Caer dos veces ¿por qué no?
- Es linda. – Dice la voz femenina y de inmediato me cae bien. - ¿Trabaja para ti?
- No tengo idea.
¿Trabajar para él? ¿Es de la familia dueña de la Empresa donde laboro? ¿Es un McAllister? ¿Es el famoso hijo que se ha encargado de las filiales europeas? ¿El que tiene cara digna de contemplar para la eternidad y cuerpo para....? Tantos pensamientos frenéticos, inquietantes y emocionantes hacen que mi cabeza empiece a punzar. Sin pensarlo me llevo una mano a la frente.
Y de pronto recuerdo, caí enfrente de un hombre de lo más interesante, caí de la manera más estúpida posible, me duele más la cabeza y gimo audiblemente.
- ¡Ha despertado! – dice él y yo me niego a abrir los ojos.
- Señorita, señorita... - me llama la chica que me cae bien y veo que me toma el pulso, me checa la presión arterial ¿es enfermera? Abro los ojos con cuidado y veo un ángel rubio muy ocupado atendiéndome, es todo precisión y eficiencia y no es enfermera es una doctora a juzgar por su bata, estoy en una habitación tumbada en una cama de Hospital, no hay nadie más. Me tapa la visión de McAllister y lo agradezco. De pronto él sale de donde está y se posiciona para verme mejor. ¡maldición! Él es sencillamente impresionante: alto, cabello negro, ojos azules, se adivina un cuerpo atlético y trabajado y yo, seguro me veo como una piltrafa humana. Mis años, mis muy queridos años vienen en mi rescate y evitan me sonroje. Cierro los ojos sin embargo.
- ¿Se siente bien? –Me pregunta solicito y mi cabeza empieza de nuevo con su incesante martilleo.
- ¿Cómo es que no pudo atraparme? – Suelto malhumorada al recordar que vi sus zapatos antes de aterrizar y ni un intento por evitar mi caída.
- ¿Cómo dice? – Responde sorprendido.
- ¿Suele responder a una pregunta con otra?
- No por lo general. – Y su voz suena divertida. Oigo una risita y abro los ojos para ver a tiempo como la Doctora se cubre la boca para no soltar una carcajada.
- Creo que está usted muy bien- me dice ella.
- Y con ánimo combativo. – Añade él. Yo prefiero no decir nada más, es mi Jefe y seguro al saberlo, me correrá, por patosa y por reclamarle tonterías. No puedo quedarme sin empleo, ahora no.
- Ella tiene razón, ¿cómo es que no hiciste algo para evitar esto? – Dice el ángel rubio y me cae aun mejor.
- Iba hablando por teléfono, disculpa si no esperaba que ella cayera enfrente de mí. – Se defiende del modo que lo haría un hermano con una hermana, pero ella es rubia, veo sus ojos y son idénticos, vaya... no sabía que había una McAllister rubia y doctora, lo que sé es que todos se dedican a la Empresa y casi todos tienen brillante y envidiable pelo negro. Él se gira a verme y parece disculparse con la mirada, enseguida me dice: bla bla bla...
No escucho nada, esa mirada me desarmó por completo y él sigue hablando... bla bla bla... veo sus labios moverse y me pierdo por completo.
- ¿Segura que se siente bien? – Me dice la Doc y revisa mis pupilas.- Seguro mi hermano la mareó con su perorata- Y lo mira acusadora.
- No tengo idea de que dijo. – Admito y ambos me ven preocupados. Me doy un golpe mental por mi estupidez, mi creciente estupidez. Aunque si capté eso de que son hermanos, eso no se me escapó.
- No se preocupe por la factura médica, trabaja en McAllister ¿verdad? - Me dice él y asiento con cautela. – Puede tomarse los días que necesite para recuperarse. - Vuelvo a asentir como autómata. - ¿Cuál es su nombre? – Pregunta y veo curiosidad, mucha curiosidad. – Me tenso, si Milton se entera de este incidente, me va jorobar el resto de mis días, no quiero eso.
- No importa... - Digo y me incorporo de golpe quedando sentada y muy mareada.
- ¡Tranquila! – Me dice la Doctora. Me llevo una mano a la cabeza. – Necesitas reposo, ya te administré el medicamento necesario pero toma. – Me entrega una bolsita de papel marrón. – Aquí hay más, dos de esas cada 8 horas y hasta que pase el dolor. No es el procedimiento normal, pero no quiero que demandes a mi hermano.- Dice sonriendo.
- No lo haré. – Digo de inmediato y levantándome hasta quedar de pie, lo hago con cuidado para no marearme de nuevo.
- La llevaré a casa, ¿su nombre...? – Dice él y yo me tenso de nuevo, estoy segura de que puedo pasar desapercibida el resto de mis días sin que él sepa nunca jamás quien soy. En estos momentos no me apetece la idea de pelear con Milton por haber caído enfrente de un dueño de la Empresa, lo de Milton raya en acoso laboral. Si fuera una dulce veinteañera seguro que Milton me valía gorro y corría a los brazos de este hermoso hombre, pero ahora lo que más me importa es trabajar sin tensiones extras. Además ¿Qué oportunidad tendría con este hombre? Ninguna.
- Puedo ir sola, gracias... -Empiezo a caminar a la salida.
- ¿Está segura? ¿Le pido un taxi? – Dice la Doctora y me abre la puerta.
- No, no y gracias por todo.- Digo caminando un poco más deprisa.
- Tiene que decirme su nombre. – Insiste él y lo veo confundido.
- No hay problema, todo está bien. Fue mi culpa después de todo.- Sonrío avergonzada. – Sigo avanzando.
- Sí, pero yo no la atrapé. – Menciona tratando de evitar una sonrisa y parece... parece que está ¿coqueteando conmigo? El golpe me ha hecho más daño de lo que pensé, le sonrío tensa y digo adiós y gracias y desaparezco.
Las otras dos personas en la habitación la observaron marcharse sorprendidos.
- Ella... ¿acaba de irse? – Parpadeó él confuso.
- Sí, mí querido hermano. Al parecer no cayó a tus pies después de todo. – Soltó ella en carcajadas.
- Cállate Sophie.
- Pero, es cierto. Es la primera mujer que veo que huye de ti. – Sophie seguía riendo.
- Ya veremos... - Dicho eso salió prácticamente corriendo de la habitación dejando a su hermana más que sorprendida.
- Pero, ¿Qué te pasó? – Exclamó Enaí mi hermana la de en medio al verme.
- Me arrolló un tren. – Y que tren... uno grande, de amplias espaldas, tan guapo...
- ¡Ey! Vuelve a tierra.
- Eso intento. – Gemí adolorida, fui al espejo y gemí más fuerte al ver mi desastroso reflejo.
- A eso me refería.- Dijo Enaí detrás de mí.
Tenía el pelo hecho una maraña, la cara muy roja y una gran mancha rojo-verdosa en un lado de la frente.
- ¡Oh, por Dios! – Me desplomé en el sofá.
- ¿Te fuiste a los golpes con el tal Milton?
- No.
- Menos mal, a juzgar por tu aspecto parecías el contrincante perdedor.
- Si que perdí, pero contra el pavimento.
- Acomódate mientras hago té.
- ¿Tú haciéndome té? ¿Tan mal me veo?
- Oh, sí.
Rato después Enaí reía a carcajadas y yo la observaba enfurruñada.
- Es por eso que por lo general quiero ahorcarte.
- Igual me amas. – Dijo mi hermana entre risas. – Entonces, el hombre que no te atrapó como tú mencionas te llevó al Hospital-Yo asentí levemente y frunciendo el ceño al ver la ironía de las palabras de Enaí cuando enfatizó "No te atrapó", ¡él debió hacerlo! – Pues, que amable ¿era guapo? – Me encogí de hombros para no entrar en detalles, no es que no quisiera cotillear con mi hermana, pero me sentía tonta del golpe y tonta del todo al haberme ido así, pese a tener mis razones. Enaí no insistió pero volvió a la carga con otra cosa. – Ah y aun no me cuentas que pasó con el tal Alex ese, el infante con el que salías.
- No quiero repetirlo. – Dije tapándome la cara con una almohada. Enaí siempre me había advertido del peligro de andar con alguien no solo menor, sino años luz de distancia en cuanto a madurez y sentido común.
- No diré te lo dije. – Me animó con una sonrisa en la voz.
- ¿Para que decirte lo que seguro Natalia ya te contó? Me dijo ególatra, vieja y eso es todo.
- Es un idiota. – Añadió comprensiva.
- Lo sé.
- Muy idiota. – Insistió.
- Estoy de acuerdo.
- ¿Quieres que vayamos a buscarlo y le demos una paliza entre las tres? O puedo hacerlo yo, ya sabes que no tengo problemas en mancharme las manos de sangre. –Ofreció con una gran sonrisa y yo empecé a reír. Enaí era la que se encargaba en el colegio de vengarse contra quien fuera que nos hiciera algo a alguna de las tres.
- Esta vez, me gustaría hacerlo yo, pero la verdad no vale la pena.
- Bien dicho. Aunque quería ver algo de sangre.
- Sádica. –Le aventé la almohada.
- Siempre. – Rio atrapándola en el aire.
Quería pedirme el día libre pero era imposible, estábamos cerca de fin de año y el trabajo solía estar a tope. Art&Deco era líder en su rama y uno de las muchas ramas por las que trepaban los McAllister, esta en particular tenía que ver con construcción y diseño de interiores. A base de trabajo constante, había logrado escalar hasta estar como una de las cinco secretarias de Dirección. Eso tendría que haberme alejado de las garras Miltonianas, pero parece empeñado en jorobarme la vida.
Art&Deco tiene una junta administrativa compuesta por pura familia y según se dice así es en todos sus demás negocios.
Quien preside esta compañía es al parecer una de los mayores de la familia, creo que es tía de Ethan. Y volviendo al bello Ethan ¿Qué estaría haciendo aquí en América? ¿Lo volveré a ver? Suspiro y mejor aparto esos pensamientos. Hoy me siento lenta, con un leve dolor de cabeza y algo zombie la verdad.
Voy al trabajo con el pelo peinado distinto, me cubro la frente lo más que puedo, el color de mi hematoma tiene un bonito tono verde cotorra. Llevo gafas grandes de esas que cubren media cara e incluso un sombrero pequeño a juego con el color de mis botas altas color rojo oscuro, un traje sastre de falda y blusa en color gris para pasar lo mas desapercibida y una linda bufanda de colores, aunque las botas son tan lindas y me veo chic con el sombrero la verdad, me paro justo enfrente de la infame puerta giratoria, aquí vamos de nuevo, ¡tú puedes Jade! Volteo a todos lados para ver si viene la tromba Charly y aliviada compruebo que no. Inspiro hondo y me lanzo sin pensarlo más, voy avanzando, algo es algo, entra más gente y siento nervios, van lento así que no hay problema, ya estoy por salir, doy un paso fuera y algo me detiene y me tira hacia atrás ¡la bufanda! Se ha quedado prensada, tiro de ella con fuerzas pero la gente sigue entrando e inevitablemente me veo arrastrada de nuevo ¿Por qué me pasan estas cosas a mí? ¿Por qué? Mi lento cerebro hace aparición y empiezo a desenroscármela del cuello, pero aun así no quiero perderla, es tan linda así que me la quito y le doy un tirón, uno muy fuerte, con todas mis fuerzas, tantas que esta se desprende y yo voy inevitablemente hacia atrás... voy a caer, otra vez, sí otra maldita vez y esta vez sobre mi trasero...
Caigo, otra vez veo todo en cámara lenta. Debo tener un súper poder o algo así por que es la segunda vez que pasa. Agito los brazos como si eso pudiera ayudarme en algo, ni que fueran alas y remontara el vuelo evitando la caída. El caso es que lo hago y estoy casi preparada para el duro suelo, hago un sonido nada agradable pero siento asombrada que algo amortiguó el golpe, estoy sentada en algo... toco hacia atrás intentando adivinar y son zapatos, unas piernas de hombre, estoy sentada en los pies de alguien. Que no sea él, que no sea él repito como un mantra mentalmente.
- ¿Está bien? – Me dice esa voz profunda y varonil que ya conozco tan bien, se me pone la piel chinita de anticipación pero sobre todo de vergüenza. Me toma de los hombros y me levanta, que bien se siente el contacto, sigo quedando a espaldas de él.
Medio volteo y hago un asentimiento de cabeza.
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