• Parte 3

La muchacha bajó poco antes que la niña, solo para ayudar al padre con la mesa.

―¿Puedo ayudarlo?

―¿No tiene que estar con mi hija?

―Su hija se las arregla muy bien sola, no necesita de alguien más para poder vestirse y tiene edad suficiente para opinar también ―le contestó tomando las servilletas de la mesada y ubicarlas sobre la mesa.

―¿Qué me quiere decir, señorita D'Orè?

―Que deje que le prepare una fiesta de cumpleaños.

―Es terca como una mula.

―Creo que a la mula la trata mejor que a mí ―le dijo y él se rio a carcajadas.

―Es muy graciosa, señorita. Luego veremos.

―¿Eso es un sí?

―No. Eso es un luego veremos.

Nathaniel dejó la fuente sobre la mesa y le gritó a su hija para que bajara. Felicity bajó enseguida, se sentó en la silla y esperó para que alguno de los dos le sirviera. Fue la mujer que le sirvió en su plato y luego le sirvió al padre también. Los tres almorzaron sin hablar mucho, pero la niña quiso mantener una conversación entre los tres.

―La maestra me ha puesto un diez en la tarea de matemáticas.

―Te felicito ―le dijo su padre.

―Gracias, papá.

Nate volvió a quedarse callado y retomó la conversación nuevamente porque no quería que lo viera como un mal progenitor, sino todo lo contrario.

―¿Y las demás materias?

―Van bien, estoy segura de que Orquídea me ayudará. ¿Sabes de todo un poco? ―le preguntó a su niñera.

―Sí, fui maestra rural, así que me sé un poco de todo ―le respondió con una encantadora sonrisa.

―Es muy bueno saber eso, así no tendré que pagarte maestras particulares ―le expresó a su hija y ambos rieron.

―Ay papá, no soy tan vaga como crees.

―Creo que Felicity es demasiado astuta para su edad y muy inteligente también. Aprendió pronto la forma básica de cómo contar y sacar los resultados de las cuentas ―le comentó al padre y luego miró a la hija―, si sabes hacer tan rápido esas cosas, estoy más que segura que podrás con todo lo demás ―le confesó con total sinceridad su niñera y la niña la miró tan sorprendida como halagada.

―Gracias ―le respondió Felicity ruborizándose completamente.

El resto de la comida transcurrió de aquella manera, poco habitual pero muy alentadora, sobre todo para el padre y su hija. 

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