• Parte 2

Su rostro era estructurado, con una mandíbula fuerte y una nariz recta que le asentaba muy bien a su rostro, portaba una boca semi carnosa, teniendo el labio inferior más grueso que el superior y un color de piel trigueña clara. Sus ojos eran los que más le llamaron la atención a Orquídea, eran de un bonito color gris claro por fuera y alrededor de la pupila eran de un verde que llamaba aún más la atención, su mirada estaba enmarcada por unas pestañas y unas cejas negras que le quedaban muy bien con el color de ojos. Ella volvió a la realidad cuando él le habló con seriedad.

―Me dijo Ofelia que viene por el puesto de niñera ―le contestó poniendo sus manos a los costados de las caderas y mirándola de arriba hacia abajo.

―Sí, señor ―le emitió tragando saliva y observando su manera de mirarla.

―Es usted muy joven para ser una niñera ―formuló de brazos cruzados y con una mueca de dudas.

―No sabía que debía tener una cierta edad para el puesto, señor ―le respondió con un atisbo de sarcasmo.

―¿Cuántos años tiene? ―inquirió con intriga y frunciendo el ceño.

―Veintiuno, señor ―le dijo a secas.

―¿Ha tratado con niños preadolescentes alguna vez? ―le preguntó haciendo una mueca de incertidumbre con la boca.

―Sí ―le respondió ella con total seguridad.

―Mi hija es muy reacia, no le gustan los extraños y ya tuve que despedir a varias del puesto porque no congeniaban con ella, es muy difícil de tratar, si está dispuesta a conocerla, la llamaré.

―Me gustaría, señor.

―De acuerdo ―le respondió él y enseguida nombró a la niña―, ¡Felicity! ―gritó el nombre con autoridad―, ven aquí un momento.

Una niña de al menos diez años apareció por el umbral de una de las puertas del pasillo. Se veía insegura y muy tímida. Dio unos pocos pasos hasta llegar a la entrada de la sala de estar y se detuvo para mirarla con atención a los ojos.

―Acércate más Felicity, la señorita quiere conocerte.

―¿Puedo ir yo hasta ella? ―le preguntó Orquídea.

―De acuerdo, pero le advierto que suele escaparse cuando se le acercan los extraños.

―Lo tendré en cuenta, señor.

Orquídea se acercó a ella y para el asombro de su padre, su hija se mantuvo quieta en donde estaba desde hacía escasos minutos atrás. 

La joven se puso frente a ella poniéndose de cuclillas y le extendió la mano.

―Orquídea ―se presentó frente a la niña.

―Felicity ―le dijo posando su mano sobre la suya―, no eres igual a las demás, me gustas ―le respondió con total sinceridad.

―Muchas gracias.

―De nada ―le regaló una enorme sonrisa―, ¿puedo mostrarle mi habitación, papá?

―No todavía, tengo que hablar un par de cosas más con la señorita.

―Está bien, hasta luego entonces ―expresó y se despidió de ella con un pequeño beso en su mejilla, algo que tanto su padre como la joven se sorprendieron.

La muchacha volvió a levantarse y se dio vuelta. Allí estaba él y la señora que la había recibido.

―Si tiene pensado ser su niñera entonces necesito decirle varias cosas más, si es tan amable, acompáñeme por favor ―le contestó con un brazo extendido para que lo siguiera. Cuando entraron al despacho, volvió a hablarle―. La paga es de cinco mil dólares cada quince días ―le dijo mirándola―, estará con ella para todo lo que necesite, día y noche, madrugada y mañana también ―hizo una pausa y tamborileó los dedos contra el escritorio―, no se tocará jamás el tema de su madre y ni tampoco temas entorno a ella, ¿está claro? ―le inquirió para después mirarla con seriedad―. Soy estricto y no me gustan las faltas en las personas, mi hija está en primaria, por lo tanto... la tarea la hará con usted ―le volvió a decir para luego quedarse callado y pensativo―, es la primera persona que ve agradable, con las demás que pasaron antes que usted fue todo lo contrario, le prestaban más atención al padre que a la niña y eso no lo tolero, no me interesan esas cosas, así que ―le expresó de manera rotunda―, siéntase dichosa señorita, vivirá aquí dentro también ―le confirmó mientras miraba algunos papeles que tenía sobre el escritorio―. Tendrá asignado el último cuarto del pasillo para dormir, desayunamos a las ocho, almorzamos a la una, merendamos a las cuatro y cenamos a las ocho nuevamente, si tiene hambre, Ofelia le dará algo de comer, ¿alguna pregunta o duda? 

La joven se lo quedó mirando con atención, pero pronto le habló para, en lo posible, hacerle entender que no compartía del todo su estricto itinerario.

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