Brujas: Reinas de Belleza. Lobos: ¿Príncipes Azules?

—1—

Corrompieron... Me corrompieron. Todo lo que creía puro y correcto me dejó atrás. La luz que iluminaba mi vida se me fue arrebatada por ser cómo soy. ¿Qué se supone que haga ahora? Hoy reconozco las palabras de mi padre.

Sin dolor no hay belleza, ¿en serio vale la pena?

Su belleza estaba maldita. No fue un don que Dios le regaló al nacer, fue una conspiración del diablo para su propio fin.

Flashback

"Camina erguida, princesa."

"Dios te hizo bella por algo, de lo contrario serías como las demás jovencitas que dan hasta lo que tienen por estar en tus zapatos. Has que el Señor se sienta orgulloso."

"Fuiste premiada con un gran don."

"Tienes que cuidarte. Muchos matarían por ser tú."

"No te corrompas... Tampoco creas en todo lo que te dicen. Eres una musa, actúa como tal."

Siempre tenemos una idea de cómo serán las cosas, cómo será nuestra vida, que nos espera el futuro, que haremos con nuestra vida de mayores... Algunos nacen con las respuestas a esas preguntas, no tienen que preocuparse por encontrar las respuestas, la misma vida y las personas a su alrededor se las dieron sin siquiera pedirlas.

A pesar de tener las respuestas estas no siempre son las que esperamos o las que queremos para nosotros mismos, pero, ¿qué se puede hacer cuando tu futuro está prescrito por otros? Esa fue la pregunta que atormentó en sus años de juventud a Amalia Concepción.

La niñez de Amalia fue rápida y arrolladora. Estuvo sola, su madre falleció al darla a luz. Margaret fue una modista profesional muy alabada en los años 90s en su país natal, República Dominicana, y en el extranjero, le pidió tanto a Dios que le diera una niña, mas no sabía que su vida pendería de un hilo por ella hasta la muerte. Creció muy de prisa, demasiado para tener 8 años cuando su padre volvió a casarse. Sus inicios en el modelaje a tan tierna edad fueron, según su madrastra y su padre, lo mejor que le pudo suceder. Creía en ella antes que en los demás, especialmente en ese "don" que se le fue encomendado al nacer: su sublime belleza y esplendor, debía darle valía a eso que le dio sentido a su vida. Sin embargo, su existencia consagrada en la religión por su familia hasta tal punto de convertirse en fanatismo atravesó su ser, mucho más que su vida frente a las cámaras.

Amalia era hermosa, por dentro y por fuera. Su tez blanca como la nieve acaparaba todas las miradas, con su largo cabello negro como el ébano, sus ojos café claros y una mirada penetrante que hacia juego con ellos dulcemente tristes, sus labios rojos como la sangre. Poseía una presencia que ocasionaba en cualquiera un gran deseo de protegerla. Algo característico y propio del morbo de su profesión era su estatura de un metro ochenta y su delgadez, aparte de su rostro pulido por un Ángel, uno que fue expulsado del cielo.

Elizabeth, la madrastra y Nicolás, el padre de Amalia eran lo único que le quedaba y en ellos confió plenamente como lo que eran, su familia más cercana. Lo que tanto Amalia como su padre no sabían era el verdadero sentir que ocultaba Elizabeth, quién era realmente, lo que quería y hasta donde sería capaz por eso.

Muchos dicen que el dinero es el demonio en la Tierra, haciendo a un lado que el Diablo quiere la belleza para corromper a los hombres. La envidia es solo el 1er paso para...

El destino de la joven dominicana era ser una top model, lo había aceptado, pero, no siempre tu destino es lo que te hace plenamente feliz.

—Vamos sonríe un poco más para mí... Exacto así, preciosa...

—¡Necesitamos más luces!

—Cuidado con las manos.

—¡Al camerino! No hay tiempo que perder. Necesitamos fotos con otros vestuarios. Querida, por favor.

Era una locura y Amalia era el ojo del huracán en ella. Tenía casi 4 horas en aquello, sacando fotos para la portada de una revista de alta costura. Su carrera era plena y estable, estaba en la cima con solo 19 años. Hubiera dado todo lo que tenía porque su madre estuviera allí y viera la gran chica en la que se convirtió.

La joven de tez pálida no perdió más tiempo y fue a su camerino. Si algo valía en la industria era el tiempo que se invertía e igual el que se no se podía detener, como la edad de los modelos. Pese a eso detuvo su caminar en el instante en que vio a su madrastra en el camerino dejando la puerta entre abierta. Elizabeth hablaba amenamente por su celular con sabrá Dios quién sin percatarse de que su hijastra la podía escuchar.

—Tengo años queriendo esto, no permitiré que una tonta niña se interponga... Aún soy joven y más bella que todas esas aspirantes... Sabes que puedo convencerlo. No hay límites para mí.

Muchas dudas invadieron a la joven, ¿qué estaba sucediendo?

La mujer no se equivocaba, era la encarnación de la plenitud: madura y bella con 27 años. Era más joven que el padre de Amalia por 10 años. Una modelo casi retirada porque a los 30 eres vieja en el medio. Sin embargo, se negaba a esa realidad y seguía como lo que era, una diosa, no permitiría que nadie le arrebatara ese título.

—Por Dios, Jessica, eso es lo de men...

El ruido ocasionado por una botella al caer hizo que Elizabeth mirará hacia la puerta encontrándose con la vista de su hijastra. El rostro de la rubia no tenía expresión alguna, pero un leve tono de furia se podía ver claramente en sus ojos. De su parte la contraria no encontraba sitio, por primera vez la veía así provocando que dudara de todo la "buena fe" que le revestía. Tenía miedo de una manera que no podía explicar.

—¿Qué haces?

—Lo siento, me tropecé. Per—perdón...

—Te llamo más tarde, amiga —interrumpió Elizabeth con su celular aún en su oreja sin apartar su vista de la chica—, debes tener más cuidado, querida.

—Lo sé. Lo siento.

—¿Qué necesitas?

Fue increíble para la más joven como el semblante de la otra cambió, volviendo a ser una mujer amable y dulce con una delicada sonrisa.

—Cambiarme.

—¿Necesitas ayuda?

—Gracias.

Aquella incómoda escena se borró de la mente de Amalia cuando volvió al set fotográfico, no le estaba dando la importancia y es que era difícil. Estaba demasiado ocupada como para percatarse de las severas palabras de su madrastra. De haberlo visto antes, todo sería diferente.

***

Semanas después la salud del padre de la top model empeoró mucho más de lo que ya estaba. Los médicos decían que no existía esperanzan, era cuestión de tiempo para que él dejara este mundo. Lo único que lo mantenía eran los aparatos de los que ahora dependía para seguir respirando. Amalia estuvo hasta el último minuto a su lado, nunca dejo de sostener su mano; incluso sin saber que su vida estaba en peligro por ello.

—Mi pequeña, tienes que irt...

—No, no me iré. Quiero estar contigo, por favor.

—Eres fuerte...

—No lo soy. —La chica era un mar de lágrimas, apenas podía respirar—. Te lo ruego, no me dejes. No puedo segui...

—Podrás, siempre has podido. Eres impetuosa, al igual que tu madre.

—La extraño.

—Yo igual... Mira. —Con sus últimas fuerzas Nicolás llevó hasta las manos de su hija una pequeña Biblia con un marcador en su interior.

—¿Esa es...?

—Sí, el regalo de tu madre. Estoy en la obligación de dártelo antes de que cumplas 20 años pese a que ella lo quería así.

—Papá, ¿el marcador?

—Su versículo favorito. Mateo, 4,4: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Quiero que lo tomes como mejor puedas y que entiendas que no solo de pan vive el hombre, sino también de todo lo que cae del cielo.

—Pa—papá...

—Sé fuerte, mi princesa. Demuestra de lo que eres capaz, eres más que un rostro bonito. Eres vivaz y alegre, humilde y sencilla. Vales mucho más que todos los millones del mundo y debes saber que puedes vivir sin ellos. Nada es indispensable en esta vida, excepto la felicidad.

Las palabras de ambos los dejaron atrás cuando el sueño tomo el papel estelar entre ellos. Toda esa tranquilidad no podía ser destruida, no si ayudaba tanto a que el corazón de ella estuviera en paz y tranquilidad. Sin embargo, la silueta de una persona ingresó a la habitación donde se encontraban, una mujer; Elizabeth.

La rubia ocultaba su rostro con un cubre bocas negro, un gran abrigo y una borra al mismo tono. Los que desde un principio se encontraban allí, en una de las más prestigiosas clínicas del país, dormía profundamente; demasiado cómo para notarla. Su conciencia estaba nublada por la codicia, veía la muerte de Nicolás como la forma más fácil de apoderarse de todo el dinero que el empresario poseía. ¿Hasta dónde su puede llegar...? Ella bien lo dijo, no conocía límites.

—Nicolás, pobre, Nicolás... Tan ingenuo, creíste que podía enamorarme de ti, y lo hice. Me enamore de tu fortuna, fuiste lo mejor de mi carrera; contigo resurgí como musa. Gracias, pero me estorbas.

Apagó el respirador CPAP con sus puntas que encajaban en la nariz de su esposo. Salió sin dejar rastro y con su fe puesta en que nadie dudaría de ella, pero la pelinegra logró verla. Desde lejos, sin poder identificarla. Lo sabía, alguien mató a su padre.

...

Los días en la vida de Amalia fueron casi imposibles de sobrellevar. No pudo hacer nada, cuando volvió en sí luego de aquella trágica noche era muy tarde para su padre. Tan rápido como el agua que corre en los ríos su madrastra se apoderó de todos los bienes de Nicolás a sus espaldas. La joven vivía con un mundo encima, siquiera pudo estar un tiempo retirada por la muerte de su padre. Eran muy exigentes con ella, incluyendo a su madrastra, no podían esperar. Ambas siguieron adelante.

Ten cuidado con lo que haces y con lo que deseas, por qué la mentira se puede convertir en verdad y viceversa...

La oportunidad de ser el rostro de una emergente marca de cosmético tocó a la puerta de Amalia. La joven estaba feliz en sobremanera, amaba su trabajo, desde el primer día que posó frente a una cámara y caminó por la pasarela. Era su universo y se le fue arrebatado por la mujer que supone debía protegerla. Su madrastra estaba furiosa, ese puesto le correspondía a ella, era lo que pensaba y alegó desde el momento en que su mánager le informó el logro de Amalia.

La juventud de ella le hacía competencia a la plenitud de Elizabeth y esa propuesta fue la gota que derramó el vaso para que quisiera sacarla del camino tal cual hizo con su difunto esposo. Sin embargo, ahora las cosas no eran tan fáciles. La chica era una figura pública, una famosa top model con su rostro en millones de revistas y que pasaba descuidadamente por anuncios en televisión y pasarelas de alta costura. Usaría todas sus cartas, de eso no tenía duda.

Fin del Falshback

—2—

Tiempo actual, 1 años después

¡Corre! ¡Amalia, no te detengas!

El viento silbaba en sus oídos mientras corría, su corazón latiendo deprisa, sus manos en su pecho buscaban la manera de protegerla, sus ojos bien abiertos haciendo creer que saldrían de las cuencas de su cráneo. Huía de un tiroteo del que no era capaz de explicar cómo sucedió. Estaba jugando con fuego. Tenía que descubrir la verdad sobre la muerte de su padre, y quién fue su verdugo. Lo que vio aclaró sus dudas, pero no del todo.

¿Qué hacía Elizabeth como cabecilla en una mafia de trata de blancas? Aún más, ¿cómo llegó hasta allí? Desconocía muchas cosas de su madrastra. Verdades muy fuertes que le aterraban luego de verla salir tan apresuradamente del evento en el que la joven modelo le siguió el paso. No se podía explicar a sí misma nada de lo sucedido. Ni siquiera estaba tan lejos del evento. Le rogó a Dios en silencio no ser vista. Terminó apoyando sus manos en sus muslos intentando regular su respiración.

—Santo, ¿qué está pasando, Dios mío...? Tengo que irme. —Estaba hablando para sí misma y apenas podía hacerlo—. Sintió que enloqueceré en cualquier momento. El—ellos mataron a Sebastián. Dios mío, Elizabeth...

Lloraba incontrolablemente recordando como mataron a su novia, su corazón saldría de su pecho en cualquier momento. Se incorporó cuando escuchó unos pasos acercándose a ella, se escondió en un callejón sin salida a su lado derecho agachándose de modo que las luces de la calle no alumbraban su ser.

—Viste lo mismo que yo, ¿verdad?

—Era una chica. Nos vio.

—No puede estar lejos. ¡Eh! ¡¿Me escuchas, muñequita?! Más te vale quedarte con la boca cerrada si no quieres terminar igual que ese idiota. Estas advertida.

—Vamos, Paul. La policía puede llegar en cualquier momento.

Amalia fue retirando sus manos de encima de su boca al tiempo que oía los pasos de aquellos hombres alejándose. Respiró profundamente antes de ponerse de pie. Su vestido azul oscuro estaba rasgado por el brusco movimiento de minutos atrás.

¿Qué se supone que haga ahora?

Se armó de valor y salió de vuelta al edificio donde el evento aún no culminaba. Su confusión fue todavía mayor cuando vio a Elizabeth charlando con algunos periodistas. No estaba loca, la vio, sin embargo, la mujer actuaba como si nunca hubiera salido de ese gran salón. El grado de quietud que existía en su mirada para Amalia era estremecedor y macabro por lo que vio media hora atrás.

—¡Hey! ¿Dónde estabas? —La buena vibra de Samuel le alteró mucho más—. Hey... Amalia , ¿qué sucede? —Se podía captar la preocupación en su habla.

—El—ella... —Se comió sus palabras observando como la mujer rubia se acercaba a ellos—. Ayúdame a salir de aquí.

—¿Qué dices?

—Elizabeth, ella...

—Me permiten un momento, por favor. —Toda la atención estaba en Benjamín, el coordinar del magno evento—. Nos acaban de informar que Sebastián Uriarte fue encontrado muerto en su departamento. Nuestro más sentido pésame a su familia aquí presente.

¿Qué clase de plan era aquel? Era repugnante el descaro de aquel hombre, no tenía pies ni cabeza que dijera tan estruendoso suceso en un evento en el que los padres del difunto estaban presentes. Amalia se desmayó sin más. Estaba agotada, física y mentalmente.

—3—

A la mañana siguiente verse en la habitación de una clínica fue otro shock y fue peor al ver quién estaba a su lado. Su cabeza daba mil vueltas por segundo con dificultad abrió por completo sus ojos. La sonrisa de esa mujer era macabra.

—¿Cómo te encuentras, querida? Correr no es lo tuyo, eres demasiado frágil y débil. Igual que tu padre y ese noviete, él muy imbécil quiso protegerte de la trata... Eres otra piedra en mi camino, ¿qué puedo hacer contigo?

—Ayuda. Sáquenme de aquí, por favor. —Su voz era un débil susurro que se quebraba con cada vocablo.

—Nadie te va a escuchar. Piénsalo 2 veces antes de huir, si es que puede ponerte de pie. Ojalá no hubieras despertado. No estás bajo tierra por la prensa. Disfrútalo mientras puedas.

Elizabeth se marchó no sin dejarle un vistazo amenazante a su hijastra. Tenía el control de la situación y de la vida de la chica.

Las horas no pasaban, eran como si alguien o algo lo impidiera y era la mente de Amalia. Enfermeras iban y venían, se mente estaba perdida. No aguantaba más allí dentro. Pese a que estaba un poco débil salir de la clínica era su única opción, se cambió con su vestido de la noche anterior que estaba en la mesita de noche.

La puerta estaba cerrada, ella no estaba pensando, la verdad es que no lo pensó mucho; debía huir alejarse de todo y buscar las pruebas suficientes para declarar en contra de su madrastra todas las atrocidades que hizo y las que sabía bien estaban a su alcanza. Elizabeth era la punta del iceberg.

Cruzó la línea de todo lo que creía bueno y correcto. El destino quizás estaba a su favor cuando la idea de salir por la ventana pasó cual rayo por su subconsciente. Acomodó su cabello, agarró su pequeña cartera negra, se quitó sus zapatos rojos de tacón y se esfumó entre las cortinas de esa ventana. Logró su cometido sin llamar la atención, aunque fuera un 2do nivel estaba en la parte de atrás de la clínica. Una fuerte descarga de adrenalina fue de su estómago a su garganta cuando miró hacia abajo, tragó en seco y siguió caminando sobre un filo de no más de medio metro. Estaba justo sobre el estacionamiento. Con sus zapatos en sus manos y su bolso a una lado de su cabera era difícil mantener el equilibro, sin embargo se mantuvo de pie.

Bajar fue lo menos en comparación a lo que estaba en frente de la clínica: una aglomeración de periodistas, ellos eran los cazadores y ella era la presa. Se las ingenio caminando a un lado de una ambulancia que salía del centro médico. Cuando estuvo fuera de aquel caos caminó tan rápido como pudo hacia la catedral de la ciudad, disponía de la esperanza en que su amiga, Sol Yolanda, estaría allí. Necesitaba hablar con alguien, contarle todo lo que vio y que la ayudara a huir.

La Catedral Primada de América no solo fue los primeros pasos de evangelización católica en el nuevo mundo, sino también un refugio para los creyentes perseguidos; como lo sería ahora para Amalia. A ese imponente templo iban muchísimos turistas, reconocía que se exponía demasiado, mas solo ella podía ayudarla.

—Amalia —La joven se abalanzó en los brazos de la monja de inmediato la vio—. ¿Te encuentras bien?

¿Cómo podría estarlo?

Sol Yolanda escuchó con lujo de detalles a su amiga hasta que esa se quedó sin palabras y fuerzas para seguir contando. Se conocían desde niñas y se apreciaban tal cual hermanas al crecer sus vidas tomaron caminos diferentes que ahora volvían a unirse para salvar a la pelinegra de aquel infierno.

—¿Te arrepientes de convertirte en modelo?

—Jamás lo haría. Me arrepiento de estar involucrada en esto. Yo enserio quería a Sebastián y ellos...

—Lo sé. Conozco a alguien que puede ayudarnos.

—¿Quién?

—Le llaman "El Lobo", en sus años de juventud fue la cabecilla en una red de trata de blancas. Actualmente a sus 30 años es un redimido de Dios. Quizás sepa algo... Sin embargo, por ahora hay que ocultarte, allí fuera hay un caos. Todos se preguntan dónde está la famosa top model dominicana.

—Solo han pasado horas...

—Exacto.

La modelo soltó sus tacones para transformarse en una feligresa consagrada con un velo en su cabeza que la convertiría en quien nunca pensó ser. Ya no era Amalia, la modelo famosa, ahora era Margaret, una monja de la congregación de María Auxiliadora.

Los hombres eran demasiado malvados para comprender cuan bella era y la verdad en sus palabras, solo Dios podía juzgarla.

—4—

Las 10 monjas que vivían cerca de la catedral en una casa de consagración aceptaron a Amalia con los brazos abiertos. Ellas comprendieron los inexistentes límites de Elizabeth y el dolor de la joven. Su misma condición las hacia conscientes de hasta dónde podían llegar la bondad y la maldad humanas. Tenían pánico, al igual que sus hermanas, era responsabilidad de todas ayudar a Amalia. El 1er paso era involucrarse en ese mundo, averiguar el trasfondo de lo que parecía ser una red de trata de blancas.

Con el pasar de las semanas Amalia aprendió como actuar y ser parte de la congregación. Afuera todos se preguntaban dónde estaba, si estaba viva o muerta, en especial Elizabeth. Los estragos sobre la repentinamente muerte de Sebastián Uriarte seguían sin resolverse, dando a entender que la mafia seguía en pie. Las fotos de ambos en todos los periódicos, en los noticieros y los postes de la ciudad; era un caos total mientras ella cubría su cuerpo con un hábito. Hasta que 2 semanas después las jóvenes monjas con Jeans y blusas salieron de su residencia para adentrarse en la mansión de Gastón López, mejor conocido como "El Lobo".

El hombre tenía una fortuna que ni siquiera el gobierno le pudo arrebatar cuando lo encarcelaron por 1ra vez. Fue demasiado poder para un hombre, en ese entonces, muy joven; incapaz de hacerle frente a la "herencia" de su padre luego de quedar hermano. No tenía más familia, todos murieron en persecuciones y peleas por territorio y dinero; lo único que poseía hoy por hoy eran esa mansión, algunos miles de dólares y su conversión a la fe católica.

Amalia y Yolanda ingresaron al lugar después de una tardía conversación entre la última y el encargado de la vivienda, se podría decir que él era la única persona cercana al "Lobo". Él las esperaba en la antesala con su vista fija en el periódico. Cualquiera que no lo conociera fácilmente creía que tenía 24 años.

—Bienvenidas. Yolanda, solo así te puedo ver fuera de la iglesia... Amalia, eres más bella en persona. La top model que huye, es como un cuento, ¿no? —Su voz tenía un leve tono burlón—. Tu cara está en todos lados y la ocultabas con un velo, muy audaz.

—Es tragedia griega. Un gusto conocerlo.

—Igual. Yolanda me contó cómo llegaste aquí. Lamento lo de Sebastián, su padre es buena persona. Carla, enserio no puedo creer que ella... —Se comió la expresión—. Lo que viste es una mínima parte de la verdad.

—Lo sé.

—¿Cómo piensan hacerlo? Yo ya no form...

—Quiero entrar.

—¿Tienes idea de lo que dices?

—Me arriesgaré.

—Ella tiene que pagar por todo lo que hizo.

—Eres modelo, no...

—Puedo ser más que eso.

—¿Trato? —El hombre extendió su mano hacia Amalia. La seguridad en sus palabras asustó a la joven—. Te advierto que una vez que entras no puedes salir así de simple. ¿Estas dispuesta a eso?

—Sí —respondió estrechando su mano derecha con la que él le ofreció.

Desde ese día la vida de Amalia, que de por si era atrevida por todo lo que, como modelo, debía hacer; atravesó una gran transición, mucho más fuerte que cuando llevaba la vida consagrada. Por 1ra vez fumó y entrenó tal cual hombre de guerra. Estaba sacando fuerzas que ni sabía que poseía haciendo cosas que nunca se imaginó: boxear fue su hobbie, aprendió a conducir sacándole el mayor provecho a los caballos de fuerza, mató animales perfeccionando su puntería, las prácticas de defensa personal... Gastón se convirtió en su profesor, de él asimiló todo lo que necesitaba saber del medio al que se exponía.

—5—

Tienes que hacerte fuerte y robusta.

Eres débil, igual que...

Ve más de espacio.

No lo soy. —Estaba ida.

Así jamás llegarás a nada.

¿Eso era lo que sentías por Sebastián? Patético.

¿Qué es lo que quieres? Si no superas tus límites jamás podrás.

Amalia.

Yo puedo, yo...

¡Amalia!

Gastón, quién iba con ella de copiloto le arrebató el manubrio del vehículo, estaba exaltado.

—¡¿Acaso te volviste loca?!

Y quizás lo estaba conduciendo a 160km/h.

—¡¿Quieres matarnos!? ¡Te estoy hablando!

—Te escuché, maldición, te escuché.

A Partir de que aceptó ser aprendiz de él se prometió a sí misma no volver a llorar, pero ahí estaba con los ojos cristalizados y sin sentido.

—¿Qué sucede...? ¡Amalia!

La joven salió del auto ignorando las voces de Gastón tras ella y que estaban en la autopista principal de la ciudad.

—Detente... Te digo que te detengas —reprochó sosteniéndola del brazo. Ella no volteó a verlo—, vuelve al vehículo. Si te ven podrían...

—Déjame.

—Amalia.

—Suéltame.

—¿Qué pretendes con exponernos así?

—Quiero matarla.

Estaba roja de la furia. Cambió todo de sí para no ser reconocida. Su larga cabellera negra era corta y pelirroja, su caminar y presencia eran totalmente diferentes. Ya no sabía quién era. El dolor y el despecho le dominaban. Actuaba como si estuviera poseída.

—Así no podrás... Tenemos que irnos, por favor.

—Me quiero morir.

—No permitiré que eso pase, jamás, los necesito conmigo... Te quiero.

La ternura de su beso fue interrumpida cuando se escuchó un disparo.

La rubia dio unos pocos pasos hacia atrás mirando a su alrededor aterrada. No había palabras para expresar lo que sintió cuando volvió su mirada en dirección a donde estaba Gastón y solo pudo ver la camisa blanca que traía machada de sangre. Sentía un sinfín de emociones, las lágrimas de inmediato aparecieron, tomó desesperadamente la prenda.

—¡Gastón!

Toda fue un sueño... no, era una pesadilla.

Amalia se encontró semidesnuda en la cama de un motel de mala muerte, lo supo de inmediato cuando vio el papel tapiz en malas condiciones de las pareces, el reloj en la pared que marcaba las 12 en punto cuando era más que obvio que estaba amaneciendo y los horrendos sofás color verde en condiciones aún peores...

Un hombre salió desprevenido de un área que parecía ser el baño de la habitación, era "El lobo" acercándose a ella vertiginoso.

—Buen día, boxeadora —saludó luego de besarla.

—Vámonos de aquí.

—Volviste a tener esa pesadilla, ¿verdad?

—Tenemos que irnos —dijo poniéndose su blusa que estaba en la mesita de noche.

—Sabes que puedes confiar en mí.

—Lo importante es que ya pasó, ¿de acuerdo? Larguémonos de aquí.

—En ocasiones extraño a la inocente tú. La que no podía sostener una arma porque temblaba de los nervios, he creado un monstruo, un bello y sexy monstruo. Ven aquí. —Él se aferró con gran facilidad a la cintura de ella con su cabeza en el hueco de su cuello depositando allí todos los besos que podía.

—Gastón.

—Podemos quedarnos un poco más.

En el presente que los acompañaba en consecuencia del asesinato que compusieron contra Elizabeth era de fugitivos. 1 año después su relación se fue estrechando, ya no eran aprendiz y maestro; estaban a la par. Con las pruebas que lograron recolectar desenmascararon a muchos líderes de la mafia, no solo de trata de blancas, involucrados en eso había narcotraficantes y dirigentes políticos corruptos. Todos ellos andaban detrás de la pareja, no era para menos... Con sus declaraciones las penas que tenían acumuladas se les fueron retiras. La policía nacional estaba de su lado, mas no le daban importancia, solos podían defenderse y cuidarse el uno al otro de la manera en la que lo hacían.

Ella dejó todo por vengar la muerte de su padre y su novio, sin saber que estaba en camino sin retorno ni salida. Estaba perdida, esa locura le sentía bien.

Él olvido los perjuicios y su aire se superioridad para ayudarla, sin saber que se enamoraría de la oveja perdida.

La ciudad seguía siendo un desastre, ellos igual.

Gritos, disparos, ruidos desconocían, sirenas; los encontraron otra vez.

Se separaron como si estuvieran programados. Gastón cargó y empuñó su pistola, Amalia se cambió e igual agarró su pistola de un calibre más bajo que la de él. Estaban listo para un tiroteo, pese a que no se escuchó más por unos segundos hasta que una bomba lacrimógena fue lanzada desde afuera por la ventana. El hombre cubrió a la chica y lograron salir de la recámara antes de que dicha explotara e incendiara el área.

—Vienen tra...

—Lo sé. ¡Corre!

La percusión comenzó sin más. Quienes osaron interponerse en su camino terminaron con una bala en el cuerpo o noqueados. Eran los dueños de la situación por más indefensos y vulnerables que se vieran en comparación con los hombres que invadieron el motel, podían con esos y más.

Era escapar o morir, no tenían otra opción. Amalia se puso roja mientras hundía su pistola en el cuello de unos de los hombres, disparó desquiciadamente, Gastón la observó asombrado. Ella nunca se dejaba llevar así por sus emociones. En cambio él se veía en casos similares con naturalidad y golpeaba a los contrarios que se ponían en frente, cuando lo consideraba necesario disparaba. Salir del motel fue fácil relacionado con llegar a su vehículo en el estacionamiento del mismo, ahí estaba la verdadera acción. Unas patrullas de la policía municipal arribaron a tiempo en el local haciendo posible que ellos entraran al auto que compartían.

Silencio, solo eso los acompañó en su retirada hacia el crepúsculo en ese BMW descapotable rojo. Era costumbre entre ellos la "distancia y serenidad" de una relación encaminaba a algo más que unos meses juntos.

—¿Cómo están?

—¿Debería estar mal? El bebé está bien, no te preocupes.

—Lamento tenerles de esta manera.

—Estamos bien.

—¿Tu sueño...?

—Soñé que estamos juntos en paz y con la serenidad que espero tengamos cuando nazca.

—Lo siento.

—No te estoy presionando.

—Les prometo que les tendré a salvo con mi vida.

—Nosotros igual.

—Eres la reina, la más hermosa de este imperio. No hay que temer, somos los únicos que saben la verdad debajo de la máscara del poder.

"Las jovencitas elegantes, bien hechas y bonitas hacen mal en oír a ciertas personas. No hay que extrañarse de la broma de que a tantas el lobo se las coma. El lobo o la bruja, porque estos especímenes no todos son iguales: los hay con un carácter excelente y buen humor, dulce y complaciente, que sin ruido, sin hiel ni irritación persiguen a las jóvenes doncellas. ¿Quién puede ignorar que lobos tan melosos son los más peligrosos? O ¿qué brujas pueden ser tan bellas? Brujas como madrastras y reinas de belleza."

Contexto:

Crear un retelling, en otras palabras, una nueva historia basada en un cuento. En este caso elegí la historia que elegí fue Blanca nieves: y los sietes enanitos, dicha la funcione con la historia de Caperucita roja. El escrito debía tener de entre 3,000 y 5,000 palabras, centrarse en el género: Acción y contener la frase: "No solo de pan vive el hombre sino también de lo que cae del cielo".

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