Capítulo 6

 Sirius no recordaba haber dormido tan bien en años. Ni pesadillas, ni despertarse cada hora, ni ninguna otra de sus molestias habituales. Fuera había dejado de llover y empezaba a salir el sol. La lumbre se había apagado pero una gruesa manta le protegía del frío. Iba a desperezarse cuando se dio cuenta de que lo que estaba usando de almohada era su prima. Bellatrix se había dormido con la espalda apoyada en la pared y una mano sobre su lomo (la otra aferrada a su varita). ¿Había pasado la noche en esa posición tan incómoda para no despertarle? Probablemente no habría dormido ni dos horas...

"Se acabó. En cuanto se vaya a 'trabajar', robo los planos y me largo de aquí" decidió el animago. Su idea cuando la encontró fue matarla; ahora empezaba a argumentar contra sí mismo que igual lo de los Longbottom no fue para tanto. "Me está volviendo loco, es su especialidad: tortura psicológica" meditó con agobio. Movió una pata y al instante Bellatrix se despertó. También parecía desconcertada al notar los rayos del sol y lo incómodo de su postura. Se frotó los ojos y murmuró adormilada:

-¿Sabes que gimoteas y aúllas en sueños? Pero se te pasa si te rascan la tripa.

Sí, lo sabía, Remus se había quejado cuando convivían en Grimmauld. "¿Ha pasado la noche rascándome la tripa para que durmiera bien?" pensó con angustia. Ojalá hubiese muerto él y no James, estaba claro que no sabía gestionar su vida ni sus emociones. Se incorporó y se desperezó. La morena intentó hacer lo mismo.

-Por Circe –masculló-, se me han dormido las piernas y creo que todo el cuerpo. No quiero ofenderte llamándote gordo, perrito, pero pesas mucho –comentó mientras intentaba desentumecer sus miembros.

Le llevó unos minutos levantarse. Sin duda las pociones sanadoras seguían ejerciendo un efecto sedante en su cuerpo. Pero lo venció.

-Y encima sueltas mucho pelo –murmuró sacudiéndose el jersey.

Sí, así era. Adoptar un perro siempre tiene consecuencias. Después de ducharse, le sirvió a Canuto su bol de zumo de desayuno. El perro la observó con deseo mientras ella se preparaba su vaso con whisky.

-¿Qué? ¿Quieres un poco? –preguntó frunciendo el ceño- No creo que te siente bien... Pero bueno, tampoco es lo más inmoral que he hecho –comentó riendo de su propia broma.

Se agachó y vertió un chorro de alcohol en el cuenco con zumo. Al instante el perro empezó a beber con ansia. "Madre mía, ¡sí que está bueno!" pensó satisfecho. Mientras la bruja se vestía en su dormitorio, el animago observó la casa por última vez. Solo había estado tres días, pero le había cogido cariño. Quizá a cambio de buscarle una prisión digna podría pedirle a su prima que se lo donara. Total, condenada a perpetua no necesitaba un refugio en el bosque... "Ya, pero no sería lo mismo sin ella" susurró una voz en su cerebro. Se golpeó la cabeza con una pata intentando borrar ese pensamiento.

-¿Qué haces, tienes pulgas o algo? Porque eso sí que lo odio... Siempre procuro sentarme en las reuniones lo más lejos posible de Greyback, tiene pinta de ser un pulgoso.

El perro la miró ladeando la cabeza. También odiaba a ese hombre-lobo, fue quien condenó a Remus a una vida de miseria al morderle de niño.

-Hoy tengo el día libre, así que vamos a dar un paseo.

Abrió los ojos sorprendido. No había contado con eso. Pero, ¿qué podía hacer? "Bah, la acompaño un rato y luego me largo" decidió. La morena le indicó que no podía pasear un perro despeinado y le obligó a acompañarla al baño. Buscó el peine y le cepilló con cuidado mientras él cerraba los ojos con placer. Después cogió el perfume que le robaba a su marido. De nuevo se lo frotó en las manos y luego le acarició para no aplicárselo directamente y que no le irritara la piel. El animago memorizó el nombre del perfume para comprárselo en cuanto fuese un hombre libre. Si es que algún día llegaba a serlo...

-Ya vuelves a estar guapo otra vez –informó la morena satisfecha.

Se miró al espejo con disimulo y confirmó que así era. Bellatrix se pasó una mano por la melena y juzgó que así ya estaba peinada ella también. Se puso la capa y salieron de casa. Canuto agradeció estirar las patas y enseguida encabezó la marcha correteando por el bosque. La bruja le siguió rezagada disfrutando de la libertad. De vez en cuando se detenía para recolectar moras, frambuesas o bayas comestibles que guardaba en su bolsillo. El animago decidió dar alguna muestra de ser un perro normal y buscó un palo. Lo cogió entre los dientes y se lo llevó a la mortífaga agitando el rabo. Bellatrix captó la pista y se lo arrojó con fuerza. A Canuto le encantaba ese pasatiempo, cuando era joven obligaba a James a lanzarle cosas para atraparlas. Así que repitieron el proceso varias veces.

Pasearon por bosques repletos de flores silvestres que crecían pese al frío. Olía a tierra mojada gracias a la lluvia que había caído durante la noche y los rayos del sol que se colaban entre las copas de los árboles caldeaban el ambiente. Ambos disfrutaron del paseo. Hasta que se cruzaron con alguien.

En cuanto detectó al muggle, Bellatrix borró la sonrisa, el desprecio copó sus ojos y agarró la varita bajo su manga con más fuerza. El animago rezó porque el intruso se alejara y continuara su camino, pero no fue así. Se acercó a ellos. Se trataba de un joven estudiante con una cámara instantánea que parecía estar fotografiando la flora del lugar. Canuto se colocó junto a la bruja ya dispuesta a torturarlo. No iba a dejarla atacar, se lanzaría sobre ella o lo que hiciese falta, pero no iba a hacerle daño al muggle.

-Buenos días –saludó sonriente el chico.

La morena no respondió, le siguió mirando sin ocultar su odio.

-Tiene usted un perro precioso, ¿puedo tocarlo?

Para evitar la respuesta, Canuto se acercó a él agitando el rabo como invitándole a hacerlo. El chico lo acarició mientras la bruja lo analizaba.

-Oye ¡qué bien hueles, amigo! –exclamó rascándole detrás de las orejas- Disculpe si les molesto –continuó el joven-, estoy catalogando los árboles de este bosque para mi tesis. Me han informado de que hay una zona de cedros pero no los encuentro, llevo horas andando en círculos. Me preguntaba si es usted de por aquí y si sabría indicarme el lugar.

Con los brazos cruzados sobre el pecho y expresión fría, la morena señaló de forma casi imperceptible una dirección. "¿Por ahí? ¡Muchas gracias!" respondió él sonriente. Parecía que iba a marcharse en busca de sus cedros pero se giró de nuevo hacia ellos.

-¿Quiere que les haga una foto? Como agradecimiento por ayudarme... Y porque no había conocido nunca a una pareja tan guapa.

No dio tiempo a que Bellatrix respondiera porque para evitar el desastre, Canuto frotó su cabeza contra el estómago de la bruja. Nunca había tenido ese gesto de afecto con ella y la pilló desprevenida. Le acarició la cabeza de forma inconsciente y el chico les hizo la foto. Como era una cámara instantánea, la foto se reveló al instante. El estudiante se la tendió a la morena con una sonrisa. Sin dejar de vigilarlo ella la aceptó.

-No molesto más, que tengan muy buen día. Adiós, amigo, protege a tu ama que te cuida muy bien y te lleva muy guapo –murmuró el chico acariciando el cuello a Canuto.

El perro ladró feliz aunque la orden le repateara el hígado. Seguidamente el estudiante se marchó. La morena se quedo inmóvil observándolo alejarse. Su primo aventuró que probablemente era la primera vez que dejaba a un muggle con vida. Cuando se perdió de vista, Bellatrix contempló la instantánea. Su rostro mostraba una pequeña sonrisa involuntaria y el perro parecía feliz exigiéndole caricias. Realmente eran una pareja muy guapa, con un halo oscuro y magnético envolviéndolos.

-Esta foto no se mueve –murmuró la bruja frunciendo el ceño-. Vaya inútiles son los muggles...

Canuto ladró como si no lo comprendiera. Mientras continuaban su paseo, quiso creer que ese encuentro la haría reflexionar al menos un minuto. El chico había sido perfectamente amable, les había regalado una foto y les había hecho varios cumplidos -todos ciertos- pese a la frialdad de Bellatrix que no había pronunciado una palabra. Ella no valoraba la amabilidad, más bien la despreciaba, pero le gustaba que alabaran sus virtudes (así eran los Black). Además los hombres siempre se le acercaban con la intención de usarla para sus fines y aquel muggle no lo había hecho. Quizá así veía que algunos no hacían mal a nadie...

En eso iba pensando cuando escuchó un gemido lejano. Se frenó y alzó las orejas. Su acompañante se dio cuenta y también se detuvo.

-¿Qué sucede, perrito? ¿Más muggles?

El perro olfateó el aire para encontrar el rastro y al poco Bellatrix lo escuchó también: "Viene de esa zona, cruzando el riachuelo" murmuró. Sin dudar, pusieron rumbo. Llegaron a una zona de vegetación densa que cubría el suelo y llegaba casi hasta la mitad de los troncos. Era bastante agreste con zarzas, arbustos espinosos y todo tipo de malas hierbas. El perro localizó el lugar exacto y enseguida la bruja vio de qué se trataba:

-Es una cría de zorro. Está atrapado entre esas zarzas.

Desbrozó la zona con un par de movimientos de su varita, pero si atacaba las hierbas podía dañar más al animal. El acceso no era fácil: los matorrales eran densos y todo estaba cubierto de barro tras las lluvias de la noche anterior. La morena se lo planteó durante unos segundos, pero como el zorrito seguía gimoteando, suspiró y decidió mancharse. Guardó su varita en la manga, extrajo una pequeña daga y sujetándola entre los dientes, gateó entre los arbustos ignorando las espinas que se le clavaban. Cuando alcanzó al animal, cogió la daga y lo liberó con cuidado. Al instante el zorrito se ovilló en su brazo y ella lo pegó a su pecho para sacarlo sin hacerle daño.

Canuto los observaba atónico. Una espina había arañado la mejilla de la bruja y manaba un fino hilo de sangre. Sus manos y su cuello también lucían cortes similares. Por no hablar del estado de su vestido entre los desgarrones y el barro... Al parecer el amor de su prima hacia los animales era proporcional a su odio hacia los humanos.

-Ya estás a salvo –murmuró la morena cuando logró salir de entre los arbustos-, seguro que tu familia no fue muy lejos sin ti, podrás encontrarlos.

Dejó al zorro en el suelo para que se marchara, pero el animal, que apenas tenía unos meses, volvió a saltar a sus brazos. La bruja lo examinó: parecía deshidratado y tenía bastantes cortes, probablemente por las horas que había pasado atrapado. Así que se aproximaron al riachuelo y la morena lo depositó en el suelo. Al instante el zorrito empezó a beber con avidez. Canuto lo imitó. La bruja se lavó las manos, eliminó con su varita el barro de su vestido y se curó las heridas. Después se sentó con las piernas cruzadas mientras observaba a los animales. En cuanto se sació, el raposo volvió a ovillarse en su regazo.

-Vamos a curarte –le informó la morena-. No soy buena con la magia curativa, pero creo que bastará...

Con suaves movimientos de varita fue sanando los cortes que tenía el animal. Cuando terminó, el zorrito, aulló con suavidad como agradecimiento. La bruja lo acarició y él le lamió la mejilla.

-¡Eres un amor, pequeñín! –comentó la morena con voz dulce y brillo en los ojos- Y eres absolutamente precioso.

El animago parpadeó varias veces y se golpeó la cabeza con una pata para asegurarse de que no estaba soñando. "Es una asesina sin remordimientos ni corazón pero también es animalista" pensó con sorna. Además de estupor, sentía algo más que se negaba a aceptar que fuese envidia. Se alegraba de haber salvado al animal y era cierto que su pelaje color miel y sus ojos dorados eran preciosos, ¡pero no era más guapo que él! ¿Por qué a él Bellatrix nunca le había dicho que era un amor ni que era precioso?

"Vale, Sirius, esto te está afectando, tienes celos de un animal, te estás yendo de cabeza" pensó mientras debatía si largarse en ese momento. Pero no fue capaz, necesitaba saber cómo terminaba la historia.

-Seguro que tendrás hambre –murmuró la morena.

Convirtió una piedra en un bol y extrajo de su bolsillo los frutos rojos que había recolectado. Los lavó y los metió dentro. El zorrito lo olisqueó y después la miró. La bruja colocó unos pocos sobre su mano y se los acercó. Al instante él empezó a comer con ansias. Cuando terminaba, esperaba a que la bruja volviese a ofrecerle más: prefería comer de su mano que en el cuenco.

"¿Y a mí me va a matar de hambre?", pensó el perro con rabia, "¿Ya no me va a cuidar porque ha encontrado una mascota más adorable?". Sin embargo, era de las imágenes más hermosas que había visto nunca. Cuando terminó con la fruta, la bruja se disculpó por no tener más comida. El zorrito siguió lamiéndole la cara y jugando con ella. En eso estaban cuando un matrimonio de unos sesenta años pasó junto a ellos. De nuevo Canuto se puso en alerta por si la bruja decidía matarlos.

-¡Oh, qué preciosidad de zorro! –exclamó la mujer.

"Que os mate" pensó Canuto de nuevo ofendido por la competencia que le había salido. Bellatrix no respondió. Apretó al animal junto a su pecho y su varita empezó a deslizarse hasta su mano.

-¿Lo has rescatado, hija? –preguntó la muggle con admiración- Los cachorros se quedan a veces atrapados entre los arbustos espinosos, nosotros hemos tenido que liberar a algunos.

Ante eso, la morena siguió sin contestar, pero detuvo el movimiento de su varita.

-Vivimos en una granja que hay por este sendero, justo antes de llegar al pueblo. De hecho, mira, toma, si ha estado sin su madre tendrá sed –murmuró la mujer abriendo una de las cestas que llevaban.

Extrajo una botella de leche que ellos mismos producían y vendían. Le dio también una empanada de carne por si sus animales (por fin habían reparado en el enorme perro negro) tenían hambre. Al parecer iban a visitar a sus hijos al pueblo y siempre les llevaban provisiones. La morena lo aceptó todo sin saber qué hacer. Fingió buscar algo en sus bolsillos, pero al instante el hombre la interrumpió:

-¡Ni se te ocurra darnos nada, encima de que lo has ayudado! Ojalá el resto de jóvenes fuesen como tú.

La estupefacción en el rostro de la bruja era absoluta. Canuto no sabía si le sorprendía más que la considerasen joven o que le dijeran que era un ejemplo a seguir. En otro momento de absoluto dislate escuchó a la mortífaga susurrarles a los muggles un "Gracias". Ellos respondieron con una sonrisa. Antes de proseguir su camino, volvieron a explicarle a Bellatrix dónde vivían por si alguna vez necesitaba algo. Ella no reaccionó de forma alguna y ellos se marcharon. De nuevo los vigiló hasta perderlos de vista.

Después, sin decir nada, limpió el cuenco donde había colocado los frutos y lo llenó de leche. Se lo acercó al zorrito que empezó a beber. Cuando se la terminó, miró a la bruja con ojos brillantes y ella le rellenó el cuenco. El animal se bebió más de media botella. Canuto se acercó pensando que la leche casera de aquellos granjeros debía estar buena.

-No, tú no –le detuvo la bruja.

Canuto gruñó dolido.

-El estómago de los perros adultos no procesa bien la leche, te sentará mal.

Era verdad, pero no por eso sintió menos envidia. Seguidamente, la bruja abrió la empanada, que era de tamaño familiar. Probó un trozo para asegurarse y comprobó que estaba muy buena. Así que partió un pedazo, lo colocó en su mano y el zorrito lo devoró. Repitió el proceso hasta que se comió media empanada. La otra mitad la colocó frente al perro.

-Toma, celoso –le indicó.

Canuto hubiese preferido mantenerse digno y despreciarla, pero no fue capaz. Se abalanzó sobre el alimento y lo engulló en pocos bocados. Estaba buenísimo. Después volvió a beber agua del río y se echó sobre la hierba con el estómago lleno. La morena también se tumbó a sestear y el zorrito se ovilló sobre su pecho. "No es tonto ese animal, no..." pensó el animago observando cómo dormía sobre su escote. Era tan agradable que los tres se durmieron escuchando el murmullo del río. 

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