• Parte 4
La niña quiso que Orquídea le contara un cuento y minutos luego, Felicity quedó profundamente dormida.
Orquídea al salir de la habitación, bajó hacia la cocina para lavar los platos que se encontraban dentro del fregadero y Nate entró también.
―¿Quiere un café?
―No, gracias, enseguida me iré a dormir.
La joven trató de realizar el lavado lo más rápido posible porque le incomodaba estar a solas con él, no por miedo si no porque le parecía demasiado intimidante y soberbio también.
Aun cuando sintiera eso, trató de hablarle sobre el tema del cumpleaños de su hija.
―Dentro de ocho días Felicity cumple años.
―¿Sí? ¿Y qué pasa? ―le preguntó mirándola, antes de sorber un poco del café.
―Quiere festejarlo, ¿no lo sabía?
―¿Se lo ha dicho?
―Sí, me dijo que quiere una fiesta y usted no se la deja tener. Podría armarle algo en el jardín trasero, si usted me lo permite.
―No.
―Debe de haber un motivo por el cual no quiere que su hija lo celebre.
―No hay ningún motivo.
―Entonces deje que su hija tenga la fiesta. Se pondrá muy contenta de saber que su padre al fin accedió a realizársela.
―Que haya tenido estrecha confianza con mi hija en solo dos días, no le da derecho a entrometerse en asuntos de la familia, señorita D'Orè.
―Eso no es meterse en los asuntos de su familia, señor Colleman. Es querer hacerle una fiesta a Felicity. Se la merece por el simple hecho de ser su hija.
―Buenas noches, señorita.
Nate se retiró de la cocina dejando a Orquídea con la palabra en la boca. La joven se mordió la lengua para no insultarlo y decirle unas cuantas verdades. No quería perder su trabajo y tampoco quería separarse de Felicity, aquella niña no tenía la culpa del desprecio que le mostraba su padre de manera inconsciente y haría todo lo que estuviera en sus manos para que el padre terminara queriendo por definitiva a su hija.
Pronto fue a dormirse, mañana iría a ser un nuevo día ya que debía levantarse muy temprano para llevar a la niña a la escuela.
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