"El baile"
Alcohol, cotilleos, risas falsas, nada que pudiera llamar la atención del joven Darcy, pero por supuesto no iba perder de vista a su amigo. Arregló un buen traje y bajo con la barbilla en alto, no pensaba bailar o beber una sola gota de vino, su misión era muy sencilla, observar a Bingley como lobo a su presa y no dejar que se acercaran cuervos carroñeros.
Sin embargo su aparición en público resultó ser todo un acontecimiento, y cada hombre de negocios lo hostigaba por un poco de su atención. Darcy, incómodo a grandes extremos, se fue alejando del centro de la fiesta y prefirió deambular por los rincones. Para su sorpresa al volver la vista hacia Bingley este ya estaba acompañado, y por nada menos que por la muchacha más hermosa que se encontraba allí esa noche.
Darcy suspiró con pesadez, era imposible interrumpir a semejante pareja, mucho menos durante un baile, y le dolió profundamente el brillo en los ojos de Bingley al contemplar a su compañera, aunque por su belleza y elegancia no lo juzgaba por caer rendido. Al concluir el baile Bingley se acercó a su amigo con la intención de que se uniera a la diversión.
-Ven Will, tienes que bailar. No soporto verte ahí de pie, con esa estúpida actitud.-
-No pienso hacerlo. Sabes cómo detesto bailar con desconocidas.-
-No deberías ser tan exigente. Nunca había visto tantas muchachas tan encantadoras en una noche.-
-Tú estás bailando con la única chica guapa del salón.-
Soltó a regañadientes, aunque ni siquiera había echado ojo a las otras invitadas.
-¡Oh! Ella es la criatura más hermosa que he visto. Pero justo detrás de ti está sentada una de sus hermanas que es muy guapa y apostaría que muy agradable.-
-¿Qué dices?-
Volteó la mirada y dio un vago vistazo a la joven a sus espaldas, la segunda hija de los Bennet, Elizabeth.
-No está mal, aunque no es lo bastante guapa como para tentarme.-
Ni siquiera sé esforzó por admirarla, la respuesta era no. Él solo deseaba bailar con una persona, aunque fuese imposible por las reglas básicas de la sociedad, su deseo lo mantenía clavado en el suelo.
A riesgo de perder su atención habló sin pensar esperando que Bingley eligiera quedarse a su lado el resto de la noche.
-Es mejor que vuelvas con tu pareja y disfrutes de sus sonrisas porque estás malgastando el tiempo conmigo.-
Para su sorpresa se equivocaba, Bingley palmeó su hombro y volvió al baile dejando solo a Darcy, iba a conseguir bailar otra pieza con aquella hermosa muchacha. Darcy chasqueó los dientes, su mejor amigo nunca había elegido a alguien por encima de él, mucho menos a una completa desconocida.
Molesto y sin nada más que aportar a la velada se alejó de la fiesta hacia su habitación.
Cuandoel sonido de la música se fue apagando la señorita Bingley subió a la habitación de Darcy a desearle las buenas noches, este le abrió y devolvió los deseos casi automáticamente, su humor estaba por los suelos.
Una hora después su puerta volvió a sonar y para su sorpresa se trataba de Bingley está vez, quien entró sin permiso y con un aire de felicidad incomparable.
-¡Oh Will! Siento que moriré de felicidad, estoy en una nube.-
-Una nube tormentosa.-
-No digas eso. Como mi amigo deberías contentarte por mí. He conocido a una chica infinitamente encantadora.-
-No sé si felicitarte o darte el pésame.-
Bromeó Darcy con desagrado, iba a ser muy incómodo irse a dormir luego de escuchar a Bingley hablar sobre su apenas nacido amor de verano.
-¿Qué te pasa? Estás más amargado que de costumbre.-
-No es nada, solo que me molesta estar en los suburbios.-
-¡Oh, espera un momento! Ya sé que es lo que te pasa. ¿Cómo no lo noté antes?-
Darcy dejo escapar una expresión de angustia en su neutro rostro. ¿Cómo podría saberlo? No había dejado ninguna pista que lo dejara en evidencia, era imposible, pero aún así, en el fondo de su ser, Darcy realmente quería que se diera cuenta de una vez, aunque tuviera que lidiar con las consecuencias.
-Tú, amigo mío, estás molesto porque me he quedado con la chica más guapa. ¿Verdad que sí? Siempre has sido muy competitivo después de todo.-
Darcy suspiró decepcionado, tampoco esperaba una respuesta brillante. Bingley era muy torpe para esa clase de temas que involucraban sentimientos.
-Claro que no. Las muchachas de la capital no tienen nada que envidiar a las de aquí. Es solo que me he aburrido mucho en la fiesta.-
-¿Y por qué no bailaste?-
-¿Cuántas veces debo decírtelo? No bailo con descono-
-Con desconocidas, ya lo sé. ¿Y mis hermanas?-
-No puedo bailar con una mujer comprometida. Simplemente me quedaré arriba la próxima vez, será mejor así.-
-No digas eso Will, no podría divertirme si sé que estás encerrado aquí. Dime, aún quieres bailar. ¿No es así?-
-No es que haya muchas otras formas de entretenimiento aquí, Charlie.-
-Bien, entonces ven conmigo.-
Ambos bajaron las escaleras y fueron al cuarto de orquesta, donde descansaban todos los instrumentales desgastados por la fiesta.
Bingley se acercó a una sábana y la deslizó hacia abajo levantando una nube de polvo. Darcy soltó una ronca tos hasta que divisó lo que ocultaba la tela.
-¿Una pianola?-
-Estaba aquí cuando llegué, era una lástima tirarla.-
Bingley encontró la palanca correcta y activó en viejo mecanismo. El sonido era horrible, digno de un trasto olvidado, pero la canción no perdía su ritmo.
-Tendrá que servir.-
-¿Servir para qué?-
Lo interrogó Darcy y se sorprendió cuando Bingley le ofreció su mano.
-¿Me condecerías este baile? Por los viejos tiempos.-
Darcy los recordaba muy bien, esos tiempos en que ambos aprendieron a bailar juntos.
-Bueno, ya que me has hecho venir hasta aquí. . .-
Aceptó su mano y se acercó para comenzar un suave baile al son de la melodía.
Esta vez no hubo discusión por quien sería la chica como acostumbraban hacer de niños. Fue un baile agradable, y Darcy rezó por que la canción nunca terminara.
No dejó de pensar en aquella chica que había hechizado a Bingley. No sabía lo que nacería más adelante de ese tonteo, pero si llegaban más momentos así, solos en el mundo, los tomaría con la mayor sonrisa.
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