Capítulo 22: ❝Isla, horrible Isla❞ [Parte 2]

 La chica de cabello azul se volteó lentamente, nerviosa, pero debía encararla.

—Hola, madre. —La saludó Evie, asustada.

—Esto se pone cada vez peor, Carlitos... —Susurró el joven ladrón, quien palideció mientras se aferraba al brazo de su novio.

—Esto sí que no me gusta, bebé. —Murmuró De Vil, abrazándolo con más fuerza, luego desvió la mirada hacia otro lugar. —No quiero ver.

— ¡Hades! —Gritó la hija menor del Hombre Sombra, comenzando a correr para alcanzar al Dios del Inframundo, pasó por al lado de la madre de Evie. — ¡Espérame, viejo loco! —Chilló y aceleró el paso hasta la esquina, en donde chocó con una castaña que ella conocía bastante bien. Abrazó a su hermana mayor con fuerza, quien le aconsejó alejarse de la familia de Mal por ahora, se separaron y Ariana pasó una mano sobre el hombro de Celia; entonces las dos se fueron y los demás las perdieron de vista.

  Uma observó a sus mejores amigos y movió la cabeza para indicarles que debían marcharse, los piratas captaron su lenguaje corporal y los tres se marcharon de ahí rápidamente, sin siquiera mirar atrás.

—Creo que hablé demasiado pronto... —Dijo Carter al ver como los VKs huían para evitar meterse en problemas ajenos.

— ¿Dónde están tus modales, mocosa ingrata? Muestra un poco de respeto e inclínate porque estás en presencia de una reina. —Le recriminó Regina a su descendiente, caminando hacia ella y tomándola del cabello para arrojarla al suelo de manera bruta. — ¿¡Quién te crees que eres para irte!? ¿¡Creíste que ibas a escaparte de mí!? ¡Pues claro que no! —Dijo, agachándose hasta quedar a su altura, entonces la tomó del mentón para obligarla a mirarla a los ojos.

— ¡N-no, madre, yo nunca jamás huiría de ti! —Masculló la chica de cabello azul, su progenitora supo que la estaba engañando ya que la conocía perfectamente, así que le proporcionó una bofetada. — ¡Asesiné al hijo de Bestia, culpé a alguien más por eso, asesiné a Blancanieves y me apoderé de un reino entero! ¿Acaso eso no es suficiente para ti? —Añadió, aterrada.

— ¡Nada justifica que me abandonaras, mocosa ingrata y desagradecida! —Se quejó la villana, tomándola del cabello y levantándola del suelo, provocando que ella gimiera de dolor. — ¿A quién culpaste por esa muerte, inútil? —La interrogó, logrando ponerla nerviosa, las AKs observaron a las agentes del PPP; quienes ya se habían puesto alerta.

—Oh no, amor, ¿y ahora qué hacemos para ayudarla? —Dudó Jay en voz baja, mirando a su chico. —Le va a dar una buena golpiza.

— ¿Llorar es una opción? —Preguntó el pecoso, arrugando la nariz. —Sabes que si la defendemos, será peor para ella cuando estén a solas. —Le recordó antes de observar hacia el suelo.

—Debemos irnos. —Pidió Lonnie, dirigiéndose a la pequeña hada y a la castaña y a la morocha, la segunda estaba shockeada; observando la escena entre madre e hija.

—Rosie... —La llamó la prima de Alex Russo, apretando la mano de su mejor amiga para hacerla reaccionar. Oyó una voz a lo lejos, un «Ah-ah, ah-ah» que la desconcertó. —...No podemos quedarnos aquí. —Insistió.

—Y-yo... —Tartamudeó la princesa malvada, asustada. No quería meter en más problemas a la agente del PPP.

— ¡Habla ya, estúpida! —Demandó la adulta antes de arrojarla contra una pared de manera violenta, la menor gimió de dolor, mientras las lágrimas se acumulaban en sus mejillas.

—Evie... —Murmuró la reina de Costa Luna, cuyos ojos estaban llenos de lágrimas.

—Ro, no puedes hacer nada, esto no es culpa tuya. —Habló Carter en voz baja, intentando hacerla razonar, no podían quedarse ahí. —Larguémonos de aquí antes de que nosotras salgamos heridas. —Añadió, Lonnie tomó la otra mano de Rosie y Jane comenzó a correr hacia el único lugar seguro que conocía en esa prisión, siendo seguida por su novia y las agentes del PPP.

—A la estúpida que se quería quedar con trono, madre. —Confesó la chica de cabello azul, entre sollozos, una vez que las cuatro chicas que no pertenecían ahí se marcharon.

—Pues ahora no tienes ni trono ni título ni reino, tú no mereces nada más que dolor. —Afirmó Regina, caminando hacia ella para tomarla nuevamente por el cabello. —Vas a entender por las malas que huir no es una opción para ti, manzanita podrida. —Dicho esto, comenzó a arrastrarla hacia su hogar, mientras la menor lloraba y gritaba por el dolor y la desesperación que sentía.

— ¿Sabes qué? Será mejor que nos vayamos, no quiero terminar como las chicas. Vámonos a algún lugar en donde nuestros padres nunca nos encuentren. —Pidió Carlos, tomando del brazo a su pareja y comenzando a correr por una de las calles junto a él, pero vio a Jafar en la esquina quien al reconocerlos comenzó a correr hacia ellos para alcanzarlos. —Ok, será mucho mejor que nos vayamos por el otro lado. —Murmuró, comenzando a retroceder sin mirar atrás hasta que chocó con alguien, pero no quiso voltearse.

—Oh no... —Dijo el joven ladrón al ver a su padre, observó a su alrededor, buscando una salida fácil.

— ¿Qué hacemos, amor? —Dudó el pecoso, abrazando al mayor, estando nervioso; mirando a todos lados para encontrar una forma de huir. Jafar pudo escucharlo y alzó una ceja.

—Debemos escapar por... —Le indicó el joven ladrón, viendo entonces una escalera a unos metros de altura que los llevaba hacia unos tejados, así que le dio un suave golpe en el pecho a su pareja para poder captar su atención de una vez por todas. — ¡...por los techos! —Exclamó, él asintió.

—Yo no haría eso. —Masculló la voz de Cruella, detrás de su descendiente, quien se volteó lentamente para ver a esa persona, tragó saliva con dificultad al ver que se trataba de su madre. El moreno también volteó para encontrarse con la villana.

Mierda, esto va muy mal, peor no puede estar en un solo día; mi amor. —Dijo el joven ladrón, haciendo una mueca cuando se dio vuelta para encontrarse con su progenitor que ahora estaba frente a ellos, bloqueándoles el paso.

— ¿Amor? —Repitió el ex visir de Agrabah, cruzándose de brazos y mirando a Jay con una expresión indescifrable. — ¿Tienes algo que decirme, sabandija ingrata?

— ¡Papá! —Gritó su descendiente, abrazando al menor de los VKs por puro impulso pero luego se apartó de él para evitar que Jafar le hiciera daño, el mayor no tardó en comenzar a temblar al ver al hombre que ahora estaba frente a él. —N-No hay n-nada que decir. —Tartamudeó, nervioso.

— ¿Ah no? —Replicó el adulto, mirándolo con desaprobación. —Te largaste como la rata escurridiza que eres, ¿trajiste lo que me pertenece o voy a tener que prescindir de ti? —Lo amenazó, tomándolo de la chaqueta y levantándolo del suelo.

—No tra-traje nada. —Confesó el joven en voz baja, sabiendo lo que le esperaba.

— ¡Eres una rata callejera inútil! —Gritó Jafar, indignado, lo arrojó hacia los botes de basura y se quitó el cinturón para usarlo como un látigo; acercándose a su hijo. —Ahora me las vas a pagar, gusano repugnante. Voy a romperte los huesos. —Gruñó.

— ¡No! —Suplicó el joven ladrón, arrastrándose por el suelo para alejarse de él, hasta que chocó contra una pared y supo que no tenía escapatoria. — ¡Papá, por favor, no hagas esto! —Suplicó, mirando de reojo a su novio, pidiéndole ayuda con la mirada; pero él también estaba metido en grandes problemas.

— ¡Regresaste finalmente, maldito esclavo bastardo! —Chilló Cruella, muy enojada, mirando a su hijo. — ¡Te voy a dar una merecida paliza!

— ¡Mamá! —Exclamó el pecoso, aterrado al ver la expresión de locura en el rostro de la villana. — ¡No merezco los golpes porque te traje un perro de Auradon! ¡Se llama Dude y es un perro parlante! —Mintió nervioso.

— ¡Dame el perro, Carlitos! —Exigió la mujer, emocionada, esbozando una sonrisa perversa y demente. — ¡Me haré unas buenas orejeras con él! ¡Dámelo ya!

—Sí, te lo daría, pero Celia se lo llevó así que puedes ir a buscarlo al arcade. —Volvió a intentar engañarlo el VK, retrocediendo lentamente con la intención de ayudar a su novio.

— ¡Mientes! —Gritó Cruella, furiosa, lo tomó del abrigo con una mano y con la otra le dio una fuerte bofetada que le dejó su mano marcada en su mejilla. — ¡Mocoso pordiosero y bueno para nada! ¡Estarás una semana sin comer! —Sentenció antes de darle otra bofetada.

— ¡No lo hago! —Volvió a mentir el pecoso, quien gimió de dolor al sentir aquella bofetada. — ¡No, madre, no! ¡Necesito alimentarme! —Dijo, asustado.

—Esto es lo que te mereces y los dos lo sabemos, basura. —Gruñó el ex visir, dirigiéndose a su hijo, no tardó en comenzar a golpearlo con el cinturón.

— ¡No! —Alzó la voz Jay cuando sintió como el primer latigazo impactó contra su piel, pero su padre no se detuvo. Jafar le quitó la chaqueta y la arrojó lejos, continuó golpeándolo hasta que rompió la prenda que cubría el pecho de su descendiente, mientras que el joven ladrón aún gritaba por el dolor.

 —¡Basura! —Lo insultó la villana, empujando a Carlos contra una pared y acorralándolo allí. — ¡Te voy a dejar sin comer por dos semanas!

— ¡Déjame en paz! —Pidió el menor, soltando un gemido de dolor cuando su espalda impactó contra la pared de ladrillos. — ¡No, no! —Masculló, alterado.

— ¡No te dejaré en paz, ingrato! —Se opuso la mujer, dándole bofetadas y luego comenzó a tirar de sus cabellos blancos y negros. — ¡Tres semanas sin comer!

— ¡No, no, basta; detente! —Suplicó De Vil, alzando su tono de voz mientras jadeaba por el dolor, entonces se recordó a sí mismo que todos sus lamentos no servirían de nada así que apretó los dientes y esperó a que su madre se hartara o su manicura se arruinara.

  Cuando el pecho de Jay empezó a sangrar por los latigazos, el ex visir lo pateó para hacerlo quedar de espaldas y entonces comenzó a golpear su espalda con el cinturón, mientras su descendiente apretaba los dientes; anhelando el momento en el que su sufrimiento cesara. Mientras Jafar lo pateaba, Jay solo se preguntaba cuánto tiempo tardaría en cerrar sus ojos para siempre, fue entonces cuando su padre pisó su espalda.

— ¡Maldición! —Gritó el joven ladrón, soltando un grito desgarrador, mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos.

 Cruella continuó dándole bofetadas a Carlos hasta que se hartó y lo soltó, haciéndolo caer al suelo, ella miró a Jafar; quien se volvió a colocar el cinturón.

— ¿Nos vamos ya? Tenemos cosas más importantes que encargarnos de estas basuras. —Sugirió el adulto, ofreciéndole su brazo a la mujer.

—Larguémonos de aquí. —Accedió Cruella, tomando el brazo de Jafar, entonces ambos se marcharon sin siquiera mirar atrás.

Por todos los dálmatas... —Dijo el pecoso, asustado. Se arrastró unos metros hasta donde estaba la chaqueta de su novio y la tomó para entonces colocársela con cuidado a Jay, quien jadeó de dolor. —...Cariño, tenemos que irnos de aquí.

—No... Yo no puedo seguir, pequitas, lo lamento. —Se opuso el chico de cabello largo, demasiado adolorido como para moverse. —Encuentra un lugar seguro y quédate ahí.

—No me voy a ir de aquí, no te voy a dejar. —Sentenció Carlos, entonces los dos comenzaron a llorar, odiando sus vidas. —Me quedaré contigo en esta Isla, horrible Isla, aunque sea lo último que haga.

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  En Auradon, una enorme explosión de humo rosado se hizo presente en la sala del trono del Castillo de Bestia, y la jovencita que había sido teletransportada hacia allí con magia empezó a toser mientras el humo desaparecía.

 ¿Audrey? —Habló Dizzy, comenzando a avanzar hacia la hija de Aurora, quien le estaba dando la espalda. — ¿Me trajiste aquí para que pudiera ver a Evie? —Sugirió con inocencia, pues el castillo estaba oscuro y le costaba ver a la chica que estaba buscando.

—No. —Contestó la adolescente, girando sobre sus talones para encarar a la niña. —Te traje a nuestro nuevo castillo. —Informó, entonces la recién llegada se le acercó para verla mejor.

— ¿¡Te hiciste un cambio de look sin pedírmelo!? Ok eso me dolió pero ¡te ves bellísima! —Chilló la pelirroja, emocionada, pero luego se obligó a sí misma a calmarse. — ¿Este es nuestro nuevo castillo? ¡Wow! Aunque yo creí que era de los VKs, ¿dónde están ellos?

—Están en el basurero al que pertenecen. —Respondió la Reina del Mal, sonriendo con maldad y arrogancia. —Aquí viviremos desde hoy en adelante, así que acostúmbrate a nuestra nueva vida.

—Pero... creí que no querían volver a casa, a menos que... los hayas enviado ahí de alguna manera. —Susurró Dizzy, luego de unos segundos, pues aún estaba confundida. —Puedo acostumbrarme a una vida de lujos, después de todo, esto es todo lo que siempre he querido tener. —Admitió sonriendo.

 Fue entonces cuando el Ojo de Dragón comenzó a centellear y Audrey se volteó, frunciendo su ceño. La nieta de Lady Tremaine sintió un escalofrío al ver aquel objeto.

— ¿Qué ruecas endemoniadas pasa ahora? —Gruñó la descendiente de Aurora.

— ¿E-ese es el pe-peligroso ce-cetro de Maléfica? —Murmuró la VK, sintiendo algo de miedo pero también curiosidad, por lo tanto se acercó para ver qué sucedía con aquel objeto mágico tan poderoso.

—No te acerques a mi cetro. No quiero correr riesgos así que no lo toques bajo ninguna circunstancia. —Le ordenó la Reina del Mal, con un tono prepotente que logró que la niña se detuviera, entonces Audrey tomó el báculo y comenzó a caminar hacia el trono para entonces tomar asiento allí; suspiró hondo y miró el cetro de reojo. —Elige la habitación que más te guste para dormir.

—Lo siento, no sabía que esa cosa es muy importante para ti. —Murmuró la hija de Drizella, sintiéndose algo incómoda, entonces mordió su labio inferior. —Bien, iré a buscar un cuarto, te buscaré si te necesito para algo importante. —Dijo la pequeña y subió las escaleras hasta que llegó al segundo piso y comenzó a revisar cada habitación.

  ¿Qué había pasado exactamente con Evie, Mal, Carlos y Jay? pensó Dizzy mientras exploraba el palacio, ¿dónde están los piratas y Celia? ¿Por que había despertado sola en  Northern Wei?

 Sabía que esas preguntas no tendrían respuesta por ahora, por lo tanto ingresó a la habitación que solía ser de los chicos, indignada. Vio una pecera en una mesa de luz y frunció su ceño, sorprendida al encontrarse con un pez allí, así que la tomó para salir de la habitación con ella y comenzó a bajar las escaleras con cuidado para no caerse.

—Muéstrame los alrededores de Auradon... —Oyó que Audrey hablaba con el cetro que inmediatamente la obedeció, ella comenzó a buscar algo anormal, mientras la menor descendía por las escaleras. —Todo está en calma como debe ser. —Dijo satisfecha y el báculo dejo de brillar, la descendiente de Aurora recostó su cabeza en el respaldar del trono, justo cuando la niña terminó de bajar las escaleras.

— ¿Audrey? —Habló la pelirroja, caminando hacia ella lentamente, aún sosteniendo la pecera. —Lamento molestarte pero estaba buscando una habitación y creo que encontré a tu amigo Chad... —Murmuró, refiriéndose al pez.

— ¿Chad? —Repitió la nieta de Leah, elevando una ceja, frunció su ceño y luego soltó una carcajada al darse cuenta de que era él pues había un pequeño castillo que tenía su nombre escrito allí. — ¡Alabado sea quien lo volvió un pez! -Se burló, aún riéndose.

—Hasta tiene un castillo en su pecera, supongo que era lo mínimo que podían hacer porque mi primo debió ser muy insoportable. —Exclamó Dizzy, viendo como el príncipe nadaba desesperadamente y parecía estar insultándolas. —Creo que está molesto porque nos estamos riendo, ¿quieres... ayudarlo o vas a dejarlo así? —Sugirió, intentando aguantarse la risa que le producía la situación.

—Porquería de príncipe. —Gruñó Audrey, haciendo una mueca de disgusto, luego bufó y Dizzy colocó la pecera en el suelo. —Aunque en el pasado fuiste un despiadado gusano, ahora gracias a mí volverás a ser humano. —Recitó el encantamiento y agitó el cetro, lanzando una ráfaga rosada hacia la pecera, unos instantes después Chad había sido transformado de nuevo en humano; estando completamente mojado y tenía el pie atrapado en la pecera.

— ¡Malditos Jay y Carlos, les voy a romper todos los huesos! —Protestó el rubio, sacando el pie de la pecera, mientras temblaba de frío. Miró a su alrededor y sonrió al reconocer a la hija de Aurora. — ¡Audrey! Que linda estás, te queda el cambio. —La halagó antes de besarle la mano, pero ella la quitó rápidamente.

— ¡Sabandija! —Masculló la adolescente antes de levantarse del trono y hacer que el cetro resonara contra el suelo. La pelirroja chilló de miedo al ver eso. — ¡No necesito tus cumplidos, baboso! —Gruñó.

— ¡No insultes al rey de Charmingtown! —Le advirtió el rubio, entonces la Reina del Mal agitó el cetro para lograr que él se viera forzado a ponerse de rodillas frente a ella debido a la magia negra. — ¡Audrey! ¿No quieres tener a un valiente rey a tu lado que te proteja? ¿O a un... leal secuaz?

—Ugh, comienzo a entender por qué lo convirtieron en un pez, él es insoportable. Ahora comprendo por qué los Tremaine odiamos a Cenicienta y a su familia. —Comentó la hija de Drizella, jugando con su cabello.

— ¿Y tú quién mierda eres? —Dudó Chad, confundido. — ¡Inclínate mocosa, soy un rey! 

—Soy Dizzy, la que te salvó recién, soy tu prima así que trátame como lo merezco. —Exclamó la VK, seria. —Una Tremaine nunca se inclina ante idiotas. 

— ¡Rey de nada! —Chilló Audrey, lanzándole otra ráfaga de magia rodada con el cetro en dirección a él.

— ¿¡Cómo que rey de nada!? —Se quejó el hijo de Cenicienta, siendo impulsado por la magia hasta que su espalda impactó contra la pared, él gimió de dolor.

—Tú vas a ser mi esclavo, y si no te gusta... —Ordenó Audrey, acercándose a él y apuntándole con el cetro. —...Te mataré.

 ¡Odio ambas opciones pero está bien, lo seré! —Accedió él, de mala gana, pues lamentablemente no tenía otra opción. —Pero ¿qué vas a hacer con esa ratita? Yo pienso que también debería ser tu esclava. —Dijo, refiriéndose a su pariente.

— ¡Ten más respeto por la única familia que te queda, infeliz! —Exigió la pelirroja, indignada, pero retrocedió asustada cuando escuchó esa sugerencia. — ¡No! No lo escuches, Audrey. —Suplicó, asustada.

— ¡Aquí el único esclavo eres tú, Chad Charming! —Gritó la Reina del Mal, mirándolo de manera bastante intimidante. —Y no se te ocurra ofender a Dizzy porque te hago mierda.

— ¡Así se habla, Aud! —Comentó la pelirroja, estando relajada y orgullosa.

— ¡Eso no es justo! —Masculló el rubio, indignado.

—No querrás terminar en la Isla de los Perdidos... ¿O sí? —Lo amenazó Audrey, sonriéndole de manera perversa, el cetro brilló en ese instante.

— ¡No, no, no; no me mandes a la Isla! ¡Seré un buen esclavo! —Chilló Chad, aterrado.

—Entonces nos obedecerás, porque ahora serás el esclavo de Dizzy. —Dijo la descendiente de Aurora, sonriendo con malicia. —Encárgate de este pendejo, pequeña. —Añadió, mirando a la niña con una sonrisa.

—Ahora esto sí se puso bastante interesante. —Dijo la pelirroja, emocionada por su nueva tarea.—  ¿Y lo puedo encerrar en el calabozo? ¿¡Y probarle todos mis accesorios!? —Dudó, la adolescente asintió con la cabeza.

— ¿¡Acaso esto puede ser más humillante!? —Masculló Chad, indignado. — ¡No puedo creer que le tenga que hacer caso a una ratita de la Isla! Seguro no sabe ni comer apropiadamente.

— ¡Estoy harta de ti! —Alzó la voz Audrey, cansada, le lanzó un rayo rosado con el cetro para volverlo gordo. Dizzy se ocultó detrás de la chica cuando ella comenzó a usar su magia contra él. — ¡Ahora aprenderás! —Aseguró, furiosa.

— ¡Oye! ¡Ya no soy hermoso! ¡No merezco esto! —Se volvió a quejar el descendiente de Cenicienta, molesto por su cambio de aspecto. — ¡Audrey, basta!

— ¡Cállate de una vez! —Demandó la hija de Aurora, agitando el cetro para lograr que él tuviera orejas muy grandes y mucho cabello en todo el cuerpo, Dizzy soltó una carcajada al verlo así y Chad las observó, muy ofendido. — ¡No vuelvas a molestarnos o te mato Chad! —Gritó.

—Ugh, ya entendí. —Susurró él, de mala gana.

—Esto es lo más divertido que he visto en todo el día. —Se burló la pelirroja, quien lo tomó del brazo. —Andando, te llevaré al calabozo. —Añadió y los dos se marcharon hacia su nuevo destino.

 Audrey suspiró hondo y se dirigió hacia el cuarto que solía ser el despacho de Ben, al llegar abrió la puerta y caminó hacia el escritorio, tomó asiento en la silla y dejó el cetro apoyado en la mesa, bastante cerca de ella.

—Que estrés... Creo que debo buscar una manera de quitármelo ya mismo... —Murmuró la joven, dándose cuenta de que el control remoto que abría la barrera mágica de la Isla estaba sobre el escritorio, también notó que habían muchos papeles sobre la mesa. — ¿Hace cuánto estuvieron estos papeles aquí? —Preguntó en voz alta, sabiendo que el fantasma del chico Bestia no aparecería para contestarle.

  Se encogió de hombros y comenzó a leer los papeles que le parecían más interesantes, hasta que localizó algo que la dejó shockeada.

 Una carta de Aurora para Benjamín.

—No puede ser... —Susurró ella, intrigada. —...La escribió el 15 de octubre de 2016. Fue... Justo antes de que Rosie y Ben se fueran de luna de miel.

  La curiosidad fue más fuerte que ella y comenzó a leerla: «15/10/2016.

 Estimado rey Benjamín Florian Beast de Auradon:

  Mediante la siguiente carta deseo comunicarle un pedido; aunque más bien es una exigencia por mi posición actual de reina. Exijo que el "Ojo de Dragón" sea trasladado a Auroria inmediatamente. No pretendo incomodarlo con esto; de hecho mi intención es lo más franca y pura posible: librarlo de un peso menos. El cetro pertenece a Maléfica; por tanto y demás se considera un objeto mágico muy poderoso, una reliquia antigua que simboliza la lucha y el poder mágico, una forma de inculcar a las futuras generaciones el conocimiento de la magia; por tanto y demás, considero que el "Ojo de Dragón" sea trasladado a Auroria. Puede estar seguro que no será usado como un trofeo de guerra, ni menos como un medio de intimidación; sino como un método de enseñanza.

 Mi más sincero respeto,

  Miembro del Consejo Real y legítima reina de Auroria, Aurora Rose.»

—Así que esta fue la razón por la que esta cosa llegó a Auroria. —Dijo Audrey, observando el cetro, entonces lo tomó con su mano izquierda. —De seguro lo mandó allá cuando se enteró de que Mal es hija de Maléfica.

—Pues esa fue una idea fantástica, madre. —Le dio la razón y dejó el cetro en donde estaba, recostó su cabeza en el respaldo de la silla, permitiendo que sus cabellos cayeran hacia abajo. —Después de todo sirvió de algo. —Prosiguió y cerró los ojos, dejó escapar un suspiro, mientras pensaba en Aurora.

 Recordó también a su padre y abrió los ojos, miró el cetro y lo tomó nuevamente.

—Enséñame mi cumpleaños número 16. —Exigió la joven, el objeto mágico le mostró los recuerdos exactos de aquel día en el que sus padres la habían llevado al mar -esa idea la había sugerido Aurora- y pasaron toda la tarde juntas, incluso cantaron juntas la canción del feliz cumpleaños hasta que su abuela llamó y arruinó todo. Audrey empezó a llorar al ver todo eso, pues había sido hace tan solo un año, y jamás volvería a suceder.

  De repente se oyó un golpe en la puerta.

 ¿Audrey? —Se oyó la voz de Dizzy desde afuera. — ¿Puedo pasar? —Añadió, parecía nerviosa por alguna razón.

 Audrey sacudió la cabeza, regresando a la realidad y agitó el cetro para que el mismo dejara de brillar, desapareciendo los recuerdos.

—Pasa. —Demandó la chica de Auradon, secándose las lágrimas rápidamente, en ese instante la puerta se abrió y la pequeña VK entró al despacho.

—Con permiso. —Murmuró la descendiente de Drizella. -Chad ya está en el calabozo.

—Perfecto, déjalo ahí hasta que te sea útil para algo. —Dijo la Reina del Mal, colocando su cabeza sobre la mesa. —No me importa ese imbécil

—Sí, Audrey. —Accedió la niña, dándose cuenta de que la chica de Auroria no estaba bien. — ¿Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor? ¿Darte un abrazo? ¿Hacerte un vestido? —Cuestionó, avanzando hacia donde ella estaba, quien no le contestó pues era demasiado orgullosa para pedir un abrazo.

 La joven ni siquiera se movió.

—Tomaré eso como un sí. —Dijo Dizzy, quien rodeó el escritorio para rodearla con sus brazos, viendo de reojo el control remoto y todos los papeles que se encontraban sobre la mesa; entre ellos la carta de Aurora. La adolescente tragó saliva y suspiró con dolor, pues aún no había superado todas las perdidas que había tenido que soportar, especialmente la de su madre. La pequeña VK la abrazó con más fuerza, buscando consolarla de alguna manera. —Sé que la extrañas pero pronto el dolor disminuirá. —Dijo, Audrey apretó los dientes y acarició lentamente el brazo de la menor.

—Cuidado. —Le advirtió la hija de Aurora entre sollozos. —No toques el cetro o te puede hacer daño. —Dijo, sin dejar de acariciar a la menor.

—No lo haré, no te preocupes, sé muy bien qué hacer para mantenerme alejada del peligro. —Aseguró la pelirroja, quien se apartó de ella para secar las lágrimas que descendían sin parar por las mejillas de la chica de Auroria, arruinando su perfecto maquillaje. —Hablando del cetro y perdóname por ser entrometida pero... ¿a quien enviaste a la Isla, además de Mal, Evie, Carlos y Jay? Porque no sé nada de los demás desde que me desperté por la mañana. -Cuestionó, la Reina del Mal suspiró al recordar lo que había hecho.

—Yo mandé a todos a la Isla menos a ti... —Contestó Audrey con sinceridad.

— ¿¡Que hiciste qué!? —Alzó la voz Dizzy, sorprendida, pero luego se recordó a sí misma que estaba en presencia de una reina malvada y se acomodó el cabello. —Perdón por gritar, pero... sí entiendo que tal vez Mal, Jay; Evie y Carlos se lo merecían, además de que estás celosa de Carter pero ¿por qué condenaste a los demás? Te llevas muy bien con Uma y los otros nunca te hicieron nada malo, ¡estábamos juntos en esta misión y los apuñalaste por la espalda! —Le recriminó mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos, ella detestaba su hogar y era consciente de que los demás no sobrevivirían estando encerrados allí. En ese instante, la expresión de la hija de Aurora se volvió indescifrable.

—Dizzy... Si los envié a la Isla es porque todos lo merecían. —Murmuró Audrey, conteniéndose para no dañar a la pequeña, entonces apretó los dientes. La pelirroja retrocedió, golpeándose contra el escritorio debido a sus nervios. —Y si bien los mandé a ellos y no a ti es porque consideré que ninguno me apoyó ni ninguno fue amigo mío en realidad.

—Todos ellos cuidaron de mí siempre, ¿¡y crees que merecían volver ahí porque cuatro arruinaron tu vida!? ¡No! —Dijo la hija de Drizella, negando con la cabeza, mientras intentaba no llorar frente a ella. —Los enviaste de regreso al lugar al que ninguno quería volver, ¿y sabes por qué? Porque esa Isla es peor de lo que crees, sus padres van a matarlos por haberlos abandonado, ¡no merecen eso! —Añadió, dolida.

— ¿¡Sabes algo!? —Gritó la hija de Aurora, histérica, hizo que el cetro resonara contra el suelo. — ¡Yo desearía tener unos padres diabólicos y morir en esa maldita Isla, pero en lugar de eso, mi madre y el resto de mi familia está muerta por culpa de los VKs! —Alzó la voz, dolida, luego se giró y lanzó un rayo de magia rodada hacia la ventana; el vidrio de la misma comenzó a romperse y la adolescente avanzó hacia allí.

— ¡No sabes lo que dices! ¡Estar ahí es una mierda y tener padres diabólicos solo empeora todo! —Se quejó la pelirroja, sollozando, mientras veía como el vidrio se quebraba lentamente. — ¿¡Qué estás haciendo!?

— ¿¡Qué sabes tú lo que es tener a alguien en tu vida que te dé todo el amor que te mereces y luego perderlo sin poder hacer nada para evitar esa tragedia!? —Le gritó Audrey, furiosa, volvió a golpear el suelo con el Ojo de Dragón y en ese instante todos los cristales que había en la habitación se rompieron. Dizzy gritó, asustada, cuando un viento fuerte ingresó por la ventana e hizo que el control remoto volara hacia la puerta de la oficina; mientras que todos los demás papeles volaban en distintas direcciones.

— ¡Lo sé perfectamente porque me pasó con los VKs durante toda mi vida! —Contestó la niña, temiendo que en cualquier momento ella hiciera algo que dañara a toda la Isla.

— ¡Tú jamás lo entenderías! ¡Tus seres queridos no están muertos! —Le recriminó Audrey, tan enojada como dolida, conteniendo las ganas de mandarla a volar en ese preciso momento. — ¡Nadie comprende lo que siento! ¡Nadie comprende mi dolor y estoy cansada de eso! ¡Estoy harta de todos! —Volvió a gritar y tomó la carta de su madre antes de que la misma saliera volando e hizo sonar el cetro contra el suelo por última vez, siendo rodeada por una nube de humo rosado.

— ¡Audrey! —La llamó la VK y corrió hacia ella, pero ya era muy tarde pues la Reina del Mal había desaparecido. Suspiró hondo y caminó hacia la puerta, observó el control remoto, sabiendo que la hija de Aurora no era idiota y se daría cuenta si se llevaba el objeto -y si abría la barrera en ese instante, ocasionaría un caos mucho más peligroso pues liberaría a todos los villanos y no deseaba eso, ya que solo quería recuperar a sus seres queridos-; por lo tanto lo levantó y lo guardó en el escritorio junto a los demás papeles.

  Haré lo correcto cuando sea el momento indicado pero no puedo hacerlo sola, pensó Dizzy, los voy a sacar de esa Isla, horrible Isla.

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