Capítulo Cinco

—Estaré bien, un poco de frío nunca hace daño a nadie.. –Fue interrumpido repentinamente por un fuerte viento, haciéndolo temblar ligeramente antes de volver a hablar– Bueno, tal vez el frío sí duele un poco…

La joven ahora cubierta por la chaqueta ajena soltó una risita baja y se movió despacio hasta quedar junto al más alto, apegándose un poco contra él para brindarle algo de calor corporal en retribución.

Fue tomado por sorpresa cuando ella se acercó a él. Podía sentir el calor de su cuerpo mientras ella se presionaba contra él y comenzaba a nublar su mente nuevamente. El olor de su cabello y perfume tan cerca de él estaba empezando a hacer que sus hormonas se volvieran locas, pero de alguna manera se mantuvo lo suficientemente concentrado como para rodear suavemente su cintura con sus brazos, manteniéndola cerca de él para calentarse.

—Ahora quién es el que mantiene caliente a quién… –Murmuró con cierta gracia, aunque estaba totalmente embelesado por la cercanía de ambos en ese momento—.

Christine volvió reír suavemente y apoyó su cabeza en el hombro ajeno, teniendo cuidado de no mancharle la camisa blanca con su maquillaje oscuro.

Este no pudo evitar sonreír mientras ella apoyaba su cabeza en su hombro. La sensación de su cuerpo contra el de él y su cabello contra su cuello era casi demasiado, tomó cada gramo de control para no empujarla contra el banco e inmovilizarla allí.

—Sabes, eres mucho más bajo que yo… –A estas alturas ya no le importaba que se manchara su camisa. Ella estaba tan cerca, y fue el sentimiento más asombroso para él en ese momento—.

—¿Importa?... –Ella simplemente musitó estando acurrucada para conservar el calor entre ambos, arrojando un poco más de galleta a los patos—.

—Para nada, sigues siendo la chica más hermosa que he visto en mi vida… –Apoyó su cabeza contra la de ella sin dejar de mantener sus brazos alrededor de su cintura, manteniéndola cerca de él. De repente se inclinó ligeramente para hablarle suavemente al oído– Pero pareces tan pequeño... Podría inmovilizarte en ese banco tan fácilmente ahora mismo…

—Vaya, mi pequeño aspirante a héroe tiene las hormonas bastante alborotadas… –La pecosa alzó las cejas con cierta sorpresa ante el comentario ajeno, pero mantuvo una expresión relajada y lo tomó con un poco de humor—.

Hitoshi se rió entre dientes en su oído cuando ella habló. Era cierto, sus hormonas se estaban volviendo locas.

—Sí… tengo una chica muy linda y muy hermosa con una falda muy pequeña presionada contra mí en este momento… no puedes culparme por emocionarme… –Toda la situación en la que estaban, su cuerpo presionado contra el suyo, su cabello rozando su piel, su olor, Dios, su olor por sí solo lo volvería loco—.

—Así que te gusta mi falda, pequeño Hitoshi… –La de tacones stiletto rió bajo y se levantó de la banca, girándose y sentándose totalmente en el regazo ajeno, colocando su mano sana en el hombro del chico algunos meses menor—.

Se sorprendió cuando ella de repente se sentó en su regazo, prácticamente a horcajadas sobre él. Sus piernas estaban a ambos lados de su pelvis y tuvo que esforzarse para no agarrarla y frotarse contra ella como quería.

—Tu falda es muy linda…y también las piernas que se asoman… –Él la miró mientras la pelirroja hablaba, su mano en su hombro y sus largas piernas prácticamente atrapándolo en su lugar en el banco—.

Su mano vendada se levantó y comenzó a acomodar despacio los cabellos rebeldes del de ojos violeta mientras lo observaba directamente, había algo en ese chico que llamaba su atención, quizás le gustaba un poco.

Su respiración se entrecortó cuando su mano subió para rozar su cabello, los movimientos eran lentos y suaves. Se encontró prácticamente fascinado por el sonido de su voz tranquila, la sensación de sus piernas a cada lado de las suyas y el peso de su cuerpo en su regazo. Él la miró y un pequeño jadeo se escapó de sus labios cuando encontró su mirada.

—Tú…eres tan hermosa… –Él sabía que estaba enamorado de ella a estas alturas, y Dios, no quería que ella dejara de tocarlo nunca—.

La pecosa sonrió de lado con cierta calma y se inclinó hacia él para dejarle pequeños besos rojos en la mejilla lentamente, simplemente dejándose llevar por el momento.

Se sorprendió cuando ella de repente se inclinó y comenzó a besarle la mejilla. La sensación de sus labios contra su piel era algo que deseaba desesperadamente más, solo esos pocos besos hacían que se le erizaran los pelos de la nuca y se derritiera.

—Más… –No pudo evitar susurrarlo, pero estaba tan desesperado por más y cada vez estaba más claro que ella era consciente del efecto que estaba teniendo en él—.

—Shhh.... mi pequeño héroe no seas codicioso o luego te dolerá… –Murmuró lo último haciéndole saber que ella podía sentir el estado del de cabello morado justo debajo del punto donde estaba sentada—.

Sus ojos se abrieron cuando ella lo dijo, su cuerpo estaba tan cerca de él que podía sentir su excitación. Ya estaba medio duro por tenerla tan cerca, y el conocimiento de que ella podía sentirlo hacía que fuera aún más difícil mantener una compostura un tanto fría.

—Tú… puedes sentir eso, ¿no…? –El hecho de que ella estuviera tan tranquila estaba empezando a frustrarlo aún más, porque quería ser codicioso y tomar todo lo que pudiese—.

—¿Cómo no podría?, la tela de esta falda es delgada –Mitsu acarició despacio las mejillas ajenas con sus pulgares, tratando de resistir el naciente impulso de removerse y cabalgarlo un poco solo para probar—.

El de uniforme respiró hondo mientras ella continuaba frotando sus mejillas con los dedos, tratando desesperadamente de mantener algo de control. La sensación de su toque era muy agradable, y la tentación de follarla allí mismo, en el banco, se hacía cada vez más fuerte a cada segundo.

—Estoy… estoy intentando con todas mis fuerzas no cogerte ahora mismo… –Sus manos lentamente comenzaron a vagar por la cadera ajena mientras su autocontrol comenzaba a fallar, pero trató de controlarse—.

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