, era el contra las ofertas para poder tener algo que comer a diario.

Después de la escuela caminar a casa mientras pensaba si valdría la pena intentar esperar a la llegada de su padre para conversar con él y pedirle dinero para ir a comprar, pero hacer eso significaría que tendría que estar despierto más tiempo, tiempo donde le daría hambre y necesitaba prologar su despensa todo lo posible, pues sabía que su padre casi nunca comía en casa, solo un par de veces notaba una taza sucia en el fregadero con el fondo de un color oscuro el cual tenía un sabor desagradablemente amargo.

Por lo que aun con el sol en lo alto y sus deberes terminados se encamino hacia el pequeño balcón donde la ropa recién lavada era colgada hasta secarse, tomando una pequeña caja se paro sobre esta y comenzó a mirar cuanto podía desde la altura de su hogar.

Quería imaginar algo para perder el tiempo, pero la euforia de aquella época le ganaba a su razón e intentaba explicarse sobre aquella sensación que los tenia a todos felices, pero no tenia a quien preguntarle ni como satisfacer su curiosidad, de hecho, no entendía porque también hablaban de algo llamado "día de gracias", se supone que era una festividad de esa semana, otra festividad más que todos adoraban y él no entendía.

Su padre siempre trabajaba en esa fecha, a veces le dejaba comida más lujosa de lo usual antes de irse, a veces ni siquiera se presentaba hasta el día siguiente, solo tenía claro que sus vecinos se volvían más ruidosos de lo usual y que sus maestros hablaban sobre gente con ropa fea, pavos y amistad.

Pero todo ese pensamiento se acabo de una sola vez cuando, algo que muy raramente pasaba, paso.

La puerta comenzó a sonar, el sol todavía estaba en lo alto y esta comenzó a abrirse.

Algo que lleno de una enorme euforia a Lincoln, saltando sin mayor detenimiento desde aquella caja en el balcón hacia el interior de su hogar, pues necesitaba corroborar que aquella persona era quien deseaba entrar.

- ¡Pa...


Hospital de Royal Woods, en ese mismo momento

- ¿Qué...? Auch.

- Finalmente despertaste mocoso, no me agrada que se queden babeando mi brazo.

- ¿Eh...? ¿Dondé...?

- Hospital, herida, ventana, mi brazo, ¿Te suena?

Como si fuese una clave secreta de activación aquellas palabras despertaron por completo la adormilada mentalidad de Lincoln, recordándole de golpe lo que había ocurrido la tarde anterior y porque se encontraba allí, sintiendo no solo una repentina vergüenza, sino dolor sabiendo que acababa de hacerlo... otra vez.

- Perdón señor.

- Ahg, ¿Otra vez con eso? ¿Sabes qué? Olvídalo, me van a dar el alta pronto así que prepárate para marcharnos.

- (Tímido) Está bien.

Lincoln en ese momento salto de la silla en la que se encontraba recostado, le dolía algo el cuerpo debido a la posición en la que se había quedado dormido, pero al menos el anciano se veía tan activo como siempre, pese a lo vendado que tenía uno de los brazos.

- Ah, mocoso.

- ¿Sí?

- ¿Límpiate la baba del rostro quieres? Te ves peor que un bebé.

Casi por inercia se llevo una de sus manos a la boca, notando como gran parte de esta se sentía húmeda y viscosa, acto que ruborizo ligeramente al pequeño quien rápidamente se paso la mano por toda la zona comprometida para risa y burla del anciano.

- (Voz baja) Eso me pasa por preocuparme por gente así.

Para Lincoln no hubo mucho trabajo que hacer, llegaron apenas con lo que tenían puesto y unas cosas más por indicación de Albert, si habían pasado la noche allí era solamente debido a la edad del anciano para tenerle en observación, algo que al notar como el anciano no demostraba mayor complicación que el dolor normal de una herida simplemente le dijeron que se fuera a casa.

El viaje de vuelta fue silencioso para ambos, Albert no parecía demostrar mayor interés de hablar y Lincoln estaba sumergido en su mente, recuerdos del día anterior se superponían con aquel sueño que había tenido, era realmente joven en aquel sueño... ¿O más bien recuerdo? Todo había sido realmente nítido y no ayudaba a la sensación el hecho de que aquellas imágenes no se desvanecieran de su pensamiento.

Una vez en casa cada uno tomo su propio camino a su habitación, el joven por su parte observo la pared en la zona de la ventana aún manchada con múltiples pero pequeñas marcas oscuras que emitían un ligero hedor a hierro que se mezclaba con el aire fresco del exterior, al menos todo el tiempo que paso fuera había borrado en parte el hedor etílico, solo para reemplazarlo con otro molesto olor.

Se sentía cansado, pensar en lo que había ocurrido no le agradaba y con ello se recostó en su cama, cerrando los ojos esperando olvidar aquel molesto recuerdo.


- Tú no eres papá.

- Ehh... niño, yo... ehh...

- Papá me dijo que no le abriera la puerta a nadie y que nadie más tiene llave de ella.

- Bueno... si... escucha niño, no grites... ¿Ok? Si me haces caso yo... te daré un dulce... ¿Ok?... ¿Ok?

- No necesito su dulce.

En ese momento el estómago de Lincoln comenzó a sonar, no eran muchas las ocasiones donde podía probar aquellas delicias azucaradas y aunque desconfiaba de aquel hombre de expresión extraña la tentación de probar uno era grande.

- Creo que si lo quieres, haber, hagamos esto niño, tú te vas a tu cuarto y yo te doy una paleta.

- ¿Y por qué haría eso?

- Yo... ehh... solo quiero... ahh... ver, si, eso, ver algo.

- ¿Y que quiere ver? La televisión tiene pocos canales.

El adulto en ese momento vio de reojo el interior de ese hogar, notando el antiguo televisor que se podía vislumbrar ligeramente desde la entrada, de hecho, el barrido que hizo con la mirada le demostraba que realmente no había nada de valor en ninguna parte.

Ni siquiera el niño parecía traer ropa debidamente cuidada, aunque no estuviera rota o sucia si lucia muy usada.

- Ahh... pues...

- Señor, ¿Usted es santa?

- ¿Qué? ¿Santa?

- Me dijeron que santa ve como nos portamos los niños, aunque me dijeron que venía vestido de rojo.

- Bueno... es que yo... deje mi traje en la tintorería, si, eso.

- Entonces... ¿Finalmente vino?

- C..Claro, ¿Q..Qué tal te has portado este año niño?

- ¿Por qué no vino antes?

- B..Bueno chico, ya sabes... aun no es la fecha y yo...

- ¿Pero y los años pasados? Según había escuchado usted reparte regalos una vez al año y jamás había venido aquí.

- ¿De que hablas niño? ¿A que te refieres con eso?

- Nunca me has traído un regalo antes, (Triste) ya ni siquiera sabía si creer en ti.

- Oye, no creo que sea así, incluso a mi hijo yo...

- ¿Tiene un hijo?

- Bueno, sí, han pasado cosas y yo... bueno – La mirada del adulto en ese momento se oscureció, notando como el pequeño niño le miraba extrañado, algo dolido... pero emocionado – No la he tenido fácil para criarlo, por eso yo vine a... yo vine a...

- ¿La has tenido difícil santa? ¿Por eso no pudiste traerme regalos antes?

- Algo así niño, sabes... ya ni siquiera se que estoy haciendo aquí.

- ¿Entonces no venias a ver como me había portado este año?

- No niño, yo venía a... no importa.

En ese momento el estomago del adulto también rugió, algo que el niño alcanzo a escuchar.

- Creo que también tiene hambre, creo que queda algo de comer.

- No es necesario chico, voy a volver a casa.

- Según me contaron el viaje al polo norte es muy largo y no se ve tan gordo como siempre lo ponen en las tiendas, posiblemente no come desde hace mucho antes que yo, al menos comamos algo juntos.

- Soy un extraño chico, ¿Por qué comerías conmigo?

- ¿Por qué? Pues... yo... no lo sé...

- No es bueno que comas con cualquiera, alguien podría hacerte daño.

El adulto comenzó a hacer el acto de retirarse, pero antes de poder salir por la puerta fue sujetado del pantalón por el niño.

- Se que dijo que tenia que volver y quiere ver a su hija, pero es la primera vez que lo veo... ¿No quisiera pasar al menos un momento más?

- Niño, podría llegar tu padre en cualquier momento y a él no...

- El no llegara hasta muy tarde, a veces ni siquiera llega... si quiere no le volveré a cobrar los regalos de los años pasados o de los años futuros, pero... ¿No puede quedarse un momento conmigo? No quiero... estar solo.

- Mocoso...


Casa de Albert

Al despertar noto donde estaba, el pequeño erizo se encontraba justo frente a su rostro observándolo, recostado en la almohada vigilándolo con calma y sin hacer mayor ruido.

Lentamente se incorporo mientras tallaba sus ojos.

Era ese extraño recuerdo otra vez.

Sentía que no debía darle mayor importancia y el pensamiento sobre el no terminaba de agradarle, aun así, pudo notar como el cielo comenzaba a teñirse de un color anaranjado y a su estómago gruñir.

Casi como si estuviera mareado tomo a su albina mascota y la dejo en su jaula antes de encaminarse a la cocina.

Su paso era lento y desorientado, la sensación pesada de su cuerpo no se iba y los recuerdos se superponían sin que el pudiese entenderlo, pero el hambre que había surgido en él le recordó la razón por la que había abandonado su cama, solo para llegar a la cocina y recordar que en ese lugar no había nada para comer.

Normalmente para esa hora el anciano ya hubiese encargado algo para comer o le hubiera puesto el casco mientras le indicaba que se subiera a la motocicleta para salir en dirección a algún restaurante o similar.

Era curioso, su recuerdo era de un tiempo donde ni siquiera sabía cocinar, donde tenía que alargar como podía su prepuesto y despensa, pero ahora se estaba cuestionando el por que no tenía comida en ese momento y por qué el anciano no se había decidido ya.

¿Cuándo se volvió una normalidad para él cenar sin tener que preocuparse de nada más que comer?

Ni hablar de cocinar, comprar despensa o pensar en el dinero.

¿Eso era realmente normal?

¿No era un extraño fenómeno que el anciano le estaba inculcando?

Siempre le daba dinero para el almuerzo en la escuela, le tenía algún desayuno básico como cereal o pan esperando para cuando se levantaba, había una cena ya sea fuera o en la casa.

Ni siquiera tuvo que negociar para alimentar al pequeño erizo, ¿Eso era normal?

Estaba confundido, solamente ayer se había aterrado por la idea de que daño al anciano.

El mayor siempre se burlaba de él y le hacía su vida difícil, incluso no le dejaba tiempo para pensar en Lynn con todas sus... no pensaba en Lynn... no tenía tiempo para sufrir por ello...

Eso no podía ser, solo podría ser una molesta coincidencia.

Pero... al menos... creía que podría encargarse esa tarde de la cena.

Por ello se dirigió al cuarto del anciano, solo había entrado a ese lugar un par de veces en el pasado y siempre con este cerca, le había advertido que era una zona restringida si no estaba siendo supervisado por él, algo que había acatado perfectamente en el pasado por miedo pero que sentía, al menos por esa vez, tenía una justificación para entrar ya que técnicamente el anciano seguía dentro, por lo que estaría "supervisado", aunque se detuvo al momento de poner su mano en la manilla, temeroso de la reacción que el herido anciano pudiese tener.

Pero que le permitió escuchar como este... se quejaba.

- ...ita herida, ni quiera pudiste estar en mi brazo torpe, carajo, ni siquiera voy a poder usar la motocicleta, podría llamar a Henry para que me ayude... naa, no creo que lo haga después de que me saco de la cárcel, puedo oírte bastardo, se que te debes estar riendo donde quiera que estés... ¿Qué diablos le ve a ese famoso Sunset Canon? Es como una cárcel con menos vida que un cementerio...

- (Pensando) Creo que lo mejor es no molestarlo por el momento.

Retiro en silencio la mano del pomo y se alejó a la sala.

Aquella actitud cambiante era lo que más le tenia en alerta, el hecho de que el día anterior le demostrara un rostro afable solo le desconcertaba más, pero no podía negar que cada que pensaba sobre la dirección que había tomado aquella barra de acero más se daba cuenta que eso pudo golpearle en el rostro, algo que casi por reflejo provocaba que llevase su mano a este.

¿Podría haber perdido un ojo? ¿O quizás su nariz? ¿O quizás...?

No valía la pena pensar en ello, no quería pensar en ello.

Era mejor centrarse en su estómago quien seguía recordándole que no lo había llenado desde ayer, posiblemente el anciano tampoco.

- (Pensando) Supongo que no notara si salgo un momento para comprar algunas cosas y preparar la cena.

Con ello en mente fue a su cuarto y reunió algo de su dinero, lo suficiente para poder comprar los materiales de una cena de dos y se dirigió en silencio hacia el exterior, rogando que el anciano siguiese demasiado enfrascado en sus pensamientos e insultos para notar como este cerraba la puerta con sumo silencio.

Algo que una vez consumado su acto y darse cuenta de que no corría peligro, se permitió divagar una vez más.


- Discúlpeme, en serio.

- N..Niño, ¿S..Seguro que aquí guardas la comida?

- (Apenado) Si.

- Pero... si este lugar esta vacío, el refrigerados apenas si tiene unos huevos y algo de leche... niño, ¿Cuándo fue la última vez que tú papá lleno este lugar?

- Él... yo... no recuerdo... yo voy a comprar desde hace un tiempo, él lo hace en ocasiones, se lo juro.

La mirada del adulto poseía una expresión que Lincoln jamás había sentido antes, no era una que hubiese visto en el rostro de su padre o de sus profesores, sabía que indicaba otro sentimiento diferente pero que era incapaz de reconocer aun cuando intentaba ocultar parte de su mirada en su gorra blanca.

- Espérame unos minutos niño, vuelvo en seguida.

- Eh... no por favor, no... (Triste) no se vaya...

- Dame 20, no, 15 minutos chico, regreso en seguida.

- Pero santa...

- Santa solo se va a ir unos momentos, ¿Ok? ¿Confías en mí?

Lincoln nuevamente jalo del pantalón al adulto, este se giro solo para ver aquella triste expresión nuevamente en el rostro del muchacho.

- ¿Puedo acompañarlo?

- Pues...


- Aquí tiene su cambio, gracias por su compra.

Con los productos en mano y el cambio en su bolsillo el joven peliblanco nuevamente emprendió marcha al que actualmente se dirigía como su hogar.

Era una tienda que había visto un par de veces camino a la primaria y que estaba relativamente cerca de donde vivía y tenia de todo para hacer un platillo que conocía bien, bastante bien de hecho, uno que le traía tanto recuerdos lindos como sumamente amargos pero que contaba con la facilidad de ser económico y simple, perfecto para comer cuando quieres algo sencillo... perfecto para cuando quieres aprender a cocinar... perfecto para intentar sorprender a un adulto... o un niño.

No se dio cuenta cuando ya se encontraba en aquella casa, abrió la puerta con tanto sigilo como lo hizo cuando se fue, solo para notar como un muy molesto anciano le notaba desde el interior del inmueble.

- ¡Lincoln con un demonio! ¡¿Dónde carajos estabas?!

El peliblanco menor solo pudo notar como el anciano se acercaba a pasos eufóricos en su dirección, él, por su parte, solo atino a tapar su rostro con sus manos, acto que hizo olvidando por completo la bolsa de compras que llevaba en esta.

- ¿Qué demo...? ¿Qué es eso?

- ¿Uh? – Nota la bolsa – Ah... pues... yo... creía que usted tendría hambre... ya que yo también tengo... y por la hora... pues... creía que podría... cocinar.

- ¿Coci...nar?

- S..Si.

- ¿Y crees que eso es una acción que haría un hombre? ¿Tú crees que un hombre cocina?

- S..Si.

- Pues déjame decirte que no, eso es algo que solo hacen amanerados, voy a encargar algo así que...

- S..Señor, y..ya compre las cosas y, bueno, s..sería un de..desperdicio.

Albert lo miro profundamente, estaba en contra de que hiciera acciones de ese tipo, la limpieza es una cosa ya que tiene que hacer fuerza para mover las cosas y la acción de por si implica algo de disciplina, pero cocinar...

- No.

- Es más barato.

- ¿Me ves preocupado por el dinero?

- Pero... yo...

- ¿Qué?

- (Decaído) Creía que podría darle la cena como disculpa.

El muchacho se notaba afectado, claramente seguía dolido por lo que había pasado el día de ayer y su herida, no era ciego para no notar como los valores y pensamientos del muchacho distaban bastante de los suyos y quizás esa era una forma que él tenía de disculparse, un regalo a su persona con el fin de bajar algo la culpabilidad que sentía en su interior, algo que generalmente negaría inmediatamente considerando la tarea que implicaba, pero que una parte de él quería.

Quizás no sería algo totalmente de su agrado, pero era una especie de reconocimiento, para que existiera culpabilidad debía de haber algo de cariño, algo de empatía por su persona, y en premio a eso sentía que el muchacho había organizado eso, aun rompiendo las normas impuestas y sabiendo su pensamiento respecto a esas acciones.

Por eso dudaba si renegarlo completamente o, al menos por esta vez, dejarle ser.

Ante eso cerro los ojos y lo medito por unos momentos antes de hablarle al muchacho que parecía petrificado en la entrada del hogar.

- Solo por esta vez y estaré vigilando, lo último que necesito es que te cortes solo.

- No se preocupe yo se cocinar.

- (Molesto) Mocoso, esto es a mi manera o no se hace, ¿Entendido?

- Si.

Aquella última expresión denotaba que se encontraba algo afligido, si era porque seguía culpándose por lo sucedido o si era por la tosca respuesta que le había dado era algo que Albert no terminaba de comprender, aun así, siguió tranquilamente al muchacho hasta la cocina, momento en que le vio tomar un cuchillo y algunas verduras de la bolsa que traía consigo.


- ¿Y cómo se llama el platillo?

- Pues... ¿Pasta con salsa y carne? Realmente no tengo idea, en todo caso es uno bastante común.

- Papá nunca lo había preparado, cuando cocina hace cosas más extrañas, una vez hace mucho preparo algo de... mmm... azaga o algo así, no recuerdo el nombre.

- ¿Azaga? Bueno, no importa.

El hombre procedió a cortar algunos vegetales y la carne, sus movimientos carecían de una verdadera coordinación e incluso se había cortado un par de veces los dedos en el proceso, maldiciendo en aquellas instancias solo para notar como con curiosidad el niño le observaba, era tan pequeño pero un acto tan simple parecía emocionarle tanto... y sobre todo... le recordaba tanto a su propio hijo.

Mientras seguía preparando torpemente aquel platillo que pago con su propio dinero se cuestionaba que estaba haciendo allí, había entrado para ver si encontraba algo de valor después de escuchar que ese lugar pasaba deshabitado, pero al ver a aquel niño, la situación en la que estaba... se había cuestionado fuertemente que era lo que estaba realmente haciendo allí.

¿Acaso eso tenía un motivo de peso real?

¿Perder un trabajo y no encontrar por un tiempo era suficiente para caer tan bajo?

Y si alguien más hubiese sido... si ese niño hubiese sido realmente su hijo...

Físicamente se parecían, era como estar con aquel pequeño que le consideraba un héroe.

¿Pero qué clase de héroe seria? Se había rebajado a ser una de las peores escorias de la humanidad y todo por los celos al hecho que su esposa ganase más que él, que fuera quien mantuviese a la familia, a su hijo, su campeón...

Llevaba un tiempo de que había huido de ese lugar, había vivido en malas condiciones desde entonces ya que al querer demostrarse a si mismo que era capaz de ser autovalente antes de volver para poder ver con la frente en alto a su familia, y aun así sentía que su situación era mejor que la esa inocente criatura.

Él al menos tenía las cosas claras, el muchacho ni siquiera se daba cuenta de que varias cosas estaban mal.

Por eso fue que preparo aquella comida para el hambriento niño.

Pues su corazón le dolía solo de imaginarse... que aquel niño fuese su propio hijo.

- Señor santa, ¿Puedo ayudarle en algo?

- Mmm... ¿Podrías...


- ...colocar los cubiertos por favor?

- ¿Eso es una orden mocoso?

- N..No, lo decía para que... usted sabe, no se sienta tan...

- (Molesto) ¿Inútil?

Lincoln solo agacho la cabeza ante esa palabra, era una sensación que reconocía por alguna razón, su mente había entrado casi en modo automático mientras cocinaba ante la inquisidora mirada del anciano a su manejo del cuchillo.

El porque de aquella situación tan nostálgica era algo que no comprendía pero que no estaba dispuesto a dejar que le dominase, por lo que sacudió su cabeza una última vez antes de dejar el instrumento y voltearse hacia el anciano.


- Realmente no importa quien haga que cosa, mientras todos pongamos algo de nuestra parte la comida sabe mejor, ¿Verdad?

- ¿En serio?

- Claro que sí, ¿Nunca sentiste eso con tu papá?

- Siempre me ignora cuando cocina, me dice que es peligroso para ambos.

- Y yo por eso te digo que, si quieres contribuir y sentir lo que estoy hablando, ayúdame con los platos.

El hombre de gorra blanca tras eso le regalo una simple sonrisa al muchacho, una a la que este le respondió con su propia sonrisa.


- Realmente te han enseñado mucha basura a lo largo de tu corta vida mocoso – Aquella frase rompió la sonrisa que Lincoln le había regalado al molesto anciano, por lo que se giró con una agria sensación para concentrarse en la salsa antes de escuchar el sonido de la vajilla impactando ligeramente, momento en el que se giro rápidamente para ver al anciano tomando dos platos con su brazo sano – Tengo hambre niño, así que te voy a ayudar.

El muchacho solo se volteó, no dijo nada de forma inmediata.

Pero aquella nostálgica sensación volvió a su pecho.

- Señor Albert.

- ¿Si niño?


- Gracias, y disculpe.

- ¿Y eso por qué niño?


- Por estar aquí...

...conmigo, cuando...

 ...nadie más quería.


El adulto pudo notar como los ojos se cristalizaban en el muchacho, sentía que era algo tan simple, era una cena, algo que hizo muchas veces con su propio hijo, pero claramente tenia un significado especial para el muchachito que estaba a su lado quien comenzaba a humedecer su platillo con lágrimas, ni siquiera lo había probado, sus manos estaban quietas sin tocar los cubiertos, pero una pequeña sonrisa se esbozaba en el muchachito.

- Se que tiene mucho trabajo por delante señor santa, se que probablemente no valía la pena estar con alguien como yo, pero estoy muy feliz... de poder... estar con alguien.

- Niño...


- ¿Por qué dices eso?

- Es simplemente algo que me nació, me recordó mucho a alguien que conocí una vez, y lo he pensado, usted no me trata de la mejor forma, pero pese a saber todo lo malo que he hecho sigue aquí.

- Eres demasiado sentimental para ser un hombre.

- Siempre me dice cosas así, pero me cubrió cuando pude haberme matado, me tomo cuando ni el Sr. Dawkins quería, por eso quería preguntarle, ¿A que se refiere siempre con lo de ser un hombre?

- Pues a eso niño, quiero que seas un hombre hecho y derecho algún día, uno que no haga brutalidades solo por un ideal tonto, tal como lo hizo tu padre.

- Usted... siempre que menciona a Lynn lo hace con tanto desprecio, ¿Qué le hizo Lynn?

- Son cosas que no te voy a contar hasta que seas un poco mayor, aun eres demasiado joven.

- Pero entonces, ¿Qué quiere de mí?

- Quiero que seas...


- ...alguien feliz.

- ¿Feliz?

- Es probable que no nos volvamos a ver niño, pero quiero que sepas que, en algún momento, en alguna circunstancia, se que encontraras a quienes te harán feliz, ¿Mencionaste a un maestro no? Estoy seguro de que será el primero de muchos, lo sé.

- ¿Usted cree?

- He escuchado que las cosas buenas le pasan a la gente buena, y tú, en la tarde que nos conocemos, hiciste algo muy bueno por mí.

- Pero si usted me dio de cenar.

- Pero tú me hiciste darme cuenta de que yo estaba obrando mal.

- ¿El labor de santa no era vigilar a los niños y luego si se portan bien darles regalos?

- Niño... yo... creo que tenia un mal concepto de ser bueno o malo, algo que tu me demostraste hoy... y sobre todo... ahora se que debo bien las cosas por mi hijo.

- Usted me ha demostrado que es una buena persona señor santa.

- No me digas así, me es incómodo, puedes llamarme señor Walker... y de hecho... - El adulto llevo sus manos a su cabeza, tomando con ambas la gorra que cubría con esta, mostrando una cabellera rubia descuidada – Me gustaría que guardaras esto.

- ¿Es otro de mis regalos atrasados?

- Es un símbolo, de amistad y agradecimiento niño, además de un recordatorio para mí mismo de que hay límites que no debo romper.

- G..Gracias sant... señor Walker.

El adulto esbozo una sonrisa antes de prepararse para decir unas últimas palabras al muchacho.


- ...alguien feliz.

El suspiro del anciano fue enorme y la sorpresa de Lincoln mayor, aquellas palabras resonaban en su mente, fue un momento en que aquella promesa casi olvidada por el paso del tiempo y de las personas despertó en su ser, de alguien que llego de la nada, irrumpiendo cuando más lo necesitaba, haciendo cosas que no pensó sucederían, pensando... en aquellos vínculos que alguna vez dudo.

- ¿Fe..liz?

Aquella palabra sonaba a mentira después de todo lo ocurrido, de toda la burla y castigo, de... la paciencia y la constancia... de ser... quien si decidió estar ahí.

- Si algo me percate en el tiempo que llevamos juntos es que desconoces muchas cosas, el imbécil de tu padre no se si las omitió por conveniencia o porque simplemente las olvido, pero algo si puedo decirte muchacho, cuando te conocí estabas roto, y eso... yo... puedo entenderlo en alguien adulto, en alguien a quien la vida le ha escupido una y mil veces, conozco perfectamente esa sensación, pero tú... tienes toda una vida por delante y tus ojos lucían igual... sigh... a los míos.

- ¿Por eso se acercó a mí?

- Puede que no me creas, pero te conocí cuando apenas eras un bebé, el día que vi que compartíamos cabellera fue uno de los mejores días de mi vida, pero fue también cuando Rita decidió escupirme en la cara y atacarme donde más me dolía, Lynn se unió a su juego y yo, de un día para el otro, me quede solo... sin ninguno de mis queridos nietos, luego te vi, con una actitud débil, como la que tenía Lynn cuando todo ocurrió solo para que explotaras y me demostraras que llevabas en ti más que dolor y miedo, ese fue el momento en el que supe que había más en ti que alguien que se doblegaría ante los problemas.

- Pudo habérmelo dicho antes.

- ¿Me hubieras escuchado? Se perfectamente que no, tu profesor ese me lo demostró.

El joven peliblanco evito la mirada en ese momento, Albert noto que seguía siendo un tema sensible.

- Necesitabas un buen escarmiento, un buen recordatorio de que estabas vivo niño, necesitaba sacar esa intrepidez que me mostraste cuando me atacaste en esa cafetería.

- ¿Y las bromas, molestias, castigos y reglas fueron para eso?

- ¿Tengo cara de ser blando?

- Usted no sabe tratar a las personas.

- Y tu olvidaste como vivir tu vida.

- Ni siquiera me dejas salir a caminar fuera de la casa sin supervisión, me quitaste uno de mis mejores pasatiempos y me pusiste a limpiar como si fuera un esclavo.

- Primero, eres un niño, necesitas supervisión, segundo, me mentiste descaradamente, de hecho, estaba pensando obligarte a inscribir en el mismo deporte con el que me engañaste y tercero, ¿Cómo crees que son los castigos? ¿Encerrarte en tu habitación a llorarle a la almohada? No señor, aprende el que sufre, no el que se encierra cual madre de convento.

Un nuevo silencio se produjo entre ambos, contemplándose fijamente el uno al otro, tiempo en el que el niño aprovecho de apagar la estufa.

- ¿Por eso tenia esos momentos donde se acercaba como si nada?

- (Molesto) ¿Qué un anciano no puede disfrutar a su nieto?

- Yo ni siquiera lo he reconocido como mi abuelo.

Fue solo un instante, posiblemente menos, pero Lincoln pudo notarlo, aquella frase había dañado en lo más profundo al anciano, pero tal como noto aquel dolor, pudo notar como la soberbia nuevamente se apodero del rostro del anciano.

- ¿Y tu crees que me sentiría muy orgulloso en este momento de decir que eres mi nieto?

- O..Oiga, eso fue cruel.

- Tú comenzaste mocoso.

- Es que... usted... es... ahg... es...

- Vamos... – Una sonrisa se esbozo en el anciano – Dilo... se que quieres... prometo no castigarte.

- Es que... usted es... es...

- Es tu oportunidad niñito, se que lo tienes en la boca, sin compromiso ni castigo, solo escúpelo.

- ¡Ahh! ¡Usted es un idiota!

- ¿Idiota? ¿Solo eso? Bah... y yo preparándome para algo peor jajaja.

- ¡¿Qué?!

- Teniendo todo un arsenal de insultos cortesía de mi boca suelta y me dices solo idiota jajaja, eres tan tierno Linky.

La risa y el tono "dulce" con el que se refirió el anciano no hacían más que hacer sentir ridículo al muchacho, quien comenzaba incluso a ruborizarse por las nuevas bromas que este comenzaba a decirle.

- Bien Linky, vamos a cenar que muero de hambre.

- (Avergonzado) ¡D..Deje de decirme Linky!

Y la tarde continuo con el anciano burlándose del chico quien ante la mera mención de ese apodo se molestaba más y más, pero al mismo tiempo recordando cierto momento de su vida, pensando en cómo, pese a lo molesto que le resultaba ese anciano, sentía que podría intentar confiar en él.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top