• Parte 6
La joven mujer, pasó antes por el dormitorio de la niña, en donde le dijo que se irían de paseo. Pronto bajaron las escaleras juntas y Orquídea le preguntó a Ofelia si el señor disponía de un vehículo para conducir, por lo que la mujer de mediana edad, le asintió con la cabeza.
―¿El señor le dio permiso? ―le preguntó con dudas y algo de sospecha.
―Sí, me ha dicho que tomara las llaves ―le mintió con descaro por miedo a ser regañada.
―Están colgadas en el llavero de la entrada principal ―le dijo desde la cocina.
―Gracias, Ofelia.
―Cuida a la niña ―le respondió sincera, pero con preocupación también.
―Sí, lo haré ―le contestó asegurándoselo.
Felicity le indicó el abrigo de ella colgado en el perchero y Orquídea la ayudó a ponérselo, mientras la niña mantenía una sonrisa enorme en su rostro.
Al salir de la gran casa, la joven ayudó a subir a Felicity en el asiento trasero y puesto el cinturón de seguridad y luego ella, se metió dentro del asiento del conductor.
Nate escuchó el motor de su camioneta en marcha y pronto se levantó de la silla. Se acercó apurado al gran ventanal y vio a la niñera conducir su propia camioneta. Un vehículo que solo él conducía y al saber lo que había hecho frente a sus narices la nueva niñera, hizo que rechinara los dientes de rabia.
Salió con furia contenida del despacho y corrió hacia la entrada, cuando Orquídea terminó por colocarse el cinturón de seguridad, levantó la vista y lo vio frente a ella.
―¿Se puede saber qué está haciendo, señorita D'Orè?
―Lo que está viendo, señor Colleman, llevo a su hija a dar un paseo.
―No le di permiso para que conduzca mi camioneta.
―O me deja llevarla o le paso por encima ―replicó desafiándolo.
El hombre dio un paso al costado y ella pasó con la camioneta frente a él.
―En una hora y media volveremos. No se preocupe, la cuidaré muy bien.
―Después del paseo, usted y yo hablaremos claramente ―le contestó entre dientes.
―No crea que me asusta esa manera de hablar, señor Colleman. Hasta pronto ―le respondió y aceleró con arrogancia la camioneta.
Nathaniel entró a la casa ante la mirada atenta y divertida de Ofelia.
―¿Pasó algo, señor Colleman? ―cuestionó divertida.
―Pasa... pasa que la nueva niñera es demasiado aprovechada.
―¿Aprovechada? Creo que le tocó una mujer a su altura, señor Colleman. Y no soporta que alguien lo deje mal parado. Eso es todo ―le dijo.
―Cuando vuelva me escuchará muy bien. A mí nadie y mucho menos una mujer como ella me dirá lo que tengo que hacer.
―Creo que se está enfadando por nada y si mal no recuerda, usted también se crio en pleno campo, no cuestione sus orígenes, señor, porque la lengua puede que se la llegue a morder usted mismo ―le contestó Ofelia.
―No cuestiono de donde provengo.
―Y los de la señorita tampoco los tendría que cuestionar. Creo que es sencilla y muy buena. Una mujer que viene de tan lejos es porque necesita el trabajo y es seria. Que la vida le haya dado la espalda con la madre de Felicity, no quiere decir que todas sean iguales.
―Ofelia, no quiero que repita una cosa semejante.
―Lo entiendo, pero usted debe entender también que hay ciertas clases de mujeres que trabajan, son responsables en sus cosas y siguen siendo buenas personas. Que la señorita D'Orè lo haya enfrentado no es nada, era hora que alguien le haga frente al lobo feroz ―le expresó riéndose y yéndose hacia la cocina.
Resignado ante aquellas palabras por su cocinera, volvió a refugiarse en su despacho.
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