• Parte 3

Alrededor de la una de la tarde, Nathaniel y Orquídea llegaron a la finca mediante el coche que había utilizado ella la noche anterior y que se lo había dejado en el estacionamiento uno de los empleados del hombre.

Felicity y Ofelia los recibieron en el porche de la casa y Colleman se ayudó con un bastón que le proporcionaron en el hospital hasta que se recuperara del todo. Su hija bajó los pocos escalones, lo abrazó por la cintura y lo llenó a preguntas porque no sabía nada de lo que había sucedido.

—Dentro de la casa te lo contaré, solo debes saber que está todo bien —le avisó su padre acariciándole la mejilla.

—De acuerdo —asintió con la cabeza.

Los cuatro entraron a la casa y Ofelia fue preparando la mesa para que almorzaran mientras que la niñera la ayudaba y padre e hija se metían dentro del dormitorio del primero.

—No era nada relacionado a los caballos, ¿verdad? —habló mirándolo a los ojos con preocupación.

—No, fui mordido por una serpiente, pero tu niñera llegó a tiempo, hizo el trabajo más difícil, tener que cortar la picadura e intentar sacarme el veneno.

—¿Cómo? —Unió las cejas y ladeó la cabeza sin entender del todo.

—No necesitas saber los detalles, preciosa. Solo debes saber que ahora estoy recuperándome, tuve que quedarme desde anoche en el hospital.

—Me alegro mucho de que ahora estés bien y en casa —le dijo contenta y lo abrazó por el cuello porque él estaba a la altura de su hija y sentado en el borde de la cama.

—Yo también —le sonrió—, ¿qué te parece si le damos un regalo por lo valiente que fue en rescatarme?

—Le podrías pedir que salga contigo, ¿no? —sugirió.

—Felicity, eso no es un regalo.

—Pero me gustaría que la invitaras a salir. Yo quiero que seas feliz, papá.

—Y lo soy.

—No, no lo eres —negó con la cabeza también—, necesitas a alguien que te quiera de verdad, como una novia.

—Cariño, no estoy para esa clase de relaciones, ya te lo dije hace unos días atrás.

—La novia que tuviste antes era una odiosa y engreída, Orquídea es buena y cariñosa.

—Sé que tu niñera lo es, pero no creo que esté queriendo conocer a alguien, tú y yo sabemos que ella vino por trabajo, pero no puedo invitarla a salir.

—Si no se lo preguntas tampoco lo sabrás —admitió la niña.

—Eso es cierto —rio por lo bajo—, pero no es posible, Felicity —negó con la cabeza.

—Pero a ti te gusta, ¿por qué es imposible?

—Por el motivo que ya te comenté, preciosa, lo único que podría decirte aparte de eso, es que, solo sería cuestión de tiempo para saber si puedo o no invitarla a salir.

—Bueno, lo entiendo —contestó quedándose conforme con lo que le había dicho su padre.

Él le besó la frente y le dijo que se recostaría un rato, pero que cuando estuviera el almuerzo le avisara.

Después del almuerzo, las dos mujeres adultas fueron preguntándole si necesitaba algo mientras él se quedaba en el dormitorio o en la oficina para distraerse un poco trabajando. Incluso su hija quiso contribuir en llevarle una taza de café y luego un sándwich con gaseosa.

Dos días más tarde Nate invitó a Ofelia y a su marido para que almorzaran con Felicity, él y la niñera como muestra de agradecimiento y luego de la comida los invitados se retiraron y el dueño de la finca decidió irse a revisar los campos y hablar con los empleados. En la entrada de la casa Orquídea se acercó al hombre.

—¿No le parece que debería hacer más reposo? No veo mal que trabaje desde su casa, incluso podría decirle a su empleado más confiable que se dé una vuelta por aquí y le pida que le informe de los campos, no sería nada complicado, ¿o sí?

—Tengo muchas cosas que hacer, no solo trabajar desde mi casa.

—Hace tan solo dos días que salió del hospital, señor Colleman y la sutura se le puede abrir con un mal movimiento.

—No puedo darme el lujo de descansar más días.

—Es un patrón, no un empleado que debe rendirle cuentas a su jefe.

—No es lo mismo si yo voy, señorita D'Orè.

—Lo entiendo, pero podría llamar a ese empleado y pedirle que se pase por aquí luego de que revise lo que le pida mientras usted y su hija pasean un poco y con cuidado por el jardín, o pueden mirar una película juntos, lo que sea, pero sin salir de su casa para hacer reposo —manifestó con preocupación en su voz.

—Señorita, usted no es mi esposa para controlarme o decirme lo que debo o no hacer —declaró con énfasis en sus palabras—, antes que decirme eso, debería dejar las cosas claras con Thomas.

—¿Cree que no se las dejé claras? La noche del festival intenté dejarle claras las cosas y se las terminó aclarando usted cuando él trató de propasarse conmigo —se lo recalcó—. No pensé que yo merecía esa clase de hombre —admitió quedándose un poco descolocada.

—Me iré, regresaré a la puesta de sol.

—Haga lo que quiera, señor.

Nathaniel cerró la puerta de entrada a sus espaldas y cerró los ojos sabiendo que había sido un bruto con ella.

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