"Viejos amigos"

-Mr Darcy, su carruaje espera.-

Los sirvientes cargaban el último baúl del abundante equipaje antes de llamar al calesero. Los preparativos apresurados, producto del capricho del señor Darcy, habían concluido.

Fitzwilliam Darcy, era conocido por todos como un serio, egocéntrico e introvertido de gran medida, el cuál no presentaba emoción alguna por temas relacionado con la vida matrimonial, los bailes, el juego o los negocios. Parecía que nada y nadie era capaz de satisfacer sus expectativas o causarle la más pequeña chispa de agrado, pero esto no era del todo cierto.

Había alguien que desde su niñez mantenía prendido en Darcy un fuego de viveza, y ese era su mejor amigo, Charles Bingley. Su vida monótona y plagada de apariencias se vio atacada por la llegada de este amable ser, el cuál luego de ser presentados le enseñó a disfrutar de las pequeñas libertades que pocas veces ofrece la vida, a jugar como un niño, cómo se supone que debía ser alguien de su edad. Y sin importar cuánto lloviera o nevara, si Darcy era castigado o llegaba a enfermar, Bingley lo visitaba cada día sin falta, aunque para ello tuviera que escapar él mismo de su propia casa, y Darcy agradecía este detalle con todo su corazón, el hecho de que lo eligiera siempre a él en primer lugar.

Así era, para Bingley, Darcy era su mayor amigo, sin importar lo que pudieran decir los demás de su carácter arrogante, él conocía su bondad mejor que nadie y siempre apartaba algo de tiempo solo para él. Pero para Darcy, no era suficiente con ser solo su amigo de juegos entre semana o su socio para los negocios, él quería pasar más tiempo a su lado, cada hora del día de ser posible, y quería opacar a cualquiera que se atreviera a superar su cercanía con su viejo amigo.

Darcy vivía esta realidad, como si esa vida pudiese durar para siempre. Los años pasaban y su amistad envejecía, pero él no encontraba el valor suficiente para interrogar a Bingley, el miedo de romper esa amistad tan pura de años lo asfixiaba a la hora de hablar sobre sus sentimientos, y preferiría alargar su agonía.

Cuando las vacaciones de verano llegaron acompañadas de intensas lluvias, Bigley comentó a Darcy de su intención de pasar la temporada fuera de la ciudad, y más importante aún, lejos de Pemberley, su finca.

Éste de forma espontánea le pidió acompañarlo, y por supuesto su amigo se alegró de tenerlo como compañía en la gran casa de Netherfield. Sin embargo, para Darcy estas no serían unas simples vacaciones, era el momento perfecto, solos, lejos del agobio de la alta sociedad y la familia, nadie podría interponerse entre ellos si daba ese importante paso, o eso pensaba.

Al subir al carruaje en soledad lamentó no haber acompañado a Bingley en el suyo días atrás. El viaje se hacía extenuantemente largo y el pintoresco paisaje nunca cambiaba, como si todo el campo fuera exactamente igual, o así era para los ojos de Darcy.

El último bache colmó su paciencia y le avisó de que habían llegado a su destino. Abrió la puerta con claustrofobia de aquel apretado espacio cerrado y respiró profundamente, seguido de estornudos pausados del polvo y la frialdad del aire del crepúsculo. Apenas bajo los pies del carruaje pudo sentir la inestabilidad del suelo fangoso, si, definitivamente era la temporada de lluvias.

Frente a él divisó Netherfield, nada impresionante, a no ser que se le comparara con el resto de modestas construcciones de la zona. Avanzó hasta la puerta principal seguido del cochero que cargaba sus baúles repletos de libros. En la estrada le esperaba con agrado Mr Bingley, que había conocido por las malas la fobia de su amigo a viajar muy lejos de la ciudad. Darcy dibujó una sonrisa agradable en su rostro y le ofreció la mano a su futuro compañero de techo por el próximo mes.

-Espero que esto sea una broma Will.-

Bingley tomó su mano y tiró de ella hasta abrazar a su viejo amigo, después de unas consoladoras palmadas en la espalda se separaron y la sonrisa de Darcy ahora carecía de total control.

-¿Como ha ido tu viaje? Sé que es un poco lejos y que no te gusta alejarte de la ciudad.-

-Sobreviviré a esto y mucho más Charlie, no te preocupes. ¿Ha venido tu hermana?-

-Por supuesto, está admirando las vistas. Debes subir con nosotros antes de que oscurezca, la puesta de sol se ve preciosa desde allí.-

-Guíame por favor, debo disfrutar de las pocas cosas agradables que me pueda dar este lugar.-

-Deja el mal humor para las fiestas, mientras estés acompañándome debes divertirte.-

Un asiento casi imperceptible de la cabeza de Darcy fue recibido con gran entusiasmo por Bingley, él sabía que ese gesto de su amigo significaba total aprobación.

Lo tomó del brazo y cuál niño emocionado por traer un amigo a jugar a casa corrieron hacia el balcón más alto para reunirse con su hermana menor, un obstáculo para Darcy al cual le había tomado cariño con los años.

El cielo se fue moteando de parpadeantes estrellas. Entonces Bingley recordó sus visitas de la tarde, y aunque sabía el desagrado de Darcy por las fiestas, nunca organizaría un evento sin contar con la aparición, por más breve que fuera, de su fiel amigo.

-Will. Mañana en la noche haré un baile para conocer a mis nuevos vecinos.-

-Que molesto. No deberías hablar como si te fueras a quedar para siempre.-

-No para siempre, pero quizás no regrese después del verano.-

La incertidumbre invadió a Darcy, él que había cancelado todo para poder pasar ese tiempo a su lado, no podía dejarle solo en un pueblo lleno de solteronas en busca de una suculenta fortuna. Ahora, más que nunca, no iba a dejarlo solo, porque lo había elegido a él como su compañero por el resto de su vida, lo tenía claro, y nadie se lo iba a quitar.

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