• Parte 6

La joven mujer todavía seguía sin saber qué responderle, pero la presencia de su jefe se lo impidió.

—Señor Colleman.

—Papá —su hija se giró para enfrentarlo—, lo siento —se quedó un poco incómoda por saber que su padre la había escuchado.

—Ve con Ofelia o a hacer la tarea que tienes del colegio.

—Sí —le dijo agachando la cabeza y salió de allí disparada.

—¿Quiere que hablemos aquí o en mi oficina? —le preguntó, pero no la miró por vergüenza.

—Donde usted lo prefiera, señor.

—Vayamos a mi oficina.

Ella solo asintió con la cabeza y se levantó de la silla para caminar hacia el despacho. Nate cerró la puerta cuando fue él, el último que entró.

Ni siquiera sabía cómo empezar aquella conversación, no estaba acostumbrado y hacía cinco años que no salía con una mujer. Prácticamente estaba oxidado como a veces él pensaba de sí mismo con aquellas cosas relacionadas al amor. Y lo que tuvo con Geraldine para él no contaba porque no había sido una relación sana del todo.

El silencio era demasiado incómodo, pero se armó de valor y le habló.

—No sé por dónde empezar —admitió mirando el mueble que tenía de frente, pero no a ella que esperaba de pie cerca del escritorio—. La verdad es que me da un poco de pena que usted lo haya sabido por mi hija.

Orquídea que estaba de brazos cruzados, giró la cabeza en su dirección y unió las cejas.

—¿Es verdad lo que me dijo?

—Felicity no le mintió.

La joven quedó petrificada ante la confesión, pero intentó evadirlo con otra contestación.

—Pienso que cree que siente algo por mí por lo que le pasó con Geraldine.

—Lo que tuve con Geraldine fue hace cinco años atrás, ¿acaso un hombre no puede gustar de una mujer en tan solo dos meses y semanas de haberla conocido?

—No sé nada de relaciones de amor como para darle una respuesta, señor Colleman.

—Yo tengo bien claro lo que me gustaría tener en mi vida personal, pero yo necesito saber también si me permite conocerla más o debo buscar fuera de mi casa.

—¿Qué cree que pensará la gente cuando sepa que la empleada está saliendo con su jefe? Es un pueblo, señor, no se olvide.

—Es lo mismo si usted saliera con el ferretero del pueblo, por darle un ejemplo.

—No es lo mismo, vivo con usted y su hija.

—¿Hasta ahora escuchó algo fuera de lugar de los demás, dejando de lado las estupideces que decía Thomas de usted?

—N-no, pero...

—Pero nada, solo debe saber que el pueblo la aprecia mucho, de no ser así, no la habrían tenido en cuenta a la hora de la votación en el concurso del festival y le aseguro que hubo mujeres bonitas antes de usted que llegaron al pueblo, pero debieron irse por traer discordias entre matrimonios y noviazgos.

—A veces la culpa no es solo de la mujer, sino del hombre al que no le importó un rábano la relación que tenía con la novia o esposa.

—Coincido, entonces, ¿qué me responde a lo que le dije antes?

—Yo... no lo sé, señor.

—Sé que mi comportamiento hacia usted al principio no fue bueno, pero creo que hemos dejado eso atrás. Debería pensar en lo que mi hija quiere también y no solo en lo que cree usted que podría pensar el pueblo —declaró— y, como ya le dije, los que viven allí le tienen aprecio.

Nathaniel para que dejara de pensar más de lo debido, le siguió diciendo sobre lo que pensaba su hija de ella.

—Cuida muy bien de mi hija y ella la tiene como a una madre, ¿no le parecen válidas esas razones?

—Supongo que sí, pero, no es solo una cuestión de posibles habladurías sino una cuestión de dinero también, señor. Si intentamos conocernos más, yo no tendré más un sueldo y no creo que necesiten una maestra en la escuela.

—Es cuestión de preguntar en el colegio y si hay una vacante, podrá darle la mitad del sueldo o más de la mitad a sus padres, el resto lo puedo responder yo.

—No me gusta que un hombre pague mis cosas.

—No me refiero a eso, sus cosas personales las puede comprar. Usted no pone del sueldo que le doy para la compra del mes o lo que se necesite en la casa, ¿ve que no es tan diferente a lo que está haciendo ahora? —sugirió y ella negó con la cabeza.

—¿Y si no consigo puesto? —preguntó habiendo esa posibilidad.

—¡Mujer! —levantó la voz con desesperación dejando de lado la formalidad y se acercó para quedándose frente a ella—, te estoy diciendo que me gustas y te quiero ¿y piensas en el trabajo? —inquirió y la joven dio un par de pasos hacia atrás.

—Lo pienso porque la mitad de mi sueldo es parte de lo que sacan ellos de las ventas que hacen de materia prima, sin ese dinero, no llegan a fin de mes con lo que venden —admitió con angustia—, por más que estén acomodándose de a poco, no alcanza, casi nunca alcanzó —expresó con la voz quebrada y agachando la cabeza.

Nate la vio frustrada y triste, e hizo lo único que le salió en aquel momento, la abrazó por los hombros y dejó que llorara contra su pecho.

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