Capítulo 14: Otra vez en casa de Rafaela


Dijeron que se lo habían encontrado así a la salida de un bar y que habría sido una pelea callejera en la que los maleantes huyeron. Lo atendieron en Urgencias. Por suerte, sus temores de que tuviera algún hueso roto o lesión grave resultaron ser equívocos. Solo tenía una rotura de ligamentos en la rodilla que se le pasaría como un esguince, y muchos golpes y moratones. Los hematomas y sobretodo las contusiones, aunque algo aparatosos no resultaron en exceso grave. También tenía un labio roto, los nudillos despellejados y la nariz sangrante. 

A pesar del espanto de la enfermera al verlo, el diagnóstico fue que se podría recuperar en casa. Les interesaba largarse cuanto antes del hospital. 

Nora y Rafaela estaban en una sala de espera, mientras en una habitación curaban a Jeremías, atendiendo las heridas, limpiando, desinfectando y vendando. Una cura que tendría que repetirse a menudo hasta que estuviese curado del todo. Nora estaba sentada, como si de repente estuviera cansada y no pudiera ni con su propio peso; mientras que Rafaela se había levantado y estaba dando vueltas, pensando.

Al fin y al cabo, se decía, no era tan grave como parecía. Lo que más preocupaba era lo que podría haber pasado en un caso peor. Cada vez veía la amenaza como algo más real y palpable. Intentó razonar consigo misma. Bien, si a Jeremías le había pasado eso era porque a él le había dado la gana ir y meter las narices en algo peligroso... Y además, había salido vivo. Pero si eso no le importaba tanto, ¿por qué casi se le llenan los ojos de lágrimas al verlo tirado y con la cara llena de sangre?

«Lo ha hecho por ti», pensó de pronto. Todo el jodido lío era por ella, porque la maldita organización quería a su toro para sus oscuros fines. A su precioso y querido Thor, un animal noble, hermoso, y que contra lo que creía la gente no tenía mala fe, no era malo ni agresivo. Solo había que entenderlo como animal bravo que era. Y por eso Jeremías ahora se jugaba el pellejo en la misión de evitar que la organización se saliera con la suya. Un repentino ramalazo de ira y determinación recorrió a Rafaela. «Bien, pues no les dejaremos», se dijo con resolución. 

Por fin, salió Jeremías. Apoyándose en dos muletas, con vendas en las manos, la cara y el cuerpo, daba la perfecta estampa de estar jodido. Rafaela y Nora corrieron a su encuentro.

—¿Cómo estás? —preguntaron.

—Bien... —respondió. Nora le tocó en un hombro, no todo lo suavemente que debería, haciéndole exclamar—: ¡Auch, Nora!

—¡Perdón! Bien, bien, no estás. Pareces un trapo de arrastre.

—Gracias por el cumplido —medio bromeó él.

—¿Qué hacías?

—Las explicaciones luego. ¿Nos vamos? —lo último lo dijo alzando la mirada hacia Rafaela.

—¿A dónde? —inquirió ella. 

—A tu casa —respondió él, como si fuera algo obvio.

—¿Puedes andar?

—Lo intentaré.

—¡Vamos, tórtolos, que se nos hace tarde! —llamó Nora, siempre a la tremenda.

Kere rodó los ojos, acostumbrado a su compañera. La mujer negra se adelantó a ellos, saliendo primero. Rafaela se quedó rezagada con Jeremías, que manejaba las muletas algo torpemente, apretando los dientes para aguantar el dolor. Lo ayudaron a subir al coche, y Rafaela condujo hasta su casa. 

La suerte o una buena casualidad estaban de su parte, pues no había nadie vigilando la casa; con el panorama limpio, pudieron entrar en el número 63 de la calle Alfajor. 

***

—¡Estáte quieto y tumbado! Lo que nos faltaría ahora es que te empeores en vez de mejorar.

—¡Puedo hacerlo solo, que no soy un bebé, joder!

—Por hacerte el hombre has terminado así.

Con la evidente ayuda y comentarios de Nora, Jeremías quedó cómodamente instalado en el sofá de Rafaela, con su tela de diseño bohemio, entre cojines amarillos y un sutil olor a lavanda. Cerró los ojos, descansando sus doloridos músculos y relajándose. Nora fue a la cocina, donde Rafaela estaba preparando una infusión para el chico. 

—¿Tiene somnífero? —preguntó el castaño, al recibir la taza de manos de la chica.

—Tú bébetelo y entonces lo sabrás —repuso ella. 

Sin quitar sus ojos verdes de los castaños de ella, Jeremías se llevó la taza a los labios, que esbozaban una media sonrisa. Rafaela no apartó la mirada. 

—Y bien, ¿qué ha pasado exactamente? —preguntó luego.

—Eso —dijo Nora, plantándose frente a ellos.

—Bien... —empezó Jeremías, haciendo un esfuerzo por hablar—: Seguí al espía hasta una casa en las afueras. Creo que es uno de sus cuarteles.

—¿Sabes la dirección? —inquirió Nora, interesada.

—¡Pues claro! —replicó él casi ofendido—: Número 42 calle Albatros. Estuve ahí un rato, y vi que hablaba con otro hombre. Éste cogió y se fue andando por la calle. Lo seguí. 

Hizo una pausa, humedeciéndose los labios e ignorando la herida que tenía, para proseguir ante la atenta mirada de las dos mujeres.

—Estaba esperándome a la vuelta de una esquina. Lo demás, os lo podéis imaginar. Me atacó, me defendí, y aunque los dos íbamos casi igualados al final me tiró al suelo y me dejó para el arrastre. 

—¡Joder!

—Nos las vemos con profesionales. Hay que contar con eso. 

—Hay que hacer algo —dijo Rafaela, poniéndose en pie. 

—Sí. Tengo que ir a la Agencia —respondió Nora. Miró primero a uno y luego a otro, para después añadir—. Creo que es mejor que Jeremías se quede aquí contigo. 

—Ahm...

—Necesita recuperarse, no debe moverse, y visto lo visto cuanto menos salgáis y entréis más seguro será —resolvió, dando por zanjada la cuestión. Rafaela, viendo que tenía razón, no dijo nada. Por su parte, Jeremías había dejado caer la cabeza en una almohada y parecía ausente de todo. 

Nora ya estaba lista para salir por la puerta, puesto que seguía sin haber peligro a la vista.

—Buena suerte —se despidió Rafaela.

—Buena suerte a ti también —respondió Nora, esbozando una sonrisa. 

Después de que saliera por la puerta, Rafaela aún se quedó un rato parada, como sin saber qué pensar o hacer. Al ir junto al sofá, vio que Jeremías se había quedado dormido. «Bien, así descansará y se repondrá», pensó. 

Como casi siempre que no tenía otra cosa que hacer, salió al patio, donde estaba Thor. El hermoso animal, grande, fuerte, noble e imponente, del que muchas personas se sentirían intimidadas, se acercó mansamente a Rafaela. Su pelaje negro brillaba, bien cuidado, y sus profundos y oscuros ojos tenían una expresión de inteligencia. La chica lo acarició, y él acercó su cabeza a ella como lo haría un gato. 

Lo miró con cariño; era prácticamente lo que más quería en el mundo. Había conseguido tener un vínculo especial con él, un animal que todos decían que era fiero, pero que bien tratado podía ser tan fiel y tan manso como un perro. Recordó el comienzo, cuando lo había rescatado. Apenas tenía tres o cuatro años, y ya lo tenían preparado para una corrida donde acabaría su vida. Por una suerte especial, aquella corrida salió mal, salvando la vida del toro; pero estaba marcado y no serviría para otra corrida, por lo que lo iban a sacrificar. 

Rafaela, por pura casualidad, se encontraba en el lugar donde lo tenían; tiempo antes de llevarlo a sacrificar. Vio en sus ojos jóvenes la desesperación del animal que sabe que está encerrado y huele la muerte. Desde pequeña su pasión por los animales la había llevado a defender a esos que estaban marginados, mal tratados o infravalorados, y estaba convencida de que un toro bravo no era un animal salvaje que matar. Aquel primer flechazo condujo a negociar, consiguiendo que se lo dieran. Ahí comenzó el vínculo.

Sonriendo, recordaba los primeros días, en los que ambos tanteaban al otro. Iban despacio, con cuidado. El toro había salido de una mala experiencia, por lo que le llevó tiempo confiar plenamente en su nueva dueña. Y ella, por su parte, tenía mucho que aprender. Habían pasado tres años de eso, y ahora Thor era la niña de sus ojos. Alegre, manso, tremendamente fiel; juguetón, inteligente y fuerte. Disfrutaban plenamente el uno junto al otro.

Mientras estaba ahí con Thor, ambos tumbados sobre el césped, la mente de Rafaela iba divagando. 

—Te quiero, bestia —le dijo—. No dejaré que nada te aleje de mí.

Thor, como si la hubiese entendido, apoyó su gran cabeza en el regazo de ella. 


ALV

Ya ni repaso los capítulos, es que de verdad, qué estrés, qué estrés.

Anyways, ¿qué os ha parecido el capítulo de hoy? ¿Sobrevivirá Kere o irá de mal en peor? 

Y...ahora se quedará en casa de Rafaela... Rafaela con un agente en su casa...  juasjuasjuasjJABSKASJHSKHASLKJ *c ahoga*.

Y es que yo me muero kjnbhbjhvbj porque ¿los habéis visto? Rafaela y Kere, Kere y Rafaela, sin olvidarnos de Nora yyy de Thor, el bb Thor taaan mkjnjbh. Es que aaaaaaaaaaaaaaaaaa.

En fin, que gracias por leerme y apoyarme, que nos vemos en el próximo capítulo con próximas cosas jugosas, y que no tengo nada más que decir.

<3


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