Capítulo 9
Tras los últimos días en los que había vivido prácticamente como un perro, Sirius casi se sentía extraño al hallarse en su forma humana. Caminó desganado hasta la que fue su casa con pereza de lo que podía encontrarse ahí.
En cuanto intentó entrar, los maleficios protectores saltaron. Los neutralizó sin mucho esfuerzo. Dumbledore había establecido un sistema por el que debías ejecutar tu patronus para entrar -pues era inimitable-, pero él no podía producir uno. Por suerte, sus golpes y exabruptos también resultaban inimitables. Así que una pequeña ranura de la puerta se abrió.
-¿Sirius?
-¡Dora! –exclamó él- Menos mal que eres tú y no uno de esos imbéciles –comentó pensando en Dumbledore, Moody, los Weasley y varios más.
-¿Qué pasó la única vez que mi madre te dejó hacer de canguro? –preguntó para confirmar que era él.
-No pasó nada –aseguró el animago-. Estábamos jugando en el jardín, te gustaba que me transformara en perro. Pasó el gato de la vecina y me distraje persiguiéndolo dos segundos. Justo en ese momento, un topo muy veloz destrozó el jardín y se largó. Simultáneamente, tú decidiste cubrirte la boca de tierra sin ingerir un solo gramo. Volvió tu madre y me echó la bronca del siglo por alimentarte con tierra y destrozarle el jardín, ¡y no había sido así!
-¡Claro que fue así, no hubo ningún topo! ¡Me abandonaste por un gato, me aburría y comí tierra, Sirius! –comentó la chica entre risas.
-¡No! Yo no lo vi, así que no pasó. Y si me hubiese dado tiempo a limpiarte no lo habría visto nadie.
La joven auror sacudió la cabeza y le permitió entrar, sin duda era él. "Te hemos echado de menos, ¿dónde estabas?" preguntó mientras le abrazaba. Sirius aseguró que era una historia muy larga: había seguido el rastro de algunos mortífagos y recabado información viviendo en el bosque. La metamorfomaga le echó la bronca por arriesgarse así pero no pudo evitar hacer una observación:
-Hueles muy bien para haber vivido en el bosque –comentó con una sonrisa.
Sirius no estaba seguro de si olía al perfume que le ponía Bellatrix o al de ella que se le había pegado por dormir abrazados. Se encogió de hombros y respondió que viviese donde viviese, Sirius Black siempre era un dandi. Tonks rió y él le preguntó si estaba Shacklebolt.
-No, ha salido a una misión, pero puedo encargarme yo, ¿qué pasa?
-De acuerdo... Pero ten cuidado.
-Sí, claro, ¿qué pasa?
-Creo que sé dónde encontrar a uno de los mortífagos fugados, no estoy seguro del sitio exacto, pero seguro que puedes investigarlo –murmuró anotándole la dirección.
La chica frunció el ceño observándolo y asintió. Le pidió más datos pero Sirius no tenía ganas de revelar sus fuentes. Insistió, pero en ese momento apareció Moody:
-¡Hombre, nuestro desequilibrado favorito! –ironizó con resquemor porque se hubiese largado de nuevo sin avisar.
-Bueeno, me voy a investigar esto –comentó Tonks cogiendo su capa y optando por dejar a los machos alfa discutir-. Me alegro de verte, estás muy guapo.
Dicho eso, salió de Grimmauld y se apareció. Sirius discutió con Moody, que juzgó necesario reprenderle por su inexcusable irresponsabilidad. Luego con Lupin, por lo mismo pero con más tacto. Entremedias con Kreacher, porque las buenas costumbres no debían perderse. Después con el retrato de su madre, por lo mismo pero con insultos más gráficos. Solo a Buckbeak (que habitaba en el dormitorio de Walburga) lo saludó con cariño. Finalmente optó por encerrarse en su habitación como cuando era un adolescente rebelde.
No salió hasta la mañana siguiente y porque tenía hambre. El único que se quedaba algunas noches era Lupin, seguía casi en la indigencia y así se ahorraba el alquiler. Aunque solía marchar todos los días a diferentes misiones de la Orden, así que poco se veían. A Sirius eso le daba rabia: que al hombre-lobo le permitieran salir y él tuviera que quedarse encerrado. Claro que era un expresidiario fugado, pero bueno, cada uno tiene sus peculiaridades...
-¿Me vas a contar dónde has estado? –preguntó Remus sin levantar la vista del periódico.
-Ya te lo dije. Por ahí, ayudando en varios ataques –comentó Sirius vertiendo un poco de té en su copa de whisky.
El exprofesor dobló el Profeta, lo apartó y se le quedó mirando. El animago se estaba tomando el té mientras pensaba que echaba de menos su zumo de arándanos. Quizá podría pedirle a Kreacher que se lo preparara... "Sí, e igual aprovecha y me envenena de una vez" terminó el razonamiento.
-Estás diferente, hay algo diferente en ti –sentenció su amigo.
-¿Ah sí? –inquirió Sirius sin inmutarse.
Lupin se encogió de hombros sin dejar de observarlo. Al moreno empezó a irritarle y le preguntó qué habían hecho ellos durante esos días. El hombre-lobo le hizo un resumen de los diferentes ataques y cómo habían actuado para paliarlos. Le contó que por supuesto el Ministerio seguía negando la vuelta de Voldemort y no era de ninguna ayuda. Además, Arthur Weasley había sufrido un ataque en el Ministerio aunque una visión de Harry le salvó a tiempo. Discutieron sobre ese tema y después Lupin le puso al día del calendario:
-Mañana por la tarde ha organizado Moody una reunión de la Orden, así que vendrán sobre las seis. Y recuerda que al día siguiente empiezan las vacaciones en Hogwarts, así que vendrán Harry, Hermione y los Weasleys.
A Sirius le sorprendió que ya casi fuese Navidad, qué rápido pasaba el tiempo.
-¿Vendrá Sni...?
-No, Snape no viene –le cortó Lupin- y Dumbledore tampoco. Así que espero que haya paz y no discutas con nadie.
El merodeador asintió apático. Al principio de su "misión secreta" ardía en deseos de congregar a la Orden y contarles lo que había descubierto sobre los mortífagos y sus planes... Pero ahora cada vez le apetecía menos. No quería hablarles de Bellatrix, ni de lo que había vivido esos días. Necesitaba guardárselo para él y ni siquiera sabía por qué. Era irracional, peligroso y bastante estúpido, pero así era.
Por supuesto contaría lo que sabía, lo primordial era proteger a Harry, pero si pudiese dejar a su prima fuera del relato... Solo era importante como fuente, tampoco sabía cómo acceder a ella, ni la había visto haciendo nada ilegal... Se rió con sorna ante su hilo de pensamiento. "Claro que sí, intenta justificar a una asesina que te encontraste cuando se largaba de un ataque a un pueblo muggle" se reprochó. Con semejante angustia no pudo ni dormir. O igual lo que fallaba era la compañía...
La reunión de la Orden fue notablemente tensa. Se abrió con la noticia de Tonks de que habían encontrado a Rodolphus Lestrange en la mansión de un primo suyo en Lyon. Por desgracia se enfrentó a los aurores y murió en el fuego cruzado, no hubo opción a interrogarlo. "Aún así uno menos", suspiró Tonks, "Y gracias a la información de Sirius". Al instante todas las cabezas se giraron hacia él.
-Hubo un ataque hace como una semana en Tetbury, un pueblo de los Costwolds. Acudí a ayudar por mi cuenta y cuando me largué al terminar, escuché en el bosque a dos mortífagos.
-¿Quiénes eran? –preguntó Arthur Weasley.
-No lo sé, no me acerqué mucho para que no me detectaran, pero no me sonaban. Serían nuevos reclutas. Los escuché planear un futuro ataque, pero cuando me acerqué más en forma de perro, se aparecieron. Así que he estado estos días investigando para ver si me enteraba de algo más.
-Sí que serían novatos –comentó Tonks-, cualquier veterano ve a un perro y lo mata para asegurarse de que no es un auror...
-¿Y qué planeaban? –preguntó Shacklebolt.
-Un ataque a Hogwarts, creo. No sé si para llegar a Harry –dudo mucho que se arriesguen a eso- o porque quieren algo del castillo. Tenían planos del edificio y...
-¿Cómo los han conseguido? Se guardan en una cámara altamente protegida del Ministerio.
-Tendrán infiltrados entre los trabajadores, supongo. No sé qué pretenden, pero se centraban en una zona concreta de...
-¿Cómo los viste los planos? –inquirió Moody con su desconfianza deformación profesional.
-Cuando terminaron de examinarlos, los quemaron –mintió Sirius-. En cuanto desaparecieron utilicé un hechizo para reconstituirlos. Como estaban muy quemados, se desintegraron en cuanto intenté tocarlos, pero antes los examiné y era evidente que se trataba del castillo.
Si logró convencerlos, Sirius no supo decirlo.
-¿Y qué les interesaba de los planos? –se sumó Molly Weasley.
-Los pasadizos subterráneos bajo el castillo. No la zona de slytherin sino los más próximos al bosque, si me traéis un mapa- comentó dirigiéndose a los aurores-, puedo indicaros cuáles.
Moody y Shacklebolt se miraron entre sí.
-No creo que eso sea posible, Sirius... –empezó Kingsley- Todo lo referente a...
-¡Por el culo de Merlín, no os fiais de mí! –exclamó el animago levantándose con rabia- ¿Qué pensáis, que me lo estoy inventando? ¡¿Aún creéis que asesiné a los Potter?!
-¡No, claro que no! –se impuso Tonks con determinación- No es eso.
-Casi nadie puede consultar los planos de los edificios singulares. Ni Hogwarts, ni el Ministerio, ni Gringotts –empezó Arthur-, incluso los propios trabajadores no...
-Yo nunca he visto uno –comentó Tonks.
-Son alto secreto –sentenció Moody-. Esos edificios guardan muchos más secretos de los que todos nosotros somos capaces de imaginar y deben seguir siéndolo. Como tú mismo has dicho, siempre hay infiltrados entre los trabajadores y si conocieran los puntos débiles de los edificios o las salas potencialmente peligrosas, estaríamos ante un problema mayúsculo.
-¿Y no podríais hacer una excepción? Está claro que saber qué lugar es exactamente podría ayudar a prevenir ataques –comentó Lupin.
-Se necesita autorización del Ministro para consultar cualquier plano –suspiró Shackelbolt.
-¡Ja! –comentó Moody- Ese pelele de Fudge paranoico con que Dumbledore le quite el puesto jamás autorizará nada.
-Tú nunca has sido de los que necesitan autorizaciones, Ojoloco –comentó Sirius dándole un sorbo a su copa de vino.
Seguidamente se enzarzaron en una discusión sobre la posibilidad de robar los planos del Ministerio. No llagaron a ninguna conclusión. Decidieron meditarlo, ya que ni siquiera sabían si el ataque era real: dos mortífagos novatos no estarían al día de los planes más importantes del Señor Tenebroso... Ahí Sirius se mordió la lengua, pero no se pudo echar atrás. Si reconocía que había mentido para proteger a su prima la mortífaga... ambos Black compartirían celda en Azkaban. "Bueno, si me deja dormir con la cabeza en su regazo tampoco se estará tan mal" meditó Sirius. Cerró los ojos intentando borrar esa imagen. Ya se sentía bastante culpable porque el marido de Bellatrix hubiese muerto por su culpa.
Pese a que tenían razón, no podía evitar sentir una punzante aversión hacia los miembros de la Orden. Ellos ahí, con sus trabajos, sus familias y sus grandes planes... y él encerrado en casa y recibiendo broncas solo por salir a estirar las patas. ¿Y por qué le hablaban como si fuera un crío pequeño, por qué sentía que nunca llegaban a confiar del todo en él?
Al día siguiente el reencuentro con Harry le animó un poco. Le pidió que le contara cosas sobre el colegio, pero el chico estaba más interesado en conocer las novedades de la Orden. De nuevo Sirius fue regañado por intentar involucrar a su ahijado en temas de adultos.
-¡Harry solo es un niño! –sentenció Molly- ¡Dejadlo fuera de vuestras guerras!
Sirius cerró la boca intentando contener la rabia de que en su propia casa le dieran órdenes relativas a su ahijado. Después de cenar, se juntaron en el salón para charlar sobre sus planes navideños. El moreno intentó prestar atención, pero su cabeza se iba todo el rato a su prima. ¿Echaría de menos a su perrito? ¿Estaría triste por la muerte de su marido? ¿Qué estaría haciendo, a qué misión la habría mandado Voldemort? ¿Estaría asesinando gente en ese momento? "Seguramente" se respondió con amargura.
Para no desquiciarse más, se centró en sus invitados. Ron discutía con los gemelos: acababa de descubrir que estaban probando sus nuevos productos en él sin que se enterase. Y lo había descubierto porque le habían salido manchas en forma de patito de goma por todo el cuerpo. Al instante su madre les echó la bronca por usarlo de conejillo de indias.
-¡Es nuestro hermano pequeño! –exclamó Fred.
-¡Es nuestro deber hacer que su vida sea un reto! –completó su gemelo.
Eso hizo que Sirius abriera los ojos y soltara la copa de vino que cayó con estrépito sobre el parquet. ¡Su hermano pequeño, cómo no se había acordado antes! Arregló el estropicio provocado por el vino con un gesto de varita y se levantó.
-Buenas noches a todos, me retiro ya –se disculpó abruptamente abandonando el salón.
Subió hasta la cuarta planta a grandes zancadas y avanzó hasta el final del pasillo. "No entrar sin el permiso expreso de Regulus Arcturus Black" informaba una inscripción en la puerta. Había obedecido todos esos años, no por respeto si no por la angustia de despertar viejos fantasmas. Pero era el momento de entrar.
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