𝐿𝑜𝑠 𝐸𝑛𝑒𝑚𝑖𝑔𝑜𝑠 𝑎𝑙 𝑜𝑡𝑟𝑜 𝐿𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑀𝑎𝑟
𝕊e dice que, cuando ruge por primera vez un dragón, es porque la otra parte de su alma, esa parte anclada a lo terrenal, ha abierto finalmente los ojos. Ese rugido dará inicio a la búsqueda. El alma mortal tendrá que desafiar a la muerte misma solo para encontrar a su parte alada. Solo así, serán una misma alma, un mismo corazón latiente.
Cuando eres niño en Vorgath, la isla mayor del reino Lirienor, te entrenan desde la cuna para agudizar el oído, para ver más allá de un cielo y para encontrar lo que se oculta tras el manto de lo inmortal y lo mortal. Esto es lo que te convierte en un jinete o en un soldado. Tu esfuerzo, empeño y destreza decidirán si volarás o correrás. Si tu destino es el cielo, debes dar caza a tu dragón. Te conviertes en un cazador que no puede perder el rumbo. De hacerlo, no habrá vuelta atrás.
Tu hogar se podría desmoronar.
Pero ¿por qué? Siempre me hice esa misma pregunta. ¿Por qué nosotros buscamos a una criatura alada que puede trasportarse a cualquier campo alejado de nosotros? Obtuve mi respuesta cuando cumplí veinte años.
Somos vínculos.
El dragón te escoge y tú debes superar los obstáculos para ser merecedor de tal poder.
Sin embargo, así como se cuenta que es el dragón quien te escoge por medio de su primer rugido, también se susurra en las sombras que, más allá de este reino y sus islas, existen reinos de igual o más poder, con familias enteras de dragón. Todas dispuestas a quedarse con la magia que emana de nuestra sangre.
Cuando yo era pequeña, mamá solía decir que eran cuentos de terror para niños que no dormían, sin fundamento alguno. No existían más dragones que los nuestros, seres tan poderosos y temibles. Los únicos dragones que habitaban cerca de nuestro reino, sin ser un peligro, eran los dragones de agua, pero estos se extinguían a cada respiro.
Antes, yo creía en mamá, en sus palabras. Ahora, dudo de su cordura.
Doy un paso hacia delante. La gente, sirvientes y nobles por igual, se aglomeran en el jardín de la mansión de mi familia. Mi cabeza, por mucho que intenta buscar una explicación lógica, se queda en blanco por completo. Hace un instante, el sol estaba en su punto culmine. El día se hizo noche cuando una inmensa figura, de un azul oscuro penetrante, se hizo presente.
Los murmullos tanto enfadados como asustados me envuelven y me trasmiten su preocupación latente. Me veo incapacitada para emitir sonido alguno. Durante mi vida, había visto dragones gigantes. Tan grandes como una montaña. Pero ¿este? Este podría destruir nuestro reino con una sola bocanada de fuego.
Los pasos que di, los retrocedo de forma instintiva. La cabeza de la bestia se gira hacia un lado para dejar relucir a un hombre ceñido a una armadura. Lo primero que me llama la atención son sus ojos rojos como el vino que bebe mi padre. Su piel dorada reluce por gracia de los rayos de sol que se escapan por su espalda. El cabello lo lleva largo, hasta debajo de las orejas, y luce un tono azulado parecido al de su dragón. Cuando nos muestra por completo su rostro, unas cuantas personas sueltan un chillido de horror.
Un espiral oscuro, con ondas en forma de lenguas de fuego y olas, resalta en la parte izquierda de su cara. La comisura de su labio se curva hacia arriba, como si hubiera esperado esa misma reacción y le satisficiera.
Por mucho que deseo y lucho contra ello, las piernas me comienzan a temblar y el latido de mi corazón asciende hasta mi garganta. No es de este mundo. Al menos, no el nuestro. Es alguien que vive más allá de nuestros océanos. Un demonio que nos viene a juzgar por nuestros actos.
—¿Familia Vynlar? —pregunta en un extraño acento, con la erre apenas marcada.
Cientos de miradas se clavan en mí y en mi familia. Llamo a Nilah con un gesto de mano para que se acerque, y ella corre a esconderse a mi espalda. Esos ojos rojos siguen cada movimiento que hagamos. Su sonrisa se extiende como la de un cazador triunfante.
—¿Qué es lo que espera encontrar en estas tierras lejanas, mi señor? —La voz de mi madre apaga cualquier otro sonido.
El forastero se endereza bajo su montura. La siniestra sonrisa se desvanece como el ruido alrededor.
—Lo que se nos robó alguna vez —responde en tono indiscutible.
—No robamos nada —replica mi padre. Del cielo dos bestias descienden y aterrizan en el jardín, que fue construido precisamente para ellos. Nos desequilibramos un poco ante la llegada de los dragones de mis padres—. Ganamos lo que ganamos porque así debía ser.
El hombre enarca una ceja. Ajusta sus manos en las correas que rodean al dragón, lo que hace que la bestia suelta un leve resoplido por las fauces. Su jinete le da una palmada en el cuello, pareciera que la caricia lo ayuda a calmarse.
—Así que... así será.
—¡Sí, así será, mi señor!
—Bien... —El desconocido jinete tuerce el gesto, no en sorpresa, sino en molestia, quizá—. Muy bien. Allá ustedes y lo que está por suceder. —Mueve las riendas y el dragón despliega sus alas.
Al igual que los suyos, mis ojos también siguen cada movimiento que ellos hacen. El enemigo se encuentra sobre nuestras cabezas, y ya no sé si lo que estamos presenciando es de nuevo el sol o el fuego de un dragón.
Nota de autora:
¿Qué tal...? Sí, así es, otra historia. ;) ¿De dragones...? Sí..., ¿por qué no? Estamos en tiempos. ¿Cuándo estaré actualizando...? Ya veremos. Mientras tanto, espero les haya gustado este inicio. <3
Por cierto, esta preciosura de portada, más los banners, fueron hechos por la hermosa y talentosa cooosmik_ (en Instagram). ¿¿VERDAD QUE SON HERMOSOS?? ¡Yo los améééé!
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