• Parte 5
La joven caminó hacia la cocina donde era el lugar al que iba a ir antes de que su jefe pidiera hablar con ella y le dio los buenos días a Ofelia.
—Empezó bien temprano a protestar, no te sientas frustrada por él, es un buen hombre, pero a veces carece de tacto, sobre todo, con temas relacionados a su hija.
—Me gustaría saber porqué es así con ella.
—Porque Felicity es muy parecida a su madre y por tal motivo no deja que la niña se acerque mucho más a él.
—¿Esa es la razón? —cuestionó sorprendida.
—Así es.
—Me parece un disparate que no se acerque a ella por un motivo así. Es ridículo.
—Reiteradas veces le he dicho que no sea de esa forma con la niña porque ella no tenía la cupa de haber nacido con rasgos casi idénticos a su madre, pero hazle entender eso al señor Colleman, es bastante testarudo cuando se lo propone.
—Ya veo que lo es.
—Solo espero que tú lo hagas cambiar de opinión con respecto a su hija y que intentes acercarlos, lo necesitan para poder seguir adelante.
—Trataré de hacerlo.
—Has llegado para traer armonía a la casa, de eso estoy completamente segura.
—Solo espero que terminen por tener una relación paternal como corresponde, porque la niña está en una edad que necesita a su padre, a ver, a cualquier edad se lo necesita, pero ahora más.
—Coincido contigo.
—Iré a despertar a la niña para su desayuno.
—De acuerdo, en unos minutos estará listo.
Varios minutos más tarde ambas salieron del cuarto de la niña y caminaron de la mano hacia el comedor donde vieron a la mujer preparar la mesa, por lo que enseguida las dos la ayudaron también.
Cuando la mesa quedó lista, Nathaniel se sentó a la cabecera y esperó a que lo atendieran. Ofelia le sirvió una taza de café y Felicity se sentó a la derecha.
—Papá, tú puedes servirte, Ofelia tiene que desayunar también.
—Lo siento, gracias —le dijo mirándola—, si quiero una segunda taza me la serviré.
—Está bien, señor.
La cocinera desapareció del comedor y los dos se quedaron solos.
—¿Tu niñera no desayunará con nosotros?
—Dijo que prefería quedarse con Ofe, ¿discutieron?
—Para nada, pero lo preguntaba porque suele desayunar con nosotros.
—A veces no todos quieren compartir la mesa contigo —lo observó con detenimiento—, y no la estaría culpando tampoco, tienes un carácter fuerte.
—Lo entiendo, ya sabes que estoy criado en el campo y soy bastante rústico.
—Pero no eres un ranchero cualquiera, papá, te enervas por cualquier cosa y a mí me gritas también, anoche te dije que eras mordaz.
—No me has dicho eso.
—Bueno, pero sabes a lo que me refiero, si no es por alguien más, tú no haces nada por mí —se quejó.
—Eso es mentira, Felicity, te doy lo que necesitas.
—Lo que necesito de ti es que me prestes más atención, no algo material para conformarme.
—No seas así conmigo, hija. No es lo que tú crees —intentó justificarse.
—Lo es, solo que no lo quieres reconocer.
—Tengamos el desayuno con tranquilidad, por favor.
—No sé lo que te pasó antes de que yo naciera, pero no tengo la culpa de eso que tú crees que está mal o qué sé yo —habló con algo de temblor en su voz.
Su padre no le respondió, pero sí la escuchó con mucha atención. No podía negar que se le parecía bastante a su expareja, madre de la niña, pero estaba claro también que no tenía la culpa de lo que había pasado entre ellos.
Terminaron el desayuno en silencio y Felicity le deseó un lindo día antes de salir del comedor para buscar a su niñera e irse al colegio.
Varias horas después y a la salida de la escuela, Orquídea miró con preocupación a la niña que iba a su encuentro decaída.
—¿Te ocurre algo, cariño? —preguntó mirándola a los ojos mientras la sostenía de las mejillas.
—No me siento bien.
—¿Qué sientes?
—Me duele la cabeza y me pica el cuerpo.
—Vayamos a casa para que estés más cómoda sin el uniforme y te recuestas un rato luego de almorzar, ¿te parece? —le sugirió y la niña asintió con la cabeza.
La ayudó a subirse a la camioneta y luego se subió ella para regresar a la residencia.
No les llevó muchos minutos en llegar y ayudarla a bajarse del mismo modo en que la ayudó a subirse, pero la niñera se percató de que tenía manchas rojas en la piel y a pesar de que no era ninguna experta en el tema, estaba casi segura de que tenía varicela.
Apenas entraron en la casa, le sacó el abrigo y ambas fueron al cuarto para ayudarla a desvestirse y ponerse ropa cómoda.
—Quiero acostarme.
—De acuerdo, mientras tanto te prepararé una sopa, ¿te gustaría?
—Sí.
Cuando la dejó dentro de la cama, ella salió del cuarto y se encontró con su jefe.
—¿Dónde está Felicity? Me extrañó que no viniera a saludarme —declaró con algo de incomodidad por tener que expresar su preocupación y sentimientos.
—La metí a la cama, no se siente bien.
—¿Qué le ocurre?
—Lo mejor será que llame a su pediatra, pero le comento que probablemente tenga varicela.
—¿Cómo sabe que es eso?
—Tiene la piel con manchas y comezón, esos dos síntomas es producto de la varicela, pero como le he dicho, es mejor que llame al pediatra.
—Lo haré, gracias, señorita D'Orè.
—De nada, señor Colleman.
—¿No se quedará con ella?
—Le iré a preparar una sopa.
—¿Podría preparar de más? Quisiera yo también.
—Está bien —le dijo algo sorprendida ante su pedido—. ¿No llamará al pediatra?
—Hay un teléfono en la sala, iré allí. Le gusta dar órdenes, ¿verdad? No está más en la escuela, sino en mi casa y aquí mando yo.
—Señor Colleman no le estoy ordenando que haga algo, simplemente me pareció raro que me siguiera porque está más cerca del teléfono de su oficina que del que está en la sala.
—Utilizo el teléfono que quiera, por lo tanto, usaré el de la sala —le respondió con seriedad y esos ojos verdes que la estaban mirando con fijeza le hicieron sentir incomodidad.
Orquídea no le habló más y se dirigió a la cocina donde se encontró con Ofelia, le pidió permiso para preparar una sopa y se dedicó a ello.
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