Capítulo 8: Confianza

–¿Cómo te sientes con eso de convertirte en Hokage, papá?– preguntó Shina.

Sonriendo, Naruto habló.

–Diría que me siento felíz... sería otro sueño hecho realidad– respondió.

Mirando a su papá, el pequeño de ojos verdes sonrió, para después asentir.

Ambos se encontraban mirando a Hanami quien, con algo de dificultad, estaba entrenando con un clon de sombra que Naruto había hecho.

Hasta que la voz de Shina se escuchó.

–Ella también quiere convertirse en Hokage algún día– mencionó.

Aquellas palabras generaron que el rubio se sorprendiera, para después mirar a su hija con una sonrisa.

–Bueno, es una gran aspiración la verdad... y sé que si se lo propone, puede llegar a serlo– decía, para después mirar su hijo. –¿Tú también quieres lo mismo?– le preguntó.

–La verdad es que no, pienso que no es mi estilo– respondió.

Aquello solo provocó una risa algo ligera en Naruto.

–Continuemos, papá– dijo Shina.

Asintiendo, ambos se levantaron. Solo para después observar al pequeño Uzumaki hacer un sello característico con sus manos, comenzando así a dejar fluir chakra... de pronto, dos clones de él se hicieron presentes.

–Estás progresando, ya son dos clones sólidos, el entrenamiento está yendo en buena dirección– comentó Naruto.

Relajándose y suspirando, Shina deshizo el jutsu, para después mirar a su papá, con una sonrisa.

–Tienes razón– le dijo.

Suspirando, Naruto habló.

–Pienso que sería mejor practicar los clones de sombra otro día– decía. –Por el momento deberías centrarte en controlar tu chakra de viento– dijo.

Asintiendo, el pequeño hizo caso, tomando así la roca que había elegido previamente solo para, después, sentarse en el suelo, comenzando así a infundir chakra de estilo viento.

El chico tiene potencial–

–Así es, lo tiene, es sorprendente que a esa edad pueda manejar y mejorar sus habilidades tan rápido– dijo.

Teniendo en su arsenal el chakra de viento, será alguien de temer, aún más teniendo en cuenta que Sakura lo entrenó bien con su afinidad al agua– comentó Kurama.

Sonriendo, Naruto habló.

–Sakura-chan tiene más piel para enseñar, es normal que lo haya logrado– dijo.

Tsk... no pongas excusas, Sakura incluso le enseñó un par de jutsus, tú también deberías hacer lo mismo– decía. –Espera, me olvidaba que tú eres el que usa su rasengan para todo– comentó, riéndose de él.

Tras esas palabras, el rostro del rubio se marcó de una incredulidad notoria.

–En sí, conozco y sé algunos jutsus de viento, los aprendí en mis tiempos libres, deberías saberlo– respondió.

Bostezando, el imponente bijū habló.

–Debí haber estado dormido entonces– dijo.

–Dormido, claro... zorro perezoso– le dijo el Uzumaki.

Mirando nuevamente a Shina, Naruto sonrió, para después mirar a su hija quien aún seguía sin poder conectar golpe alguno al clon de sombra.

Vaya que crecen rápido...– pensó.

¿Has vuelto a tener el mismo sueño?– preguntó Kurama.

Asintiendo, el rubio habló.

–Y siempre termina de la misma manera... con una explosión– dijo.

Tras aquellas palabras, el noveno bijū miró la espalda del Uzumaki.

Pase lo que pase, estaremos preparados, y contigo sin dejarte oxidar, será más fácil– comentó.

Tras ello, la única reacción de Naruto fue una sonrisa.

Y mirando una vez más su espalda, una mirada que, más bien, parecía como si fuera la última vez que lo haría... Kurama sonrió.

...

Pasadas algunas horas después del mediodía, los tres finalmente habían llegado a casa.

Suspirando, el rubio miró a su alrededor.

Bueno, Sakura-chan estará en el hospital hasta pasada la tarde y hoy es mi turno...– pensaba.

Y mirando a sus hijos subir las escaleras para ir a sus habitaciones, el rubio se estiró, mientras crujia sus nudillos de igual manera, haciendo así seis clones de sombra, mientras a cada uno se le asignaba una tarea doméstica.

–Y yo me encargaré de la comida– dijo el original.

–¡En marcha!– se escuchó decir a los clones.

...

En un tiempo record, la casa de los Uzumaki lucía reluciente, y mientras el original aplicaba el último sazón a su comida, sonrió, para después girar y observar a sus clones.

–Buen trabajo, chicos– dijo.

Los clones solo se miraron entre sí.

–Así es, sí, buen trabajo– dijeron.

Y deshaciendo el jutsu, el rubio habló.

–¡Niños, bajen a comer!– decía.

La primera en hacerlo fue la pequeña pelirosa, quien había olido todo desde las escaleras.

–Eso huele muy bien– dijo.

Aquellas palabras solo lograron marcar una sonrisa llena de orgullo en los labios de Naruto.

...

Pasada la comida, se podía observar al pequeño de ojos verdes lavar los platos, mientras que la pequeña pelirosa se dedicaba a limpiar la mesa.

Aunque esta última, mirando a su padre, habló.

–¿Se lo llevarás a mamá?– preguntó.

Asintiendo, Naruto habló.

–Hace algo de tiempo que no tengo un gesto así con ella por estar ambos ocupados y pienso que hoy no vendría mal– dijo.

Aquellas palabras hicieron sonreír a la pequeña de los Uzumaki.

–Unas flores tampoco estarían mal si me lo preguntas– dijo.

–Pienso que esas serían mejor cuando ella vuelva a casa– respondió.

–Mmm... bueno, suena a un buen plan– decía. –Suerte, papá– comentó, sonriendole.

...

Habiendo pasado varios minutos desde que había salido de casa, el rubio por fin logró llegar hasta el hospital, aunque ingresando en la recepción, pudo mirar una cabellera rojiza bastante familiar...

–¡Hola, Karin!–

Al girar, la pelirroja lo miró.

–¡Naruto! ¡hola!– decía, mientras lo abrazaba. –Hace algo de tiempo que no te veía... es de mala educación alejarse tanto– dijo.

Rascando su nuca en una clara señal de vergüenza, el rubio habló.

–Realmente lo siento, el trabajo y el entrenamiento de los niños me ha mantenido un poco ocupado, ya sabes como es todo eso– comentó.

Alzando una ceja, Karin lo miró.

–Claro... se dejará pasar esta vez– dijo.

Tragando un poco de saliva ante aquel tono de voz amenazante, el rubio aclaró su garganta.

–Eh, ¿sabes si Sakura-chan está en su oficina?– preguntó.

Asintiendo, la pelirroja habló.

–Así es, que hablando de Sakura, hace casi una hora la invité a comer pero no quiso porque tenía papeleo pendiente o algo así– respondió.

El rubio solo suspiró ante esa respuesta.

–Menos mal, ya que le traje de comer– dijo.

Karin solo sonrió.

–Bien ahí, casanova– comentó. –Pero bueno, no te quito más tiempo, Sakura debe comer y yo debo hacer algunas cosas, saluda a Hana y Shina de mi parte– decía, tomando así unos papeles de la recepción.

–Y tú me saludas a Anzu– comentó el rubio.

Y, así, ambos tomaron distintos caminos.

...

–Adelante– se escuchó.

Aunque al abrirse la puerta, la pelirosa escuchó una voz que conocía como la palma de su mano.

–Jefa, realmente se ve muy hermosa hoy–

Y al alzar su mirada, observó a Naruto, sonrojada, mientras reía ligeramente.

–Ahora si me sorprendiste– dijo.

Acercándose, el rubio habló.

–Hoy entrené con los niños y además hice de comer, así que pensé en traerte un poco, y menos mal que no has comido– decía, algo que sorprendió a Sakura, más que nada porque sabía que no había comido algo. –Lo supe por Karin– dijo.

Bueno, misterio resuelto.

Aunque sonriendo con algo de vergüenza, la pelirosa habló.

–Estuve demasiado metida en el trabajo que dejé pasar mi hora para comer algo– dijo... justo para escuchar a su estómago rugir.

Escuchando aquello, el rubio extendió su mano, dándole la comida.

–Que la disfrutes, jefa– dijo.

–Tonto– respondió Sakura, riendo.

Aunque tras ello, la pelirosa se apoyó ligeramente en su escritorio.

–Pero cuidado, si te descuidas, puede que termines diciéndome así– dijo.

Al mirar a su esposa de esa manera, el rubio solamente se sonrojó.

Una reacción que hizo sonreír a Sakura. Por más que los años pasaran, seguía teniendo el mismo efecto en Naruto y eso era algo que, definitivamente, le encantaba.

...

–Creo que nunca te había visto comer de esa manera, Sakura-chan– comentó Naruto.

Ante aquel comentario, la pelirosa solo pudo sonreír con algo de vergüenza.

–Lo siento, pero es que realmente tenía hambre– dijo.

Y era que, en sí, Sakura no estaba comiendo, sino devorando la comida.

–No pidas disculpas por algo como eso, Sakura-chan... en sí, me alegro porque te gustó– decía, sonriendo. –Pero bueno ¿cómo está yendo el trabajo?– preguntó.

Mientras la pelirosa suspiraba, lo miró.

–Ha habido muchísimo papeleo, demasiado– decía. –Sobretodo para la financiación de nuevo material médico y para actualizar algunos departamentos que faltan– dijo, mientras recargaba un codo en el escritorio, sujetando así parte de su mejilla.

Aunque después de unos segundos, volvió a la comida.

Y mirándola de esa manera, disfrutando lo que Naruto había preparado... el rubio pensó en el sueño que había tenido.

Con ello, también recordó lo corta y fugaz que la vida podía ser, lo efímera que era.  Pero mirar a Sakura de esa forma, ahí, en ese momento, le parecía lo mejor. Eran de esos pequeños momentos que podía guardar en su memoria hasta el final de sus días.

Aunque, mirándolo, la pelirosa habló.

–¿Por qué me miras de esa manera? ¿ocurre algo?– preguntaba.

Escuchando esas palabras, la única reacción del Uzumaki fue sonreír.

–Solo me gusta verte de esa manera, Sakura-chan– respondió.

Sakura, por su parte, también debía admitir que el rubio seguía teniendo el mismo efecto en ella cuando decía cosas como esas y, por más que los años pasaran, le seguiría encantando de la misma manera.

–¿A-a qué viene eso ahora?– preguntó.

Riendo ligeramente, Naruto habló.

–No viene a nada... solo disfruto de verte, del momento– respondió.

Sonriendo, la pelirosa estiró su mano por encima del escritorio, encontrándose así con la mano del rubio.

–Te amo– dijo.

Dando una de esas sonrisas que solo ella podía sacar, el rubio habló.

–Te amo también, Sakura-chan– dijo.

...

–Llegaré a casa un poco antes del anochecer– mencionó la pelirosa.

Asintiendo, el rubio habló.

–Yo llegaré un poco después, Sakura-chan– dijo.

Aquellas palabras la extrañaron un poco.

–¿Después? ¿por qué?– preguntaba.

Aunque, mirando a su esposo, observo como bajaba su mirada, para después sonreír.

–Iré a visitar a un viejo amigo... y maestro– dijo.

Comprendiendo la situación, la pelirosa asintió.

–Entiendo... está bien– dijo, sonriendole.

–Bueno, te veré por la noche, Sakura-chan– decía, mientras caminaba a la puerta.

Pero justo antes de salir por ella, la voz de la pelirosa lo detuvo.

–Naruto– se escuchó, haciéndolo girar. –Estos días te he notado algo extraño... ¿tiene que ver con el hecho de estar cerca de convertirte en Hokage?– le preguntó.

–No, no, Sakura-chan, para nada es así– decía.

Suspirando, la pelirosa habló.

–Por la razón que sea... estoy aquí, Naruto, somos un equipo– dijo.

Sonriendo, el rubio la miró.

–Lo sé, Sakura-chan, sé que siempre me cubres la espalda... no te preocupes, estoy bien– dijo.

Aquellas palabras lograron formar una sonrisa en los labios de Sakura.

–Confío en ti entonces– dijo.

Sonriéndole, el rubio habló.

–Te amo, mucho– dijo.

Y mirándolo de la misma forma en como el rubio lo hacía con ella cuando ingresó a su oficina, la pelirosa habló.

–También te amo, tonto– respondió.

Tomando la perilla de la puerta, Naruto la miró una última vez.

–Lo sé, y creeme que no podría estar más felíz por ello– dijo, sonriendo.

Y, sin más, el rubio salió de su oficina, mientras un silencio invadía el lugar, dejando a la Uzumaki un poco pensativa.

Aunque recordando que tanto Shina como Hanami habían pedido el permiso de ambos para asistir a una especie de pijamada con Inojin, Shikadai y Anzu, y ambos habiendo aceptado... una idea llegó a su mente, sonriendo de solo pensarlo.

...

–Hola viejo, perdona por no haber venido en algo de tiempo–

Frente a él, se encontraba aquel monumento que había hecho varios años atrás cuando había terminado su batalla contra Pain.

–Vaya que han pasado cosas durante estos meses– decía el rubio. –Shina aprendió a controlar su afinidad al agua, además de que también aprendió nuevos jutsus gracias a Sakura-chan– mencionó. –Además de que ahora yo lo estoy entrenando con su afinidad al viento... ¿puedes creerlo? yo entrenando a mi propio hijo– dijo, riendo ligeramente.

Suspirando, continuo.

–Hanami ha intentado por todos los medios posibles conseguir alguna de tus novelas para así poder leerlas... pero me las he arreglado para evitar eso, además de que Kakashi-sensei siempre se pone muy nervioso cuando ella se encuentra en su oficina, dice que no quiere dejar una mala impresión en ella– decía. –Por otro lado, la abuela Tsunade se encuentra bien, solo que ahora mismo está fuera de Konoha por un viaje que hizo pero me dijo que volvería para verme, por fin, tomar el puesto...– mencionaba, suspirando.

El silencio del lugar y la pequeña brisa que le acompañaba, hizo cerrar los ojos al rubio. Quien sonrió, para después mirar nuevamente el monumento.

–Que hablando de ello, lo logré... Kakashi-sensei me aviso que tomaré el puesto de Hokage en un mes, más o menos– decía. –Por fin ¿cierto?– dijo, sonriendo... para después suspirar levemente. –Viejo, sé que no estás aquí físicamente pero... en dónde sea que estés, solo espero que te sientas orgulloso de mí– mencionó.

Y como si sus palabras hayan sido escuchadas, una suave brisa acarició su rostro, trayendo consigo una hoja, la cual se postró de manera perfecta en el centro del monumento... algo que logró cristalizar los ojos del Uzumaki.

–Me alegra saber que lo estás– decía, para después hacer una reverencia al monumento. –Trataré de no tardar tanto en venir la próxima vez... nos vemos– dijo.

Y así, girando para encarar el camino que lo llevaría de vuelta a Konoha, Naruto suspiró.

Comenzando así el camino de regreso.

...

Habiendo comprado el ramo de flores que Hana le había sugerido, y estando cerca de su casa, el rubio pudo observar a Shikadai, Inojin y Anzu respectivamente.

–Hola, niños– saludó el rubio amablemente.

Y mientras el Uzumaki revolvía el cabello de cada uno, algo que parecía irritarles un poco, los tres hablaron.

–Buenas noches, Naruto-san– saludaron.

–Me sorprendió cuando te mencionaron a ti también, Anzu, Karin dice que no te gusta convivir mucho– mencionó el Uzumaki.

La pequeña de los Uchiha solo pudo mostrar un rostro de incredulidad ante ese comentario.

–Tengo que convivir más, al menos eso es lo que opina mamá– dijo.

El rubio solamente rió ligeramente ante eso, vaya que Anzu se parecía a su papá en ese aspecto... aunque recordando el tono de voz que Karin utilizó cuando se la encontró en el hospital, esperaba que ese lado no lo haya sacado.

–Iré por los niños, no tardan– dijo el rubio, mientras los tres asentían.

Aunque al momento de abrir la puerta... recibió un portazo.

–¡Nos vemos, papá!– dijeron ambos.

Sobando su nariz, el rubio gritó.

–¡Hey, eso me dolió!– decía.

–¡Lo sentimos!– fue todo lo que pudo escuchar, para después verlos alejarse con sus amigos.

Carajo, estos niños no respetan que sea su padre– pensó. –¡Sakura-chan, ya estoy en casa!– avisó.

–¡Me alegra que ya estés aquí!– se escuchó desde el piso de arriba. –¿Los niños ya se fueron?– preguntó la pelirosa.

–¡Acaban de marcharse!– dijo.

–¡Perfecto, no te muevas de donde estás!– mencionó Sakura.

Aquello definitivamente extrañó al rubio, incluso iba a preguntar el por qué, hasta que la observó bajando por las escaleras... mirándola con un precioso camisón corto de satén, el cual dejaba ver a la perfección sus piernas, y con un escote que también cumplía su función a la perfección.

–Oh, señor Uzumaki... ¿ese ramo de flores es para mí?– preguntó.

Sonrojado, el rubio solo pudo asentir, mientras veía a la pelirosa caminar lentamente hasta él, como si fuera una depredadora tratando de intimidar a su presa.

Y tomando el ramo, Sakura olió las flores.

–¿Sabe? he escuchado que usted será el próximo Hokage... y ahora que estamos solos, tengo una petición que deseo hacerle– decía, mirándolo.

Tragando saliva, y con un ligero hilo de sangre saliendo por su nariz, el rubio habló.

–¿Cu-cuál sería esa petición?– preguntó.

Esa pregunta solo género una sonrisa algo... atrevida en los labios de la pelirosa quien, pasando su dedo indice por el pecho del rubio, hasta llegar a su barbilla, habló.

–¿Por qué no me sigue hasta el piso de arriba? ahí será mejor explicarle mi petición– decía.

Y así, lo próximo que el Uzumaki miró fue a su esposa girar y poner rumbo hacía las escaleras, mientras un movimiento intencionado de sus caderas le llamaba.

Sin más, y limpiando rápidamente su nariz, el rubio se puso en marcha.

Ahora agradecía más que nunca la pijamada de sus hijos.


























































































































































































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