Ilusos.

Tiemblan las paredes tiernas, azotadas por el rumor de las olas, el viento les susurra mil cosas a los árboles, les cuenta historias, les hace promesas, promesas que nunca llegan.

En la esquina, dos amantes se besan sin penas, disfrutan de su compañía, esperan la noche sin ilusión, no quieren separarse.

Pobres ilusos, no saben que van a morir, que todo tarde o temprano de acaba...

Tal vez lo hacen, lo saben, por eso no quieren separarse mientras dure, prefieren esa dulce agonía.

Porque se ama más cuándo sabes que es poco, porque se lucha más cuándo sabes que se acaba. Porque el humano es terco, no quiere que nada termine.

Pero al final siempre es lo mismo:

Las manos se sueltan.

Los ríos se secan.

Las almas se rompen, se pudren, se las traga la tierra.

Sí, nada es eterno, pero ellos parecen muy dispuestos a ignorar este hecho y seguir besándose mientras puedan.

Idiotas. Idiotas viles y burdos, creyentes de la fantasía.

Cómo los envidio. 

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