Capítulo 4
Por el aspecto de ambos no quedaba claro quién se había bañado: el perro lucía un pelaje sedoso y brillante, pero la ropa y la melena que continuaban empapadas eran las de Bellatrix. Aún así parecía genuinamente feliz. Tras contemplar de nuevo lo guapo y deslumbrante que estaba su amigo peludo, la bruja se dio por satisfecha.
-Ven, perrito –le indicó saliendo del baño.
Él la siguió hasta la cocina. Su prima buscó entre las latas de conservas y encontró una grande de albóndigas en salsa. Vació el contenido en un plato y lo bajó al suelo junto con un cuenco de agua. Sirius se preguntó cómo conseguía la comida: en esa casa no tenía elfos y desde luego no se la imaginaba haciendo la compra...
-Cena mientras yo me ducho porque "alguien" me ha empapado por completo –indicó dándole un pequeño golpe en el lomo.
Seguidamente se encerró en el baño. "Vale, esto va mal", caviló Canuto mientras devoraba las albóndigas, "Si no la conociera estaría casi tan enamorado de ella como de mí mismo".
Probablemente Bellatrix sentía sola. También le agotaría pasar el día sembrando el caos y siendo la más salvaje de los mortífagos para demostrar que aun siendo mujer era la mejor. Necesitaba distraerse y encontrar una mascota rebelde había sido la solución a sus problemas. Pero eso no podía hacerle olvidar quién era. "No pienses así, joder, ¡que es tu prima! ¡Y es mortífaga, una asesina!" argumentó en su contra. Sirius tenía una misión: obtener información y detenerla. No podía distraerse de eso.
Terminó de cenar y tras varios tragos de agua se acomodó junto a la chimenea. Al poco se abrió la puerta del baño.
-¡Sí que tenías hambre! –comentó al ver que no había dejado ni una gota de salsa.
El perro la miró y se arrepintió al instante. Bellatrix solo llevaba la toalla enroscada. Su melena oscura, con brillantes gotitas de agua caía casi hasta su cintura en contraste con su piel semejante al nácar. Sin maquillaje su rostro lucía noble y también infantil, con ojos grandes, nariz pequeña y labios carnosos. Sus clavículas perfectamente marcadas denotaban su delgadez. No obstante, su escote seguía resultando llamativo y sus piernas empezaban a recuperar musculatura gracias al ejercicio (al ejercicio de matar humanos, probablemente). A Sirius siempre le pareció la más atractiva de sus primas... y de todo el colegio, pero procuraba ocultárselo a sí mismo.
Por suerte la bruja se metió a su habitación y el espectáculo terminó. Canuto volvió a apoyar la cabeza en la alfombra mientras rezaba porque se acostase ya. No fue así. Unos minutos después, Bellatrix reapareció y se sentó en el escritorio para continuar con el trabajo de la noche anterior. El animago la observó durante horas. Leía, escribía y murmuraba cosas para sí misma. De vez en cuando se adormecía sobre la mesa, pero en cuanto oía el más mínimo ruido –el más mínimo- abría los ojos y alzaba su varita. Así que de nuevo, se rindió y se quedó dormido junto a la chimenea.
Despertó cuando amanecía. Se desperezó y observó sorprendido que la bruja no estaba en el escritorio. La casa estaba en silencio, solo se oía fuera el canto de los pájaros más madrugadores. Bellatrix estaría durmiendo. "¡Por fin!" pensó el animago. No se atrevió a transformarse hasta estar seguro de que ella dormía. Extremando el sigilo, se acercó a la puerta entreabierta del dormitorio. Le extrañó ver que en la cama no había nadie. Era imposible: no podía aparecerse dentro de la casa y de haber salido, él se habría despertado. Ladeó la cabeza desconcertado. ¿Le echaría sedantes en la comida?
Entonces descubrió en el suelo un bulto semicubierto por una manta. Pese a su odio, se le encogió el corazón. También él pasó por eso: tras tantos años durmiendo en el suelo de una celda, el cuerpo se acostumbra y se hace difícil dormir en un colchón. Resulta demasiado blando y extraño. Durante meses a Sirius le costó menos dormir en cuevas que en su dormitorio de Grimmauld. Sacudió la cabeza y entró con sigilo. En cuanto puso una pata dentro, el bulto se movió y murmuró:
-Buenos días, perrito.
Alargó la mano hacia él y Canuto se tumbó junto a ella y le permitió acariciarle. "Qué bien hueles gracias a mí" comentó adormilada. Él no pudo quitarle la razón. Estuvieron en esa posición hasta que se escuchó un ruido en la puerta de entrada. Al instante el perro se levantó de un salto y alzó las orejas. La angustia de que apareciese Voldemort seguía ahí.
-Tan grande y tan cobarde –se burló la bruja incorporándose-. Será la lechuza de Cissy.
Bellatrix se desperezó con calma. Después, salió al salón y abrió una ventana. Al instante una enorme lechuza real entró en la estancia. Soltó un paquete sobre la encimera y se acomodó junto a él para reposar. Antes de abrirlo, la bruja desayunó: se sirvió un vaso mitad zumo de arándanos, mitad whisky y llenó un cuenco de zumo para su mascota. Canuto se lo bebió con ganas.
Después, la bruja abrió la caja y empezó a sacar provisiones. Había alimentos y también pociones y libros. Eso respondió a cómo conseguía Bellatrix la comida: se lo enviaba su hermana pequeña. La morena desdobló la carta que lo acompañaba y la leyó en silencio. De vez en cuando las comisuras de sus labios formaban una débil sonrisa. Cuando terminó, cogió de su escritorio pergamino y pluma y empezó a redactar una contestación. En eso estaba cuando la marca tenebrosa en su muñeca cobró vida. Soltó la pluma de inmediato.
-¡Mierda! –exclamó mientras corría a vestirse- Si es que estaba más tranquila en la cárcel...
Ni un minuto le costó ponerse el vestido, la capa y las botas de combate. Iba a salir a toda prisa cuando recordó que no estaba sola. Miró al perro dudando por unos segundos y murmuró un encantamiento apuntando a la puerta de entrada.
-Ven –le indicó gesticulando-. Ahora cuando te acerques y rasques la puerta, se abrirá. Así podrás salir a cazar y a hacer tus necesidades (porque como ensucies lo más mínimo en mi casa, te castraré yo misma). Si te alejas de la zona de protección no podrás volver, pero ¡qué es la vida sin riesgos!
Le cogió la pata y arañó la puerta con ella para que lo entendiera. Después, se marchó a toda prisa. La lechuza de los Malfoy huyó también por la ventana. Canuto pasó unos minutos paralizado para asegurarse de que no volvía.
-¡Por fin! -exclamó cuando al fin se atrevió a volver a su forma humana- Y ahora a investigar esto, a ver qué planea nuestro amigo calvo desnarigado... ¿Por dónde empiezo?
Lo primero que vio fue el paquete que Bellatrix acababa de recibir. Examinó su contenido a ver si había algo peligroso. Nada, solo comida, pociones sanadoras y un par de libros sobre Arquitectura de los Edificios Mágicos. Le extrañó la temática, tendría que analizarlo luego. Cogió la carta que había escrito Narcissa pero se lo pensó, estaba mal leer la correspondencia privada.
-Esta mujer ha torturado y matado a tanta gente que los aurores ni siquiera han podido investigarlo todo... Creo que el universo me perdonará que le supervise el correo –sentenció.
Así que se centró en la caligrafía impoluta de Narcissa para ver si le aclaraba algo de la situación:
Querida Bella:
Sé que nos vemos todas las semanas, pero con el Señor Oscuro y los mortífagos delante no veo pertinente debatir asuntos privados. Insisto, una vez más, en que te quedes con nosotros. Sé que no toleras a tu marido, pero sigue en Francia y aunque Él te haya permitido aislarte para centrarte en tu investigación, me da miedo que te pase algo. Al menos prométeme que vendrás por Navidad.
Te mando comida, por favor, come algo aunque te cueste. Y varias pociones porque las necesitas, Bella. Sé que odias los efectos secundarios y consideras que tomar medicación es de débiles y te recuperarás sola. Pero tienes varias enfermedades graves desde Azkaban: desde desnutrición hasta problemas de densidad ósea. No te cuesta nada tomártelas.
Te echo de menos, hermanita. No tengo a nadie que crucie por mí a los mortífagos que beben whisky sin posavasos.
Te quiere,
Cissy.
A Sirius se le hacía extraño leer que las hermanas tenían buena relación y se querían. Bellatrix era una criminal pero al parecer protegía a su familia. Y sin duda Narcissa se preocupaba por ella. Sintió también envidia porque él no logró mantener nada bueno con su hermano, e incluso un pinchazo de tristeza porque la bruja estuviese enferma. Pero allá ella, ya era mayor para cuidar su salud. Echó un vistazo a la contestación que había empezado a redactar. Su letra era mucho más caótica e indescifrable que la de su hermana:
Querida Cissy:
No te preocupes tanto. Yo también te *tachón* echo de menos. Intentaré ir en Navidad, aunque *borrón* no estoy segura de si *palabra ininteligible*. Pero siempre te queda *tachón bajo el que se lee "el estúpido de"* Lucius. Además, yo estoy oc
Y ahí se había quedado. Al gryffindor le extrañó que con la de horas que pasaba escribiendo le costara tanto hacerlo sin tachones y garabatos. Se acercó al escritorio y hojeó los documentos. No supo si las notas tomadas por la bruja estaban en inglés, en braille o en escritura rúnica. No entendió una palabra. Lo que sí comprendió fue por qué le costaba redactar cartas: su desastrosa letra y sus códigos los entendía ella, pero al resto del mundo tenía que escribirles en su idioma. Otro efecto secundario tras catorce años sin coger una pluma. Lo único que descifró fue una nota en la que ponía "Familia Rodolphus" y una dirección en París. Sería el lugar en la que estaba en esos momentos su marido. Sin duda esa información sería útil para los aurores.
Se centró en los documentos, específicamente en los mapas. Tras unos minutos de análisis ya que ninguno tenía leyenda, dedujo que eran planos de Hogwarts. Parecía estar especialmente interesada en las mazmorras, como si hubiese alguna entrada secreta a través de ellas. Sirius no estaba familiarizado con los sótanos así que no podía interpretarlo bien. No le preocupó mucho: mientras Dumbledore estuviera al mando, estarían a salvo.
Decidió que ya tenía bastante información útil: podía llevarse esos mapas y la dirección de Rodolphus y entregárselo a Shacklebolt, él sabría qué hacer. También podría revelar que los mortífagos solían reunirse en la residencia de los Malfoy. Aunque seguro que el propio Voldemort se habría encargado de los maleficios protectores para que nadie se acercase... En cualquier caso merecía la pena comentarlo.
-Pero si hago eso... no podré volver aquí –murmuró para sí mismo-. Ella quedará libre.
Decidió investigar el resto de la casa antes de tomar una decisión. Analizó las estanterías del salón: casi todo eran libros de magia oscura pero parecían más un interés personal que profesional. Él no creía en la censura, cada uno era libre de leer lo que quisiera. Después entró al dormitorio e investigó los armarios y los cajones. Nada fuera de lo común. Tampoco nada personal, ningún objeto al que pudiera tenerle cariño. Obviamente Bellatrix no era una persona sentimental, pero si poseía esa casa desde los diecisiete, algo debería haber...
En eso pensaba mientras observaba la cómoda frente a la cama. Había un espacio entre el último cajón y el suelo. Sirius, como maestro de las travesuras y de ocultar cosas a sus padres, sabía detectar un buen escondite. Así que sacó el cajón con cuidado y comprobó que efectivamente ahí había una caja de latón. Sonrió satisfecho.
-Aunque es demasiado fácil... No creo que la loca esta haya ocultado nada sin protecciones... -murmuró ejecutando un hechizo para comprobarlo.
Nada, era inofensivo. Supuso que Bellatrix nunca había invitado a nadie a esa casa, nadie conocía su ubicación y ni siquiera podían verla, así que no necesitaba desperdiciar magia para ocultar nada. O eso pensó ella.
-Pobre, ya ha tenido mala suerte... -comentó Sirius mientras abría la caja con cuidado- Invita a alguien por primera vez y es la persona que a la que más odia... O la segunda, creo que Lucius está por delante. Y probablemente su marido también...
Solo contenía documentos. Estaban las escrituras de esa casa firmadas a su nombre; al parecer lo había diseñado y mandado construir ella. Se preguntó de dónde habría sacado el dinero tan joven, pero le alivió saber que no había matado a nadie para conseguirla. Lo siguiente eran antiguos informes de evaluación de Hogwarts con todo "Extraordinarios". Sonrió contra su voluntad.
-Qué lástima que una chica tan brillante haya terminado tan mal –suspiró.
Después encontró recortes del El Profeta de hacía dos décadas. Eran noticias de asesinatos o crímenes que no parecían tener ninguna conexión entre sí. Hasta que dedujo que probablemente ella fuese la autora: había guardado los recortes de sus primeros crímenes. Sirius sintió rabia y ganas de destrozarlo todo, pero se contuvo. Volvería a la cárcel por ello, todo a su tiempo.
Lo demás eran cartas. Había unas cuantas de Narcissa, pero como eran antiguas, apenas las ojeó. El resto parecían todas de la misma persona: en los sobres no había remite, pero el nombre de Bellatrix estaba escrito con la misma caligrafía pomposa. Un resorte se activó en su cerebro. Le sonaba esa letra pero no sabía de qué. Leyó una al azar, estaba fechada a principios de 1977:
Mi querida Bella:
Disculpa que hoy tampoco te pueda escribir mucho. Solo quería contarte que ha ido todo bien, sé que has insistido mucho en que no me una por mi propia seguridad, pero es mi deber y mi deseo. Sé que puedo lograr grandes cosas, como mi prima favorita.
Con inconmensurable afecto,
R.A.B.
El animago releyó esas tres líneas una docena de veces. Sentía un nudo en la garganta y repentinas ganas de gritar. Era lo primero que sabía de su hermano desde que se enteró de su muerte por una confusa noticia en El Profeta. Hacía casi veinte años y nunca supo cómo o por qué murió. Estaba seguro de que fue a causa de Voldemort, pero nadie supo contarle nada más. Así que intentó olvidarlo. Pero no lo hizo. En el fondo siempre se arrepintió de marcharse de casa y abandonar a Regulus. Lo dejó solo con sus abusivos padres sin nadie en quien confiar. O eso pensaba hasta ese momento.
-Bella siguió en contacto con él –murmuró conmocionado-. Intentó convencerle de que no se uniera a los mortífagos... ¿Por qué haría eso? ¡Siempre ha sido la más ferviente partidaria de Voldemort!
Con manos temblorosas, empezó a leer el resto de cartas. En algunas le hablaba de misiones de poca monta a las que le mandaba Voldemort; en otras le pedía consejo sobre todo tipo de asuntos -desde maleficios que no dominaba hasta cómo ligar con una hufflepuff- y en algunas simplemente le relataba sus progresos. De aquellos textos se deducía que Bellatrix le ayudaba con todo lo que le pedía (no había una sola carta en la que él no le diera las gracias), que ejecutaba los encargos más peliagudos por él e incluso asumía la culpa de sus fracasos si la misión no iba bien. También entendió que precisamente por eso la duelista le recomendó que no se uniera: ser mortífago suponía entregar tu vida a Voldemort. Pero Él nunca valoró a Regulus, así que jamás recibiría recompensa a tanta dedicación. Bellatrix le aconsejaba que siguiera estudiando, trabajase en el Ministerio y formase una familia para perpetuar la estirpe.
-Ojalá le hubiese hecho caso –murmuró Sirius compungido-, probablemente ahora seguiría vivo...
Pero si hasta ese momento estaba alterado, con la siguiente misiva, el corazón se le detuvo casi por completo.
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