• Parte 6
A la hora de la siesta, Felicity y su niñera se quedaron a solas mientras que Nathaniel aprovechó en quedarse en su despacho para continuar con el trabajo.
—¿Cómo vas con la comezón? ¿Quieres que te ponga más de la crema o prefieres a la noche como te había dicho?
—Prefiero a la noche para que pueda dormir mejor.
—Bien entonces.
—Papá me contó sobre mi madre.
—Eso es bueno, ¿no? —dijo y la niña asintió con la cabeza—, algo escuché cuando pasaba por el pasillo y me alegro de que las cosas estén muy bien entre ustedes, como deben de ser.
—Yo también estoy feliz por eso —le sonrió—. Y me contó también que regresó la mujer con la que él estaba en pareja, y me aseguró que no saldrá más con ella —le expresó con alivio—, la verdad es que no me gusta esa mujer, no ha sido buena conmigo cuando yo era pequeña.
—¿Qué te ha hecho? —Quiso saberlo.
—Estaba demasiado pendiente de mi padre y me hacía a un lado, cuando papá no estaba con nosotras me amenazaba con llevarme a un internado cuando se casara con él, aparte de lo mentirosa que era en mostrar una cara cuando estaba con él y otra diferente me la mostraba a mí. Era mala y yo no quiero que papá esté con ella de nuevo.
—Si tu padre te ha dicho que no lo hará, debes confiar en él, cariño. ¿Tu padre sabe de esto que me cuentas?
—No —negó con la cabeza también.
—Ahora que ambos están bien, deberías contárselo, para que esté al tanto de todo.
—¿Y si cree que le estoy mintiendo?
—No va a creer eso de ti, no eres una niña mentirosa y es mejor que se lo cuentes, así no tienes secretos con él.
—Está bien, lo haré —dijo con resignación y bajando las cejas.
—No pongas esa cara —rio—, no te regañará ni nada de eso. A ver —cambió de tema—, ¿quieres echarte una siesta o jugar a algún juego de mesa?
—Me gustan los juegos de mesa. Quiero el de Cracking Ice.
—De acuerdo —le contestó buscándolo en el estante de juegos de mesa.
Orquídea preparó el juego de mesa sobre el baúl para dejarlo en el medio de ambas, Felicity se sentó en la cama con los pies colgando y ella en la silla.
La primera que empezó fue la niña y así continuaron poniendo las canicas arriba del papel tisú hasta que se rompió y Felicity saltó de alegría al ser la ganadora.
Jugaron una segunda vez hasta que el padre entró al cuarto ante los gritos y las risas de ambas.
—¿Qué está pasando aquí? —Curioseó el hombre.
—Le estoy ganando a Orqui —respondió entre risitas—. ¿Quieres jugar con nosotras?
—Por qué no —se acercó a ellas y se sentó en el borde de la cama.
A medida que pasaba el tiempo las risas y los gritos no se hicieron esperar mucho y la nena aprovechó en decirles que estaba cansada y dejó que los adultos jugaran entre ellos.
Nathaniel puso la canica con cuidado y luego la miró a los ojos.
—Creo que perderá, señorita D'Orè.
—¿Por qué está tan seguro? —cuestionó poniendo la suya con lentitud sobre el papel—. Me parece que perderá usted —lo desafió.
Y efectivamente fue el hombre quien terminó perdiendo.
—Me debe algo de ser así.
—Nunca hemos apostado y usted fue el que perdió, no yo.
—Siendo la ganadora tiene que pedir algo.
—No, es solo un juego de mesa, nada más.
—¿Qué le parece ganarse las llamadas a sus padres desde aquí sin la necesidad de enviarles una nota? Me lo ha contado Ofelia.
—No tiene que hacerlo.
—Insisto, por favor.
Orquídea lo miró y luego posó los ojos en la niña que con una sonrisa le asentía con la cabeza.
—De acuerdo, los llamaré.
—Ha tomado la decisión correcta —expresó Nate—, puede llamarlos las veces que quiera y en cualquier momento, no me molesta que lo haga, señorita, son sus padres y lo entiendo bien.
—Gracias, señor Colleman —respondió y ella supo que debía hacer otra cosa para dejar a solas a padre e hija así Felicity le contaba lo que le confesó antes—. Cariño —le habló a la niña—, te prepararé la ducha, te compré un jabón con manzanilla para que te calme un poco más la picazón.
—Está bien, Orqui.
Apenas la chica tomó la bata y unas toallas, entró al baño y cerró la puerta. Felicity que era muy perspicaz para su corta edad, supo que su niñera los había dejado solos para que ella le confesara lo que le pasó con Geraldine.
—Papá, ¿puedo contarte algo sin que te enojes?
—Dime —los ojos del hombre se dirigieron a los de su hija.
—Nunca te lo conté, pero cuando estabas con Geraldine, ella no era buena conmigo, cuando no la veías me decía que se iba a casar contigo y te convencería para que me lleves a un internado —manifestó estando sentada en el borde de la cama y moviendo las piernas de adelante hacia atrás—, ponía otra cara cuando tú estabas con nosotras, pero tanto ella como tú a veces me dejaban a un lado, pero creo que ahora entiendo que quizás eras así porque te dejabas manipular por esa mujer.
—He sido un idiota y te aseguro que no volverá a pasar, no dejaré que nadie más te diga algo malo, ni ella y ninguna otra persona. ¿Te ha hecho algo más aparte de amenazarte de esa manera?
La niña se quedó callada.
—Felicity, dímelo, ahora —aquellas tres palabras fueron expresadas con tanta seriedad que las sintió frías.
—Me pegó dos cachetadas en dos ocasiones. Creí que había hecho algo mal, pero cuando me hice más grande entendí que lo hacía para que le tuviera miedo y no te lo contara a ti, supongo que veía lo distanciados que estábamos en ese tiempo —su rostro comenzó a compungirse y encogió los hombros.
Nathaniel se acercó a su hija y la abrazó con fuerza contra su cuerpo.
—¿Por qué no me lo contaste la primera vez que te lo hizo?
—No lo sé, tenía miedo, no entendía mucho y no quería que te enojaras más conmigo.
—Felicity... —susurró y sollozó junto a ella que la escuchaba llorar.
Orquídea había abierto apenas la puerta del sanitario y miraba la escena con una sonrisa y lágrimas en los ojos. Estaba completamente segura de que aquel momento era el comienzo de una verdadera relación paternal.
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