Capítulo 9: Entre copas de champán


El sonido del agua en una fuente, el agradable ambiente fresco de la noche en el jardín, el césped recién regado y los árboles, las luces colgantes, las conversaciones que se perdían, copas de champán... Hacía un ambiente perfecto. Rafaela estaba sentada en un descansillo de piedra, con la copa a medio acabar y pensando que aquello no estaba nada mal, que le gustaría ser rica para estar allí todos los días. Y entonces llegó alguien, sentándose distraídamente al lado de ella, que no era otro que Jeremías. 

—¿Todo en orden? —preguntó ella.

—Todo en orden —respondió él—. Nada especialmente sospechoso ni relevante. 

—Bien —asintió Rafaela, inclinando la cabeza hacia atrás y mirando al cielo—. Hace una buena noche —añadió.

—Sí —coincidió Jeremías.

Le echó una ojeada a la chica. Semi recostada en el descansillo de piedra, el vestido cayendo al natural y el pelo inclinado a un lado. Sus ojos oscuros fijos en el cielo y reflejando los brillos de las luces, y esas pecas que combinaban con el color de su cabello. En aquel momento se giró, y él no apartó la mirada, sino que se quedaron ahí mirándose. Ella observó los ojos claros del chico, de aquel verde grisáceo que a veces parecía cristalino y otras veces opaco. El cabello castaño bien peinado, el traje arreglado, las zapatillas de deporte oscuras; todo impecable. Rafaela se llevó la copa a los labios, apurando lo que le quedaba. 

Ambos se levantaron y fueron al parador donde estaba todo el mundo. Kere dejó que la chica se fuera por ahí, a buscar otra copa, mientras él se quedaba observando. No pasó mucho tiempo hasta que se fijó en dos hombres, que conversaban algo apartados del resto; como no tenía nada que hacer, les prestó más atención. Ambos iban vestidos de traje,  y hablaban de algo muy concentrados.

—Tenemos que pillarlo esta noche —escuchó que decía uno de ellos.

—Bueno, solo hay que esperar a que la chica esté sola, nos la llevamos, negociamos... —respondió el otro.

—Él dijo que habláramos en el despacho.

Los demás fragmentos que escuchó Jeremías hicieron que se pusiera en guardia; ahí había algo que no le olía bien. Y todas las alarmas saltaron cuando vio a Rafaela entrar a la casa y que los dos hombres la miraban y decían algo al respecto. En aquel momento los invitados estaban desperdigados por todas partes, tanto en el parador y los jardines como dentro de la casa. Así que no le costó pasar desapercibido y seguir a los dos hombres. Al principio pensó que se dirigían al primer salón, donde se había servido el aperitivo, pero pronto vio que estaba equivocado. Siguieron por un pasillo y llegaron hasta una puerta, de lo que parecía ser un despacho; antes de entrar echaron una mirada alrededor, por lo que Jeremías tuvo que ocultarse más.

En el despacho había una tercera persona, pues pronto se escucharon sus voces conversando. El agente procuró acercarse todo lo que pudo. De nuevo, sus sospechas se confirmaron al escuchar el apellido «Cabreras», advertencias de tener cuidado, «encontrarla sola» y que así podrían «negociar». Jeremías en seguida supo que se proponían buscar a Rafaela, y encontrandola sola se la llevarían aparte para hablarle; seguramente una negociación a base de extorsión. Y eso no podía pasar. No sabía donde estaba Rafaela, pero debía evitar a toda costa que aquellos hiciesen lo que se proponían.

***

Rafaela estaba en uno de los corredores de la mansión, al lado de la escalera que llevaba al piso superior, cuando apareció Jeremías buscándola. 

—Rafaela.

—¿Qué?

Jeremías echó una mirada en torno, y seguidamente hizo algo que desconcertó demasiado a Rafaela. Cogiéndola por la cintura y pegándose a la pared, consiguió que terminaran los dos muy juntos.

—¡Jeremías! ¿Qué mierda haces? —preguntó la chica ante eso.

—Tú cállate y pégate a mí. 

Rafaela pensó que si ella ya llevaba copas de más, él estaba perdiendo la cabeza. Mientras Jeremías se mantenía así, con una mano en su espalda, acercó la cara a su oído.

—Solo hazme caso —susurró.

—¿Qué pretendes? —preguntó otra vez ella en el mismo tono, completamente desconcertada.

—Hay unos que te persiguen —siguió él, hablando bajito y manteniendo la fachada—. Si montamos esta escena, lo más posible es que pasen de largo.

El cerebro de Rafaela estaba adormilado por muchos motivos, pero al menos captó la idea. En aquel momento, los avizores ojos de Jeremías captaron algo que lo tensó; los dos hombres doblaban la esquina. 

Se pegaron más, fingiendo una perfecta escena de pareja que se aparta de la fiesta y terminan enrollados en un pasillo. Rafaela tenía la respiración agitada, al ritmo de los latidos de su corazón, y pensó que en realidad había bebido demasiado vino para ahora estar así, tan juntos que sentían la respiración del otro. Las manos de Jeremías recorrieron su espalda a través del vestido rojo, mientras él mantenía la cara pegando a la suya. Ella siguió con la escena, pasándole los brazos por el cuello, sin dejar de pensar que aquello era una situación demasiado extraña. Su pecho subía y bajaba, tenía calor, y no era buena combinación tantas copas de vino, estar tan pegada a él y saber que los mafiosos estaban a nada de ir a por ella. 

—Sigue así —musitó él, de forma casi inaudible, y ella sintió el roce de sus labios cerca de su oreja. Cerró los ojos invocando a alguna virgen, no se podía creer lo que estaba pasando. 

Los dos hombres que habían aparecido por el pasillo se quedaron un momento en las sombras, observando la escena. La chica, a la que reconocían por el pelo y el vestido rojo, y un hombre al cual no pudieron identificar, aparentemente demasiado enfrascados en sí mismos como para darse cuenta de nada más.

Uno de los hombres soltó un bufido por lo bajo, al ver que les habían arruinado la oportunidad. El otro sonrió socarronamente, disfrutando la escena.

—Mierda —murmuró el primero.

Al fin terminaron por irse, dejando a la pareja tranquila por el momento. Lo que estarían pensando hacer, la pareja no podía saberlo.

Jeremías y Rafaela, completamente pegados a través de la ropa y sintiendo la respiración del otro, dejaron pasar un minuto de margen mientras sus ojos se encontraban a escasos centímetros de distancia. Casi podría haber contado las pecas que tenía la chica, que lo miraba desde esos ojos color café cargado con las pupilas dilatadas. «Definitivamente, demasiadas copas de champán». 

Cuando Jeremías estuvo seguro de que se habían ido, apartó bruscamente a Rafaela. Ella arrugó el entrecejo. Seguía sin saber qué mierda pasaba con Jeremías.

Él la abandonó como si nada hubiera pasado, yendo hasta la esquina donde estaban antes los hombres. No había nada. Más tranquilo, expulsando todo el aire que le cabía en los pulmones, regresó.

—Y ahora, ¿qué mierda...? —empezó la chica.

—No están. Hemos conseguido disuadirlos, por ahora... —dijo él.

—Bien. Creo... que iré a por otra copa.

—¿No has bebido suficiente?

—Después de esto, no.

El agente puso los ojos en blanco, y se apresuró a seguir a la chica de rojo. Menuda faena en la que había ido a caer. 

Rafaela terminó apartada en el jardín, después de otras dos copas de vino, con Jeremías a dos metros. Después del suceso de los dos hombres, la tensión había aumentado y no paraban de dirigir miradas inquietas por todas partes. Por suerte, no los volvieron a ver; o bien habían desistido por esa noche, o no pudieron encontrar a Rafaela de nuevo. O, cosa que se temía Jeremías, estaban tramando algo peor.

Así que al final de aquella larga e interesante velada, todos empezaron a irse y tanto Rafaela como Jeremías por fin estuvieron subidos en el Mercedes-Benz gris oscuro. Ella se quitó los zapatos, una especie de sandalias negras con suela de esparto y un poco de tacón, quedando recostada en el puesto del copiloto. Por su parte, Jeremías respiró hondo y desabrochó el cuello de la camisa. Arrancó, y dirigió el coche por el camino de salida.

Era raro que hubiera salido todo así. Demasiado fácil. Había estado preparándose para una treta más audaz u otra clase de intento, acción y desesperación, pero apenas habían tenido que huir. Estaba bien, pero sabía que aquello no podía durar demasiado.

—¿Sabes? —dijo Rafaela—. En realidad no me gusta el champán. Es un tópico. 

—Pues con las copas que has tomado, pareciera que sí —replicó Kere.

—Una vez te tomas la primera, las demás da igual de lo que sean —siguió ella—. Ha sido una velada muy interesante, ¿no? Sobretodo la parte en la que huimos de los tipos esos. 

—Sí, sobretodo por eso —dijo irónico su acompañante. 

Tenía la necesidad de encenderse un cigarrillo, pero debía centrarse en conducir. Y si Rafaela iba a estar hablando todo el camino por culpa del vino, no ayudaría a calmarlo.

Pero al final Rafaela abandonó la conversación, y cuando llegaron al número 63 de la calle Alfajor tras todo el trayecto, Jeremías vio que se había quedado dormida. Se le escapó un suspiro, y fue a despertarla, moviéndola por los hombros. 

—¿Eh? ¿Qué? ¿Qué quieres? —murmuró ella, aún adormilada.

—¡Vamos! Estás en tu casa —le dijo él, quedándose de pie fuera con la puerta abierta.

—Ah, sí —dijo ella, y siguió hablando como para sí misma, al recordar algo—: Estaba soñando... Bueno, nada, no estaba soñando nada. 

Cogió los zapatos con una mano y salió del coche. Jeremías le indicó con un gesto la puerta de su casa, y se volvió hacia el coche. Cuando Rafaela subió el escalón de su casa y tenía la mano sobre la puerta, se giró a él.

—Jeremías.

—Dime —respondió él, volviendo a mirarla.

—Gracias.

Tras eso, la chica con el vestido rojo desapareció por la puerta y Jeremías quedó parado al lado del Mercedes, mirando a la oscuridad. 


AAAAAAAAAAAAAAA

Yo digo que aquí hay material para shipear >:D.

Ya sabéis, si estáis en alguna fiesta y tenéis que eludir encuentros inoportunos (como unos mafiosos), coged al primero que veáis y liaros en una esquina AJAJAJSAJ.

Pero pero pero ¿habéis visto esa última escena? njbhgjjkhj. Mega fangirleo. 

¿Qué os ha parecido? Esperabais más acción, lo sé. Sorry (not sorry JAJAJA), aquí nunca hay lo que se pueda esperar. 

Peronostatanmal, ¿no?

En fin, no sé si tenía algo más que decir... (perdida en champagne problems). 

Hasta el próximo vierneeeess MUAJAJAJA. Mucho love, babys <3

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