02


[  V  i  l  l  a  n  o  ]

—Asuna será la protagonista contigo, Kazuto. Tú serás el héroe, y ella... la villana.

Tragó fuerte al escuchar aquello y sintió sus piernas se volvieron gelatina, apretó con fuerza la botella en sus manos tratando de reducir el impacto que la noticia creo. Se suponía que ese film contaría con dos protagonistas masculinos, o eso creyó, ahora entendía porque unas líneas le parecieron tan profundas para dos hombres. Empezó a sudar, su estómago amenazaba con partirse y un nudo se formó en su garganta, evitando de manera patética formular respuesta, o siquiera fingir felicidad o sorpresa.

Kayaba rio, al notar ese temple en el actor. La expresión que portaba era digna de plasmar, y lo hizo, con su teléfono tomó una rápida fotografía, pues le resultaba divertido que un actor de su nivel, se volviera tan pequeño al conocer a su compañera de reparto, con quien ya había trabajado anteriormente. Apenas iniciaban y estaba conociendo un lado de Kazuto Kirigaya que el resto del mundo desconocía.

Asuna en cambio relucía la sonrisa más hermosa que le había visto, el mismísimo sol alumbraba en ella. Parecía, que estuvo conteniendo su emoción desde hace mucho tiempo. Ese detalle le hizo exigir a sus sentidos volvieran a funcionar, detenidamente para preguntarse, ¿desde cuándo lo sabía? Por la comodidad de las personas a su alrededor, él era el único sorprendido.

—Quise ponerlo en tema durante los premios —le dijo ella un tanto avergonzada—, pero la conversación no se dio —coreó con su melodiosa voz. Y esta vez ya no pudo con la emoción, se lanzó atrapándole en un fuerte abrazo—, ¡me alegra que volvamos a actuar juntos!

Dos sentimientos, completamente diferentes le golpearon; temor ante el hecho de quebrantar todo el proceso de olvidarla, pues el cálido contacto amenazó con devolverle el abrazó con mucha más fuerza, con ella tan cerca huir de Japón no significaba nada y, la segunda; alegría, al compartir líneas con ella nuevamente.

Parecía que el destino se burlaba de él, o más bien, le castigaba. ¿Asuna actuando en una película de acción? Ni en sus sueños se imaginó aquello, pero por la pequeña previa, no le quedaban dudas que, ninguno usaría dobles de acción. Su ojo experto le gritaba el talento que poseía, se notaba los meses, no, años de entrenamiento, quizá los mismo que él.

Muy pocas veces se encontraba en Hollywood actores dotados de carácter y físico capaces de grabar escenas de riesgo y peleas sin usar dobles. En la industria conocía un par, incluyendo al veterano que le entregó el Oscar a Asuna hace unos meses, con él hubo practicado una temporada, aprendió mucho y le guardaba cierto respeto y admiración.

Pero, ¿sería capaz de enfrentarse a ella, como se impuso a él? ¿O mínimo como Iskahn lo hizo?

A grandes rasgos se notaba el buen trabajo que su antiguo mentor logró en la actriz, que hace nada se dedicaba a papeles sin potencial, el entretenimiento que usualmente brindan los doramas era demasiado calmado.

Sintió nuevamente el cañón apuntarle el pecho, siendo ella la que apretaba el gatillo. Se mordió la lengua para poder ordenar un par de sílabas.

—A mi también —sus retrasadas palabras estuvieron faltas de emoción opacando la alegría de su compañera.

Kayaba se quitó la gorra y con ella en mano le señaló. Obteniendo así, no solo su atención, también la del resto del equipo de grabación, que habían formado un círculo a sus alrededor.

—Ya que todos estamos reunidos y ansiosos por rodar —automáticamente los reflectores le enfocaron, la luz era tan intensa que le cegó, a Asuna no pareció incomodarle, él debió hacer un esfuerzo para enfocar a su nuevo jefe— ¡Bienvenido a Mono no Aware, Kazuto!

Tras los silbidos y aplausos que rugieron a su alrededor, supo que no había vuelta atrás. Sí pensó escapar, su oportunidad acababa de morir.

Se había quedado parado en el centro de su habitación mirando la nada, sus negras pupilas yacían vacías y parecía que nada pudiera llenarlas.

Sin camisa, en el reflejo del espejo, sus sudorosos músculos palpitaban tras una intensa sesión de ejercicios, había encontrado en entrenar su cuerpo la manera de olvidar su pasado, luego, en esa misma rutina, la forma de centrarse en aprender sus líneas.

Pero ahora, ni el más intenso sufrimiento, al llevarse al límite, parecía hacerlo desbordar, lo sucedido en el set se repasaba una y otra vez.

Y se sintió patético.

Asuna tan fresca y relajada, y él un completo desastre, parecía un actor extra en su primer papel, no encontró comodidad, apenas pudo conversar con ella de forma decente mientras reconocían los alrededores. Hasta Ryotarou, su asistente, actuó más sereno al pedir su autógrafo, al parecer, al igual que él, había visto como cien veces Boketto y le fascinaba conocer a la mejor actriz de Japón. Inclusive, descaradamente le pidió matrimonio, ella dulcemente le rechazó, expresando que en su corazón ya estaba grabado el nombre de un caballero.

Mientras él mismo repartía autógrafos a los miembros y colaboradores en el set, creyó le miró. De reojo quiso verificarlo pero ella le daba la espalda, al final pensó fue su imaginación. Asuna tenía a Eugeo, quien era el padre del pequeño Yoshio.

La realidad de ese recuerdo le golpeó fuerte, sintió su cuerpo pesar cien kilos más. Se echó una toalla en su cuello y dejó escapar un suspiro, que llevaba un hilo de dolor.

Estaba cansado, muy cansado, algo inusual en un hombre activo y jovial como él.

El libreto sobre su cama, llamándole, le guio a la suavidad del colchón. No había tenido oportunidad de leerlo completo, y el que le había llegado junto a la propuesta mientras estaba en América, era apenas un tercio del mismo. Apenas ayer le entregaron el oficial y aunque quiso ojear su contenido, le fue imposible. No tenía cabeza para hacerlo y la felicidad de su madre, por tenerlo por fin en casa, le robó su tiempo.

Sus padres organizaron una fiesta sorpresa, con familiares, vecinos y amistades de años, entre gratos recuerdos de infancia y palomitas de maíz, se pasaron la tarde y parte de la noche viendo sus filmes norteamericanos. Nunca antes había visto a sus padres tan orgullosos al presentar la estatuilla dorada que lo acreditaba como el mejor actor.

Sintió entonces que el camino recorrido fue el correcto, si ellos estaban felices, él también, aunque no lo demostrara en ese momento, pues descubrió en la sala, junto a un póster de una de sus películas, la del último dorama que protagonizó con Asuna.

Esa noche durmió en casa. Como su hogar natal quedaba considerablemente lejos del set de filmación, y no deseaba lidiar conduciendo largas distancias en el caótico tráfico de Tokio, decidió rentar un apartamento en el centro de la ciudad, le sería más cómoda la agradable soledad.

Leyó detenidamente, el título del film para luego, buscar la página donde suponía el resto de la trama. Llena de peleas, escenarios peligrosos y...

Con la mano temblorosa volvió a dejar el guion sobre el lecho. Nuevamente no encontró lo que se esperaba.

—Escenas de romance... —soltó con voz débil.

Al parecer, Mono no Aware, no era el típico film de acción que se enfoca en armas, explosiones y personajes matándose entre sí, la verdadera trama, era la peligrosa atracción de los protagonistas.

Un juego de seducción.

Se suponía que el héroe y el villano no podían emparejarse de manera romántica, pero ahí, esa regla se veía claramente quebrantada. La verdadera arma de ambos, era perder al otro con sus encantos engañosos y besos... y, cayó en razón.

—Debo besar a Asuna...

No una, sino muchas veces a lo largo del film, y otras escenas más comprometedoras. Su cuerpo se sintió arder en las llamas del infierno, ¿en qué lío se había metido? Nada, absolutamente nada parecía estar de su lado, eran muchas las señales que indicaban que sufriría.

Y, no, mentalmente no estaba preparado para saborear aquellos labios que en el pasado lo pusieron de rodillas, pues, estaba casi seguro, cabía la posibilidad de que se entregara a ellos, como un esclavo.

Mientras se armaba de valor para volver a leer el guión, esta vez decidido a leerlo por completo, se puso de pie y tomó una decisión.

Debía de hablar con el director Kayaba.

"No puedes echarte para atrás, Kazuto. Hiciste tu elección, ahora afróntala"

Emitió un quejido de disconformidad, creyó que la noticia de abandonar el film, emocionaría a Quinella, quien no estuvo de acuerdo en primer lugar.

—Lo sé, pero he recapacitado. Prefiero tomar una miniserie o comedia. ¡Lo que sea! Solo rompe el contrato con Kayaba —al final no pudo contactarlo, supuso era un hombre ocupado e, internamente creyó que declinar el papel de forma personal sería más civilizado.

"Imposible, desgraciadamente para ti el montón de papeles que despreciaste ya han sido ocupados."

—¡Qué! ¿Cómo es posible?

Acomodó la capucha de su chaqueta ante la forma extraña en que las personas a su alrededor le miraban, curiosas de la manera en que vestía. Gorra, gafas oscuras y chaqueta holgada, su objetivo de no llamar la atención no estaba funcionando. Si iba a renunciar, quería hacerlo sin que nadie lo viera salir de ahí.

—No pueden estar todas ocupadas —bajó la voz y se desvió buscando el camino a su camerino. Mandaría a su asistente a buscar al director, así no abrumaría a las personas con su sospechosa vestimenta.

"Pues qué creías, ¿que te esperaría hasta que volvieras de Japón? Te recuerdo que si la película de Kayaba es un éxito, y estoy segura que lo será, tu contrato se extenderá un par de años más"

Se quitó las gafas, de nada servía esconderse cuando todos ya lo habían reconocido, un joven perteneciente a efectos de sonidos acababa de saludarlo animosamente. Recostó su cuerpo en una de las puertas, la frustración en su rostro desbordaba por cada poro, quería darse un tiro.

—¡Debe haber algo! Tienes contactos, muchos desean mi imagen y en sus films, seguro que...

"Ni lo sueñes Kazuto. Muchos directores y colegas de actuación, han aplaudido tu decisión, le ven un futuro prometedor, un récord de taquilla. Si te vas ahora, sin ninguna excusa válida, arruinaras la carrera del director Kayaba y dejarán de verte como un actor serio, sabes muy bien lo cruel que puede ser esta industria. Fuera de eso ¿Estás consciente de cuantos niños te admiran? Te recuerdo que agendé en tu viaje varias visitas a los hospitales y orfanatos, ¿también los decepcionarás?

—¡No decepcionaré a nadie! —Aclaró fuerte— No dejaré de lado a mis fans, es solo que... no me siento cómodo haciendo este papel.

Despegó un poco el movil ante la risa burlona al otro lado.

"Tú, el señor que casi se abre el cráneo por grabar una escena se siente incómodo con un papel menos riesgoso. ¡No tienes que saltar un edificio otra vez! Dime la verdad Kazuto, ¿a qué le temes en realidad? ¿Con que te has topado en Tokyo para que te hayas vuelto un cobarde?"

Su boca se cerró, apretó la mandíbula con fuerza mientras las palabras de Quinella lograron apuñalarle su orgullo. Internamente aseguró que era un cobarde, temía que las fascinantes peleas y enredado romance se volvieran en su contra, que terminaran de desenterrar el pasado y lograran lo que su papel de villano no logró hace ocho años. Romperle el corazón.

"Hablaremos después, aquí es muy tarde, piensa lo que te dije"

Y colgó. Era la primera vez que era ella quien le dejaba con la palabra en la boca.

Molesto consigo mismo guardó el aparato en su bolsillo, pensó telefonear a Andrew, esperando en él encontrar un escape, pero se abstuvo, debía calmarse, pensar todo detenidamente antes de tomar una decisión.

No deseaba caer al suelo al elegir el camino equivocado. Había trabajado con tanto esmero en el extranjero y no quería presenciar como toda su carrera se venía en picada. No quería darle la razón, pero Quinella la tenía, el mundo de la farándula podía ser demasiado cruel.

Justo en el momento que iba a retirarse hacía su camerino, sintió la base solida donde su espalda descansaba desaparecer. Nada le sostuvo y muy poco pudo hacer, al segundo siguiente el fuerte sonido de su cuerpo chocando vergonzosamente contra el suelo resonó en el lugar.

Exclamó un quejido, al sentarse con rapidez para evitarse mayor vergüenza, con su derecha acarició su cabeza, la que se llevó el mayor impacto y le dolía.

—¡Es Kazuto-san!

El infantil grito, para horror demasiado familiar, le hizo girar el rostro hacía atrás, a esa altura se encontró con el angelical rostro del pequeño Yoshio. Quien le veía como si le hubiera caído un regalo del cielo. Notó entonces, que perdió la gorra, dejando su identidad al descubierto.

Impactado y con el escozor en su pecho, miró hacía atrás de la pequeña figura, si ese niño se encontraba ahí, también lo estaba su madre. Sentada en la silla que llevaba su nombre, Asuna lucía un hermoso vestido negro mientras la estilista terminaba con el peinado.

Estaba hermosa, muy hermosa. En los días que se dedicaban al entretenimiento asiático, su presencia le dejaba sin aliento, ahora, que había dado el paso a la pantalla grande, el efecto aumentó. Estaba petrificado, admirándola, sin saber que expresión portaba.

Ella le miró fijamente. Había un tinte de sorpresa, quizás por la repentina caída en su camerino vistiendo como un paparazzi al acecho, en vez de estar luciendo un smoking, listos para filmar una de las primeras escenas.

—Ho... hola —se le ocurrió decir, solamente para romper la tensión y dejarla de ver como si quisiera devorarla.

—¡Kazuto-san, hola! —el pequeño saltó a sus brazos y, al igual como hubo sufrido con su madre, demostró lo fuerte que era al emocionarse demasiado.

Le devolvió el gesto y la felicidad del menor superó limites. Parecía estar cumpliendo uno de sus sueños, y era tanta la alegría que no aflojó el agarre.

—Kazuto-kun, que sorpresa —Asuna se levantó, despidió a la estilista, que sin preguntar nada, paso de puntitas para no pisarle, pues se encontraba bloqueando la salida.

Se acercó a ellos y, con ternura le acarició los cabellos a su hijo, que sin perder la sonrisa de su rostro obedeció el silencioso pedido de soltarlo. Liberándolo, pero sin alejarse de él, cogió la gorra del suelo y se la puso en su pequeña cabeza, a simple vista le quedaba grande.

—Te ayudo —amablemente Asuna le ofreció su mano.

Kazuto dudó, pues no sabía como explicar que hacía ahí. Al final, las dulce pupilas pudieron con él, se aferró a su mano y sintió un calor embriagador trasmitirle a través de ese contacto. Su corazón latió con mayor fuerza.

Ella miró a la puerta y luego a él.

—¿Que hacías ahí?

Titubeó. Se permitió soltarla para que ella no sintiera lo nervioso que de la nada se encontró.

—Iba a mi camerino, por error terminé aquí —se acarició el cuello desviando la mirada hacía su pequeño admirador que también se había hecho con las gafas, haciendo una infantil pose, como si tuviera un arma en sus manos, recitó una de las líneas de una de sus primeras películas. No pudo evitar sonreír, mirarlo le hacía sentir menos nervioso—, lamento la interrupción —volvió a ella, no se notaba en lo más mínimo enfadada.

Una sonrisa estalló en el rostro femenino, la que le dejó perplejo, sintiéndose un tonto.

—Eres muy gracioso —confesó sin calmar su gracia—, no has cambiado nada —cesó de golpe, terminando en una sonrisa—, me alegra saber que sigues siendo el mismo de siempre.

No supo que decir, mirando a su yo del pasado y compararlo con su presente, era claro que sí cambió y mucho, lo notaba con cada progreso que lograba. No era el mismo jovenzuelo que se hartó de lo que hacía, como hombre traía una fresca y renovada actitud.

—Continúo haciendo épicas entradas —se permitió bromear, miró al pequeño a su lado—, sueles traerlo —le señaló.

Ella reparó en Yoshio y le pareció encantador su nuevo look.

—No siempre —rodó los ojos—, pero cuando se enteró que trabajaría contigo, le hizo un berrinche a su padre. Nuevamente se salió con la suya. Creo que es demasiado claro que ni él ni yo somos capaces de negarle algo.

Le pareció increíble que un niño tan encantador llegara a esos extremos solo para verlo actuar. Sin duda como dijo, era su fan número uno.

—Son vacaciones de verano y prometió comportarse —agregó en un dulce recordatorio que hizo que Yoshio se quitara la enorme gorra y se la devolviera a Kazuto.

El actor se agachó, quedando a su altura le revolvió los cabellos y otra vez, esos ojos que irradiaban admiración y verdadero arrepentimiento pudieron con él. Entendía por que Eugeo y Asuna no podían negarle nada.

—Quédatelos campeón.

La emoción del infante vitoreó a modo de agradecimiento, entre saltos le mostraba a su madre lo que su ídolo le había regalado. Según le aseguró, sería su gran tesoro.

—Muchas gracias —le susurró Asuna al tomar a su hijo en brazos. Este no disminuía su emoción.

—No ha sido nada —expresó con algo de melancolía.

Ante ese cuadro, donde madre e hijo se parecían grandemente, agradeció que ese niño no haya heredado rasgo alguno de Eugeo, pues sin duda, la leve punzada al verlo seguramente dolería cien veces más.

—¿Y con quien hablabas? Antes de caer aquí, te oías algo molesto —Inquirió Asuna de la nada.

El actor abrió grandemente los ojos. ¿Le había escuchado? No, o al menos no con claridad, de haberlo hecho la desilusión del pequeño le hubiera delatado. Teniendo fe ciega en su suerte, sacó su móvil, y fingió buscar algo en el.

—Ha sido cosa de Alice, le había prometido acompañarla a uno de esos eventos de moda y cancelé por mi viaje, discutimos —dijo lo primero que se le ocurrió, interiormente pedía perdón por manchar el nombre de su excompañera, si habló con ella, por la mañana, Alice le había telefoneado deseándole suerte y nada más, ella estaba ocupada, al igual que él, en un nuevo papel.

—¡Oh! Así que era eso.

Creyó percibir algo de molestia en su voz. Cuando volvió la vista a ella, se encontraba susurrándole algo a su hijo, este un poco confundido preguntó ¿Que era una relación secreta?

No pudo escuchar la respuesta. La inoportuna llegada de Ryoutaro se lo impidió, el pelirrojo estaba malhumorado, seguramente por su tardía llegada a su propio camerino. Para no retrasar más el primer día de rodaje, se despidió agitando la mano y siguió a su alterado asistente.

Ya no se sentía con valor de discutir con Kayaba.

La orquesta tocaba la sexta sinfonía de Mozart, bajo el suave color del ocaso, premeditaba el brindis del anfitrión, personas influyentes y de gran poder se movían disfrutando las bebidas y aperitivos mientras charlaban animadamente.

El Embajador de Estados Unidos en Japón, era el anfitrión, hermano menor del presidente americano, que enviado por el país del norte llegaba con la promesa de acabar con el clan Yamaguchi: los Yakuza que desde tiempos remotos venían reprimiendo al pueblo japonés y tomaban fuerza en la otra nación. Se trataba de un acuerdo entre ambos países.

Haberles proclamado la guerra, había supuesto su sentencia de muerte.

La mafia japonesa poseía peligrosos asesinos capaces de cumplir su misión sin ser detectados, o al menos salir impune del lugar del asesinato. Y era claro que atentarían contra la vida del embajador.

Allí nacía su papel. Kazuto sería el guardaespaldas de aquel diplomático, quien se encargaría de evitar su muerte; junto a ello, debería resolver un enigma relacionado a su anterior vida y capturar al líder de los Yakuza, El pasado del protagonista era confuso y empezaba en las calles de Brooklyn: un asesino a sueldo retirado y que tras un evento traumático había perdido la memoria, sin saber quien era, y no deseando ahondar en esa parte de la historia, buscó refugio en la otra parte del mundo: Tokio, donde se convirtió en un simple repartidor de comida rápida.

Tras un confuso incidente en el corazón de la cuidad, dónde salvó la vida del embajador, en medio de la pelea reconoce en sus atacantes un símbolo, mismo que semanas antes descubrió en las pertenencias de su amiga desaparecida.

En busca de descubrir como se relacionaban, y más importante, encontrarla, aceptó la oportuna oferta de convertirse en la seguridad del embajador.

Como si fuera poco, su personaje también sufría de estrés postraumático y, dolores de cabeza, que le torturaban. Males que mágicamente empezaron a disminuir cuando entabló amistad con su linda y tímida vecina, fue cuestión de tiempo para que le entregara su corazón, pero antes de que pudiera confesar el remolino de sentimientos ella desapareció.

La buscó sin descanso, pero jamás logró dar con su paradero. Fue siguiendo las huellas que dejaron los Yamaguchi, donde finalmente halló algunas pistas relevantes. Ocurrió en aquella fiesta, al caer la noche, donde la historia dio un violento giro: el matón no era un hombre. Era ella la asesina. Su amiga.

Sintiéndose traicionado y engañado, no aceptó explicaciones, el sentimiento de atraparla explotó barriendo todo en su interior. Solo que ella no sería un indefenso ratón fácil de atrapar, astuta y sensual, jugaría con él.

Como dijo el director Kayaba, el inicio del film comenzaba en Japón, el juego de seducción y peleas continuaría en el país americano.

Las primeras escenas, relativamente cortas, serian grabadas un par de días después, Kayaba apostaba al esplendor natural que los coloridos paisajes japoneses brindarían. Sin duda ese era su sello, trasmitir la realidad a través de una pantalla.

Mientras más repasaba los detalles, más grande se volvía el nudo en su garganta. Ese film exigía realidad, no habría dobles de acción, ni pantalla verde, ni ningún tipo de retoque digital, dependía de ellos que la película resultara un éxito. Y no dudaba que podrían lograrlo, pero sí dudaba de él mismo, no estaba seguro si podría con las escenas que exigían la atracción entre ellos.

Miró súbitamente el cielo, librando una batalla que estaba destinada a ganar la oscuridad. Dijo su línea casi de forma monótona cuando las bombillas iluminaron el lugar, el discurso siguió luego de eso, por el rabillo del ojo observó las llamaradas de fuego que se mezclaron entre la multitud, muy cerca de la fuente de chocolate.

Era la señal de que fuera tras ella. Fue entre los arreglos florales que un cañón se asomó, era el momento de la acción. El falso sonido de un disparo y el juego inició.

Todo estaba fríamente calculado, tras evitar la bala cumpliera su objetivo, la persecución se dio. Las cámaras le seguían de cerca, veinticinco de ellas, obteniendo las mejores tomas. No perdiéndose ningún detalle.

Con su arma en mano descartó la similitud de rasgos, se adentró al interior de la residencia, subió por las escaleras, veía los mechones de fuego girar en los pasillos, su huida era veloz. Internamente se preguntó ¿Cómo podía moverse tan rápido usando tacones? Él ya estaba perdiendo el aliento y eso que estaba acostumbrado a ese tipo de desgaste.

Llegó a un punto donde la diferencia aumentó, la perdió de vista. Pero si su memoria no le fallaba, debía doblar la siguiente esquina, seguir recto por el pasillo y la acorralaría al no haber salida.

Vio la esquina, pero apenas se acercó, algo le golpeó el abdomen, no con la suficiente fuerza para hacerle daño, pero sí para tomarlo desprevenido y soltar su arma.

Con sorpresa observó a Asuna, que escondía su identidad tras un antifaz, mientras hacía frente a sus ataques y debía admitir le costaba seguir el ritmo. Ni siquiera le dejaba tomar aliento para preguntarle, ¿por qué se adelantó a la escena?

En ningún momento escuchó la interrupción de la escena, o si la detuvieron, no se percató, estaba más concentrado en evitar le rompiera un hueso. Votaron un par de cuadros y un jarrón que no recordaba fuera parte de la utilería, esos detalles lo desconcentraron, tropezó con algo y fue directo al suelo, llevándosela consigo.

Asuna lo tomó de las muñecas, llevándolas al suelo, una a cada lado de su rostro. Sonreía con aires de triunfo mientras peligrosamente acercaba sus labios a los suyos.

El corazón de Kazuto latía tan fuerte que temió fuera demasiado y se detuviera. De su garganta no salía nada, ni un quejido, petrificado lo único que hacía era mirarla directamente a ese par de caramelos que poseía por ojos.

La distancia se reducía peligrosamente rápido, el cálido aliento de Asuna chocaba contra sus labios y...

"¡Corte!"

El grito fuerte del director casi le deja sordo, lo escuchó a través del auricular en su oído.

Asuna le soltó casi de forma inmediata, creyó haber escuchado un bufido de decepción. Se dijo nuevamente fue su imaginación y se estuvo quieto en el suelo.

"Kazuto, se supone que tú debiste someterla y descubrir su identidad. Han quedado invertidos, ¿qué ha sucedido?"

—Me tomó por sorpresa —balbuceó avergonzado. Asuna seguía sobre él sin mostrar intención de liberarlo. —Así no sucedía la escena.

"Le he pedido a Asuna que improvise, así tus expresiones son más naturales, además te noté tenso al inicio de la filmación. ¿Estás nervioso? Esta es una buena manera para que te sientas cómodo" —explicó Kayaba, como si fuera lo más normal.

—No suelo improvisar, ni estoy nervioso. Debiste ponerme sobre aviso.

La risa al otro lado le hizo enfadar.

"Hacemos las cosas diferentes en Japón" se excusó "pero supongo que tienes razón, me dieron la impresión que se conocen bien, por Asunaque han actuado anteriormente, pero veo necesitan más coordinación. Le pediré a Iskahn que se encargue de agendar los entrenamientos, sería genial que fuera del set también practicaran juntos.

—Eso sería genial —la melodiosa voz de Asuna interrumpió la queja que estaba a punto de escupir. Empapada de felicidad se agachó, dándole un rápido beso en la frente del actor—, perdón por asustarte Kazuto-kun.

Tras decirlo se levantó. Él se quedó pasmado, sintiendo el calor de los labios rojos de Asuna en su piel hasta que el llamado a escena del director le obligó a salir de su burbuja.

Por fin habían terminado. Se alabó por terminar entero, le dolían las costillas y su cuerpo estaba muy adolorido. En un par de ocasiones tropezó, le avergonzaba que sus piernas se hubieran vuelto tan torpes, Asuna no pudo evitar detener sus ataques y si que tenía fuerza.

Primer día y ya quería que esos meses se fueran volando.

Sentado en el escenario, bajo la luna, sacó su teléfono, tenía un par de llamadas de su madre, se dijo la llamaría luego, también tenía algunas de Quinella, si era algo importante ella volvería a llamar. Y un mensaje de Andrew, su anterior jefe, le llamó la atención lo descrito ahí, ¿vencido por una chica? Y un link que rápidamente se apresuró a presionar, una nueva ventana emergió, con un video y una extensa descripción que ni se molestó en leer.

El video era corto, de apenas segundos, pero claro, el momento justo donde Asuna lo llevó al suelo.

Tenía más de dos millones de reproducciones, en apenas un par de horas. Algún genio dentro del set debió filtrar la grabación para hacerse con un poco de fama y aumentar sus seguidores, ahora, una considerable parte del mundo había visto esa inequívoca escena del film. Para mañana el mundo entero lo habría visto.

"No es lo que parece" Le escribió rápidamente a Andrew, luego agregó una amplia explicación, su ego era muy grande para admitir que fue vencido fácilmente. Parecía imposible, pero lo era.

Era verdad, Asuna lo sometió, pero no en circunstancias justas, fueron prácticamente errores suyos que lo llevaron al suelo. Se le ocurrió hacer una aclaración en sus propias redes pero lo descartó rapidamente, ¿que podría? ¿Una mentira? ¿Una verdad a medias? ¿O la verdad? Ni siquiera sabía que escribir exactamente sin caer en ninguna de ellas.

De repente sintió calor, ya se había quitado el saco y no le apetecía hacer lo mismo con la camisa, aún había mucha gente revoloteando por ahí. Instintivamente volvió a tocarse las costillas. Con la cabeza palpitandole dispuso que esa noche solo debía preocuparse en dormir, mañana se las arreglaría con el mundo.

Guardó su móvil en el bolsillo de su pecho.

—Toma, esto aliviará el dolor.

No reparó en quien le ofreció el vaso de agua y una diminuta pastilla, que intuía era para el dolor, la aceptó con un gracias y para no ser descortés frente a esa persona la ingirió. Consideraba que tardaría un par de minutos en hacer efecto, cuando llegara a su apartamento no tendría dolor de nada, tomaría una ducha y descansaría como nunca lo había hecho.

Devolvió el vaso, y cuando sus ojos centraron a su amable samaritana, se engrandecieron cuando enfocaron a Asuna. Ya no vestía el sexy vestido, había sido cambiado por un vaquero y una gruesa chaqueta que la protegiera del frío.

Se ahorró hacer una tonta pregunta. Estaba al tanto de la hora, era muy tarde y había visto al pequeño niño dormido en los brazos de la asistente de Asuna, sin duda su hijo no estaba acostumbrado a esos extensos horarios, ni dormir fuera de su alcoba.

Y como madre, Asuna era responsable, no se podía quedar como él vagando en el set, debía regresar rápido a casa y envolver en cálidas sábanas a su hijo.

—Me has sorprendido hoy —se limitó a decir mientras desviaba la mirada.

—Gracias, es un halago viniendo del mejor actor del mundo —rio entusiasmada—, aprendí viéndote. A Yoshio le gusta aprender tu estilo de pelea, he practicado con él alguno de tus movimientos. Así que sabemos tus puntos débiles —le guiñó.

Avergonzado, él se acarició el cuello, otra vez se había quedado estancado, ella lo ponía nervioso o ¿ansioso? No estaba seguro, solo que las palabras no se coordinaban.

—No se cuentes a mis enemigos —bromeó.

—No lo haré, bueno, solo lo sabe una peligrosa villana —ambos rieron. —El director Kayaba está feliz, hemos hecho un gran trabajo.

Asintió casi de forma mecánica. Fueron muchas las interrupciones e indicaciones, pero la escena se dio tal como ese hombre deseaba.

—Supongo que vamos por buen camino, hay muchas expectativas puestas en esta película —remarcó ese detalle mientras volvía a sacar el móvil, Andrew le había respondido y, el video ya sumaba miles de vistas más.

—Es mucha presión —agregó ella curiosa al observarlo fruncir el ceño al escribir rápido—, hasta nuestra reputación está en juego.

Que cierto era eso. —Se dijo internamente mientras debía soportar las burlas de Andrew, al menos le alegraba la noche a su amigo. Aunque él la pasaría mal con su imagen levemente manchada, pero sobreviviría.

—Hay que celebrar el primer día de grabación —animó Asuna.

Le parecía buena idea pero Kazuto apenas pudo levantar la vista para preguntar detalles. Ella le había quitado el teléfono de sus manos, lo maniobró con alta experiencia y buscó lo que necesitaba.

—¡Con una selfie! —Cantó emocionada al pegarse a él y abrazarlo, instintivamente él también le rodeó con su mano. Tras susurrarle que sonriera tomó un par de fotografías. —¿Qué tal si la subes a tus redes? Agrega una bonita descripción de nuestro esfuerzo de hoy —le indicó al devolverle el aparato.

Al mirar la fotografía, le sorprendió la sonrisa que alcanzó a poner. Pero más importante, era la de Asuna, le calentó el pecho, era una gloria que quedara grabada a su lado.

Cualquiera que le mirara aseguraría la buena relación que poseían y lo mucho que disfrutaban compartir reflectores. Tardíamente comprendió, ella le acababa de dar una salida al aprieto del video, su salvación. Pero, quería ser egoísta y guardarla sólo para él.

—Lo haré —decidió al fin luego de pensarlo mejor, no despegó la mirada del móvil.

—Me alegrará verla —aseguró—, bueno debo irme —informó con tristeza y él dejó de lado la fotografía para centrar a la real—, quisiera quedarme, pero Yoshio se ha quedado dormido, me toca cargarlo. Su padre nos espera afuera. ¿Quieres que te acerquemos a casa?

Algo en su interior volvió a pesar, pero fue comprensible y entendió que no debía involucrarse en la vida privada de su compañera.

—No, gracias, Ryoutarou lo hará —se excusó, no tenía ánimo de ver la sonriente felicidad de Eugeo.

—Entonces nos veremos mañana Kazuto.

Su intención era despedirla con un monótono movimiento de mano, pero ella tenía otro plan. Le dio un beso en la mejilla, una despedida muy impropia para las costumbres asiáticas, pero no le desagrado.

—Hasta mañana Asuna —dijo al verla partir.

Cuando ella desapareció por completo, su palma atrapó la calidez de Asuna. Si así terminarían todas sus noches, con gusto se esforzaría el doble para recibir un premio como ese, después de todo, no habría un más allá para ellos fuera de reflectores.

Había sido otra larga jornada de grabación, la noche caía cubriendo con su manto púrpura toda la ciudad de Tokio, algunas luces mágicas se encontraban con los reflejos de los edificios, creando un cielo estrellado sobre la tierra.

Kazuto observó desde la acera contraria a dónde se encontraba el set de filmación, considerando tomar una foto rápida con su móvil de todo aquello, pero él no era muy usual de hacer ese tipo de cosas. La mayoría de los actores y artistas que conocía, volcaba en las redes sus experiencias diarias, manteniendo vivo el amor de sus fans. Era una costumbre muy común allá en Norteamérica, pero, pese a que había vivido allí ocho años, no se había adaptado a ese tipo de cosas. Por otro lado, él tenía su propia forma de comunicarse con sus seguidores, posiblemente no estaba generando contenido para ellos todo el tiempo, y solo subía alguna imagen a su Instagram cuando lo consideraba necesario. La fotografía de Asuna y él durante el primer día de filmación cosechó muchísimos elogios y varios portales de noticias del mundo hablaron de ella. La mayoría con sorpresa ante la inusual dupla, y otros, quienes conocían la carrera de ambos, celebrando que luego de tantos años volvieran a filmar juntos.

El tiempo de capturar aquel espectáculo se le fue de las manos, negó con la cabeza y se incorporó de la pared donde estaba apoyado. Su asistente se estaba tardando mucho.

Mantuvo la vista fija hacia el frente y vio salir a Asuna con su pequeño hijo en brazos, en ese momento un auto salió de la nada y frenó ante ella, cortándole el paso. La actriz no pareció molesta, sino más bien divertida.

—¡Llegas tarde!

Su voz, aunque en un fingido tono de reproche, salió con una ligera nota de risa. Se montó al vehículo sin más dilación.

El sonido del auto alejándose, le impidió escuchar la respuesta al reclamo de la pelirroja, pero Kazuto pudo ver a través de la ventana que daba del lado del conductor, una imponente silueta masculina.

El padre de Yoshio, como todos los días desde que había empezado la filmación, iba a recogerla.

Se preguntó internamente si Eugeo conocía sus sentimientos... De otra forma no se explicaba porque no bajaba a saludarle. Él siempre lo consideró su amigo. Su mejor amigo. ¡Cuánta importancia le daba a su amistad que hasta dio un paso al costado, entregándole al amor de su vida!

¿Quizás Eugeo lo consideraba una traición al lazo fraternal que los unía?

—Ya llega el taxi.

La voz de Ryoutarou disipó la niebla de sus pensamientos, a tiempo para ver a su asistente haciendo seña a un vehículo. El pelirrojo esperó que se subiera, para acomodarse al lado del conductor. Kazuto odiaba que hiciera eso. Por muy cierto que se trataba de una figura importante, seguía siendo humano, y aquel hombre desgarbado de barba rojiza y risa fácil había estado a su lado desde su tiempo en América, y lo consideraba lo más cercano a un amigo que podría tener.

Le hubo dicho en más de una ocasión que se sentara a su lado cuándo viajaban de un lugar a otro. Ryoutarou, Ryo, se negaba por supuesto.

—Hoy ha sido una jornada larga —comentó con su usual tono de buen humor —El director Kayaba no planea malgastar el tiempo aquí en Japón.

El actor no respondió, todavía les quedaba un mes entero de filmación dentro de Tokio, el resto del año sería en América, aunque los productores estaban barajando la idea de filmar una o dos escenas en Europa.

Kazuto esperaba que esa idea no diera mayor fruto. Por supuesto no le molestaba viajar, mucho menos sobre exigirse en alguno de sus papeles. Pero, como le venía pasando desde que ese calvario empezó, era una prueba a su resistencia grabar con Asuna. Ella era una excelente actriz, siempre dispuesta y colaborativa... Él a su lado olvidaba su profesionalidad, ella lo ponía nervioso como si fuera un adolescente, o como si aquel fuera su primer papel estelar. Debía tomar al menos media hora antes de empezar cada escena para mentalizarse y calmarse.

Y no siempre daba resultado.

¿Filmar con la mujer de sus sueños una escena en algún lugar paradisíaco? Era una completa locura.

—Kazuto tu teléfono está sonando.

Otra vez volvía a quedarse inmerso en sus pensamientos, por el tono de su asistente había insistido bastante hasta que le puso la debida atención. Sin mencionar palabra metió la mano en la bolsa de su chaqueta, su móvil sonaba ruidosamente.

Cuando leyó el nombre en la pantalla casi lo dejo caer de bruces. ¿Desde cuándo tenía agendada a Asuna en su lista de contactos? Disparó una mirada de reproche hacia la nuca de Ryo, adivinando que por supuesto había sido culpa suya. No supo si gritarle o agradecerle su intromisión.

Carraspeó horrible antes de contestar —¿Hable?

—¡Kazuto-kun! —nunca se cansaría de oír el dulce timbre de su voz al decir su nombre —¡Contesta el chat de mensajes!

—¿Huh? —parpadeó sorprendido. La idea de tener un chat con los actores de la película, por supuesto había sido de Kayaba. Mencionó que era la mejor forma de comunicarse con ellos, y de paso, crear un ambiente distendido y familiar entre los miembros del set. Su caballito de batalla era que se convertirían en una especie de familia por un año entero y que debían pasar tiempo juntos y llevarse como tal.

La verdad era que Kazuto teniendo habilidades sociales casi nulas, rara vez prestaba atención a lo que se decía en aquel chat. Mayormente si tenía algo que comunicar a alguien lo hacía de modo personal.

—¡El director Kayaba ha hecho una pregunta y solo falta que respondas tú!

Maldijo internamente. ¡Acababa de ver a todos en el set! ¿Qué era tan importante que no pudo decirlo allí?

—Gracias Asuna —trató de sonar neutral —Espero que no sea nada grave.

Ella rio deliciosamente y él tuvo que apretar el móvil contra su oído para no soltar un tembloroso suspiro.

—¡Claro que no! Un ligero cambio de planes es todo. No te vi al salir, ¿te estabas escondiendo de mí?

—¿Eh?—se quedó con la mente en blanco ante el brusco cambio de tema.

—Olvídalo. Bueno, debo irme y tú debes descansar. Buenas noches Kazuto-kun...

No esperó a que le respondiera. Se quedó con el recuerdo de su voz melodiosa deseándole un descanso reparador. Reprimió otro suspiro.

Con su dedo se desplazó por la pantalla, buscando la mencionada aplicación.

—¡500 mensajes nuevos!

La exclamación fue tan redundante que su asistente se dio la vuelta para mirarlo, hasta el chófer quien fingió no reconocerlo, y se mantenía en silencio como si quisiera pasar desapercibido, pegó un salto en su lugar.

Movió los mensajes sin leer hasta que encontró el que mencionaba Asuna.

'Buenas noches a todos, con el equipo estuvimos revisando las últimas escenas que se grabaron hoy y... hemos encontrado un contratiempo. Al parecer ninguno de los utileros se percató que algunas bombillas del set no funcionaban... y toda la toma salió a oscuras. Consulté con el departamento de efectos especiales si podrían brindarme alguna solución y retocar la toma de modo digital y, aunque dijeron que era probable, la escena perdería toda la esencia y la luz natural...'

Varios mensajes del resto de elenco le seguían a ese, algunos lamentando la noticia, otros sugiriendo formas de solucionar el asunto. Kazuto siguió bajando hasta que encontró el siguiente anuncio de Kayaba.

'La idea es que mañana se filme todo nuevamente. ¿Están de acuerdo?'

Cómo había dicho Asuna, el elenco respondió afirmativamente, incluida ella. Faltaba su contestación.

Repasó en su mente la jornada de grabación, encontrando que no había sido tan difícil ni tan agotadora emocionalmente para él. Se dejó caer con pereza sobre el asiento del taxi mientras tipeaba su respuesta.

'Por supuesto'.

El día parecía burlarse de los ánimos del director. Desde el principio de la jornada el cielo se veía gris y amenazante, cuando todo el elenco se concentró en prepararse para empezar a rodar, se desató una tormenta. Eso quería decir que, si filmaban en ese momento, la escena carecería de Luz natural, Kazuto se esperaba que se suspendieran las tomas, pero todo el mundo siguió adelante, como si la falta de luz no fuera el motivo principal por el que estaban repitiendo aquello.

Decidió guardar silencio y repasar sus líneas.

—¡Hola Kazuto-san!

La voz había sonado demasiado cerca. Alzó la vista encontrando al niño sentado en la silla que se ubicaba a su lado. Hoy también llevaba la gorra que le obsequió, al parecer Asuna no estaba mintiéndole cuando dijo que consideraba aquellos objetos como su mayor tesoro.

Le dio un golpecito amistoso a la visera mientras dejaba el libreto a un lado —Hola campeón, ¿hoy también has venido a ver a tu mamá? ¿No te dan miedo los truenos? —hizo un gesto hacia el aguacero atroz de allá afuera.

El pequeño abrió grandes los ojos al oírle, pareció apresurado en decirle algo, pero simplemente no supo cómo empezar. Guardó silencio unos segundos mientras jugaba con sus dedos índices.

—No me dan miedo las tormentas —manifestó inflando el pecho en orgullo —Además, quería ver actuar a Kazuto-san.

Ese niño era adorable. La forma en la que sus ojos sonreían era exacta a la de Asuna. Aunque no quisiera, no cesaba de encontrar rasgos de ella en la piel de ese infante.

—Presenciar un rodaje puede ser aburrido y cansador, quizás deberías...

—¿Te gustan los parques de diversiones? —lo interrumpió de golpe.

Él parpadeó sorprendido —Sí, puede decirse que sí.

Aunque hacía años que no iba a ninguno. Desde que su hermana era pequeña, si no recordaba mal. Normalmente no tenía tiempo para ese tipo de cosas. A veces se olvidaba de que todavía era un hombre joven, y que Alice, y hasta Andrew, le habían aconsejado que debía hacerse un tiempo para desconectar de su trabajo y divertirse.

Ir a un parque de diversiones era algo que estaba muy por encima de lo que escogería hacer, pero no era mala idea.

—Mi mamá me habló del Tokio DisneySea... un parque temático gigantesco —hizo un movimiento tan exagerado con sus manos que casi perdió la gorra, —ubicado en U-urasu... Uriyu...

—Urayasu —lo corrigió —Mas específicamente en Chiba.

—¡Eso dijo, que estaba aquí en el corazón de Japón! Entonces... ¿Podemos ir juntos? —la pregunta del niño salió a borbotones, sus ojos se iluminaron ante su maravillosa y repentina idea—¡Le pediré permiso a mi papá!

—Bueno, yo... —pero Yoshio ya se había bajado del asiento contiguo al suyo y se encontraba corriendo directamente hacía el tumulto de gente que se acercaba. Buscando a Asuna quizás.

Kazuto observó la escena con el pecho apretado. La joven intentaba calmar al entusiasta niño, quien con gran aspaviento contaba las nuevas noticias.

Finalmente, Asuna alzó la cabeza en su dirección y sus miradas se encontraron. Le susurró algo a su hijo y este se detuvo bajando la cabeza, volviéndose un modelo de cortesía y buena conducta. Ella le besó la frente y se dirigió hacia dónde su compañero se encontraba.

En esa parte de su papel vestía muy simple, lejos de la femme fatal que había sido los últimos días. Con su jean estilo mum y el top que llevaba debajo de ese saco oversize parecía cinco años más joven de lo que realmente era.

Por un momento hasta se sintió transportado a esa lejana época en la que filmaban algún dorama. Su aspecto inocente y aniñado era indiscutible. Pero era muy necesario para la escena que debían rodar.

—Buenos días Kazuto-kun —le saludó cuando le hubo alcanzado —Lamento toda la palabrería de Yoshio, pero no tienes que dar el brazo a torcer en todos sus caprichos. Hablaré con él luego para que deje de atosigarte.

—Oh bueno yo... me pareció una buena idea —su lengua se despegó del paladar y respondió por sí sola.

Asuna parpadeó algunos segundos, antes de reír con incomodidad —Sí, es una idea excelente. Yoshio no conoce muchos lugares de Japón, aunque habla japonés de un modo fluido, su padre y yo deseamos que esté al tanto de sus raíces, y cualquier cosa que esté asociada a Disneyland sería digna de conocer, ¿verdad?

Kazuto asintió. Rogaba no verse demasiado incómodo por su apresurada respuesta. Ahora que la hermosa actriz lo había explicado de ese modo le hallaba toda la razón. Aunque no terminaba de calzar todas las piezas del rompecabezas en su mente. Yoshio tenía un nombre japonés, pero a juzgar por las palabras recientes de Asuna no se había criado aquí. ¿Acaso pasó sus primeros años de infancia en otro lado? ¿En un internado tal vez? Su manejo del idioma ingles también era impresionante para la edad que tenía.

—¿Has vivido en el exterior? —aventuró antes de que pudiera pensarlo.

Pero cuando la actriz despegó los labios para contestar, otra voz la interrumpió.

—¿Estamos todos listos? — la pregunta de Kayaba barrió todo ánimo de prolongar la conversación. Por supuesto no iba a desaprovechar el tiempo —Empecemos de inmediato.

Kazuto se dio la vuelta para decirle algo a Asuna, pero ella ya se había alejado. Varios metros más allá, se mantenía inmóvil mientras una estilista le acomodaba el largo cabello.

Guardó en su memoria ese detalle para repasarlo cuando su presencia no fuera más que un recuerdo.

La película estaba llena de flashback para explicar a detalle la tormentosa relación de los protagonistas, así que toda la trama oscilaba entre eventos del presente y el pasado.

Kazuto se había memorizado la estructura del guion, pero el director no seguía un orden lógico. Lo curioso era que nadie se quejaba de eso. Hoy podrían filmar escenas de acción y todo el equipo se desplegaría en caravana a exteriores, y luego a la tarde montarían una balacera en alguna mansión ostentosa. Luego podrían rodar fragmentos de conversación entre él y el resto de actores, o entre él y Asuna.

Las jornadas no seguían un lineamiento planeado. Parecía que Kayaba se dejaba llevar por la intuición.

Algo que agradecía era que todavía no habían rodado ninguna escena romántica. Cualquiera creería que el director estaba más empecinado en grabar las demás, antes de centrarse específicamente en esas. Por otro lado, la mayoría de ellas se daban cita en América y eso le daba cierto espacio de tranquilidad. Todavía tenía tiempo para terminar de hacerse a la idea que debía participar en ellas.

Luego de inspirar varias veces, se acercó a dónde Asuna le aguardaba. Era la misma escena que filmaron ayer por lo que no había nada de qué preocuparse. Se sabía sus líneas y por supuesto conocía las de ella.

El grito de ¡Acción! del director llegó más pronto de lo que esperaba. Y él comprobó en primera fila como la fisonomía de un actor se contorsionaba para la creación de un personaje; lo estaba viendo ahora mismo en Asuna. Esta no era la joven amistosa de hace un momento, esta era la mujer profesional abocada a su trabajo.

—¿Por qué no me crees? —le estaba diciendo con voz quebrada. Sus ojos llorosos eran de verdad, no había truco. Su nariz levemente enrojecida proyectaba realismo a la escena —¡Jamás te mentiría! ¡No a ti, Isao que te amo con toda mi alma...!

Esa última frase fue nueva. Un agregado que no estaba en el libreto.

Kazuto tuvo que recordar que le estaba hablando a Isao, su personaje y no a él. Endureció la expresión y se tironeó el cabello, mostrando la desesperación que sentía. Le dio la espalda con rudeza.

—¡Eras tú Aoi! ¡Podría reconocerte donde fuera!

—¡Soy inocente! ¡Mírame! ¡No era yo! ¿Me crees capaz de hacer una aberración semejante? —sollozó acercándose a él con las lágrimas cayendo de sus ojos.

Si Kazuto no conociera al dedillo el guion, sin duda le hubiera creído con los ojos cerrados. Esperaba que el público también se pusiera de su lado, al menos al principio del film. Asuna era una excelente actriz, tendría a todos comiendo de su mano, así como estaba logrando hacerlo consigo.

La trama avanzó en una especie de tire y afloje entre ambos. Una discusión, negación y llanto. Habían pasado algunos días desde aquella fiesta donde la encontró por primera vez, y pese a que la reconoció, ella insistía en que la había confundido con otra persona. En esta parte de la trama, su personaje todavía le concedía el privilegio de la duda. Claramente, se negaba a aceptar la verdad que le había estallado en la cara.

—Está bien, te creo.

Según lo explayado en el libreto, ella debía cubrirse el rostro con las manos y llorar. La situación no se componía en ningún momento, la áspera tensión quedaría flotando entre ambos, provocando una tirantez que a medida que transcurría el film, desencadenaría en una hostilidad aún mayor. Lo cual daría pie a las escenas de lucha cuerpo a cuerpo hasta el inevitable final.

Pero en ese momento, Asuna se arrojó a sus brazos y deshecha en llanto se apoderó de sus labios.

Kazuto se quedó inmóvil, con su boca pegada a la de ella. Los ojos abiertos como platos no sabiendo cómo reaccionar.

¡Esa caricia ni siquiera estaba pactada!

Advertía la humedad de sus lágrimas, además del ligero sabor a café en sus labios. El beso era firme, no pedía permiso e ilustraba la angustia que Aoi estaba sintiendo. El movimiento era persuasivo y seductor... y obligó a que sus sentidos respondieran. La tomó de las mejillas y le robó el control de la caricia, la oyó suspirar contra su boca y por un segundo temió ser demasiado brusco.

Este no era un beso a la usanza asiática, recordaba sus lejanos tiempos filmando un drama. Las escenas de amor entre los protagonistas no pasaban de un roce tímido y recatado. Esto era más propio de la industria americana, dónde la sensualidad era el factor principal a la hora de vender un producto. El espectador debía creer ciegamente lo que los actores estaban mostrándole.

Los segundos corrían y pese a que estaba inmerso dentro de aquella caricia osada, esperaba que el director cortara la escena de inmediato. Pero nunca ocurrió.

Solo cuando Asuna, no, Aoi se separó de él y con voz quebrada y afectada encontró sus ojos susurrando aquel 'Te amo, no desconfíes de mí...' el director bramó el final de la toma.

No supo ni cómo encontró el camino hacia su camerino.

Kayaba estuvo en éxtasis tras la culminación de la escena. Y aunque Asuna se disculpó una y otra vez por haber improvisado, el director declaró que aquel fragmento formaría parte del film. Al parecer, la expresión incrédula que Kazuto compuso rimaba a la perfección con lo que él tenía en mente.

Realmente la sorpresa de ser besado por Asuna se había reflejado en todo su semblante. Debió lucir como un completo idiota. ¡Y luego la forma descarada en la que le respondió! Akihiko lo tomó como que estaba interpretando su papel, pero él sabía que era más que eso. Era la droga a la que había renunciado años atrás, regresando a seducirlo con más fuerza que nunca.

Y él sucumbiendo por completo a esa adicción.

Se acostó en el sillón mientras cerraba los ojos.

—¿Quieres comer o beber algo? —la voz solicita de su asistente se oyó tras el sonido de la puerta cerrándose.

Cianuro— pensó amargamente, pero se las arregló para componer una respuesta. Tenía el estómago cerrado y dudaba que fuera buena idea almorzar.

—Un café negro y sin azúcar —manifestó desechando la idea de que a eso sabían los labios de Asuna.

Ryoutarou hizo una señal afirmativa y desapareció sumiendo todo en silencio.

La quietud era tanta que podía oírse el sonido de la lluvia repiqueteando en el techo. La tormenta no había dado tregua al rodaje y se filmó todo con ese grisáceo nivel de luz. Empero Kayaba no se mostró decepcionado por las horribles condiciones climáticas, declaró que el sonido de la tormenta era la mejor sinfonía que pudiera componerse para aquella escena. Aun así, luego debió repetirse el resto del rodaje que adelantaron ayer para que llevara el mismo tono sombrío y una congruencia con la trama.

Sinceramente Kazuto no entendía. Era otro día echado a perder.

Otra vez la puerta se abrió y el señaló la mesa donde se hallaba aquella suerte de tocador —Déjalo ahí, luego lo beberé.

—Ahm no, ¿Kazuto-kun?

Aquella no era la voz de su asistente. Se incorporó con rapidez notando que Asuna estaba parada en el umbral luciendo el mismo atuendo inocente de antes. Paseó la vista por las instalaciones, recriminándose interiormente por no ser un poco más ordenado. Todo allí dentro era un caos.

—Oh no te preocupes —ella adivinó sus intenciones y le detuvo sacudiendo sus manos —Solo quería hablar contigo.

Eso hizo que de todas formas se moviera hacia el costado, ofreciéndole el lugar restante. El que ella aceptó, tomando asiento con toda la gracia posible.

—Te noté un poco reacio tras la última toma.

Él se puso en alerta de inmediato. ¿Qué tanto había dilucidado ella de su estúpida reacción?

—Me sorprendió, normalmente solemos pactar de antemano ese tipo de cosas para ahorrar tiempo... —dijo lo primero que se le vino a la cabeza, una excusa muy tonta y anticuada, pero rogó para que ella le creyera.

—Creí que te habías molestado. Te fuiste en silencio.

Se maldijo. Era obvio que no podía confesarle que aquel beso fue su sueño hecho realidad. ¿Qué pensaría ella de sus pensamientos? A veces hasta él mismo sentía terror de los delirios de su propia mente.

—No fue eso, me sorprendiste —intentó sonreír —Y al parecer, conoces demasiado bien al director, te adelantas a todo lo que él desea hacer.

—Es la ventaja de haber trabajado previamente a su lado varias veces.

—¿Qué acaso no es la segunda película que filmas con él?

Asuna rio, avergonzada —Mientras estaba rodando uno de mis últimos doramas, Eugeo mencionó que había oído de un casting para un largometraje y me alentó para que participara. Lo hice sin mucha expectativa, pero días después me convocaron diciendo que había conseguido un papel secundario. No me importó, significó el mundo para mí...

Oírla lo remontó a su propia historia. Y a la forma en la que se hizo un lugar dentro de aquella industria tan egoísta. Fue difícil, pero él tenía un doble peso: no pensaba volver a su país natal con el rabo entre las piernas... Debía hacerse un nombre que todo Asia recordara.

—¿Y entonces que ocurrió? —se cruzó de brazos disfrazando la curiosidad que sentía.

—Bueno, como imaginarás, la película era la ópera prima de Kayaba. Nunca había hablado con él personalmente, pero el día que me tocó grabar mis escenas, él estaba ahí y lo recuerdo muy bien —soltó una pequeña carcajada, sus mejillas veteadas de rubor —Se acercó hasta donde me encontraba y me dijo que no podía pasarme la carrera filmando dramas orientales... que mi talento daba para más.

—Y tuvo razón —se apresuró a afirmar.

—No fue tan fácil, Kazuto-kun. Por momentos parecía que me lanzaba de un trapecio sin saber si había red debajo. Yo tenía un contrato y debía cumplirlo. Por un año entero me repartía entre grabar un drama y filmar una película.

Quiso decirle que la comprendía. Él había sufrido su cuota de soledad, de valerse por su propio pulso hasta hacerse conocido. ¿Pero qué derecho tenía de opinar? Kazuto había usado el salto de su carrera para alejarse de ella, y en todos esos años nunca se preocupó en averiguar qué había sido de su paradero, muy al contrario de Asuna que estaba al corriente de cada uno de sus logros. Había sido muy egoísta.

—Cuando el director me llamó para ofrecerme este papel acepté sin dudar. Le debo muchísimo. Y como ya conozco su forma de dirigir sé anteponerme a sus deseos. Valora demasiado la improvisación y la espontaneidad, siempre dice que las mejores escenas de todos los tiempos no estuvieron guionadas. Y sin embargo el público las respeta y fueron películas merecedoras de galardones Importantes.

Él asintió y entonces se dio cuenta que estaba manteniendo una conversación real con ella sin ponerse nervioso como un adolescente hormonal.

No debía olvidar que Asuna antes de ser la mujer de sus sueños, también fue una gran amiga, y su consciencia le gritaba que, ya que no podía tener nada romántico con ella, al menos debía hacer lo posible por recuperar su amistad.

Y la de Eugeo.

—En realidad venía a hablarte de otra cosa.

—¿Huh?

—El director mencionó que la semana entrante empezaríamos a filmar las escenas gruesas de combate y sigue insistiendo en que debemos practicar juntos...

—¿Tomaste clases con Iskahn? —aventuró repentinamente.

Asuna rio, igual de apenada que antes —Debía tener un preparamiento físico... Y Eugeo dijo que él era el mejor entrenador personal que conocía. Sabía que fue tu maestro así que no me quedaron dudas.

Él la miraba con la boca abierta.

—¡Pero ni siquiera estoy en el nivel en el que tú estás! —se apresuró a aclarar—Pero me gusta. Ayuda a mantener la mente libre y el cuerpo relajado.

Asuna afirmaba que no estaba a su nivel, pero recordaba la primera escena que rodaron, con ella alejándose de él envuelta en aquel vestido de cocktail negro y tacones aguja. ¿Cómo diablos había logrado eso sin un gran entrenamiento previo?

Cómo siempre Asuna subestimaba sus logros.

—Pues... es cuestión de coordinar horarios, aunque las jornadas de grabación son tan arduas que...

Se quedó con la frase a medias. La joven le enseñó su móvil donde se veía un mensaje de su entrenador —Iskahn-san me proporcionó tu horario, dijo que no había problemas si nos entrenaba a los dos juntos —algún rasgo de pánico debió ver en sus ojos, puesto que se apresuró en agregar —Solo si tú estás de acuerdo.

Había concertado esas citas con anterioridad, como una forma de liberar el estrés de rodar junto a ella. Jamás pensó que el traidor aquel lo pondría en ese apriete. Deseó maldecir al instructor con todas sus fuerzas.

—Bueno, podemos empezar mañana mismo.

—¡Me encantaría! —exclamó con demasiada efusividad. Por un momento hasta le parecía estar viendo a su hijo. Se parecían demasiado y dolía.

Casi que había logrado mentalizarse que debía besar a Asuna. Ya había pasado la primera prueba, y más allá de su lapsus temporal, no estuvo nada mal. Fue maravilloso, épico... pero no era algo que quería que todos supieran.

Ahora, entrenar con ella era toda una tortura.

Asuna o bien era muy consciente de la sensualidad de su cuerpo, o claramente lo ignoraba. Se decidió por eso último. De otra forma, no se explicaba cómo podía usar ropa tan ligera para entrenar. Él trataba de respetarla todo el tiempo, pero ¿cómo negarse a la poderosa tentación de espiarla a escondidas? Tenía unas piernas infinitas y un trasero de infarto.

Varias veces veía de soslayo a Iskahn, pero este se mantenía sereno e imperturbable. Su novia, Scheta, también era preparadora física y no tenía ojos más que para ella. Posiblemente, la verdad fuera que le tenía mucho temor a sus puños.

No era la primera vez que ensayaba las escenas de combate con sus compañeros de reparto. Estaba acostumbrado a esa clase de adrenalina, pero hacerlo con una mujer era muy distinto; temía ser demasiado brusco y lesionarla. Y, por otro lado, debía reconocer que se contenía; no dudaba de su resistencia, ya le había demostrado de lo que era capaz. No obstante, él no se sentía cómodo del todo, no estaba rindiendo al cien por ciento.

—¡Alto! —Asuna detuvo su siguiente movimiento y se le acercó tanto que pronto invadió su espacio personal —¿Cuál es el problema contigo?

Kazuto retrocedió secándose con el antebrazo el sudor de su frente. Ella era una de las mujeres más esbeltas que conocía, con tacones casi igualaba su altura, pero sin ellos, le llegaba a los hombros. Y era gracioso que aun así podía intimidarlo perfectamente. Esa noche llevaba otra de sus camisetas de deporte semejante a un mini vestido. El constante movimiento había hecho que la tela se le humedeciera en el sector del pecho, realzando sus curvas. El cabello lo llevaba recogido en una colega y estaba húmedo. Aun así, se veía extremadamente sexy.

—¿A qué te refieres? —fingió demencia, alejándose unos pasos por su propia salud mental.

—¿Piensas que soy débil? Es cierto que apenas estoy aprendiendo, pero no te rindas conmigo antes de empezar.

El joven buscó apoyo en Iskahn, pero este desvió la mirada diciéndole claramente que no pensaba intervenir. Tal vez le daba la razón a la pelirroja.

—No es que no confío en ti, pero es que no puedo simplemente golpearte. Tengo un poco más de fuerza que tú y...

—¿Eso crees? —bramó en un tono de voz que nunca le había oído, e instantáneamente echó hacia atrás su mano hecha puño y la impactó en su pecho, cortándole el aire de tajo. Inmediatamente, repitió la acción sin titubear; una, dos, tres veces, golpeando fuertemente el mismo lugar, hasta que debió frenarla sujetando sus muñecas.

Esto era muy distinto a la primera escena que filmaron tras la fiesta. Percibía la tensión y el enojo de la hermosa mujer, sus manos temblaban levemente, pero sentía su fuerza. No estaba ciego, su pecho subía y bajaba por el ataque de adrenalina. Sus mejillas estaban rojas y orladas de perlas de sudor, así como su frente. De modo involuntario, dio un paso hacia adelante para proporcionarle estabilidad, con la vista clavada en su boca.

Bastaba un movimiento mínimo para asaltar sus labios y robarle el aire de los pulmones. Su respiración acelerada se convirtió en el condimento adicional para cumplir la acción que su mente ya había ejecutado. Le pareció que Asuna alzaba la cabeza en su dirección y le observaba a través de sus pestañas. Fue un segundo eterno donde tuvo que usar toda su entereza para no sucumbir.

—Asuna tiene razón —mencionó el entrenador con voz de corneta —Montaré una especie de coreografía para que la practiquen cada vez que tengan un momento libre en el set.

Cuando se reunió con ellos en el centro de la improvisada arena de combate, ambos ya se habían separado, tomando cada uno, una esquina contraria. La joven se veía repuesta, no así Kazuto que debió darle la espalda hasta que se sintió capaz de bajar el rubor que le incendiaba el puente de la nariz.

¡Estuvo a punto de besarla y ella pareció aceptar eso!

¿O confundió las señales? No era muy bueno con las habilidades sociales, menos lo era para comportarse seguro y sereno con la que chica que le gustaba.

—No eres débil— le respondió a su pregunta, aún sin verla —Eres increíblemente fuerte y valiente.

—Gracias Kazuto-kun, y lamento haberme excedido, ¿te lastimé?

Se giró apenas, más tranquilo al ver que pisaba terreno seguro —Se nota que has estudiado mis puntos débiles, pero tranquila creo que solo me has roto algunas costillas. Sobreviviré.

Ella simplemente rio.

Llevaban tres semanas grabando, a veces jornada completa, a veces medio día. Pero siempre por las noches se dedicaban a entrenar la coreografía, como la llamaba Iskahn.

Está consistía en una serie de movimientos, giros y golpes que, ejecutados a la perfección, simulaban un combate cuerpo a cuerpo. Fue difícil, tal vez más dificultoso que aprenderse un guion de memoria, porque estos conformaban una secuencia perfecta que, de errar algún movimiento, todo el trabajo previo se iría a la basura.

Por supuesto Asuna era muy buena y responsable en eso. Sus movimientos eran elegantes y certeros; había tal delicadeza en ellos que de verdad parecía que estaba ejecutando una danza. Y si era así, él era un pésimo bailarín. Casi siempre que debían empezar de cero se debía a su culpa. Se distraía con facilidad observándola con admiración, orgulloso de su progreso, empero Asuna le perdonaba todo, le tenía una paciencia infinita. La pena todavía seguía allí, pero al menos podía mantener una conversación con ella sin sentir que tenía la boca llena de arena.

El pequeño Yoshio era la otra causa de que se sintiera más cómodo con ella.

Semana tras semana siguió acompañando a su madre con sus ojos de ámbar llenos de fascinación cada vez que se acercaba a saludarle. Kazuto le veía en los descansos entre una escena y otra como practicaba sus pasos de lucha con una seriedad que resultaba casi cómica. Seguramente era más diestro que él y podría realizar la coreografía de corrido y sin equivocarse.

Y pese a que no era el lugar más común para que un infante como él pasara sus vacaciones de verano, lo cierto fue que en todo momento se comportó bien. Tal vez, la recompensa que le ofrecieron a cambio de que fuera un modelo de rectitud era demasiado grande, y la merecía.

—¿No pasas mucho tiempo con ella, verdad? —Kazuto le preguntó una tarde en la que ambos estaban sentados observando a Asuna que filmaba su parte con otros actores del reparto.

Normalmente, Kazuto se recluía en su camerino para no estorbar, o simplemente para descansar un poco, pero ese día había decidido quedarse a presenciar el resto del rodaje. Le llamó la atención ver al pequeño pelirrojo mirando con expresión melancólica a su madre.

Yoshio pareció percatarse de quien estaba a su lado y su expresión cambió por completo. Sonrió, sentándose muy recto y acomodando la gorra sobre su cabello —La verdad es que no... —otra vez pareció detenerse y pensar qué tenía que decir —Pero papá me prometió que podíamos venir a verla por las vacaciones... Cuando tiene que viajar alrededor del mundo ya no puedo seguirla, así que aprovecho cada vez que me permiten estar con ella.

Eso era... extraño. ¿Acaso Asuna y Eugeo estaban separados? Eso explicaría porque nunca lo había visto dando vueltas por el set.

—Yoshio, no molestes a Kazuto-kun —la voz de Asuna se escuchó claramente mientras se acercaba a ellos. Luego tomó al niño y ocupó su lugar en el asiento, acomodándolo en sus rodillas.

—No lo estoy molestando —respondió en un puchero adorable que hizo reír a ambos adultos.

—Por cierto, ¿ya le contaste las buenas noticias a tu héroe? —guiñó un ojo al preguntar aquello.

El niño saltó de su regazo y se plantó ante el actor. En toda su carita se leía la alegría desmesurada que sentía.

—¿Qué ocurre, campeón?

—¡Mi papá me obsequió las entradas para ir al Tokio DisneySea! —probablemente estaba siendo muy ruidoso, pero nadie estaba regañándole —¡Iremos este fin de semana!

—Eso es genial —respondió Kazuto con cautela, mirando a Asuna con curiosidad, puesto que ella estaba riendo levemente —¿Qué es lo gracioso?

—Dile el resto —le animó. Y él notó que sus ojos brillaron de emoción.

—¡Tengo entradas para que vayamos nosotros tres! ¡Los tres! ¡Juntos! ¡Kazuto-san nunca he ido a un parque de Disneyworld!

Él ni siquiera alcanzó a procesar la noticia en su mente, cuando una nueva silueta se acercaba a ellos tres. Yoshio se giró en su dirección y olvidando que se encontraba hablando con su héroe, corrió con toda la fuerza de sus pequeñas piernas hacia el encuentro del recién llegado.

Y se lanzó a los gritos, y tal vez un poco de llanto, a los brazos abiertos de Eugeo, quien lo alzó y lo llenó de besos.

La expresión sorprendida en el rostro de Asuna duró apenas un segundo, antes de que imitara al pequeño y fuera a su encuentro.

Continuará...

Nota:

Tarde amiga, pero traemos por fin el segundo capitulo. Iri, el retraso a sido mi culpa (Kim) perdón u.u

Ha pasado mucho desde tu cumple y eso no nos iba a detener, este es tu obsequio y no importa el día, mereces cariño y sorpresas a diario. Esperamos disfrutes a tu actor y a su famme, que te saque una sonrisa, gozalo.

Te super queremos, un beso y abrazo a la distancia.

Todo el credito a Sumi, ella como siempre haciendo magia y dandole el toque que hace todo genial. Gracias amiga.

~Sumi y Kim

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