♥ Capítulo 6 • Parte 1

Nathaniel pensaba en los acontecimientos de aquel día, en cómo la niñera tenía el afán de acercarlos más, él siendo bastante reacio al respecto porque cada vez que miraba a su hija, veía los rasgos parecidos a la madre de Felicity. Una mujer que había preferido seguir su camino antes que vivir allí junto a él para criar a la niña que tenían en común.

En el pueblo solían llamarlo el lobo porque acostumbraba a contestar mal y reaccionaba como un salvaje cuando no le gustaban ciertas cosas y, porque prefería estar solo con su humor antes que tolerar a alguien más para manejarle la monótona vida que tenía. Lo aprendió cuando se mezcló con una mujer que creyó ser el amor de su vida, sin embargo, el romance que había tenido resultó ser un fracaso por descubrir la verdadera cara que tenía la pareja de aquel entonces.

El hombre habiendo llegado a la conclusión de que no había nacido para tener una mujer, se giró en sus talones y salió de allí para entrar al cuarto de su hija y cuidarla durante la noche.

El mismo pensamiento tuvo Orquídea quien salió y abrió la puerta del dormitorio de la niña, pero se encontró con la figura masculina de su jefe, que estaba sentado en una silla al lado de la cama.

—Vaya a dormir, la cuidaré yo.

—No me molesta hacerlo, es mi trabajo.

—Insisto.

—De acuerdo, hasta mañana —le dijo ella.

—Buenas noches.

El siguiente día había amanecido muy ventoso y las ventanas cimbraban constantemente. Orquídea estaba despierta desde hacía media hora atrás y llevando en sus manos una taza de café al dueño de la casa que se había quedado cuidando a su hija la noche anterior.

Con una leve sacudida y un rico aroma a café mezclado con un sutil perfume a jabón de orquídeas, Nathaniel se despertó teniendo frente a él a la niñera.

—Buenos días —le acercó la taza.

—Gracias —la tomó por el asa—, tengo un dolor de espalda terrible, ¿cómo puede dormir en una silla así? —cuestionó perplejo.

—La semana pasada me quedé dormida mientras le contaba un cuento, luego me fui a la cama, pero he dormido en lugares peores.

La chica se acercó a la niña tocándole la frente y le habló al padre.

—Parece que la fiebre le bajó.

—Se despertó un par de veces durante la noche queriendo que usted estuviera con ella, pero le he dicho que necesitaba descansar también, parece que con eso se quedó tranquila y durmió un poco más, la segunda vez me pidió agua.

—Bien, por lo menos pudo dormir, ¿le dijo si le picaba el cuerpo?

—No, así que supuse que con la mezcla estaba bien. ¿Ofelia ha llegado?

—Sí, hace como una hora atrás.

Nate miró su reloj de pulsera y le avisó que se daría una ducha.

Durante todo el día la casa estuvo bastante tranquila, con silencios de por medio, lo cual para el dueño de la finca era lo mejor. No había gritos, no había contestaciones fuera de tono, nada, pero debía reconocer que, en parte, extrañaba las discusiones con la niñera.

Ese día decidió trabajar desde su despacho, para estar atento a lo que necesitara su hija a pesar de que le costaba y mucho reconocer que de verdad se preocupaba por ella.

Dentro del cuarto, Orquídea y Felicity estaban charlando mientras que la joven mujer le daba en la boca un postre como recompensa por lo bien que se estaba portando.

—Me alegro de que te encuentres mejor, la fiebre bajó y parece que no te pica tanto el cuerpo, pero aún no puedes salir de la casa.

—No me siento tan débil, pero de vez en cuando me da picazón.

—Te pondré más de la mezcla.

—Sí, por favor —asintió con la cabeza y abrió la boca para recibir otra cucharada de gelatina.

—Solo te pido que no te rasques porque te puedes lastimar, aparte de que te quedan marcas, como si tuvieras pequeñas cicatrices.

—¿En serio? —Frunció el ceño estando intrigada.

—Sí, yo la tuve y mi madre me decía que no debía rascarme, picaba mucho, pero tuve que hacerle caso.

—Entonces intentaré no rascarme.

—De acuerdo —le sonrió.

—¿Y mi papá?

—Está en su oficina, almorzó y se metió allí.

—No ha venido a visitarme —dijo agachando la cabeza y con un puchero.

—Se quedó toda la noche cuidándote, cariño, puede que esté cansado.

—¿De verdad? —Levantó la cabeza y abrió más los ojos.

—Sí, de verdad.

—Es raro en él, nunca me ha cuidado cuando no me sentía bien.

—De a poco está cambiando, ¿no te parece muy bueno eso?

—Sí y todo gracias a ti —le dedicó una gran sonrisa.

—Yo no he hecho nada, tu padre es un buen hombre, cascarrabias, pero es bueno. Creo que necesitaba un poquito de ajustes en sus tuercas para que supiera que tú lo necesitabas, pero también pienso que tiene miedo de que tú le reproches algo si se acerca a ti.

—No le diré nada, solo quiero que él sea mi padre, sabe que lo quiero.

—¿Estás segura de que sabe que lo quieres?

—Sí.

—¿Se lo has dicho?

—N-no —emitió en susurros dándose cuenta de aquello.

—Deberías decírselo, para que sepa que, si su intención es acercarse a ti, no lo rechazarás.

—Se lo diré cuando lo vea.

—Bien —le sonrió y asintió con la cabeza.

Orquídea le dio varias cucharadas más hasta que terminó la gelatina de fresas y luego de tomarle la temperatura y comprobar que tenía febrícula, la dejó a solas para que descansara.

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