"Huida"

Darcy llevaba ya varias semanas en Netherfield y se le notaba el cansancio por las constantes visitas, sobre todo la de la familia Bennet para enterarse del estado de la hija mayor. Esta accidentalmente quedó atrapada en un aguacero pasajero y acabó enfermado, aunque a Darcy no le convencía del todo está historia.

Su recelo había aumentado ahora que sabía de las visitas de Bingley a la familia antes de su llegada y al ver cómo brindaba las mayores atenciones a Jane Bennet. Ya rara vez lo atendía como su invitado, y con la presencia de Elizabeth en la casa, se hablaba solo para criticarlo. Aunque fuera con la mayor inocencia, esto lo incomodaba a grandes rasgos.

Con el paso de los días las preocupaciones de Bingley aumentaban y se disponía a traer un médico desde la capital, pero se logró apaciguarlo.

Darcy en su interna agonía, solo podía pensar en una cosa en ese momento, su infancia junto a Bingley. Recordaba cómo solía ser él quien recibía la atención de su fiel amigo por la menor nimiedad, y cuanto le encantaba su atención. En esos momentos Bingley solo tenía ojos para él, pero ahora había un nuevo favorito que amenazaba con robarle el trono.

Cuando la señorita Bennet se hubo recuperado comenzó el proceso de despedida. Darcy se mostró orgulloso, sin rozar la impertinencia, pero en el fondo de su ser brincaba de felicidad por que se retiraran por fin los intrusos. Por supuesto, eso no dio descanso a Darcy para atesorar algo de tiempo con Bingley, la invitación de los Bennet a cenar fue casi inmediata, y Bingley la aceptó con gran placer. Esa fue la gota que colmó el vaso para Darcy, por muy rastrero que fuera debía cortar ese hermoso lazo que empezaba a formarse, o el suyo propio se rompería.

-¿No pensarás ir? Ya se acerca la fecha de nuestro regreso a la ciudad, no debemos retrasarla.-

-Lo sé Darcy, lo sé. . .-

El ser llamado por su apellido cuando solo los dos compartían la habitación lo inquietó.

-¿Entonces? No he visto el menor esfuerzo en hacer las maletas.-

-Tienes razón, debería ir empezando. Será mejor que deje este asunto para mi regreso.-

-¿Volver? Espero que estés hablando del próximo verano.-

Bingley desvió la mirada y Darcy enseguida supo que no era así, su amigo era un libro abierto.

-Vayamos a empacar.-

Se apresuró a decir Bingley y se levantó cual rayo.

-Charles, no hemos terminado de hablar. Ven, siéntate.-

Bingley vio en su amigo unos ojos soberbios y prefirió seguir su "sugerencia" antes de que empezara una discusión.

-Te escucho Will. . .-

-Verás Charles, esto es muy difícil de decir. Sobre todo a un corazón tan puro y sincero como el tuyo.-

-Me estás asustando, ve al grano.-

-Charles, he notado que sientes una enorme admiración por la señorita Bennet. Todos lo hemos notado.-

-Estás en lo correcto Will. Es una dama magnífica, sufro por el placer de volver a verla.-

-Eres muy apasionado mi amigo, pero. . .¿sentirá ella el mismo amor?-

-¡Claro que sí! Eso creo. . .no hemos hablado de sentimientos aún, pero ella siempre parece agradecida por mi compañía.-

-Sabes bien Charles, que a eso se le denomina cortesía. Pero yo, que los he observado desde mi llegada, no he visorado esos sentimientos mutuos que me confiesas. Tu amor es demasiado grande, y el de ella, si es que existe, es impulsado más por su familia que por su propio corazón. ¿No has visto sus ojos cuando te mira?-

-Son hermosos, pero siempre miran al suelo. . .Lo atribuyo a su timidez, eso la hace aún más encantadora.-

-Cuando se ama realmente a alguien, sin importar tus cualidades, quieres hablarle mirándole a los ojos.-

-Tú no puedes saberlo, nunca has amado a alguien.-

Lo acusó Bingley levantándose de nuevo para encararlo. Darcy, ofendido también se levantó y enseguida se tonó la diferencia de altura.

-Sabes que digo la verdad. Un par de bailes no es suficiente para conocer a una persona.-

-Entonces por qué decírmelo ahora, si pudiste ahorrarme el disgusto desde un principio. ¡¿Acaso te divierte mi ingenuidad?!-

-¡Jamás! Sabes bien que mi felicidad viene atada a la tuya.-

-Pues no lo parece. Pero bien, si querías desencantarme lo has conseguido. Salimos mañana a Londres, sin despedidas.-

Bingley le dio la espalda y se encaminó a la puerta con furia en cada paso, su amigo del alma lo había decepcionado profundamente, cuando esperaba una bendición, recibió el más desagradable sermón.

-Charles, no tendremos tiempo de empac-

-Mañana Netherfield queda vacío, he dicho.-

Se retiró dando un portazo que retumbó hasta en los cimientos. Darcy se dejó caer en el sillón y presionó su frente para calmar la fuerte jaqueca. No había cortado el lazo, había tirado de él hasta desgarrarlo. Y la ira de Bingley lo acompañaría de regreso a Londres sin poder haberle expresado sus sentimientos.

A la mañana siguiente se cumplió la exclamación de Bingley, todos los carruajes aguardaban en la entrada y cada mueble había sido cubierto por velos blancos de nuevo.

Darcy fue el último en salir del lugar e hizo ademán de subir al mismo carruaje que Bingley, pero este lo cerró la puerta en su cara y desvió la mirada de la ventanilla.

-Charles, déjame subir. Te prometo que no volveré a mencionar el tema.-

Bingley no movió su rostro ni un milímetro, se limitó a dirigirse al cochero.

-Ya estoy listo, podemos irnos.-

El cochero dio un fustazo al cuadrúpedo animal y comenzaron la marcha.

Darcy se quedó parado en medio del camino recibiendo en la cara una nube de polvo y rencor. Poco después se detuvo el carro de la señorita Bingley y lo invitó a subir, cosa que Darcy aunque no ilusionado, agradeció muchísimo. Y escuchó todo el camino a su acompañante hablar sobre la carta que pensaba escribir a la señorita Bennet disculpándose por su inesperada retirada.

Darcy sabía bien que eso no podía llamarse una retirada, estaba huyendo. Junto a Bingley, si, y lejos de Jane, también. ¿Pero con qué propósito? Si solo había logrado dañar un corazón noble al que había jurado mantener intacto. Su remordimiento lo siguió todo el viaje a la capital, y la indiferencia de Bingley lo hacía sentirse un monstruo, un ser horrible incapaz de merecerse su cariño.

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